El Verano De La Mujer Infiel

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Dany recibe un video con su mujer follando con otro.
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Acababa de acostarme tras una rápida ducha, cuando el móvil emitió un bip-bip de aviso. Había llegado un mensaje. Miré la hora en el reloj de la mesilla. Las tres de la mañana, las dos en Egipto. Era imposible que se tratara de Laura, que ya estaría durmiendo. Así que hice caso omiso y me dispuse a dormir.

Pero dos nuevos bip-bip sonaron casi seguidos. Alguien tenía prisa.

Encendí la lamparita de noche y desbloqueé el teléfono. En efecto, había tres mensajes de wasap pendientes de leer. Abrí la app y me quedé petrificado. Los mensajes habían llegado de un remitente desconocido y eran de lo más extraño.

DESCONOCIDO: Oye, tío.

DESCONOCIDO: Estás despierto?

DESCONOCIDO: Responde, joder.

Me lo pensé un segundo. Quizá el imbécil que me estaba jodiendo el sueño se había equivocado de número. De todas formas, si no hacía algo, tal vez siguiera enviando mensajes y no me dejaría en paz.

Lo sopesé y decidí quitarle el sonido al móvil. Era la única forma de que dejara de molestar. En ello estaba cuando llegó un cuarto mensaje. La piel de los brazos se me erizó al leerlo.

DESCONOCIDO: Oye, Dany, me oyes o qué?

¡Joder...! Quien fuera que me escribía no se había equivocado. Conocía mi nombre. Cambié de estrategia y le envié una pregunta con mala leche.

DANY: Quién coño eres?

La respuesta no se hizo esperar.

DESCONOCIDO: Soy un amigo.

«Un amigo por los cojo...», me dije, pero preferí no transcribir mis pensamientos.

DANY: Dime tu nombre, mis amigos no aparecen como "desconocidos" en los mensajes.

DESCONOCIDO: Mi nombre da igual. Yo solo quiero advertirte.

¿Advertirme? No sabía quién sería el imbécil, ni qué querría, pero las manos empezaron a temblarme por la aprensión.

Mi siguiente mensaje fue menos agresivo.

DANY: Advertirme de qué?

Su respuesta fue inmediata.

DESCONOCIDO: De lo que está haciendo tu mujer, Laura. No sé cómo eres tan confiado. Quizá te gusta ser un cornudo, pero yo tengo que decírtelo.

Un aguijón de miedo surgió en mi estómago e iba creciendo hasta el punto del pánico. En la misma frase, aquel que decía ser mi amigo había incluido las palabras «Laura» y «cornudo» a corta distancia entre ellas.

La máquina que gestionaba mi sentido de los celos, como no podía ser de otra manera, se puso en marcha.

DANY: Qué coños dices?

Tragaba saliva sin parar. Y no sabía si quería saber lo que estaba por venir.

DESCONOCIDO: Mira, no tengo mucho tiempo. Te lo resumo rápido. Has hecho el gilipollas por dejar a tu mujer irse sin ti a Egipto. Hay alguien que en estos momentos se la está follando. Y ella grita como una cerda. Eres un cornudo, eso está claro. Aunque, si me dices que ya sabes todo esto, me callo y te dejo en paz. Hay tíos a los que les gusta que a su mujer se la tiren otros.

Tuve que correr hacia el baño y llegué al inodoro a tiempo para que la primera bocanada de vómito no cayera fuera. El resto de lo que había tomado aquella noche le siguió.

Cuando envié mi siguiente mensaje habían pasado cinco minutos.

DANY: Eso es falso.

No hubo respuesta. Esperé un minuto e insistí.

DANY: Sigues ahí?

Otro minuto. Pero esta vez sí hubo respuesta.

DESCONOCIDO: Puedo probarlo.

DANY: Qué? Cómo?

DESCONOCIDO: Ahora no. Espera a mañana. Te vas a divertir mucho con lo que te envíe. Ahora me voy a dormir. Que sueñes con los angelitos.

DANY: No, joder, no!!! Envíame lo que sea ahora mismo!!! Te lo exijo!!! Hijo de puta!!!!

Pero el móvil quedó en silencio y así permaneció durante el resto de la noche.

*

Por la mañana me levanté tarde. No había pegado ojo en toda la madrugada y al amanecer entré en un duermevela con sueños horribles. Lo primero que hice al despertar fue revisar el móvil. Nada. Ningún mensaje de «desconocido» había entrado desde el último que me había enviado a las tres y treinta y cinco.

Al entrar en la cocina vestido con mi ropa de running, me crucé con Tamara que faenaba con la cafetera.

--Buenos días --dije a media voz.

--Uy... querido... --replicó mi cuñada--. Una mala noche, ¿no?

--Tanto se me nota...

--Totalmente... ¿Un café?

--Bien cargado, por favor.

Sirvió dos tazas de un líquido oscuro y humeante que me olió a gloria. El primer trago, sin azúcar ni edulcorantes extraños, pareció calentar mi espíritu.

--¿Qué sabes de Laura? --preguntó Tamara echando leche a su taza.

Quise adivinar un deje de guasa en su pregunta, aunque me dije que era una estupidez, fruto de mi congoja.

--No mucho. Lo último que supe es que habían llegado bien a El Cairo.

--Espero que no se haya enamorado de un egipcio morenazo y cachas... --bromeó--. De todas formas, si se enamora, que lo traiga y ya nos encargamos algunas de darle mimos.

Ahora sí que intuí una expresión de burla consciente. ¿Sabría algo ella de los mensajes de «desconocido»? Era una estupidez creer algo así, pero al fin y al cabo, ¿qué sabía yo de aquel tipo? ¿O «tipa»? Puestos a sospechar, podía sospechar de cualquiera. Al menos, de cualquiera que supiera quién éramos Laura y yo mismo, y que estuviera al corriente de que mi mujer estaba de viaje por Egipto sin mí.

No supe cómo responder a la chanza que había iniciado Tamara, así que me mordí la lengua. De todas formas, la tensión se rompió al entrar Teo en la cocina, que se disponía a salir para Sevilla a trabajar durante la semana.

--Buenos días, familia...

--Mira --replicó Tamara--, uno que ha dormido bien...

*

Aproveché la interrupción para escabullirme de la casa y comencé mi carrera de diez kilómetros diaria. Quizá al correr recobrara la calma.

Por otro lado, me moría de ganas de hablar con Laura. Necesitaba al menos compartir con ella lo que el desconocido del wasap me había dicho, robándome la paz. No obstante, reprimí el deseo de llamarla. Tal vez ella lo hiciera en algún momento de la mañana. Me parecía que hacía una eternidad que no hablábamos, aunque solo hubieran pasado unas pocas horas desde que la despidiera en el aeropuerto. Tal vez ella sentía lo mismo y diera el primer paso. Eso haría las cosas más fáciles.

Acababa de sentarme junto a la fuente donde solía hacer una parada técnica, cuando mi móvil dio aviso de llamada. Casi me vuelvo loco de contento al ver que era la foto de Laura la que aparecía en la pantalla.

--Hola, cariño... ¿Qué tal el viaje? --saludé.

--Genial... todo muy bien... Estamos camino de Luxor, por eso te llamo ahora. Después nos han dicho que será más difícil tener cobertura.

Nos hicimos las preguntas de turno durante varios minutos --qué tal el vuelo, el vuelo bien, cómo está el tiempo, algo nublado pero aceptable, etcétera-- y entonces se produjo un silencio. Tenía que aprovechar para comentarle los mensajes de la noche anterior, pero no me atrevía.

--Bueno... --empezó una despedida--. Si ves que no te llamo o no te mando ningún mensaje, tranquilo... En cuanto pueda, te voy contando, vale?

--Espera... --la corté.

--Dime...

--Es que... --no sabía cómo empezar--. Anoche recibí unos mensajes muy extraños y quería comentártelo.

--Me estás preocupando... ¿Qué mensajes? ¿Qué decían?

Me costaba leer por su tono de voz si le sorprendía lo que le estaba explicando o si solo fingía. Pero no quise retrasar más el momento y fui al grano.

--Mejor te los paso y los lees. Aquí van.

Hice un par de capturas de pantalla y se las envié. Laura las leyó en silencio y luego me preguntó:

--¿Quién coños es este tío...? --dijo con voz ahogada.

--Ni idea... Ya ves que es un desconocido.

--Será hijo de... --iba a lanzar un taco, pero se contuvo--. ¡Espera...!

Su tono había cambiado, de pronto se había echado a reír.

--¿Qué...? --me extrañó su comportamiento.

--Joder, casi me lo trago... Esto es una broma... Serán cabrones...

--¿Una... broma...? --no sabía muy bien si aceptar lo que decía...

--Claro, bobito... ¿Quién sabe que nos hemos venido los tres a Egipto... sin ti? ¡Pues mis hermanas y mis cuñados...! ¿Y quién sabe que te consumen los celos cuando no me ves cerca? Pues los mismos... ¡Serán cabrones! Menuda vacilada...

--¿Quieres decir...?

--¡Pues claro! --no paraba de reír--. Seguro que alguno de ellos, incluso todos, se han decidido a gastarte una broma y tú has picado como un bobo... jajaja.

Recordé la expresión de sorna y los comentarios de Tamara en la cocina poco antes. ¿Sería justamente por eso? Seguro, la muy zorra....

Esbocé una sonrisa de alivio. Laura llevaba razón. Aquello era una tomadura de pelo. Quizá de Tamara o, por qué no, de la misma Sonia. Más bien de las dos. De Ana no lo creía. ¿Estarían sus maridos metidos en ella? Casi seguro. Los muy cerdos se estarían partiendo de risa a mis espaldas y a mi costa. ¡Serían gilipollas...!

Y también me eché a reír.

--Bueno, me hacen señas de que tengo que colgar --dijo Laura--. Llegamos a Luxor. Ya te voy contando, ¿vale?

--Vale, cariño...

--Te quiero... --respondió ella--. ¡Y averigua quien es el que te ha mandado los mensajes que se va a enterar en cuanto vuelva!

El resto de la mañana la pasé en calma. ¿Cómo podía haber picado como un tonto? En fin, como pillara al muy cretino --o cretina-- le iba a dar yo para el pelo. Menuda broma pesada. Al menos, hablar con Laura me había iluminado sobre la verdadera naturaleza de los mensajes y podía estar completamente tranquilo.

Iluso de mí. En ese momento no podía imaginar lo equivocado que estaba.

*

Sobre las once de la noche, mientras leía las noticias del móvil en la soledad de mi cuarto, llegó la segunda parte de los mensajes de «desconocido». La bofetada en este caso fue mayor y dolió el doble.

Como la noche anterior, llegó por wasap.

DESCONOCIDO: Hola, Dany.

Me temblaban las manos cuando respondí.

DANY: Ya basta de bromas, no estoy para jueguecitos. Así que dime quién eres o vete a la mierda.

Pero mi extraño «amigo» hizo caso omiso de mi orden y entró a saco.

DESCONOCIDO: No querías pruebas?

DANY: Qué?

DESCONOCIDO: Pues aquí van las pruebas.

DESCONOCIDO: --Enviando archivo--

Y «desconocido» salió de línea dejándome un vídeo de unos tres minutos. Lo miré y remiré sin atreverme a reproducirlo. La imagen en la pantalla era borrosa, mientras no le diera al play no conocería su contenido.

Mientras reflexionaba sobre si debía reproducirlo o simplemente borrarlo, imaginé de todo. Desde una escena pornográfica asquerosa hasta uno de esos vídeos idiotas de un grupo de personas gritando «¡inocente!» y riendo a carcajadas por la cara de idiota que sabían que estabas poniendo en ese momento.

Me incliné por la segunda opción. Más que nada porque era lo que deseaba. E igualmente imaginé a Tamara, Sonia y sus maridos como los bromistas sonrientes.

No podía imaginar lo equivocado que estaba.

Había pasado casi una hora desde que llegara el video cuando me decidí a pulsar el botón de play. Y la sangre se me congeló en las venas.

Si la declaración de «desconocido» la noche anterior había sido una broma pesada, no había palabras para describir lo que suponía aquella grabación. Aunque la definición más cercana podría ser: «la mayor hijaputada que me habían enviado en la vida».

*

Lo primero en lo que me fijé fue en el culo de la mujer que aparecía en primer plano, aunque el hombre que la follaba por detrás se hallaba más cerca del espectador que la propia mujer. La polla del tipo era imponente y salía y entraba de aquella cueva de labios rojos e hinchados rezumando fluidos blancuzcos que a todas luces eran humedades vaginales.

--¡Joder, fóllame, fóllame...! --gritaba la mujer.

--Vale, ya te follo... pero es que eres insaciable, pedazo de puta... --replicaba el hombre.

La melena de la mujer era idéntica a la de Laura. Tanto por color como por corte y largura. El cuerpo podía ser similar, pero por la postura no podía asegurarse. Las voces de los dos amantes, sin embargo, estaban distorsionadas por algún medio electrónico y eran imposibles de identificar.

Me fijé en el entorno, mientras el hombre y la mujer seguían soltando obscenidades por la boca, ella pidiendo más y él llamándola zorra y beldades semejantes. Y quejándose de que no había forma de saciarle su coño de guarra.

Parecía tratarse de una habitación de hotel. La imagen mostraba la cama donde la mujer se encontraba a cuatro patas, mientras el hombre, de pie en el suelo y con solo la camisa por encima, la follaba sin descanso.

--¿Quieres más fuerte...? --preguntaba la voz masculina.

--Joder... --gemía la zorra--. Pues claro que quiero... Eres un flojo, tío... si no me follas más duro no voy a correrme en toda la tarde...

Al fondo se veía una mesa típica de hotel, sobre la que descansaba una televisión de tubo. Quedaba claro que se trataba de un hostal cutre y barato.

Pasados unos instantes, la mujer comenzaba a temblar. Los muslos se le estaban descontrolando y se movían a su aire.

--Joder... --decía ella--. Ahora sí que me corro... no pares... que me voy... que me voy...

--Jajaja... --rió el tipejo--. ¿No decías que no te corrías...? ¡Pues toma rabo, guarra...! --Y comenzó a embestir con más fuerza.

--Así... así... --pedía ella--. Pero si tú también te corres no se te ocurra echármelo dentro porque te juro que te mato.

--Tranqui, putita, que te pienso llenar el culo de leche, pero por fuera.

Y en ese momento sucedió. La mujer giró la cabeza hacia la cámara, como si se tratara de un gesto preparado. Evité el parpadeo de mis ojos para no perder detalle. Observaba el movimiento como a cámara lenta, más aún, fotograma a fotograma. Solo en ese instante podría saber si, como temía, la zorra era mi querida Laura.

Pero no contaba con la mala baba de los autores del video. Una mancha apareció sobre la cara de la mujer de forma repentina. Su rostro había sido difuminado y no había forma de reconocerla.

Mientras la zorra se corría, bajó la cabeza y la apoyó en la cama, su rostro siempre girado hacia la cámara. Y su bonito pelo, idéntico al de Laura, se movía libre con cada espasmo de la mujer.

--Joder... tío... dame... dame... no pares... así... ooohhh... coño... me estoy corrieeenndooo... dame... dame... aaahhh... aaahhh...

Fue en ese momento cuando la cámara se movió hacia la izquierda y abrió el plano, dejando claro algo que hasta ese momento no podía adivinarse: había una tercera persona en la escena, la que realizaba la grabación. Hasta ese momento había parecido que el móvil que grababa estaba sobre un soporte. Ahora se veía que no.

Cuando el plano empezaba a abrirse ad infinitum, mostrando detalles del entorno, el video llegó a su fin, convirtiéndose en una imagen borrosa y dejándome una sensación de pánico que me paralizaba.

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