El Feriante. Parte 10.

Historia Información
La triste despedida, el vacío en la vida sin Roy.
6.7k palabras
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460
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Parte 10 de la serie de 12 partes

Actualizado 06/11/2023
Creado 03/08/2022
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Esta historia es una traducción del texto original The Carny escrito por BHART1. Al final del capítulo añadiré un enlace al original. Agradezco desde aquí a BHART1 por darme su permiso para traducir su historia y poderla publicar.

*****

El martes por la mañana fui derecho a la noria para prepararla para la apertura. Frank estaba ya allí. Me detuve a cierta distancia para armarme de valor.

Tenía un ojo morado y su nariz todavía estaba hinchada como nunca antes había visto. Respiré profundamente y avancé con lentitud en su dirección.

Cuando me vio dejó de hacer lo que estaba haciendo. Miró hacia abajo y me pareció como que arrastraba los pies.

A pesar de la condición de su nariz, todavía estaba correctamente alineada con su rostro, así que, como me había dicho Roy, no parecía estar rota. Me alegré de eso.

"Buenos días, Frank".

"Buenos días", respondió, sonando hosco.

"Hay algo que quise decir ayer y nunca llegué a hacerlo antes de que la cosa se saliera de madre".

Me dio una mirada sospechosa y pareció escanear los alrededores, tal vez verificando si Roy estaba cerca.

"Tenías toda la razón... no tenía por qué subir allí solo. Lamento mucho los problemas que te causé... y... solo quiero agradecerte por subir para rescatarme del atasco en el que me metí yo solito. Fui un idiota y tuve suerte de que estuvieras allí".

Me tendió la mano. La sacudí.

"No te preocupes, hijo. Un día después de lo sucedido, también tengo algo que decir. Siento lo que dije... y cómo he estado comportándome contigo."

"Ya está olvidado", le aseguré.

"Bien... gracias. Fue algo muy peligroso lo que hiciste para asegurar el trabajo... pero también fue muy valiente, arriesgando la vida y la integridad física por mi cuenta. No estabas siendo un cabrón... estabas siendo un feriante... velando por el interés de tu hermano. Ahora lo veo claramente".

"¿Por qué no te tomas el día libre también... ocúpate de... eso... un poco más? No estarías así si no hubiera sido por mí. Puedo encargarme de esto por ti".

No estaba muy seguro de cómo hacer para llamar la atención de su mirada.

"Debería, pero no puedo permitirme perder el dinero".

"Le diré a Roy que descuente de mi paga tu salario. Lo mereces".

Se quedó sin palabras por un momento.

"Eso es muy amable de tu parte, Ed".

Volvió a tenderme la mano y la acepté. Se rio.

"Demonios, solo asustaría a los clientes de todos modos con este aspecto. Acepto tu ofrecimiento. Vamos a comprobar los engranajes".

Nos pusimos en lados opuestos e hice lo que debería haber hecho el día anterior. Esperé y observé, igualándolo paso a paso en nuestro camino hacia arriba. Cuando bajamos me dio las gracias de nuevo y nos dimos la mano una vez más, luego me dejó para que pudiera terminar de abrir en su lugar.

Roy llegó algún tiempo después.

"¿Dónde está Frank?"

"Todavía se le ve blanco como el papel... bueno, en realidad morado. Le dije que me encargaría de su noria para que pudiera volver a su remolque. Diría que necesita otro día para cuidar de sí mismo. Descuéntame su paga diaria de mi salario y dásela a él".

Roy parecía orgulloso de mí.

"Lo resolveremos de alguna manera. Entonces, ¿cómo está su estado de ánimo?"

"Creo que nos faltó besarnos, pero conseguimos reconciliarnos. Incluso me llamó Ed. Eso es una gran mejora con respecto a los nombres que suele usar para llamarme".

Roy se rio y se miró los pies. Cuando volvió a mirar hacia arriba, sonrió e hizo una mueca de dolor.

"Odio pensar en ti besando un hocico tan feo como el suyo... pero supongo que me alegra escucharlo. Parece ser que ahora me toca a mí. Te veré más tarde, campeón".

Se fue.

Esa noche, durante la cena, Roy me dijo que había decidido que nos tomaríamos el jueves libre para pasar el mayor tiempo posible antes de separarnos el viernes. Y ofreció el pago de su día a Frank si lo cubría. Frank estuvo de acuerdo.

Pasé el miércoles en el trabajo como de costumbre, pero me tomé más tiempo para despedirme de todos mis amigos del equipo y agradecerles por adoptarme de la forma en que lo hicieron. Algunas de las mujeres derramaron algunas lágrimas por mí y casi terminan peligrosamente haciendo que yo acabara igual.

Esa noche, Roy y yo comenzamos temprano el largo adiós que había preparado.

Empezamos con una bonita, larga y extremadamente amorosa ducha juntos. Condujo a Chattanooga y me invitó a lo que tenía que ser una cena cara, luego nos apresuramos a regresar a la habitación para desnudarnos.

Nos estiramos en la cama y nos colocamos cara a cara y nos preparamos para una larga sesión de besos apasionados y profundos. Pronto nuestras pollas estaban furiosas y golpeando cabezas para besarse.

Finalmente, paramos para poder respirar y nos separamos lo suficiente como para comparar las cabezas de nuestras pollas agarradas con nuestras manos. Presioné su tronco lo suficiente como para apreciar su superioridad en longitud, pero como siempre, la característica verdaderamente deliciosa era su enorme grosor.

"No puedo imaginar una polla que se parezca más al hombre al que está unida", reflexioné, "tan grande, de aspecto fuerte... ¡tan guapa!"

"Tendré que creer en tu palabra. Nunca la he visto tan bien como la ves tú", se rio entre dientes, acariciando su barriga.

Solté su polla para frotarle la barriga. Roy puso su mano sobre la mía y la apretó contra él.

"¡Bueno, no pierdas ni un gramo de esto! Si Bruce me acepta de nuevo en la nómina el próximo verano... y si puedes aceptarme de nuevo... quiero que todo siga aquí".

"¡Deja de decir tonterías!", me regañó.

Una punzada de pánico se extendió desde el centro de mi pecho antes de que continuara.

"Solo estoy tratando de averiguar cómo he podido vivir tanto tiempo sin ti".

Lancé un suspiro de alivio y presioné mi cara contra su pecho peludo y musculoso. Me acarició la mejilla y aderezó la parte superior de mi cabeza con besos afectuosos.

Cuando me soltó, volví a frotar las cabezas de nuestras pollas.

"Me encanta tu prepucio. Es tan agradable mordisquearlo... y jugar con él... es suave y hermoso. Y tu polla está tan cómoda dentro de él. Debe sentirse maravilloso. Ojalá todavía tuviera el mío".

Suavemente, rozó la mano con la que sostenía su pene a un lado y la reemplazó con la suya. Luego enrolló su prepucio sobre la cabeza hasta que su suave anillo de piel se deslizó sobre una parte de mi glande. Me estremecí ante su tacto calmante.

"¡Oh, Roy!"

Empujé mis caderas hacia adelante para intentar meterme más adentro. Sonrió.

"Adelante. Hay espacio para uno más".

Apretó los dedos alrededor de la abertura y me dejó empujar hasta que pudo agarrarlo detrás de mi corona. La cabeza de mi polla se deslizó encima de la suya.

"¡OH-HHH, ROY!", exclamé en mi sorpresa cuando su calidez y suavidad aterciopelada me envolvieron.

Me estremecí y mi piel estalló inflamándose. Se rio de mi reacción de éxtasis.

"Lo que es mío es tuyo, Ed... es todo tuyo".

"¡Deberíamos haber hecho esto hace mucho tiempo!"

Se inclinó y me besó.

"Lo siento. Es todo lo que he sabido acerca de tener un pene... solo ahora me di cuenta de la consideración especial que tiene para ti".

"Es... MUY especial. Gracias."

Empezó a enrollarlo hacia arriba y hacia atrás sobre nosotros.

"Oh, dios... oh, DIOS... ¡vas a hacer que me corra!", le advertí.

"Bien... no te contengas", suspiró mientras lo pellizcaba detrás de mi corona de nuevo.

Volvió a meter la lengua en mi boca. De repente no tuve otra opción e inmediatamente estallé, inundando las cabezas de nuestras pollas con un torrente de mi semen.

"Mmmmm... tu semen se siente agradable y cálido", gimió satisfecho.

Roy ahuecó su otra mano debajo de nuestros penes unidos y liberó su prepucio. Se lo llevó a la boca y lamió lo salpicado con su lengua, luego me lo devolvió con otro beso profundo.

"¡Te amo tanto!", habló suavemente.

Miré hacia abajo. Su polla estaba furiosa. Las venas sobresalían y la voluminosa cabeza estaba cubierta con mi jugo de amor.

Lo miré a los ojos. Estaban ardiendo. Le empujé sobre su espalda.

Pelando su prepucio hacia atrás, me sumergí en su miembro hambriento de amor y traté de meterlo en mi garganta. Se resistió, hinchándose a un grosor enorme cuando golpeé mi paladar blando contra la dureza inquebrantable de su cabeza hinchada.

Roy sabía lo que quería y comenzó a desalentar mi esfuerzo por temor a mi seguridad. Al principio tenía arcadas como locas con él, pero finalmente descubrí que nuestro reflejo nauseoso puede ser vencido y conseguir su sumisión. Seguí y seguí.

Sus protestas se extinguieron gradualmente a medida que se volvía más fascinado por mi asalto decidido. Una o dos veces sentí que realmente podría tener éxito. Estalló antes de que pudiera manejarlo.

Presioné su falo que chorreaba hasta que no pude respirar ni tragar. Riachuelos de su regalo cremoso comenzaron a rodar de mis labios por su mango y por mi puño apretado.

Roy se convulsionó violentamente en su orgasmo mientras gruñía y gemía como el oso que era. Me quedé sobre él hasta que supe que las secuelas habían disminuido por completo.

Levanté la cabeza y lo miré, mi expresión aparentemente reconocía mi derrota de no habérmela podido meter en su totalidad. Luego lamí su semen de mi mano. Lo que aún quedaba enganchado a mis labios, empezó a rodar por mi barbilla.

Me abrió los brazos y me moví para aprovechar su abrazo.

"Lo conseguirás un día de estos, campeón" me consoló.

Me encantaba cuando hablaba de su pene en tercera persona de esa manera y acurrucaba la parte de atrás de mi cabeza en el hueco de su cuello con una risita. Me acunó durante unos minutos y luego me hizo rodar suavemente hacia su lado.

En un instante encontré su corpulencia peluda encima de mí y comenzó a lamer juguetonamente su semilla de mi barbilla y labios. Me reí como un niño abrumado por su adorable San Bernardo adulto.

Perder nunca reconforta tanto como ganar.

Siempre consideré que estar atrapado bajo el peso de Roy era una emoción excitante y besaba ansiosamente su gorda lengua cada vez que la arrastraba sobre mi boca. Levantó la cabeza y me miró a los ojos.

"Apuesto a que Linda Lovelace tampoco podría tragarse este maldito tronco de árbol".

Se rio y me besó en la frente.

"Ni siquiera tendría la oportunidad de intentarlo, guapo".

El resto de la noche fue más de besos profundos, manoseos y confesiones de amor.

El día siguiente fue más de lo mismo. Solo nos pusimos la ropa el tiempo suficiente para salir a desayunar, almorzar y cenar. Roy nunca faltaba a su horario de tres comidas al día, y yo no lo habría podido gestionar de otra manera.

El viernes por la mañana comenzó el día más difícil de mi vida hasta ese momento. Traté de ser fuerte por él como me había pedido y luché contra todas y cada una de las amenazas de lágrimas que surgían.

En la estación de autobuses me siguió hasta la taquilla. Mi autobús no salía hasta dentro de tres horas más tarde. Encontramos un banco y nos sentamos.

No sabía cuánto tiempo más sería capaz de contener las lágrimas.

"De verdad no tienes que esperar, Roy. Puedo cogerlo desde aquí y tienes un largo viaje por delante".

"Esto es mucho más difícil de lo que pensé que sería... pero creo que lo entiendo".

"Gracias por TODO."

"Lo mismo digo, campeón".

Nos pusimos de pie. Sacó su billetera y sacó un pedazo de papel de ella.

Lo desplegué. Era una dirección en Pensacola, Florida.

"Ahí es donde puedes localizarme fuera de temporada", me dijo, "No hay teléfono. Casi nunca estoy allí. Pero puedes escribirme con toda seguridad".

"Lo haré, Roy. Sabes que lo haré".

"Y si alguna vez estás por allí cerca..."

Mordí mi labio y asentí.

Miramos a todas las personas que estaban transitando por allí. Bajó la mirada y con torpeza me mostró su enorme pata derecha. Empecé a acercar la mía a ella.

"¡A la mierda!", dijo en el último segundo y me envolvió en sus brazos.

Lancé mi mano alrededor de ese enorme pecho y mis lágrimas comenzaron a caer. Entonces sentí un goteo resbalando por mi oreja y supe que su rostro valiente también se había desmoronado.

"¡Cuídate mucho, Ed!", dijo mientras casi me abrazaba sin aliento.

"¡Tú también, Roy!"

Rompimos nuestro abrazo y él se apresuró a retirarse hacia la puerta, escondiendo sus lágrimas de mí. Lo vi salir, luego me senté y lloré en silencio durante más de dos horas hasta que llegó la hora de montarme en mi autobús.

Logré secar mis ojos en algún momento del viaje. A eso de las once de la noche, el autobús llegó a la estación de Lexington.

Mis padres estaban allí para recibirme. No me había dado cuenta de cuánto los había echado de menos hasta que los vi.

"¡Eddie-eee!", gritaron casi al unísono.

Eddie se iluminó y le dio a sus padres grandes abrazos. Mientras tanto, Ed lloró internamente nuevamente por la vida, y también por el hombre que había dejado atrás.

Allí estaba yo, en esa tonta cama con ruedas de carreta. No podía dormir preguntándome qué estaba haciendo Roy y si estaría bien. No podía conciliar el sueño... porque no tenía ese ronquido increíblemente reconfortante para que el sopor me arropase.

Mi padre había estado revisando cuidadosamente el periódico en busca de coches usados los últimos días antes de mi llegada. Salimos después del desayuno ese sábado por la mañana para echarles un vistazo.

Como el dinero era mío, esperaba involucrarme un poco más en examinar el abanico de las selecciones que había hecho. Pero había pasado toda una vida ayudándole con el mantenimiento de nuestros coches y confiaba plenamente en su capacidad para evaluar su valor y facilidad de mantenimiento.

Además, disponíamos de un corto periodo de tiempo. Era el 25 de agosto y las clases comenzarían el 4 de septiembre, el día después del Día del Trabajo.

El que realmente me llamó la atención fue un cupé de techo rígido Mustang '67. Era rojo con un interior negro e incluso tenía aire de fábrica, una característica de lujo en ese entonces. También estaba todavía presentable para estar en la sala de exposición.

Costaba 900 dólares siendo un poco más de lo que esperaba pagar, y no había forma de que pudiera ver que Roy pudiera caber en él. Es curioso cómo pensamientos como ese mantienen influencia sobre ti. No había ninguna garantía en mi futuro de volver a verlo, y mucho menos de ofrecerle un paseo.

Me decidí por un Plymouth Satellite de dos tonos del 65, carrocería aguamarina con techo rígido blanco. Estaba a 725 dólares y también se mantenía en casi perfectas condiciones, tenía una unidad de aire acondicionado debajo del salpicadero y también era un dos puertas en el que podía visualizar a Roy con la posibilidad, al menos de deslizar su gran trasero y barriga dentro y fuera.

Los 175 dólares que ahorré con esa decisión contribuirían en gran medida a soportar mis gastos durante el próximo año académico. Era el equivalente a casi 1000 dólares en la economía actual.

Me registré para las clases el lunes 27. Al día siguiente conduje de regreso para orientación y para ir a la librería del campus por mis libros de texto.

El jueves ya me había trasladado a mi habitación en la residencia de estudiantes. Mi compañero de cuarto fue una amarga decepción después de pasar el verano con Roy.

Traté de mantener una perspectiva positiva, aun tratando de ser fuerte para él. Me moría por verlo, o al menos encontrar alguna manera de hacerle saber que estaba bien, aunque un poco decepcionado por el futuro que se extendía por delante de mí.

El fin de semana del Día del Trabajo fue un experimento. Mis compañeros de dormitorio estaban subiéndose por las paredes al tener libertad por primera vez. Me sentí como un adulto entre niños de guardería considerando el nivel de libertad que había perdido.

El hombre que amaba seguiría viajando durante la mayor parte de septiembre. Saqué su dirección de mi billetera y la miré.

Al poco tiempo me encontré escribiéndole para informarle sobre la vorágine de actividades que acababa de vivir. Él no lo leería hasta casi el mes siguiente, pero me hizo sentir mejor.

El fin de semana no acabó sin que antes le hubiera vuelto a escribir.

Una vez que comenzaron las clases, cada vez disponía de menos tiempo, pero parecía que el dolor en mi corazón simplemente empeoraba. No podría haberme importado menos la redacción de inglés, la biología, el álgebra universitaria, el alemán y la contabilidad.

Después de tres meses de que se me abrieran los ojos ante la aventura que proliferaba en el mundo real, la universidad parecía poco más que una visita guiada minuciosamente lenta, a través de un museo mohoso por el que tus padres te arrastran, por tu propio bien, por supuesto.

A finales de septiembre le había escrito a Roy otras catorce cartas. Las últimas seis fueron cartas de amor descaradas en las que le abrí mi corazón.

Traté de concentrarme en mi trabajo escolar. Sin embargo, era inútil.

Al final de mi primer mes de clases, me consumía la sensación de que la vida real y el amor verdadero se me escapaban de las manos. Mi mente se llenó de visiones de Roy y la vida que habíamos compartido... la vida en la carretera.

Después de más de dos meses de chupar esa polla asombrosamente gorda, montar ese magnífico balón medicinal que era su barriga y simplemente acostarme desnudo con él durante horas y horas, recordarlo en detalle no fue un problema. En el ojo de mi mente veía con claridad fotográfica hasta los encantadores defectos que apreciaba en su piel de mediana edad.

A mediados de octubre supe que Roy estaría en su casa de Pensacola, pero no había recibido ni una respuesta de él. Estaba angustiado; sintiéndome abandonado y que me habían engañado para que le diera al hombre mi corazón y mi alma por lo que él simplemente, me había visto como un suministro ilimitado de sexo sin necesidad de pagar.

Lo habría estrangulado, si hubiera podido acercarme a poner ambas manos alrededor de lo poco que se veía de su enorme cuello desde esos hombros inimaginablemente anchos y gruesos.

El 19 de octubre encontré una carta en mi correo dirigida con su letra inconfundible. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho cuando la abrí.

Quería romper el sobre como si fuera papel de regalo de Navidad, pero no me atreví a alterar la caligrafía que me pareció tan especial en ese momento, como la enorme erección que había pasado más de una hora admirando en ese sofocante mañana cuando salimos de Christiansburg.

Fue una respuesta directa a mi primera carta, llena de su aliento para dar la debida consideración a las esperanzas y sueños de mis padres para mí. Escuché todas y cada una de las palabras en su tono de bajo suave, pero severo, mientras las leía. En mi imaginación sonaba exactamente igual que cuando me amonestó a quedarme con mis padres en julio.

Continué recibiendo una carta al día hasta el 6 de noviembre, cada una de las cuales era una respuesta directa a las cartas que le había enviado en el orden en que fueron enviadas. En cada uno su tono se suavizó de acuerdo con el nivel de desesperación que había compartido en la misiva a la que estaba respondiendo.

Para el 6 de noviembre, su última respuesta, por fin sonaba como el Roy que se había dado la vuelta y salió corriendo de la estación de autobuses para evitar que viera sus lágrimas. Estaba encantado de tenerlo de vuelta.

Nos escribimos regularmente y con prontitud. Continué asistiendo a mis clases, pero sabía por aquel entonces que iba a suspenderlas todas.

La universidad en la primavera no iba a ser una opción factible para mí. No sabía cómo darles la noticia a mamá y papá.

Sin embargo, tenía que hacerse. Me confié a Bruce y Frieda.

La fabulosa Frieda había abandonado su nombre artístico para entonces y volvió a su nombre de pila de Mildred, bueno, Millie para abreviar. Todavía estaba luchando por acostumbrarme a su preferencia en ese momento después de años de pensar en ella como Frieda, incluso llamándola así todo el tiempo que éramos compañeros de equipo.

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