El Pacto de Adrena

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El sonido insistente del despertador irrumpe en mi sueño, forzándome a despertar. Tan pronto como lo apago, el murmullo de la vida cotidiana de la ciudad llega hasta mí, el ir y venir de las personas que se dirigen a sus labores cotidianas. La noche pasada dormí excepcionalmente bien y, al despertar, una sensación de frescura se adueña de mí. En un acto de indulgencia matutina, considero regalarme unos momentos de placer antes de levantarme. Los primeros destellos del amanecer inundan mi habitación, y un vistazo al reloj me confirma que dispongo de tiempo de sobra.

Arrojo las sábanas que me cubren y empiezo a sumergirme en pensamientos lujuriosos y prohibidos. Mis dedos comienzan a explorar mi humedecida intimidad, mientras mi cuerpo se contornea en respuesta. Mi imaginación suele alimentarse de páginas web dedicadas a relatos eróticos o de ilustraciones que retratan escenas sensuales de épocas pasadas o futuras, un fetiche que he mantenido desde siempre. Hoy, mi mente se ve inundada por diversas fantasías pecaminosas. Descarto ideas de robots, extraterrestres... hasta que finalmente decido por algo mágico y demoníaco, algo escandalosamente impuro. ¡Eso es! El placer en mi interior se intensifica, el ruido mundano se esfuma en el olvido, y mis pensamientos se concentran en un misterioso libro de magia negra.

Es un libro que busqué durante mucho tiempo. Mi objetivo es invocar a un demonio de la antigua Babilonia, el dios del inframundo y señor de los muertos, Daromath, el epítome de la corrupción misma. Otros han buscado el mismo libro para quemarlo, librando así al mundo de posibles lazos con el antiguo enemigo de la humanidad, pero yo no... yo tengo otros planes.

Me desnudo ante el perverso artefacto, y comienzo a corear unas palabras. Sonidos asombrosos salen de mi boca; no hay nada de humano en ellos; esas antiguas maldiciones de corrupción y suciedad rasgan las paredes de la dimensión, de manera literal, y con alegría y una desesperación enfermiza, veo una luz verde y podrida crecer como una forma negra e insondable de tentáculos y ojos, inflamada y palpitante, derramada, como vómito saliendo de una boca hacia nuestra realidad.

Por un momento que parece eterno, miro a la forma que tengo ante mí, y aunque no hay boca, una voz sacude los cimientos de mi mente.

— Hembra mortal, desgarbada y débil, soy lo que soy, Daromath, señor de la enfermedad, la muerte, la decadencia y la corrupción. He aquí que he respondido a tu llamado. Sin embargo, mi poder está contenido solo dentro de este círculo.

Con la boca abierta, el poder abrumador de ese ser parece casi incomprensible para mi mente, pero ahora, esta es la parte donde puedo exigir lo que desee. Inmovilizado en el círculo de invocación, no podrá hacer nada, a menos que lo abra.

— Daromath, yo, Adrena, te he invocado en mi mundo, el cual te daré. Pero primero deseo un pacto.

Los ojos del ser destellan luz, y entonces habla:

— Un pacto contigo será celebrado, Adrena, mortal de la Tierra. Te daré lo que desees. A cambio de tu deseo, romperás este miserable círculo, para que así yo pueda crecer como un cáncer en todo lo vivo, hasta que este planeta no sea más que sombra y vacío, eternamente muerto. ¿Qué deseas más que nada? ¿Poder? ¿Riqueza? ¿Juventud eterna?

Mi corazón se estremece por la magnitud de la propuesta. Aunque mi cuerpo tiemble ante la idea de morir, siento que no puedo renunciar a lo que deseo.

— Lo que deseo... Sé que lo que deseo no es posible, ¿verdad?

El ser me mira, y es la primera vez que me ve con verdadera atención.

— Desear lo imposible no es imposible para mí, Adrena. Quién sea que seas, haré un regalo para ti, un regalo de mis manos.

Sus ojos se posan en mi cuerpo, y un escalofrío me recorre la columna vertebral.

— Aunque, tus manos son tan débiles como todo lo que está fuera de este círculo, y no creo que seas capaz de manejar mi poder. Eres tan débil, aunque no puedas sentirlo, Adrena.

Y entonces, siento una criatura extraña y espeluznante rodear mi cuerpo. Algo que me rodea, se aferra a mí, me sostiene, y me abraza. Sus brazos se aferran a mis hombros, sus manos apoya en mis muslos, y sus dedos me abrazan las costillas. Las marcas en la piel se hacen notar, pero, por primera vez, no le veo la sangre, sino que es un brillante líquido, que se esparce por mi piel. Es tan caliente que me duele.

— Te estoy envolviendo, Adrena, mortal de la Tierra. Mi piel, mi poder, todo lo que tengo, se ira sobre tu cuerpo, y con el poder de mis brazos te protegeré, mientras este círculo se rompe y me permita crecer como cualquier ser vivo.

Aunque al principio me duele, la sensación de calor se intensifica, y ahora mi cuerpo se siente completamente ligero, sin tener un peso ni nada, mientras estoy encadenada a ese libro.

— Soy libre —es lo último que dice el demonio, antes de esfumarse, dejando solo un círculo de agua humeante en el suelo, y aunque al principio es un líquido negro, ahora es rojo, rojo como la sangre.

Mi cuerpo, aunque he estado de pie durante largo rato, comienza a flotar. Con mucho esfuerzo, alzado mi cuerpo, me siento como si estuviera vestida. Mis músculos parecen ahora más fuertes, y de repente estoy sentada en el suelo, en una posición que no recuerdo.

De repente, escucho la voz de un hombre, y la imagen de un hombre joven, con un parche cubriendo sus ojos, aparece frente a mi. Su pelo está corto, de color negro y despeinado, su cuerpo es esbelto, y su rostro, con sus labios apenas cerrados.

Magia

— Vaya, tienes un cuerpo interesante, Adrena, mortal de la Tierra.

El hombre deja caer su parche.

— No tengo los ojos, Adrena, mortal de la Tierra, pero sé quién eres. Yo soy Nex, el único hijo de la muerte y de la magia.

Me siento abrumada por una lujuria intensa y me dirijo voluntariamente hacia él. A pesar de mi habitual amabilidad y bondad, en este momento me transformo en la encarnación misma de la oscuridad. Derribo las velas y borro con mis pies el círculo de sangre, exponiéndome al inminente e ineludible destino que acabo de pactar.

Se abalanza contra mí, y me deja caer al suelo, con la boca dejando salir una gran cantidad de lengua, mientras yo siento las uñas de sus manos arañarme los pechos. Y así, en medio de un juego obsceno, el dolor, el placer, y la libertad, se desbordan en mi cuerpo.

— ¡Ahhhhhh!

Mi voz es muda, dejando escapar solamente el aire de mis pulmones, mientras él levanta los brazos al aire, y con ellos, muevo sus piernas hasta posicionar su cuerpo entre las mías. Sus dedos tocan mi vagina, lo cual produce un rubor instantáneo en mis mejillas. Abre mis labios y empieza a besarme; la presión de su lengua contra la mía, resulta inolvidable. Me concentro en sentir cada centímetro de piel de sus brazos, de sus muslos...

Entonces se me ocurre algo descabellado y, sin dudarlo ni detenerme ante nada, mis dedos entran por donde antes estaba su parche.

—¿Qué les pasó? —le digo, y despacio empiezan a manar gotas de sangre de sus órbitas oculares, y no tengo idea de por qué lo hago.

— ¿Cómo es posible que ya no tengas los ojos? —le pregunto esta vez, y un leve jadeo escapa de mis labios cuando siento su miembro invadiendo mi ser, rompiendo las barreras de lo conocido, y transportándome a un universo de sensaciones antes inexplorado. Es como si una estrella estuviese naciendo dentro de mí, llenándome con su cálido fulgor, su esencia se fusiona con la mía en un ballet cósmico, uniendo nuestras existencias de una manera inexplicablemente profunda. Mis dedos no se mueven mientras la sangre continúa saliéndole y me sumerge en el goce.

En ese instante, entiendo que esta no es solo una unión física. Él es mi amante, y yo suya. Lo comprendo. Entonces escucho el sonido de su alma.

— Soy un hombre atrapado —me dice. Su voz huele a hojas secas, y a lo que creo que es tabaco. Su aliento huele a whiskey. Su piel huele a sal marina, y a comida cocinada con humo. Y cada gotita de sangre es la explosión del aroma intenso que cada movimiento de su miembro produce en mí.

— Ahora los dos somos de su propiedad —susurra y, acto seguido, se encamina por mi cuerpo—. A través de mí, probarás su simiente, y te convertirás en su concubina eterna. Tu mente se descompondrá como un cadáver cediendo a su corrupta influencia. Tu carne obedecerá todos sus caprichos. No tendrás luz o esperanza, y el sentirte mujer será lo que más apreciarás. Cada vez que alguien entre en ti, entrará en comunión con tu demonio y, desde ese momento, solo actuará si tú lo permites, y perecerá al final de la semana si tú no dictas lo contrario.

Yo sigo adelante, sin resistirme a nada que me haya dicho. Dejo que su pene entre a fondo a mi vagina y llevo mis piernas alrededor de su cuerpo.

— Eres bueno —susurro, mientras se retuercen mis paredes interiores.

Mis labios saborean su sabor a comida hecha en fogones quemados, a whiskey, y a tabaco. Muy pronto, me encuentro rendida al placer... alcanzando el clímax, jadeando junto a su cuerpo. Y la transformación es tan rápida que apenas tengo tiempo para registrarla, soltando un grito mientras mis dedos se deslizan dentro de su cráneo, y el humo empieza a emanar de él a través de las cavidades donde deberían estar sus ojos.

Doy un sorbo, como si fuera un cigarro, dejando que el humo llene mis pulmones y mi alma. Después lo expulso y me tumbo en el suelo, acomodando mi cuerpo en el suyo.

Y enseguida, desaparece Nex, al igual que todo miedo, y yo estoy lista para marcharme al trabajo, sabiendo que ahora lo llevo conmigo, en mi interior.

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