El Feriante. Parte 01.

Historia Información
Otra historia de romance de osos.
5.3k palabras
4.5
707
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Parte 1 de la serie de 12 partes

Actualizado 06/11/2023
Creado 03/08/2022
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Esta historia es una traducción del texto original The Carny escrito por BHART1. Al final del capítulo añadiré un enlace al original. Agradezco desde aquí a BHART1 por darme su permiso para traducir su historia y poderla publicar.

*****

EL FERIANTE

por bhart1

1ª Parte:

Sentí a Roy tensándose debajo de mí y su gorda polla comenzó a latir en mi boca. Apreté mis labios sobre su sustancioso contorno para recibir su regalo. Salió disparado en dirección hacia la fuerte succión que había creado en él con expectación.

Una vez que se relajó, levanté la cabeza de sus ingles con un sorbo ruidoso y con orgullo le mostré mi lengua nadando en su copiosa descarga. Viendo lo complacido que estaba, me lo tragué de un golpe.

"¿Lo he hecho bien?, pregunté.

"¡lo has hecho magníficamente, campeón!", me aseguró con una sonrisa de amor.

Yo era un muchacho de dieciocho años totalmente enamorado. El amable gigante enganchó sus enormes manos debajo de mis hombros y sin esfuerzo me arrastró desde entre sus muslos hasta su peluda barriga del tamaño de un planeta. Llenó por completo mi boca con su gruesa lengua. Colocó una de sus palmas de la mano, del tamaño de una bandeja, sobre mi nuca; y presionó mi cara con la suya.

El roce de los pelos de su barba creciendo al final del día sobre mi piel juvenil fue como una descarga eléctrica dirigiéndose directa a mi polla. Instintivamente respondí haciendo encoger la prodigiosa panza que me separaba las piernas. Se rio cuando estallé en un intenso orgasmo personal durante su beso apasionado, enmarañando el vello de su vientre en mi emisión viscosa cuando comencé a deslizarme sobre él.

"Mi ángel", suspiró mientras con delicadeza me giraba hacia su costado.

Recogió mi carga de nuestros estómagos con sus dedos gruesos como pollas, y me los metió en la boca uno por uno para que los chupara y los dejara limpios. El fuerte brazo sobre el que reposaba mi cabeza, cuya parte superior era fácilmente comparable al tamaño de uno de mis muslos, se dobló sobre mis hombros y tiró de mí hacia él. Enredé un mechón del abundante pelo de su pecho alrededor de mi dedo índice.

"¡Me encanta mamártela tanto!", Confesé.

"Mmmmhhh... estoy seguro de que no puedo acordarme de nadie haciéndome un trabajo tan perfecto", casi suspiró mientras me arropaba en sus brazos.

Hundí mis dedos en la capa de grasa que cubría el amplio pecho de Roy y amasé con agradecimiento la densa musculatura bajo ella. Me llenó la parte superior de la cabeza con besos afectuosos antes de estirar la mano que tenía libre para cubrirnos con la sábana. Me deleitaba en la seguridad de su abrazo.

Al ver su mirada de estar sexualmente saciado, sentí únicamente orgullo por mi logro. Nos quedamos dormidos juntos mientras yo me acurrucaba en la seguridad de no poder imaginar que nadie más que él, me sería capaz de facilitar.

*****

El verano posterior a mi graduación de la escuela secundaria en 1973 estuvo lleno de aventuras y autodescubrimiento. Lo recordaré durante el resto de mi vida.

Fue el antídoto perfecto para la tragedia que me sobrevino cuando, justo después del comienzo de mi último año, murió mi abuelo. Le quería muchísimo y perderle me dejó hundido.

Él tenía una pequeña, pero próspera granja de caballos en una comunidad semirrural un poco al norte de Lexington, Kentucky; y los veranos que pasé trabajando allí con él fueron preciosos para mí. El trabajo era duro pero gratificante.

Mi padre y su hermano Bruce, permanecían cerca, pero nunca se llegaron a dar cuenta del trabajo físico que implicaba su modesto éxito. Cuando el abuelo murió, vendieron su negocio por una suma sorprendentemente buena que dividieron en partes iguales.

Con una mirada retrospectiva, podría decirse que el tío Bruce era en su interior un chaval al que le encantaba divertirse. Uno de mis recuerdos favoritos de él es que, durante la época en que yo ya era lo bastante mayor para escaparme de la constante supervisión de mis padres, me llevaba cada julio a la feria ambulante que se asentaba en nuestra ciudad - cada tarde de la semana en que estaban allí.

Él se montaba en todas las atracciones conmigo, ganaba peluches para mí en las casetas de juegos y me llevaba por todas aquellas trilladas barracas una y otra vez. Parecía tan fascinado por todo al igual que yo.

Uno de sus números favoritos era el espectáculo femenino llamado "La Danza de los Siete Velos". Podría ser bastante picante durante el culmen de ese tipo de espectáculo itinerante, pero cuando llegué, el pregonero que recogía las entradas del espectáculo le aseguró que no había nada que pudiera corromper la moralidad de un muchacho joven de mi edad.

Bruce estaba totalmente enamorado de la Fabulosa Frieda, la muchacha que era la estrella del show. La principal atracción para mí eran las largas charlas en las que nos enfrascábamos con el pregonero antes y después de los espectáculos.

Su nombre, según llegamos a saber, era Roy McManus y era un imponente hombre del tamaño de una montaña que inexplicablemente me fascinaba. Los ricos y resonantes tonos graves de su voz me envolvían como una suave manta de seguridad.

Era más alegre que Santa Claus, con una sonrisa perenne que siempre me producía un cosquilleo reconfortante. Estaba envuelto en una papada de abuelo y tenía una melena corta de pelo plateado que enmarcaba la parte superior de su redonda y guapa cara. Unas patas de gallo profundamente arrugadas flanqueaban unos ojos gris carbón que siempre contaban con brillo en su interior.

Tenía los hombros más anchos y gruesos, junto a los brazos más grandes y fuertes, que yo haya podido ver hasta el día de hoy. Su ancho y prominente mentón resaltaba todo con un aire de autoridad incuestionable. Estaba enamorado de la forma en que su fuerte barbilla descansaba tan cómodamente en su inmenso pecho cada vez que él miraba hacia abajo para hablarme.

Durante los siguientes años entablamos una buena amistad con el Sr. McManus y siempre sentía una punzada de tristeza al final de la semana de su estancia, preguntándome si podría aguantar los doce meses que necesitaría para volverle a ver. Todos los años me esforzaba muchísimo para memorizar sus características más llamativas y luego entraba en pánico cuando los detalles empezaban a ser más borrosos y menos precisos - hasta que el siguiente julio llegaba para refrescar mi memoria.

Esa feria se convirtió en un ritual en el que el tío Bruce y yo, participábamos cada verano durante mis estudios en el instituto. Yo seguí creciendo y madurando año tras año, pero Roy parecía seguir inalterable por el tiempo.

Incluso cuando llegamos a ser casi de la misma altura, todavía yo me convertía en pequeño niño enamorado que posaba su mirada sobre él cada vez que estaba delante de su imponente presencia. Mi fascinación con nuestra marcada diferencia de tamaño en todos los demás aspectos parecía eterna.

Cuando mi sexualidad empezó a despertar durante la adolescencia, añadí otro de los masculinos rasgos de Roy a mi larga lista de favoritos. Me di cuenta de que ese gran bulto en la pierna izquierda bajo esos pantalones anchos, eran sus testículos.

Su potencia se convirtió en madera de leyenda en mi joven mente durante las horas en las que lo imaginaba desnudo. Después de echarle un ojo a una revista porno en mitad de mi adolescencia, empecé a fantasear con su forma gigante teniendo relaciones sexuales con la pequeña Frieda, que seguía siendo la niña de los ojos de mi tío Bruce, al igual que Roy lo era de los míos.

Para mi sorpresa, justo después de reanudar mi último año en enero, el tío Bruce me dijo que se había enterado de que nuestra querida feria había atravesado tiempos tan difíciles que podría dejar de funcionar. Fue entonces cuando me comentó que había decidido usar una parte de las ganancias de la venta de la granja de caballos del abuelo para comprar una participación mayoritaria y prestar algo de su aguda perspicacia comercial.

Esas noticias lo elevaron a casi un estado de celebridad para mis ojos.

También me dijo que el hombre de edad avanzada, que siempre viajaba por delante de la feria para asegurar los campos feriales de cada condado y comprar las licencias de operación requeridas, había decidido jubilarse. Se había convertido en demasiado frágil para la carretera y especialmente para supervisar el riguroso montaje en un solo día de la feria antes de cada semana de espectáculo.

El tío Bruce compartió conmigo que ese hombre había designado a Roy como supervisor para cerrar la feria cuando concluía y empaquetar todo para viajar a la siguiente parada. Así que, como nuevo propietario principal, diseñó una jubilación más que adecuada para ese señor mayor y ascendió a Roy para que ocupase su puesto.

Estaba emocionado por Roy que hubiese sido ascendido, pero al mismo tiempo, estaba triste nuevamente pensando en que posiblemente nunca más le volvería a ver. Los dos hombres que más admiraba, parecía ser que se habían apartado de mí en un periodo de solamente cuatro meses.

Fue entonces cuando el tío Bruce me dio la sorpresa final de todas esas sorpresas. Como regalo de graduación él había hablado con mis padres para que yo pasara el verano viajando con Roy como su asistente en caso de que yo estuviera interesado.

Confirmé mi interés lanzándome con mis brazos a su alrededor con un abrazo de oso tan fuerte que casi lo exprimo hasta morir.

"Guau, Eddie!", luchó para escapar.

"¿Qué?", le pregunté sospechosamente mientras le soltaba, "¿hay algo oculto en todo esto que no logro ver?"

"Bien, es que no estamos hablando justamente de unas vacaciones", me advirtió, "mi objetivo es que ganes dinero para tu universidad... y también para un coche, si eres listo. Pero aquí la palabra clave es "GANAR". Tú vas a ser el empleado de Roy, y más importante, vas a ser mi empleado. Lo he estado hablando con él y vas a tener que trabajar muy duro para poder continuar en el puesto. No vas a tener ningún privilegio por ser el sobrino del propietario principal. Si descubro por él, o por cualquiera de su equipo, que tú no estás rindiendo... te vas."

"¿Eso es todo?"

"Sí... creo que eso es todo"

"Para mí, suena justo, tío Bruce. Yo solía darlo todo en el trabajo con el abuelo cada verano. No veo por qué no puedo hacer lo mismo para ti"

"Estupendo entonces... asumiendo que te bebas los libros y que te gradúes en mayo, vas a ser un feriante en cuanto el verano se ponga en marcha. ¿De acuerdo?"

"¡De acuerdo!", le dije, alargando mi mano hacia él.

Nos dimos la mano para sellar el trato.

Mantener mi mente en mis estudios con la perspectiva de la gran aventura que se avecinaba en mi futuro inmediato, fue más difícil de lo que pude jamás imaginar. Pero me mantuve firme y poco después del mediodía del último sábado de ese mayo, lancé mi bolsa de lona al maletero del coche de Bruce. Partimos para encontrarnos con el Sr. McManus en la parada de la feria en una pequeña ciudad al sureste de Brístol, Tennessee.

Solamente fue un trayecto de cuatro o cinco horas, pero se hicieron interminables. Me pasé todo el tiempo intentando, y no del todo con éxito, de visualizar el amor de casi toda mi vida mientras los minutos pasaban lentamente. Finalmente, llegamos y salimos a deambular por el recinto en su búsqueda.

El tío Bruce iba en cabeza, así que terminamos de manera natural en la gran carpa del centro donde se ofrecía su amado espectáculo femenino. Yo fui el primero en divisar la inconfundible corpulencia del señor McManus justo al final opuesto del pasillo adyacente que formaban los puestos de juego, y de forma ruidosa, le silbé.

Miró en la dirección de donde había llegado el sonido, e incluso a tanta distancia de diferencia, consiguió enternecer mi corazón con la sonrisa que lanzó hacia donde estábamos. Empezamos todos con prisa a pisar el césped que nos separaba. Yo supe exactamente el hombre al que había reemplazado por su ropa, aunque nunca me preocupé de aprender su nombre o el rol que tenía con la plantilla de trabajadores.

Roy llevaba puesto unos pantalones caqui, una camisa de franela abierta hasta el segundo botón con sus mangas arremangadas hasta la mitad de sus enormes antebrazos, y un par de botas Coleman bastante gastadas. Adiviné que ese era, y el acierto fue correcto, el uniforme del puesto que ahora ejercía.

Cuanto más nos acercábamos, más se sentían magnéticamente atraídos mis ojos por el cautivador bulto en sus pantalones, meciéndose al ritmo perfecto con el constante movimiento de sus poderosos muslos. Extendió su enorme mano mientras nos saludaba. Cuando se tragó mi mano, me llamó la atención por su firme, pero al mismo tiempo suave agarre.

"¡Mira a este tío! ¡Es prácticamente un adulto! Es difícil creer que este es el mismo niño pequeño que trajiste a mi tienda... ¿cuánto?... ¿hace diez años?" Estalló el gigante.

"'¡El mismo!", sonrió mi tío con orgullo con una palmada en la espalda.

"''Qué bien volverle a ver, Sr. McManus!", dije con entusiasmo.

"¡Lo mismo digo!"

De repente, algo me llamó más la atención sobre Roy. En todos los años que lo conocí, siempre había estado vestido como un pregonero: zapatos negros, pantalones negros y una camisa blanca abrochada hasta arriba para la tradicional corbata de cordón.

Me encontré mirando fijamente a lo que revelaba el cuello abierto de la camisa: una sexy mata de pelo en el pecho, de color plata que coincidía con el de su cabeza. Brotaba hacia fuera como preludio del sexy escote que formaban los músculos pectorales que adornaban su inmenso pecho.

El desafío más grande al que me había enfrentado fue no mirar hacia allí y terminar de desnudarlo con los asombrados ojos de mis dieciocho años. Sin embargo, de alguna forma conseguí seguir el hilo de la conversación que se estaba desarrollando.

"El espectáculo de Frieda está a punto de comenzar, jefe" ¿Por qué no le echas un ojo mientras yo le hago un tour por el recinto a mi nuevo feriante y le pongo al día?".

No lo tuvo que decir dos veces. El tío Bruce se largó rápido como un disparo.

Roy echó un brazo sobre mis hombros y arropando el que quedaba hacia fuera con su inhumana enorme mano. Sentí un hormigueo por su tacto y me deleité al sentir su poderosa masa corporal contra mí. Era difícil concentrarse, pero era todo un profesional mientras me guiaba por allí y me explicaba un montón de cosas que nunca había llegado a pensar sobre la operativa de una feria.

El tour repleto de información duró unos cuarenta y cinco minutos y terminó donde habíamos empezado, allí en el espectáculo de las chicas. Roy hizo algunos comentarios finales, doblando sus inconcebiblemente fuertes brazos sobre su majestuosa barriga mientras apoyaba su trasero en una de las barras metálicas que circundaban la entrada a la carpa.

Mientras hablaba, levantó la pierna izquierda para alcanzar la barra inferior con el tacón de sus botas de trabajo, facilitándome observar a vista de pájaro ese magnífico bulto. Le eché una ojeada tras otra, intentando con todas mis fuerzas escucharle, pero al final terminaba sin poder evitar imaginarme aquello al desnudo.

"Bueno, espero que no" me despertó de mi ensoñación.

"¿Disculpe?", tuve que confesar mi distracción ante su pregunta.

Su voz grave retumbó desde su cavernoso pecho en una carcajada estridente.

"Decía que espero que no te haya asustado del trabajo".

'¡Oh!" ¡No, señor! ¡Ni por un segundo!", confirmé con entusiasmo.

"Bien", respondió complacido, "¡Ah! Aquí viene el jefe ahora."

"Bueno, ¿le has hecho aterrizar a la tierra?", preguntó mi tío.

"Por supuesto que va a hacer un buen trabajo. Estoy seguro de ello"

Bruce se volvió hacia mí y dijo, "Parece que ya eres un feriante. Asegúrate de que haces todo lo que el Sr. McManus te diga, y siempre lo mejor que puedas... ¿vale?"

"Lo prometo", juré.

"Es todo tuyo, Roy. Estoy aparcado junto al tiovivo. Si te acercas para allí podemos pasar su bolsa a tu camión".

Tengo a Larry recogiendo las cajas de la noche. Déjame que me encuentre con él en la oficina y ponga la recaudación en la caja fuerte, entonces pasaré por donde vosotros".

Fuimos andando hacia el coche de Bruce y hablamos un poco más mientras esperábamos. Me recalcó la importancia de contactar con Mamá y Papá por teléfono al menos una vez por semana.

Al poco, una camioneta Chevy del 62 muy usada se detuvo detrás de nosotros y Bruce abrió su maletero. Agarré mi bolsa de lona y la lancé hacia la parte trasera del camión mientras Roy se bajaba.

"Voy a quedarme por aquí y llevaré a Frieda a cenar después de su último espectáculo. Me reuniré con vosotros en un par de semanas aproximadamente. ¡Cuida bien a Eddie... y ASEGURATE de que GANA su sueldo!", mi tío recordó a Roy mientras que me abría la puerta del copiloto del camión.

"¡No te preocupes!" Le aseguró Roy.

Se subió y cerró la puerta, entonces me guiñó un ojo antes de girarse.

"Oye, Bruce" vociferó el gran hombre.

"¿Sí?"

"Mañana es domingo y Frieda está sin espectáculo durante todo el día. Cuida de que no termine con las piernas arqueadas para el show".

Nunca había visto a mi tío ponerse colorado de un rojo tan brillante al mismo tiempo que me lanzaba una mirada nerviosa. Me reí a carcajadas de verlo así, quedándose derribado por la descarada munición que le había lanzado Roy.

"Sí... um... claro." Tartamudeó servilmente mientras se marchaba con prisa a los terrenos de la feria.

Roy bordeó la parte frontal del camión y se subió en el asiento del conductor, riéndose todo el tiempo.

Mientras se acomodaba, me dio una palmada en el muslo y dijo. "Ya nos ha visitado cinco veces en esta temporada. Frieda me ha dicho que follan como conejos."

A pesar de que la reputación de Bruce en la familia era la de un playboy soltero, nunca había pensado en él como un ser sexual en la vida. Más bien me gustó que me introdujera en el concepto del objeto de mi propia lujuria. Comenzó la inminente aventura dándome una agradable sensación de cercanía a Roy que me llevaría a su confianza de esa forma.

"Mientras que él siga caliente por ella, no me sorprende", respondí con una risa, "no tengo ni idea cuánto pagó por ese vestido... pero esto lo explica todo".

Roy dio nuevamente una palmada en mi muslo y se dejó caer con otra fuerte risotada.

"¡Tengo tanta hambre como un oso!" "¿Te parece bien una cena?", preguntó.

"¡Cuenta conmigo!"

"Conozco el sitio ideal"

Condujo hasta un pequeño restaurante llamado Café Gold Star. En algún momento había sido recubierto por ladrillos, pero el toldo sobre los espacios del aparcamiento dejaba claro que había empezado su andadura como un autorrestaurante en los años 50.

Entramos y cogimos una mesa. Una camarera apareció en un santiamén y pedí mi habitual canasta de hamburguesa con una Coca-Cola.

"¡Tú no eres una cita barata!", exclamó Roy.

Luego procedió a pedirse una ración doble de filetes de pollo frito "con una gran cantidad de puré de patatas... y no escatime con la salsa, señorita", una guarnición de Okra frita, una cesta grande de tostadas de Texas y una jarra de cerveza Falstaff.

No estaba seguro del porqué, pero la imagen de ese enorme hombre desgarrando esa comida descomunal me hizo ponerme duro una vez más. Lo más increíble fue que solamente un par de minutos después de terminar yo, le vi mojar su último trozo de tostada en aquellos últimos hilos de salsa que quedaban en un plato ya relimpio, y apartarlo un lado. Se recostó en su silla y se frotó su barriga llena mientras que echaba lo que quedaba de la jarra en su vaso.

"¡Qué pena que no tengas veintiuno!", dijo y entonces se lo bebió todo en tres sucesivos buches.

"Ya llegará", dije, asombrado de cómo el hombre se había ocupado de su bebida.

La camarera llegó y retiró los platos de nuestra mesa.

"¿Alguna cosa más, señores?"

"Para mí nada," dijo y entonces me miró, "¿y tú?"

Negué con la cabeza.

"¿En la misma cuenta o por separado?"

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