El Sucesor

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- Hoy es un día glorioso para el Imperio, porque he tomado una decisión que asegurará nuestro futuro por milenios. Hoy regresa un hijo predilecto, el Klingon más honroso que jamás haya pisado Quo'noS. Aun fuera de los confines del imperio, su nombre inspira pavor entre nuestros enemigos y orgullo entre los que cuentan con su apoyo. ¡Por la presente, proclamo como mi sucesor al patriarca de la casa de Worf!

¡La casa de Worf! ¡No es posible! Ese es mi nombre, pero yo no tengo casa propia. Los cancilleres K'mpek y Gawron despojaron a la casa de Mogh, mi padre, de su condición privilegiada: sus tierras y su escaño en el Concejo Supremo. Pero ahora, el emperador proclama el ascenso de la casa de Worf, ¡Mi casa! ¡Si tan sólo Kurn, mi hermano, a quien tuve que hacer que el Doctor Bashir borrara su memoria, estuviese aquí conmigo! Al menos, mi hijo tendrá un porvenir en esta tierra.

El Canciller Martok secundó la moción, diciendo:

- Yo reconozco a Worf, hijo de Mogh, como Emperador, y concedo a su linaje del prestigio que se ha ganado en justicia. ¡Emperador Worf, príncipe heredero Alexander Rozhenko, hacednos el honor de vuestra noble presencia ante el Concejo!

Caminé ante las figuras que, hasta este momento, dirigían los destinos de los Klingon, apenas dándome cuenta de lo que hago. Esta iba a ser la batalla más importante de mi vida, no contra un enemigo extraterrestre o una intriga de los Duras o los Q, sino contra mí mismo, el Worf de Klingon contra el de la Federación. Alexander estuvo de pie a mi lado ante Kaeh'Less y Martok. El emperador me colocaba la túnica imperial, quitándosela de sus propios hombros, y el canciller investía a mi hijo para que ocupara un escaño el concejo. Al ver esto, ya no hubo conflicto en mi ser. ¡Yo soy Worf, emperador de todos los Klingons! Todos los presentes corearon:

- ¡Qa'plá!

¡Exito me deseaban!

Pero de pronto, vi tambalearse al emperador saliente, y me apresuré a detener su caída. Lo deposité cuidadosamente en su trono y llamé a sus médicos, quienes certificaron su muerte. Entonces Martok, Alexander y yo emitimos el rugido con el cual mi gente anuncia que el alma de un guerrero está ascendiendo a los cielos, y todos allí rugieron. Hasta los que veían la ceremonia en lugares remotos por televisión subespacial repetían el rugido, o nos dedicaban un "Qa'plá". Los médicos y sacerdotes tomaron el cuerpo yerto del líder indiscutible y lo llevaron a preparar para sus exequias. Yo quise acompañarlo, pero mi amigo Martok me detuvo, diciendo:

- ¡Su Majestad, no sería correcto que deje a su pueblo en esta hora de gloria!

Y me hizo sentarme en el trono a presidir la sesión del Concejo, en la cual se proclamaban virtudes del emperador saliente, y también del entrante, a cargo de mi propio hijo, quien leyó lo más destacado de mi hoja de servicio en la AstroFlota y mis funciones como guerrero, y posteriormente, embajador de la Federación. Concluyó diciendo:

- Por lo bien que lo conozco, os garantizo que no hay hombre más justo y firme que el emperador Worf.

Más vítores se escucharon. Ni las cuerdas vocales ni los oídos de humanos resistirían tal algarabía. Cuando todo terminó, fui a mis habitaciones, pero la funcionaria Yir'Ga me esperaba para anunciarme que ya mi personal me había instalado en los aposentos del emperador mismo. Entonces, me escoltó ella misma, hasta que una guardia de honor se encontró con nosotros a pocos pasos, hasta llegar al aposento real. Dos guerreros se adelantaron a abrir las puertas y me mostraron el interior. Ella les hizo un ademán para que salieran, quedándose sola conmigo. Se volteó y me dijo:

- Noble Worf, ya podrá descansar un poco del estudio de casos.

Y me tomó de un brazo y me recostó sobre una cama muy mullida. Era obvio que Kaeh'Less ya no debía ser sometido a los rigores de una vida tan espartana, así que se le proveían comodidades como a un humano. Entrelazó una mano con la mía, y quise despegarme, pero aunque no era tan fuerte como yo, fue lo suficientemente firme para estimular mis instintos dormidos. Susurró:

- Vuestra sangre clama por la mía, así como yo. Os he amado desde que os vi, y supe desde ese momento que solamente vos podríais ser el nuevo Emperador.

Cedí ante sus requiebros, y forcejeamos, nos mordimos y también nos acariciamos y besamos como las formas de vida más delicadas se aparean. La embestí por casi media hora, logrando la mezcla de placer y dolor que solamente una pareja de Klingons es capaz de desatar.

Al siguiente día, se llevó a cabo el sepelio de nuestro amado Emperador, y recibí más veneración. Esto me aburría, y ya anhelaba ser merecedor de tanta atención, así que convoqué a una reunión de mi personal, como cuando dirigía el departamento táctico en la Enterprise o en Espacio Profundo 9, aprovechando la ocasión para dictar protocolos de seguridad más adecuados. Mis asistentes me refirieron casos nuevos y apelaciones de decisiones que el Concejo Supremo o el Emperador ya habían denegado. Una en particular, El Imperio contra D'Hua'Gan, me llamó la atención. En el pliego acusatorio se lee que éste es un mercader que trabaja cerca de las fronteras, y al éstas ampliarse mediante tratados y conquistas, acaparó ciertas rutas, pagando fuertes sumas en latino recubierto de oro. Al principio, nada irregular aparecía, pero las querellas eran que desplazaba a minoristas y también vendía productos de tecnología extranjera muy avanzados. Lo hice comparecer, y le cuestioné:

- Ciudadano D'Hua'Gan, en sus manifiestos figuran armas, replicadores, medicamentos y hasta condimentos cuyo origen no está del todo claro. Explique la procedencia de tales productos.

- Su Majestad, la razón por la cual no tengo facturas para toda la mercancía es que mucho es excedente de la guerra.

- Pero ya la guerra concluyó hace algunos años...

- Pero hay cosas que duran mucho tiempo, y se me quedan en mis almacenes sin que sean compradas.

- Pero algo debe figurar, especialmente de esa época.

- Algunos registros se perdieron cuando mis naves eran destruidas o abordadas por corsarios Breen. ¡Juro por mi honor que todo es legítimo!

- Ya veremos. Declaro un receso.

Este caso iba a ser difícil, así que lo reasigné y resolví otros más sencillos, en lugar de darlos a jueces de instancia, para así adquirir más experiencia de cómo impartir la justicia Klingon. También me llevaron a dar una conferencia en la cual yo compararía los códigos de honor de varias sociedades de esta galaxia, siempre concluyendo que nuestra manera es la más justa y cabal, aunque reconociendo el aporte que otras culturas podrían hacer a nuestro sentido del deber.

Tras la conferencia, mientras recogía mis apuntes y se las daba a un ayudante para que se guardaran y transcribieran, se acercó Alexander, mi hijo, pero un guardián le cerró el paso. Yo le reprendí, diciendo:

- ¡Está bien, es el Concejal Rozhenko!

Le puse más PADDs a mi asistente en las manos, e hice que el guardián le tuviese que ayudar. Así gané un respiro para apartarme y conversar con mi hijo con alguna tranquilidad.

- ¿Qué le pareció la disertación, Concejal?

- ¡Excelente, Su Majestad! Como siempre, muy sabia. Espero que la gente la sepa comprender.

- Por cierto, Alexander, ¿crees que este pueblo esté aceptando bien a un extranjero en el Trono Imperial?

- ¡Usted no es extranjero, Mi Emperador!

- Con sinceridad, hijo mío.

- Tiene usted razón, padre. Hay quienes no le ven con buenos ojos, por las razones que aduce, y porque algunas otras casas que se consideran más merecedoras de controlar el trono.

- ¿Por ansia de poder?

- Sí, y por viejas rencillas. Ahora, hasta los clanes de Gawron y de Duras se quisieran unir en su contra.

- Lo que me temía. Sé que me tengo que cuidar aún más.

- Aún así, otros sí se alegran de que haya un Emperador, en especial, porque no es un burócrata que se olvidó del pueblo o de sus principios como líder. La conferencia que dictaste es un ejemplo de cómo la influencia alienígena puede ser positiva para nuestra civilización, especialmente en esta nueva era de paz.

- Hablando de otros asuntos, el caso D'Hua'Gan todavía permanece abierto. Alexander, en nadie más puedo confiar. Por favor, termina las investigaciones para la fiscalía. Puedes solicitar una sabática para venir a trabajar en destaque para mí.

- Será un doble honor para mí, padre. No te defraudaré.

- Nunca me has defraudado, hijo.

Tuvimos que hacer un esfuerzo para contener nuestro impulso de abrazarnos. Alexander se despidió con una reverencia, y le deseé:

- ¡Qa'plá!

Tras algunos días, recibí un informe acerca de un incidente en el cual uno de los cargueros de D'Hua'Gan fue detenido por un ave de presa para investigar una querella, y como muchas otras veces, los manifiestos tenían irregularidades. Al tratar de abordar, la nave gubernamental fue destruida por una mina colocada por una nave camuflada. Llamé a Alexander y le reclamé:

- ¿Te enteraste de este último incidente?

- Sí, padre... ¡perdón, Su Majestad!

- Ahora eso no importa. ¿Cómo anda su investigación, Concejal?

- Está casi completa.

- ¿Qué falta?

- Puedo traerle el informe en menos de una hora.

- Lo espero en la base.

Abordamos un crucero de ataque para visitar Qil'Zana 7, donde estaría una bodega importante de D'Hua'Gan. A toda prisa, llegó Alexander con computadoras de mano y cristales con datos conteniendo los archivos acerca de las actividades de D'Hua'Gan. Algo perturbador que hallamos es que hubo algunos nombres de individuos que resultarían ser parientes de Gawron y Duras involucrados en el encubrimiento, aunque ya no contaban con tanta influencia. Deduje que así financiarían un golpe contra mí en un futuro previsible. Inesperadamente, fuimos atacados por una nave camuflada, así que Alexander y yo salimos hacia el puente de mando a investigar la situación. El capitán nos informó:

- ¡Su Majestad, chocamos con una mina oculta y la nave camuflada ha venido a rematarnos!

En su descuido, el timonel maniobraba alocadamente y el armero disparaba sin hacer blanco, así que yo mismo asumí el mando, ordenando:

- ¡Patrón evasivo Kappa 2!

Pero el timonel no me entendió. Rápidamente, identifiqué una versión Klingon de dicha maniobra, diciendo:

- ¡Patrón evasivo P'Jog-He!

Alexander siguió mi línea de pensamiento y agregó:

- Energía de reserva a impulsores.

Y ahora, dimos vueltas en espiral, hasta poder hallar un punto focal sobre el cual concentrar fuego de disruptores y torpedos cuánticos. Al ser éste un crucero grande, los daños serían mínimos mientras nos moviésemos impredeciblemente. Alexander me llamó hacia su consola:

- ¡Su Majestad, vea esto!

Pasé a mirar su pantalla y observé:

- El proyector de camuflaje es poderoso, pero no está debidamente calibrado para la nave que lo lleva.

- Por eso recurre a colocarse tras la estela de los motores de hiperimpulso de las otras naves.

Alexander y yo trazamos la trayectoria de la distorsión que se reflejaba y por fin hicimos blanco. Cuando la nave, ya incapacitada, se hizo visible, resultó que no era Klingon, sino Ferenguí. Ordené un rayo de tracción para abordarla, pero se autodestruyó. Los tripulantes nos vitorearon, y el capitán comentó, a manera de agradecimiento:

- Excelente maniobra, digna del sucesor de Kaeh'Less. Los derrotó en su propio juego. ¡Qa'plá,, Su Majestad!

Eso no aminoraba la frustración de perder a testigos materiales. Al llegar al planeta, los guardias de D'Hua'Gan nos recibieron nerviosos pero cordiales. Alexander mismo me acompañó, porque ya su informe estaba concluido. En una de las bodegas, improvisamos una audiencia, y mi hijo tomó la palabra:

- Su Majestad, distinguidos ciudadanos: tengo un informe que indica que el mercader D'Hua'Gan es realmente un contrabandista. Tras el armisticio con el Dominio, la Alianza Ferenguí trató de adoptar reformas democratizantes para darle trato más justo a sus ciudadanos, en especial, sus hembras, y lograr mayor respeto, ya no imponiéndose sobre competidores y socios por la fuerza o el soborno, ni explotando a sus ciudadanos ni a extranjeros para satisfacer la codicia que han consagrado en sus Reglas de Adquisición. Pero lejos de traer estabilidad o progreso, dichas medidas los precipitaron a una guerra civil. Un cambio tan radical en su filosofía de vida no iba a ser aceptada de buena gana, así que los Dai'mons que se empeñan en la manera antigua han tratado de darle golpes de estado a su Gran Negus una y otra vez. Lo que nos trae a nuestro conciudadano es que se ha vendido al mejor postor, cambiando de bando según su conveniencia, y no de acuerdo a una noción de justicia. Al menos, ha debido mantener manos afuera en el conflicto, pero aquí hay prueba inequívoca de que su proceder ha sido motivado por la codicia y el ansia de lucro.

Y manipulando los tableros, proyectó tablas, mapas siderales, manifiestos mal redactados o falsificados y demás evidencia que incriminaba a la casa de D'Hua'Gan y otras familias que se le asociaron en sus tratos nebulosos con los ferenguíes, en especial, los sectores donde se registraron ataques de naves camufladas para abrir paso a los contrabandos. Prosiguió:

- Para agravar sus ofensas, despojó a colonos pobres para abrirse paso hacia las rutas de comercio con los extranjeros, y acalló sus voces con violencia indebida.

- Gracias, Concejal. He escuchado suficiente. D'Hua'Gan, ¿tiene usted algo que alegar?

El acusado guardó silencio, mirando a su asesor legal, quien le cuchicheó algunos consejos legales, pero no le podía proveer una defensa sólida. La falta de evidencia documental resultó un arma de doble filo contra D'Hua'Gan mismo. Cuando volvió su vista hacia el estrado, pronuncié mi veredicto.

- Lo declaro culpable de traición al Imperio, y lo condeno a prisión. Ni siquiera es digno de morir. Con mucho pesar, debo declarar a su linaje como faltos de honor, y les confisco sus tierras.

El canciller Martok tomó la palabra, a través de la pantalla, desde el Concejo Supremo, que estaba en sesión observando el proceso.

- Declaro vacante su escaño en el Concejo.

Y ellos voltearon sus espaldas hacia D'Hua'Gan, y todos los aquí presentes hicimos lo mismo. Pero presentí algo y salí de mi mesa presidencial, y corrí hacia Alexander, a quien el hampón le apuntaba con una pistola disruptora. Tras sacar a mi hijo de la línea de fuego, el traidor se desquitó contra mí, alcanzándome en pleno pecho. Mientras agonizaba, saqué un pequeño "phaser" tipo I y lo puse en manos de mi amado hijo...

Bitácora suplemental Narrada por Alexander Rozhenko

...Reconocí el arma que mi padre, el Glorioso Emperador Worf, puso en mi mano. Recordaba muy bien cómo me adiestró en su uso dentro de las holocubiertas del Enterprise-D, así que hice un ajuste rápido, aumentando su rendimiento, y vaporicé a D'Hua'Gan. Inmediatamente, busqué otro blanco al cual disparar, pero al ver que sus secuaces, Klingons y Ferenguíes, ya estaban rodeados, se rindieron. Se notaba cuán deshonrados ya estaban. Lo único que me restaba era rugir para abrirle paso al espíritu del Emperador hacia la morada de nuestros ancestros. Todos me acompañaron, hasta los guardias que escoltaban a los prisioneros. Un traidor quiso rugir, pero su captor le propinó un culatazo, pero yo ordené que se le permitiera rugir también, aunque ya estaban fuera de mi vista. Cuando todos callamos, Martok, que tuvo que volver a mirar la situación, exclamó:

- ¡Qa'plá, Emperador Alexander Rozhenko! Hoy la justicia se ha cumplido.

Todos repitieron la aclamación del canciller, pero yo solo miraba el cadáver de mi padre, con su pecho incinerado, y sentía su sangre mojar mi ropa. Yo seguí rugiendo y llorando, y no hubo quién me alejara de su lado hasta que fue necesario la preparación del cuerpo. Entonces, me retiré al Palacio Imperial, donde un oficial de comunicaciones me esperaba con un mensaje importante:

- Mensaje con prioridad para Su Majestad del Comando de la AstroFlota.

- Para mí, ¿tan pronto?

- Pido disculpas, pero no. Para el Emperador Worf, pero dirigido según su rango de Comandante.

- Yo lo atenderé, Señor...

- Ka'Zarg, Su Majestad. Canal abierto.

- Este es el Alexander Rozhenko, sucesor al Trono de Quo'noS. ¿Cuál es el propósito de esta llamada?

- Esta es la Almirante Kathryn Janeway, Señor. Permítame hablar con el Comandante Worf.

Percibí desafío, tal vez arrogancia, en su tono. Como Klingon, la respeté, pero como humano acongojado, la resentí.

- Su Majestad Imperial ha muerto.

- ¿Cómo fue que pasó?

- Un traidor lo asesinó mientras era sometido a juicio. Almirante, aún no ha contestado a mi pregunta.

- Lo siento, Príncipe Rozhenko. El propósito de mi llamada era originalmente el dar una reprimenda a su padre por violar el Mandato Principal... ¡Oh, Dios!

Al mismo tiempo, un documento de apariencia oficial aparecía en un PADD sobre el escritorio, un pliego acusatorio por su "flagrante violación al Mandato Principal" al aceptar un puesto en un gobierno alienígeno. Nunca sabré con certeza, pero la Almirante Janeway se veía triste y avergonzada, porque esquivó su mirada de la pantalla por un momento.

- ¿Hay algún problema con su señal, Almirante?

- ¡Oh, lo siento! Quiero decir, lamento mucho su pérdida de su padre, perdón, Su Emperador... Perdone si le pregunto, ¿Cuál fue su desempeño?

- En verdad, fue el mejor Emperador. Yo diría que sobrepasó al mismo Kaeh'Less, al menos, ante los humildes ojos de su hijo...

- ¿Hay algo que yo pueda hacer?

- Puede usted avisar a sus camaradas de la AstroFlota a bordo del Enterprise o de otros puestos donde el Comandante haya servido, que el funeral se llevará a cabo en 48 horas.

- Así lo haré. Janeway fuera.

Cerré el canal y borré el documento de la computadora. Después de eso, tomé un baño para poder presentarme ante los sastres y artesanos que me esperaban para medirme las vestiduras regias.

El Enterprise vino, trayendo a los Capitanes Picard y Riker, los comandantes LaForge y Troi, casi una segunda madre para mí, los doctores Crusher y Bashir, acompañado por Ezri Dax, quien lloró mucho, porque su simbiota Dax estuvo en el cuerpo de Jadzía, quien estuvo casada con mi padre hasta su muerte durante una batalla contra el Dominio. También estuvo el Contramaestre Miles O'Brien, acompañado por su esposa Keiko, y sus hijos, Molly, a quien mi padre ayudó a traer al mundo, y el varoncito Hiroshi. También vinieron la Coronel Kira Nerys y Odo, el congéner del Dominio que fue instrumental en la victoria de nuestra alianza, muy a pesar suyo, además del Viceministro de Asuntos Exteriores de la Unión Cardasia, Elim Garak. El Teniente Nog vino, pero no era prudente que se le viera en la ceremonia, así que la observó por un monitor en el camarote de su nave. Hubo más rugidos y gritos de "Qa'plá", y los extranjeros los repetían mientras las lágrimas se los permitieran.

Tras la ceremonia, me puse a trabajar para continuar la obra de mi padre y el Emperador que nos antecedió: mantener a la nación Klingon unida en la observancia del honor.

Mi primer asunto sería convocar a G'vec, primo de Gawron y a un tutor del hijo de B'Etor, la hermana de Duras, a quien afiliaron a otra casa. Me miraron, y luego se miraron, con suspicacia, y entonces, les pregunté:

- ¿Qué desean?

Este es un saludo tan cortés como un Klingon suele serlo. Pero la pregunta velada era: "¿Todavía conspiran contra el Emperador?"

- ¡Deseamos la Gloria para el Imperio...!

Una respuesta de libro.

Les seguí mirando con tanta fiereza como pude, aunque me reía por dentro. Entonces les pregunté de nuevo, sin convencerme de su sinceridad:

- ¿Qué desean?

Así les di a entender que esperaba una traición de su parte.

G'Vec contestó:

- Su padre Worf ya no era uno de los nuestros, pero el Emperador había visto honor en él. Yo también lo veo en él y en usted, Su Majestad. No merecía morir así...