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Parte 2 de la serie de 46 partes

Actualizado 09/07/2023
Creado 08/08/2023
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En mi casa a todos nos tocó trabajar desde muy pequeños para poder ayudar con los gastos, ni así muchas veces ni alcanzamos a tener las tres comidas.

Cuando salí del colegio empecé a trabajar realizando el aseo en casas a domicilio y así sucedió lo que todos llaman historia de novela cuando uno de los hijos de los dueños se enamoró de mí. Pese a que siempre me habían gustado más las mujeres que los hombres, él se robó mi corazón y nunca sacó provecho sobre mí.

Lo primero que hizo fue pedirme que no volviera a trabajar y meterme a estudiar a la universidad. Fue algo difícil acostumbrarme a estar con personas de alto nivel económico y la mayoría mucho menores que yo.

Hasta que conocí a Sara que se parecía mucho más a mí. Venía de una familia trabajadora que hacía un gran esfuerzo por pagarle la educación con tal de que no le tocara pasar por tantas penurias como a ellos.

Nos hicimos muy buenas amigas, íbamos de arriba para abajo, siempre estábamos juntas en todos los trabajos en equipo. Mi casa se convirtió casi en la suya y hasta se quedaba a dormir cuando nos tocaba trasnochar terminando algún trabajo.

------

En el quinto semestre tuvimos las notas más altas de toda la carrera y nos ofrecieron media beca. Ustedes no se imaginan la felicidad, para Sara eso significaba poder alivianar un poco la carga de sus padres y para mi corresponder el esfuerzo que hacía mi esposo.

Nos abrazamos, reímos, la felicidad no nos cabía en la ropa y decidimos comprar algo de licor para celebrarlo. No somos de salir por ahí a tomar o de asistir a las fiestas de los otros compañeros de la universidad, así que nos fuimos para mi casa.

Ella me acompañó a preparar la comida para mi esposo y mientras íbamos tomando, colocamos música de plancha cantábamos a grito herido y bailábamos por toda la cocina. Las dos habíamos sido criadas escuchando ese tipo de música por nuestras mamás y nos sabíamos todas las letras.

Cuando ya llevábamos un poco más de la primera botella de ron, mi esposo me llamó:

- Clau tengo una reunión en el trabajo, me demoró un poco en llegar

- Listo mi vida, pero no te demores que te tengo una sorpresa

Tapamos las ollas y nos fuimos para la sala. A esas alturas ya esperaba que mi esposo estuviera de vuelta para bailar y celebrar. Las piernas se me movían solas, empecé a bailar y no me aguante e invite a Sara a bailar conmigo.

De trago en trago, de baile en baile se me subieron todos los calores y sin siquiera estar consciente de lo que estaba a punto de hacer. Le empecé a coquetear, a pegarla más a mi cuerpo y acariciar su espalda. Ella se veía un poco nerviosa, pero seguía bailando y sonriendo.

- Sara te puedo confesar algo? --con la cara roja--

- Yo sé

- Qué sabes?

- Nada, yo sé no tienes que decirme

- Pero ¿qué sabes?

- Te gustan las mujeres

Peor de roja me puse y me dio algo de vergüenza porque por primera vez no la estaba viendo como mi amiga y me moría de ganas por besarla. Ella se rio, me separo mientras bailábamos, me hizo dar un par de vueltas, volvió a abrazarme y quedamos con la cara muy cerquita.

- Eso no tiene nada de malo, relax

Yo me reí y ella me volvió a separar y yo la hice dar otras vueltas sobre mi mano.

- Y cómo es eso que ya sabías?

- Porque en la universidad cuando estás distraída no te das cuenta y miras a las mujeres

- No que pena ¿en serio?

- jajajaja sí. Además, cuando uno también es así --me miró a los ojos-- lo nota más fácil

- ¿Acaso vos también...

No me dejó terminar, me hizo dar como 10 vueltas y toda mareada. Ella me alcanzó a sostener, pero la inercia nos derrumbó cayendo de espaldas al mueble y ella encima muertas de risa.

- Como vos sos casada, nunca te...

La callé robándole un beso y nunca más nos volvimos a despegar. La pasión se apoderó de nosotras, nos tocábamos, besábamos, respirábamos fuerte. Nos decíamos al oído con la respiración entrecortada por la emoción cuanto habíamos esperado este momento.

Yo llevaba más de 6 años sin probar una mujer y con sus besos perdí la noción del tiempo y del espacio. Hasta la ropa la perdimos sin siquiera darme cuenta y me encontré sentada en el mueble gimiendo con las piernas abiertas y ella de rodillas metida entre mis piernas.

La puerta del apartamento se abrió y con ello la cara de asombro de mi esposo. Sara ni se dio por enterada y su lengua era tan deliciosa que no fui capaz de separarla. Cerró la puerta y se apoyó de espaldas con la misma expresión.

- Claudia ¿esta era la sorpresa? --lo dijo un poco enojado--

- Amor es que... --respondí tratando de separarla-- ahhhhhh

- ¡Si! --volteo Sara con la cara mojada-- ¿quieres unirte?

Yo la miré sorprendida, me guiño un ojo y continuó en sus deliciosos menesteres orales. No sabía si estaba dispuesta a estar con ambos con tal de no meterme en problemas o era algo que quería desde hace rato.

- Quería esperarte, pero ahhh --Sara chupaba más fuerte-- no aguante

Miguel se quitó la chaqueta con calma, le colgó en el perchero, se aflojó la corbata y se sentó en un mueble al lado viendo a Sara hacerme sexo oral y mi cuerpo jadeando. Cogió uno de los vasos que ya estaba servido y se lo tomó de un solo trago.

- Nunca me dijiste que... --cogió el otro vaso y se lo tomó--

- Amor, no sabía cómo decirte ¿te molesta?

- La verdad no me lo esperaba, no sé...

Sara levantó sus nalgas del piso y giró su cuerpo hacía él, tampoco estaba preparada para esto y mucho menos con que mi esposo estuviera con otra mujer, pero en la situación que me encontraba no podía decirle nada.

- ¿Quieres tocarla? --le pregunté--

Él solo nos miraba, pero estaba como en shock, así que tomé su mano y la guíe por la espalda de Sara hasta sus caderas y nos enredamos en un delicioso beso. Me pegué a su frente y lo miré con ternura.

- Por favor no me odies por esto

- Nunca mi amor, pero no sé si...

- Te lo pido por favor, déjame disfrutarlos esta noche --lo volví a besar--

Sabía que él estaba nervioso porque su educación católica le repetía hasta el cansancio que era pecado. Siempre fue muy amoroso y por lo general con una sola vez ambos quedamos más que satisfechos.

- ¿Quieres que estemos los tres? --me preguntó--

Sara se metió con más fuerza entre mis piernas, era su forma de confirmarme que estaba dispuesta a hacerlo y movió su cuerpo hacia un lado para que la mano de Miguel terminara en su sexo.

- Ohhh si --se me escapó un leve gemido-- sí quiero

Sara sacó su cabeza y se acercó a darme un beso. Me miro a los ojos con algo de preocupación y se me acercó al oído para decirme.

- Espero que este sea nuestro secreto

- Si claro --le respondí con una sonrisa--

Ella tampoco quería que nadie se enterara de su secreto y mucho menos sus padres. Me volvió a besar, me guiño un ojo coquetamente, se acomodó el cabello para darse la vuelta hacia él buscando desabrochar su cinturón, bajándole los pantalones. Le abrió las piernas, tomó su miembro con la mano masturbándolo, volteo a mirarme y me hizo espacio para que me acomodara a su lado ofreciéndomelo.

No le di espera me bajé del mueble y empecé a chuparlo, mientras ella con su otra mano me acariciaba la espalda y las nalgas. Me palpitaba el corazón a mil, nunca me imaginé en un trío con un hombre y una mujer, mucho menos con ellos dos y acá estaba compartiendo a mi esposo con mi mejor amiga.

La besé con mucha fuerza, pasión y la invité a mamárselo. Ella con una sonrisa pícara y mirándome a los ojos le pasaba la lengua de arriba a abajo, se lo metía en la boca y chupaba fuerte para que resonara al sacarlo.

Miguel respiraba fuerte y me miraba con unos ojos que nunca le había conocido. Nos tomó del cabello, ubicándonos donde él quisiera, turnándose, compartiendo su miembro o haciendo que nos besáramos. Lo tenía durísimo y las venas marcadas.

- Vamos a la cama!

------

Nos hizo levantar y nos tomó a cada una por la cintura, caminamos abrazados hasta la habitación. En la puerta nos quedamos de pie besándonos entre los tres, acariciando torpemente los cuerpos. Separo a Sara y la mandó a acostar en la cama. Me acarició con ternura y respirando fuerte me dijo.

- Quiero ver que le haces

Me dio la vuelta y me palmeó las nalgas mientras caminaba. Me monté en la cama. Empecé a acariciarla, besarla y agradecerle con voz baja al oído por lo que estaba haciendo por mí. Él se quedó de pie masturbándose lentamente.

Bajé besando su cuello, sus senos, su vientre y me metí en su vagina. Me deleité con el sabor de sus jugos. Lamía pasando la lengua por sus labios, luego la pasaba por el medio para descubrir su clítoris y acariciarlo con cuidado. Sara gemía demasiado rico y su cuerpo se estremecía.

Miguel se metió a la cama y al sentir su miembro en mi interior tuve un orgasmo inmediato al sentir esta nueva sensación: la vagina de una mujer en mis labios y a mi esposo penetrándome. Fácilmente se podía convertir en mi nueva droga.

------

El susto que tenía al inicio, se convirtió en adrenalina que me ayudó a cometer más locuras. Eso combinado con el alcohol me hizo perder la noción de lo que estaba pasando. Imágenes borrosas van y vienen de gemidos, de sus cuerpos llenos de sudor, del rostro de Sara deformado por los orgasmos.

Ni siquiera sé cuántas veces intercambiamos su miembro, con ella todo era super natural y nunca me hicieron sentir incomoda o excluida; pero lo que sí recuerdo perfectamente fue: el final.

Terminé acostada en la cama y Sara en cuatro practicándome sexo oral, mientras Miguel la penetraba. Ella estaba tan excitada que se separaba las nalgas con sus manos y Miguel que nunca había probado el sexo anal, porque yo no se lo permitía, miraba su agujero hipnotizado.

Le levanté la cara a Sara, con su boca chorreando saliva y los ojos perdidos.

- ¿Te puede meter un dedo?

- Ajammm --respondió clavándose en mi sexo--

- ¡Hazlo amor! ¡complácela!

- ¿Qué cosa?

- No te hagas el bobo ¿acaso no es obvio?

Miguel sonrió como un niño pequeño en la noche de navidad. Llenó de saliva su mano y mientras la penetraba tocaba con gentileza el orificio marrón. Sara en su brusquedad, escurriendo los últimos orgasmos que le quedaban, movía sus caderas con vitalidad e hizo que su pulgar rápidamente desapareciera en su interior. Su lengua dejó de moverse y ahora ahogaba sus gemidos en mi sexo.

Él no paraba de penetrarla y movía con frecuencia sinuosa su pulgar. Sara con más fortaleza empujaba su cuerpo hacía atrás. Vi cuerpo temblar y levantar su cara con los ojos en blanco sufriendo al no poderse venir de nuevo.

Miguel al verla sufriendo, aprovecho para cumplir su sueño, estaba tan ansioso de meterlo en un culo por primera vez que ni siquiera lo pensó, solo se agarró su miembro con la mano, lo sacó y cambio de agujero metiéndolo hasta el fondo.

- AY SI!!! ASII!!!

Ella me agarró de por debajo de los muslos, me mordió el muslo gritando no se si de dolor o de gusto. Empujó mi sexo hacia su cara, chupaba con fuerza, torpemente, como si se quisiera meter mi vagina en su boca.

Miguel la penetraba con todas sus fuerzas, sus muslos se mojaban con sus jugos y la humedad provocaba que su pelvis retumbaba contra sus nalgas, sus senos bailaban al mismo ritmo y él me miraba fijo a los ojos. Ya sé reconocer su cara cuando se va a venir y cuando lo vi preparase para sacar su miembro y venirse afuera, de inmediato grité:

- NO!

Él me miró asombrado y se quedó un segundo inmóvil tratando de contener su orgasmo. Cerró los ojos la tomo de las caderas, se lo empujó hasta el fondo y le entregó su semen caliente. La cara de placer de mi esposo y sus roncos gemidos me llevaron al mío y entregarle a Sara un orgasmo que me dejó temblando porque ella no paraba de chupar y lamer mientras me venía.

Ella se escurrió jadeando hacía mí, casi sin aliento alcanzó mi boca, me dio un beso. La humedad de ambas hizo resbalar su cuerpo a un lado, cayó exhausta dormida y complacida. Mi esposo se acostó a mi lado, me dijo cuanto me amaba y mientras me acariciaba el rostro le hice compañía en los sueños a Sara.

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Cuando desperté al siguiente día ella ya no estaba. Se fue sin despedirse, no sé si le dio vergüenza al despertar y darse cuenta de que habíamos cometido una locura por culpa del alcohol. Le marque y me rechazó la llamada, pero me contesto con un mensaje.

- Estoy con mis papás dándoles la buena noticia

- Ok ¿hablamos más tarde?

- ¿Te parece mejor si nos vemos?

Esa respuesta fue suficiente para mí. Sabía que no iba a perder una amiga por una noche loca y lo mejor de todo que muy probablemente los tres íbamos a poder repetir.

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Escrito: Natasha

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