El Feriante. Parte 06.

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Las cosas arrancan, el amor florece.
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Parte 6 de la serie de 12 partes

Actualizado 06/11/2023
Creado 03/08/2022
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Esta historia es una traducción del texto original The Carny escrito por BHART1. Al final del capítulo añadiré un enlace al original. Agradezco desde aquí a BHART1 por darme su permiso para traducir su historia y poderla publicar.

*****

Sexta parte:

Me desperté antes de que saliera el sol la siguiente mañana todavía en sus brazos. Nunca me había sentido más completo.

Deslizando mi mano derecha hacia la parte baja de su vientre, empecé a juguetear con mis dedos en su suave y sustancial escroto. Sus ojos se abrieron y tiernamente tocó sus labios con los míos por primera vez desde que me pasé a su cama.

"Todavía estás aquí."

Sentí que había varios significados superpuestos bajo esa afirmación que estaban más allá de mi comprensión inexperta en aquel momento. Lo único que sabía es que aquellas tres palabras me habían hecho especial de una forma que nunca había sentido antes, y que su expresión mientras las decía era sorprendentemente de vulnerabilidad.

Probablemente, le di la conocida mirada de 'ah, qué monada' Apretó sus brazos alrededor mía.

"Buenos días," le contesté.

No pude resistir presionar mis labios con los suyos como segunda porción del pastel.

Deslizó una mano entre nosotros y con delicadeza, bordeó con sus dedos mi erección matutina mientras mi beso se prolongaba. Entonces cogió mi brazo por la muñeca y la llevó hacia su polla rígida.

Tracé mi dedo índice por aquella abultada vena dorsal mientras continuaba acariciando mi miembro. Lanzó un suspiro de satisfacción. Yo correspondí.

"¿Te importa echarte para un lado un poco? Necesito ponerme sobre la espalda."

Me moví hacia el filo de la cama para que se pudiera acomodar.

"Así mejor," suspiró.

Me acurruqué contra él de nuevo y continué acariciando sus huevos caídos.

Empujó las sábanas para un lado mostrando su pecho. Vi que el pezón de su pectoral derecho se había puesto erecto por el frío de la habitación y deslicé mi mano para pasar mi dedo alrededor. Mi dedo parecía tan pequeño.

"¿Puedo probarlo?", le pregunté.

"No necesitas preguntar," me aseguró, "puedes servirte en tu totalidad... soy todo tuyo."

Esas últimas palabras tenían el significado que siempre quise que tuvieran. Toqué con la punta de mi lengua aquella protuberancia del tamaño de la goma de los lápices que tienen una arriba. Me sentí con valor y aplasté mi lengua sobre aquel caramelo marrón oscuro y satisfice mi curiosidad sobre su sabor. ¡Era delicioso!

Miré hacia arriba y me sonrió. Tomándole la palabra, me di permiso a mí mismo y comencé a amamantarlo. Pasó sus dedos por mi cabello y suspiró satisfecho.

"Ojalá pudiéramos hacer esto todo el día, campeón, pero tenemos otro montaje al que prestarle atención".

"¿Podremos continuar por donde lo hemos dejado cuando regresemos?", pregunté.

"¡Cuenta con ello!"

Me levanté y le di una palmada juguetona a su hermosa barriga.

"¡A moverse, feriante!"

Salté de la cama para que supiera que no se me había olvidado que era mi jefe.

"Si nos duchamos juntos, podremos ahorrarnos la mitad del tiempo del secado," dijo tímidamente.

Estoy seguro de que mi expresión de sorpresa y satisfacción, era toda la confirmación que estaba pidiendo.

Apretarnos en esa pequeña ducha con él fue muy difícil, pero lo logramos. Supongo que fue entonces cuando comencé a notar los encantadores defectos en su piel envejecida. Le daban esa apariencia de experiencia y sabiduría.

Envolvió su mano alrededor de mi erección y luego guio una de las mías hacia la suya.

Mi longitud apenas logró abarcar el ancho de su enorme mano. Mi mano comparativamente delgada ocultaba solo algo más de la mitad de la longitud de la suya.

"Hoy vamos a estar para el arrastre si no nos deshacemos de nuestra munición", dijo con una sonrisa.

Empezamos a machacárnoslas. Yo estaba hipnotizado con la visión de ese prepucio de terciopelo subiendo y bajando por la voluminosa cabeza de su polla.

Hizo que me corriera yo primero y grité al alcanzar el orgasmo mientras me corría sobre su barriga, llenándola con varias ráfagas. Me soltó la polla y empezó a untársela alrededor con orgullo.

Eso lo puso al límite mientras yo continuaba con mis servicios. Gruñó en voz alta mientras dejaba volar un chorro de una erupción que definitivamente, me dejó estupefacto. Miré el desastre pegajoso que había dejado en mi mano y frente, luego miré su expresión de alivio. Nunca estuve más orgulloso de mí mismo.

Me unté su emisión por el cuerpo. Se inclinó para plantar otro beso en mis labios y frotó su vientre contra el mío para mezclar nuestras descargas. Habría llevado con orgullo ese primer regalo de él durante el resto de mi vida, pero entendí que era prácticamente imposible dado el trabajo que teníamos por delante.

Fue el final perfecto para mi crucial primera noche en sus brazos. Sospecho que instintivamente sabía que masturbarnos mutuamente era lógicamente el primer paso hacia el territorio desconocido de la gratificación compartida. Dada mi completa falta de experiencia con la intimidad sexual, comenzó mi viaje hacia ese gran desconocido pisando sobre terreno familiar. Él tenía razón, por supuesto.

También tenía razón para el otro beneficio. Para cuando apareció la caravana y nos pusimos manos a la obra con nuestras agotadoras tareas, ambos estábamos en condiciones de concentrar toda nuestra atención y energía en ellas.

Me lancé a mi trabajo ese día con un nuevo concepto de mí mismo. Fue como si, al mostrarme su lado tierno, hubiera abierto una puerta a través de la cual podía dejar atrás la incertidumbre de mi niñez y dar mi primer paso seguro hacia el mundo que me rodeaba como hombre. Nunca miré hacia atrás.

La imagen que Roy tenía de mí también pareció cambiar ese día. A medida que avanzaba, gradualmente se sintió menos obligado a mantenerme a su lado y comenzó a confiarme algunos trabajos bastante peligrosos, y muy exigentes físicamente, bajo su mirada atenta y protectora.

Cuando regresamos a nuestra habitación temprano esa noche para asearnos para la cena, ambos estábamos totalmente exhaustos. Me senté en nuestra mesita y le di el primer turno para la ducha.

Aceptó y salió completamente desnudo, luego se dejó caer en su cama mientras yo me duchaba. Cuando salí me abrió los brazos en una invitación a unirme a él. No me pude dejar caer en ellos lo suficientemente rápido.

"¡Hoy te has superado!", se jactó.

Me acunó en sus brazos y recorrió mi espalda con sus manos fuertes.

"Estoy agotado, pero seguro de que nunca me he sentido mejor," le confié mientras me acurrucaba en su abrazo.

Presionó sus labios sobre los míos en un beso prolongado.

"Hoy pago yo la cena," dijo cuando terminamos.

"Entonces vamos a vestirnos."

Rebosante de alegría por mi nueva libertad para explorar el cuerpo que me había fascinado durante más de la mitad de mi vida, me agaché y coloqué mi mano bajo su escroto fornido.

Una risita de delicia se le escapó.

"Me están llegando informaciones contrapuestas."

Me reí y me serví con otro beso rápido.

"Tienes razón. Lo siento."

Nos levantamos y nos vestimos, luego fuimos a Lexington donde disfrutamos de un par de cenas enormes e idénticas de bistec. Ciertamente, necesité más tiempo, pero al acabar, conseguí dejar mi plato tan limpio como él.

Aparté para atrás mis platos vacíos y me recosté sobre la silla.

"¡Buen hombre!", sonrió.

"Estaba delicioso, Roy. Gracias."

"De nada. Creo que tenemos un asunto sin finalizar en la habitación del que debemos ocuparnos. ¿Estás listo?"

Rápidamente, me puse de pie.

"Me ocupo de la propina", le dije.

Me enseñó la cuenta y fue a la caja mientras que yo sacaba mi cartera y dejaba una propina que, con toda seguridad, sería de su aprobación.

De vuelta en la habitación, empecé a desabrocharme la camisa.

"Espera", dijo mientras comprobaba por segunda vez que la puerta estaba bien cerrada.

Me paré, preguntándome si habría hecho algo mal. Se giró y se aproximó a mí lentamente, sus ojos grises ardían de pasión.

Finalizó el trabajo, entonces me sacó la camisa de debajo del pantalón, y me descubrió los hombros. Moví los brazos un poco, y dejé que cayera al suelo.

Descansó sus brazos sobre sus costados y dijo, "Ahora... yo."

Le hice lo mismo a él. Empezamos a mover las manos sobre el torso descubierto del otro.

"Debo estar soñando", dije deslizando mis manos por su vientre hasta su pecho y sujetando el cabello entre mis dedos.

"Espero que no", suspiró y me dio un fuerte apretón en los hombros.

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.

"Te vuelves más grande y más fuerte día a día", suspiró, "me gusta esa sensación".

Deslicé mis brazos alrededor de su pecho, mis manos apenas se superpusieron, y lo apreté contra mí en el abrazo de oso más fuerte que pude darle. Su densa barba crecida de la tarde, me pinchaba la cara durante el tiempo que firmemente apretaba mi mejilla sobre la suya. Sus brazos me rodearon como respuesta y las palabras empezaron a parecer superfluas.

Había algo más que yo necesitaba en ese momento, y simultáneamente, echamos nuestras cabezas para atrás y así mirarnos los ojos el uno al otro. Apretó sus labios sobre los míos de nuevo y deslizó una mano sobre mi nuca. Luego me separó los labios con la lengua, como si sintiera mis dudas sobre cómo satisfacer mi creciente hambre por él.

Había visto hombres y mujeres besándose así en las películas. Nunca lo había experimentado... hasta este momento. De repente entendí el poder de su mensaje.

Abrí la boca lo suficiente para dejar que entrara a la fuerza. Mi cuerpo se hinchó de la cabeza a los pies mientras que, con esas embestidas contundentes, sondeaba mi boca más y más profundamente. Mi polla se erigió dolorosamente en los confines de mis calzoncillos.

Cuando me soltó, su expresión parecía preguntar si había ido demasiado lejos. Respondí deslizando mis manos por debajo de su vientre para comprobar el estado de su miembro.

Se había engrandecido completamente como el mío y exploré su peso. Mis manos comenzaron a buscar a tientas la hebilla de su cinturón. Me soltó para que tuviera un mejor acceso a ello.

Lo logré en un santiamén y le bajé la cremallera antes de irme al broche de sus pantalones. Cayeron al suelo alrededor de sus tobillos y claramente pude ver el contorno de la voluminosa cabeza de su polla al final del caño que se tensaba en sus boxers.

Formaba un ángulo hacia la izquierda a través de su muslo, justo debajo de su cadera. Pasé un dedo por su longitud y un gemido lujurioso retumbó desde su pecho cavernoso.

Bruscamente, desabrochó mis vaqueros y los hizo un gurruño hacia abajo, al igual que con mis calzoncillos, siendo suficientemente como para dejar que mi rígido órgano saltara. Lo miró fijamente y vi que sus anchos hombros temblaban levemente mientras un escalofrío le recorría la columna también.

Tiré de sus boxers hacia abajo hasta que cayeron para unirse a sus pantalones. Se me cortó la respiración cuando puse mis ojos una vez más en el esplendor de lo que había llevado al orgasmo en mi mano durante nuestra ducha catorce largas horas antes.

Lanzando mis brazos alrededor de su cuello, me sumergí y abrí la boca para dejar que me emocionara con otro beso profundo. Sus brazos me rodearon y las cabezas de nuestras pollas se unieron suavemente en un tierno beso propio.

"Muéstrame qué hacer... enséñame", le insté.

Deslizó una mano sobre mi cabeza y acarició suavemente mi cabello.

"¿Qué es lo que crees que necesitas aprender?", preguntó considerando cuidadosamente mi petición.

"Todo lo que necesito saber para hacerte sentir bien", confesé en voz baja mientras apoyaba la cabeza en su hombro.

"Está haciendo un gran trabajo por su cuenta, señor", me aseguró.

Su otra mano recorrió mi espalda y acarició tiernamente mi nalga derecha.

Continuó: "¿Qué tal si terminamos de quitarnos los pantalones y nos estiramos en la cama? Tengo la sensación de que pase lo que pase me hará sentir bien".

De repente me llené de confianza. Nos desenredamos lentamente y terminamos de desnudarnos. Recogió nuestra ropa y la colocó en el borde de lo que para entonces yo pensaba simplemente como 'la otra cama'.

Nos estiramos de costado uno frente al otro. Tomé su polla dura y furiosa en mi mano y la acaricié con amor. El hizo lo mismo.

"¿Te gusta esto?", preguntó.

"Mucho...no... ¡MUCHÍSIMO!"

"Exactamente", dijo con una sonrisa satisfecha, "¿Ves? No hay nada que tengas que aprender para hacerme sentir bien más allá de estar aquí conmigo... así".

Asentí con la cabeza entendiendo.

"¿Tienes frío?", preguntó.

"Un poco."

"Yo también."

Se levantó de la cama y apagó el aire junto a la ventana

"Creo que podemos prescindir de esa cosa por un tiempo", anunció.

Se subió a la cama conmigo, "Bueno, ¿por dónde íbamos?"

Tomé su polla gorda de nuevo en mi mano y continué mi labor retirando lentamente su prepucio del glande.

"¡Ah-h-h, si! ¡Ahora recuerdo!"

Engulló la mía en su manaza gigante una vez más.

No sentí ninguna necesidad de hablar mientras contemplaba la belleza de lo que acariciaba. Los gemidos ocasionales que flotaban en la habitación parecían decir todo lo que era necesario. La temperatura lentamente se fue acoplando a la actividad en la que nos habíamos enfrascado.

Bajé la mirada a sus pies y dejé que viajara lentamente por su inmensidad peluda hasta llegar a su rostro. Seguía siendo el hombre más guapo que había visto en mi vida, y la satisfacción en su expresión mientras me acariciaba, aumentó mi sensación de bienestar más allá de lo que jamás había conocido.

Levantó la vista de mis ingles y me vio estudiando su rostro. Sonrió.

"¿Qué pasa?"

"No lo sé... supongo que todavía no me creo que esto me esté pasando a mí", me sinceré.

Volvió a mirar mi polla y exprimió una gota clara en su dedo. Se la acercó a la cara y se detuvo durante unos segundos antes de lamerla con la lengua.

"Mmmmmmm... sabes bien," suspiró.

Se rio entre dientes ante mi evidente sorpresa. Había probado el mío, por supuesto, pero la idea de que podría disfrutar probando el de otra persona era nueva para mí.

Bajé la mirada hacia la considerable gota que se había acumulado en su hendidura abierta. Me agaché y presioné mi dedo índice en su canalón, untando esa cosa resbaladiza alrededor de la cabeza de su polla, luego levanté mi mano para saborearlo.

Vio la expresión de sorpresa en mi rostro ante la revelación de que, de hecho, sabía bien.

Me observaba divertido y encantado mientras me agachaba y exprimía otra gota perfectamente formada con mi dedo. Cuidadosamente llevándolo a mi boca, lo unté alrededor de la punta de mi lengua.

"Salado... como el mío", observé, luego sonreí, "solo que mejor... porque es tuyo".

Se rio y tomó la apariencia del compañero de juegos grande y tonto con el que había disfrutado jugando y jugando cuando nos bañamos desnudos el día anterior.

Me sonrió mientras me acomodaba en esta nueva sensación de libertad.

Me deslicé en la cama hasta que su monstruo tuerto apareció justo frente a mi cara. Agarrándolo y acariciándolo hasta que se formó otra gota, lancé la punta de mi lengua entre esos hermosos bulbos y dentro de su enorme abertura uretral. Me deleité con su sabor, y con la emoción de probarlo directamente de su polla.

Cuando miré hacia arriba y vi que me sonreía, sentí que mi rostro se calentaba y supe que me estaba sonrojando como un tomate. Apreté los labios y rápidamente besé el orificio babeante con un beso afectuoso.

Sus ojos se pusieron en blanco debido a la incredulidad de mi valentía, fue entonces cuando su hermoso vientre se estremeció en una risa alegre.

"Es divertido... poder jugar con la polla de otra persona, ¿verdad?", preguntó.

Me reí con él mientras me deslizaba en la cama hasta que estuvimos cara a cara de nuevo, luego me incliné y empujé mi lengua dentro de su boca. Levanté lentamente mi rostro del suyo y estudié su riqueza de rasgos masculinos.

"¡Oh, si! "¡Oh, sí! Pero para mí lo más divertido de todo es que estoy jugando con la tuya".

Una expresión que no puedo describir adecuadamente cruzó su rostro. Me atrajo hacia adentro y me llenó la boca otra vez con su vigorosamente tentadora lengua.

Cuando llegó el momento en que decidí hacerme valer y convertirme en el agresor de nuestro beso, fue como el día que me hizo trabajar para sumergirlo en el arroyo. Mi lengua tuvo que luchar contra la suya por la supremacía. No se echó para atrás y me dejó claro que, si la quería, tendría que ganármela.

Cuando salí victorioso, apoyó la cabeza en la almohada y me miró con esa mirada ardiente que rápidamente estaba empezando a amar. Con ese dedo índice que parecía una salchicha, hizo un trazo desde mi labio inferior hasta mi barbilla... mi cuello, mi pecho, mi estómago... todo el camino hasta mi polla dura como una roca. Luego la rodeó con la mano y le dio unos cuantos tirones de admiración.

"Tengo que correrme", me dijo casi en un susurro.

Rodó sobre su espalda con las rodillas levantadas y juntas, como encogido. Me deslicé hasta el borde de la cama y él se acercó poco a poco al centro. Me arrastré entre sus pies sobre mis rodillas.

Apoyó los pies en la cama. Observé con asombro cómo sus poderosas pantorrillas se enroscaban a mis costados.

Pasé la mano sobre una por primera vez y sentí la increíble cantidad de fuerza que debía poseer. La lamí y luego presioné mis labios en un beso prolongado.

Volviendo mi mirada a su entrepierna peluda, admiré las grandes bolas que casi oscurecían de la vista su raja del culo cuando levantó ligeramente las caderas para colocarse en posición. Su pene encapuchado, grueso como mi muñeca, se movió seductoramente y se levantó de su bajo vientre.

Deslicé mi mano debajo de su bolsa testicular y la levanté para admirarla. Cuando las yemas de mis dedos se asomaron a su alrededor, los enormes orbes que contenía se desparramaron por el borde de mi palma.

Me incliné para inspeccionarlo más de cerca. Su almizcle natural estaba empezando a regresar. Estaba mezclado con un toque de limpieza jabonosa que perduraba de su ducha. Reverentemente, toqué con mis labios a cada uno de sus huevos.

Un gruñido lujurioso se le escapó.

"Hueles bien", le informé.

Envalentonado por ese descubrimiento, los bañé en mi saliva mientras agarraba la base de su pene con mi mano libre, excitado por la grandiosidad de los contornos que exploraba mi lengua.

Pronunció mi nombre en jadeos entrecortados.

Levanté un poco la cabeza y presioné con la lengua el fondo de su uretra abultada, hundiendo la barbilla en la suave calidez de su escroto mientras continuaba con mi exploración. Lentamente, lo deslicé hasta su frenillo y lo volví a bajar, identificando gustos ligeramente diferentes en varios puntos del viaje.

"También me gusta el sabor de tu nabo", anuncié.

Sus gemidos apasionados me indujeron a repetir ese procedimiento varias veces.

Tenía tantas ganas de meterme esa hermosa cosa en la boca para excitarlo, pero las visiones de su erupción violenta y profusa de nuestra ducha esa mañana corrían por mi mente en un bucle sin fin. No podía estar seguro de estar listo para experimentar su voluminoso regalo inundando mi cavidad oral.

A pesar de que había probado el mío muchas veces antes, di paso a mi miedo a lo desconocido y eso impidió que mi lujuria por él funcionara plenamente. Una vez más le hice conformarse con mi puño apretado haciendo el trabajo.

Miré con la boca abierta de asombro cuando descarga tras descarga, logró escupir su cremosa carga. Era impresionante ver cómo se arqueaba en el aire sobre esa barriga del tamaño de una montaña, para caer sobre su extenso pecho e incluso también sobre su barbilla.

Los gruñidos, aullidos y quejidos que emitió durante su extremadamente intenso orgasmo seguramente se escucharon en Christiansburg. Levantó la cabeza de la almohada y hundió esa barbilla coronada por los pelos puntiagudos de la barba, casi aturdido.

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