El Primer Juego

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El Amo juega con su mascota por primera vez.
1.1k palabras
4.25
175
00

Parte 2 de la serie de 2 partes

Actualizado 04/05/2024
Creado 11/15/2023
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Cerré el cuaderno donde había escrito las reglas que observaría para satisfacer a mi Amo, a mi primer Amo y me preparé para recibir sus órdenes. Iba a ser nuestra primera sesión y yo sólo me preguntaba una y otra vez, «¿qué coño hago aquí? ¿Cómo he acabado aceptando ser la mascota de un hombre dominante?». Aunque lo sabía muy bien. Sabía la respuesta. Hace 6 meses un tío me tiró del pelo mientras me follaba a cuatro patas. Desde entonces sólo he querido volver a experimentar lo que sentí en ese momento. Quiero experimentarlo y llevarlo al límite.

--Bien, mascota, hoy es la primera vez que te voy a dominar. Quiero ver cómo de bueno eres obedeciendo y ver si contigo tengo que usar la zanahoria o el palo. Vamos a empezar con algo sencillo. Primero, quítate toda la ropa.

Lo ordenó en un tono tan serio, tan seguro de su poder sobre mí, que yo sólo quería obedecerle, ganarme su aprobación. Antes de seguir su orden, sólo fui capaz de añadir:

--Sí, Amo.

Cuando me desnudé me ordenó que me sentara a su lado en el sofá. Lo hice.

--Quiero que juguemos a un juego.

--¿Un juego? ¿Qué tipo de juego, Amo?

Pasó su mano por detrás y me agarró con firmeza del pelo para acercar mi cara a la suya. Quería mirarme directamente a los ojos. Mientras me acariciaba el pelo añadió:

--Un juego al que jugarás sin saber de qué va. Yo empezaré y tú tendrás que ir adivinando cuáles son las reglas. Si lo haces, te diré cómo se llama el juego. ¿Aceptas?

--Sí, Amo.

Me agarró entonces de la cintura.

--Arrodíllate ante mí.

Me dejé caer en el suelo de rodillas delante de donde estaba sentado y me acerqué para estar más cerca de sus rodillas. De repente, me partió la cara. No fue muy fuerte, pero picaba y tenía la mejilla derecha ardiendo. Protesté.

--¿Por qué has hecho eso, Amo?

--Porque te has saltado una norma del juego. ¿Has deducido ya a qué jugamos?

--No, Amo.

Mientras pensaba a qué podríamos estar jugando, acomodé un poco mis piernas. ¡ZAS! El Amo me había dado otro tortazo. Suave, sí, pero ya tenía las dos mejillas calientes.

--¿Es un juego en el que no puedo moverme, Amo?

--No, mascota, ese no es el juego. Ahora, desabróchame la bragueta.

Acerqué mis manos a su bragueta, bajé la cremallera hasta abajo y comencé a desabrochar el botón. ¡ZAS! Otro tortazo. Esta vez fue fuerte, a él también le tubo que picar en la mano. «¿Qué mierda de juego es esto? No entiendo nada», pensé.

--mascota, ¿te he dicho que hagas eso?

--Sí, Amo.

--¿Seguro? ¿Estás realmente seguro?

--Sí, Amo. Me has dicho que te desabroche los pantalones y yo lo he hecho.

Se quedó estudiándome un rato. Me miraba fijamente. Yo no me atreví ni a mover un pelo. De repente, sonrió de forma amistosa. Esa sonrisa más que tranquilizarme, me aterró. No entendía qué coño quería el Amo de mí.

--mascota, te aconsejo que prestes atención a lo que te digo. Ahora, saca mi polla.

Metí mi mano por su cremallera abierta y agarré su rabo. Estaba bien duro. Suavemente lo acaricié antes de liberarlo... ZAS. «Puta, me estoy cansando de este puto juego del que no entiendo nada», pensé.

--Sólo he dicho que me saques la rabo. ¡HAZLO!

Lo hice así: baje su calzoncillo y moví su rabo para que saliese por la apertura de la cremallera.

--mascota, ¿he dicho algo a parte de que me saques el rabo?

Él me miro y apretó sus labios. Noté como un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Lo había hecho bien? ¿Mal? ¿QUÉ?

--No, Amo.

Acercó su mano a mi mejilla izquierda y cerré los ojos esperando el impacto. No llegó, en vez de esto me acarició y bajo la mano hasta mi pezón izquierdo y empezó a estimularlo. Abrí los ojos y lo miré.

--¿Has entendido ya las reglas del juego?

No tenía ni idea, pero mentí con la esperanza de que el placer, y no el dolor, fuese lo que continuase. Me gustaba cómo estaba estimulando mi pezón y yo ya no quería más tortazos.

--Sí, Amo.

--No te creo, mascota.

Paró de estimular mi pezón y posó su mano sobre mi mejilla derecha.

--mascota, te lo preguntaré de nuevo. ¿Entiendes las putas reglas de este juego?

Noté como me ruborizaba. La cara me ardía aún más.

--No, Amo. Aun no las entiendo.

--Te daré una pista. ¿Qué te he dicho exactamente? ¿Desabróchame la bragueta o el pantalón? ¿Sácame la polla o acaricia y sácame la polla?

Entonces lo entendí. Le había obedecido pero me había excedido en mis órdenes. Él quería que simplemente hiciese lo que él me ordenase. Nada de improvisar, nada de pensar por mí mismo. Sólo tenía que ser preciso.

--Ahora lo entiendo, Amo. Tengo que hacer exactamente lo que me dices, ni más ni menos.

--Muy bien, mascota. Has entendido este juego. Se llama: El Amo dice. Ahora te vas a dar la vuelta y me vas a mostrar el culito que me voy a follar.

--Sí, Amo.

Me di la vuelta y agarrándome las nalgas tiré de ellas para mostrarle el ano a mi Amo.

--Bien hecho, mascota. ¿Te gustaría que te lo follase?

Lo quería. Después de la confusión, los golpes y el breve placer que había tenido con la estimulación de mi pezón, quería que me follase. Quería que el Amo me recompensase por haber deducido el juego, quería que me premiase con sólo placer. Pero esto del BDSM es un juego. Yo soy el sumiso y mis deseos no valen nada. Los únicos deseos que se cumplen cuando estamos los dos son los de mi Amo. Por eso, interpreté mi papel de mascota.

--Si el Amo quiere follarme, yo también lo quiero. Ese culo es tuyo y sólo tuyo. Úsalo como quieras, Amo..

--Lo quiero, mascota, pero antes quiero que me pidas disculpas por desobedecerme.

--Amo, ¿me perdonas por haberte desobedecido?

--Sí, mascota. Por esta vez sí, espero que hayas aprendido que las órdenes se cumplen tal cual. Tienes que cumplirlas y nunca debes ni asumir, ni improvisar nada. Si no entiendes algo, lo preguntas, ¿entendido?

--Sí, Amo.

--Ahora te vas a poner a cuatro patas y no te vas a mover en ningún momento. Te pienso usar como un puto juguete sexual. Te daré bien fuerte hasta que me corra y tú no te tocarás en ningún momento porque no puedes moverte. Como vea tu mano en tu polla, tendré que castigarte ¿Has entendido mi orden?

--Sí, Amo.

Me folló fuerte y rápido, como un conejo, hasta correrse dentro de mí. Después, desapareció un momento. Supongo que fue a limpiarse pero yo ni me moví. Cuando volvió tenía otra vez el rabo guardado en sus pantalones y me ordenó tumbarme en el sofá. Allí él me masturbó hasta el final. Luego, me mandó darme una ducha para limpiarme y vestirme.

Y cuando regresé me dijo:

--Mascota, hemos terminado tu primera sesión y lo has hecho muy bien. Ven, siéntate aquí conmigo en el sofá y veamos algo de Netflix. ¿Qué te apetece ver?

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