El Viaje de Negocios

Historia Información
Cómo un complicado viaje de negocios termina en una relación.
9.2k palabras
4.5
4.4k
0
Compartir este Historia

Tamaño de fuente

Tamaño de Fuente Predeterminado

Espaciado de fuentes

Espaciado de Fuente Predeterminado

Cara de fuente

Cara de Fuente Predeterminada

Tema de Lectura

Tema Predeterminado (Blanco)
Necesitas Iniciar sesión o Registrarse para que su personalización se guarde en su perfil de Literotica.
BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí

Aterrizamos en Panamá en la noche del miércoles. Nos habían enviado a discutir con los chinos la venta de la empresa donde yo trabajaba. Por supuesto que era un proyecto secreto y nadie sabía nada, eran las primeras reuniones exploratorias y veníamos a comparar nuestros números con los de los chinos que eran los únicos interesados.

En principio veníamos más gente a Panamá, pero al final y con el propósito de no levantar mayor revuelo, sólo nos mandaron a ti y a mi. Una tremenda responsabilidad, pero también una muestra de confianza en nuestras habilidades.

Nos llevábamos muy bien, complementándonos en muchas cosas. Tu búsqueda de la precisión, tu carácter calculador. Yo ingeniero, buscador de las tendencias, aproximado.

Llegamos al mismo hotel donde se harían las conversaciones, lo que nos ahorraba traslados. Tomamos dos habitaciones separadas, pero con una puerta de por medio, que de ser necesario podíamos abrir si necesitábamos trabajar juntos. Como era tarde en la noche y las reuniones empezarían a las 8:30 am, nos fuimos a acostar apenas llegar.

1er. día

Luego de bañarme y arreglarme, te llamé por la puerta de comunicaciones. Eran las 8:00 am y teníamos solo media hora para desayunar.

-Buenos días Ana María- dije a través de la puerta.

-Buenos días Daniel- me dijiste abriendo la puerta sonriendo --Ya estoy casi lista. Pasa un segundo-

Estabas muy sobria y elegante, un traje muy serio de "ejecutiva" y llevabas falda, cosa que era poco frecuente en la oficina.

Dándome la espalda te dirigiste al baño y no pude menos que admirar tu caminar. En la oficina te veía todos los días, pero aquí estabas... distinta.

-Mmmm, será mejor que me concentre en la reunión- pensé, así que empecé a revisar mentalmente nuestra presentación.

Luego de desayunar, no con mucha hambre pues ambos estábamos un poco nerviosos, nos dirigimos con las computadores, los maletines, etc. a la sala de reuniones, donde nos esperaban ya los chinos. A dos de ellos ya los conocíamos pues habían estado en nuestras oficinas recogiendo información. Había un jefe mayor, pero no estaba presente, me imagino que lo guardaban para las discusiones más tarde.

La mañana transcurrió sin ningún contratiempo, aparte de la dificultad de entender el inglés de los chinos, que era... vaya, no hay forma de decirlo elegantemente, ¡una mierda!. Me imagino que ellos pensarían lo mismo de nosotros.

El caso es que al poco rato nos acostumbramos y empezamos a entendernos un poco mejor. Hicimos la presentación que llevábamos preparado en Nuestras oficinas, tal como habíamos acordado, a dos voces, una parte yo y la otra tú. Luego las preguntas.

Después nos fuimos a almorzar, durante el cual me aburrí mucho. Si por lo menos me hubiese podido sentar a tu lado, seguro que hubiese sido más agradable.

La bomba estalló en la tarde. ¡Los números de ellos eran tan distintos a los nuestros!

No hallábamos qué decir. Nos mirábamos y tratábamos de entender, pero ellos seguían y seguían presentando cosas. Finalmente a eso de las seis de la tarde nos pudimos retirar a la habitación a pensar.

Una vez cerrada la puerta tiré todo sobre la mesa y me senté agotado en el sofá.

-¿Coño Ana, tienes idea qué pasó?- te pregunté.

-La verdad es que no. Pero tenemos que averiguarlo. ¿Llamamos a nuestras oficinas?-

-No, no vale la pena. Los que más saben de estos números somos tu y yo. Así que creo que nos sale una larga noche de trabajo-

-Si, eso me temo. Déjame refrescarme un poco y empezamos... ¿en media hora? ¿O prefieres cenar algo primero?-

-No, vamos a darle y en algún momento pedimos algo para comer aquí en la habitación- respondí, yéndome a mi habitación a través de la puerta común que ahora permanecería abierta.

Eran las 11:30 de la noche y no habíamos encontrado nada, aparte de que los sandwiches del hotel eran excelentes. Por más que repasábamos los números de los chinos y los nuestros, no encontrábamos cuál era la causa de las diferencias. No teníamos el modelo de ellos en Excel, sino en .pdf por lo que tuvimos que introducirlos a mano. Tu me dictabas y yo los metía, luego yo te los repetía y tu confirmabas que eran los correctos. Pero por supuesto, no teníamos las ecuaciones y teníamos que deducirlas.

A veces trabajábamos juntos en la misma computadora, tú explicándome algo a mi o yo a ti. Otras veces cada uno por su lado. O caminábamos de un lado al otro hablando o pensando. Pero la solución seguía elusiva.

Estábamos a punto de colapsar. Tenías los ojos chiquitos del cansancio. De pronto pensé en los bellos que eran normalmente y que ahora, con el cansancio, no lo parecían tanto. Entonces me dijiste que te ibas a recostar un rato y que lo harías en esta misma cama, para que no me olvidara de despertarte en una hora. Inmediatamente te respondí que no te preocuparas. Yo estaba persiguiendo una idea que no se terminaba de materializar. Así que me levanté y fui al baño a hacer pipí y lavarme la cara.

Al regresar, ya estabas dormida. Simplemente te habías echado vestida sobre la cama y allí yacías pacíficamente, sin arroparte ni nada. Seguías con la falda y la blusa elegante que tenías durante la reunión, sólo que sin la chaqueta, y a pesar del cansancio estabas bella, por lo que me quedé mirándote mientras dormías. De pronto recordé que tenía trabajo que hacer y volví sobre los números.

Más tarde, mientras repasaba el cálculo de las tasas de interés, oí como te agitabas en sueños, inquieta. Al mirarte vi que con los movimientos, la falda se te había subido un poco y dejaba ver algo de muslo. Traté de concentrarme de nuevo en los números pero no pude. Los ojos se me iban tras ese pequeño pedazo adicional de piel.

No era mucho, quizás una cuarta mas allá de la rodilla, pero no hay nada que le agrade más a un hombre que un picón, una mirada bajo la falda de una mujer. Y además, ésta no era cualquier mujer, era una mujer bonita, de buen cuerpo, bella cara y... bellas piernas.

-Bueno, si quiero trabajar, debo hacer algún sacrificio- pensé.

Me levanté y acercándome a la cama, con mucho cuidado tomé la sábana y después de echarte una última mirada, suspiré y te tapé las piernas.

Luego me senté a perseguir la corazonada y después de 30 minutos de búsqueda encontré el hilo que me permitiría salir del laberinto en que nos hallábamos metidos. Nosotros teníamos en el modelo una inflación de 3% mensual y como eso es una cosa inconcebible para los chinos, alguien decidió colocar 3% anual, probablemente considerando que en la cifra original había un error. Cuando me di cuenta del problema, sentí una gran alegría y pensé en despertarte, pero viendo cómo dormías apaciblemente, me pareció criminal y decidí hacer el resto del trabajo solo. Lo terminé a las 4:30 am, con presentación comparativa, explicaciones, todo.

Muerto de cansancio, no se me ocurrió irme a mi cuarto, sino que simplemente me dejé caer vestido a tu lado en la cama, puse el despertador a las 7 am y me dormí.

2do. día

De pronto oí tu voz que me despertaba delicadamente: -Despierta Daniel, es hora de levantarte-

Debía ser muy tarde porque ya había mucha luz en el cuarto.

Me dijiste que eran sólo las 7:30 am, aunque parecían las 10 de la mañana. No había dormido sino 3 horas, pero me sentía eufórico así que salí corriendo a bañarme y acomodarme. No me di cuenta que estaba en tu cuarto y en tu baño hasta que estuve en la ducha.

-¡Ay! perdóname Ana María, grité desde la ducha, -¡no me di cuenta de que estaba en tu baño!-

-No te preocupes- dijiste desde la puerta -¿qué necesitas?-

-Uhhh todo, pero puedes empezar por traerme el cepillo de dientes y la ropa?-

-Claro, no te preocupes-

Un momento después te oí entrando al baño. Me sentí un poco extraño desnudo en la ducha mientras tu estabas en el baño. La ducha tenía un vidrio y estaba empañado, pero no sabía cuánto se vería a través, así que le di la espalda al vidrio porsia. Tu dejaste mi ropa colgada en el baño y saliste de nuevo.

Cuando salí vestido y acomodado, estabas sentada en la mesa, revisando los números en tu computadora, en el mismo punto que estabas antes de dormirte y pensando yo que no había encontrado nada. Estabas de espaldas y no me viste entrar, pero de alguna forma me sentiste y te volteaste inmediatamente.

-Me encanta tu perfume- dijiste -¿cómo se llama?-

-Uhh. Es algo de... ¿Givencci?. Uh... no sé, no recuerdo-

-Un regalo, supongo- dijiste con una mirada que no entendí. Luego cambiaste de tema: -¿Por fin?, ¿No me vas a contar lo que hiciste anoche?-

-Muy bien, pero ¿No te importa si te lo cuento durante el desayuno?. Me estoy muriendo de hambre- respondí tomándote del brazo para acompañarte a la salida. Realmente no sé de dónde me salió ese gesto de tomarte del brazo. Muy caballeroso y todo, pero no era habitual entre nosotros. Pero tu aceptaste mi mano y yo me sentí muy bien haciéndolo y que te dejaras conducir a la puerta.

La día fue un arco iris de emociones. Empezamos con una de enojo e incredulidad de parte de los chinos, cuando les informamos que íbamos a revisar su modelo de nuevo. Luego pasaron a la sorpresa al demostrarles su error y finalmente a la vergüenza por el mismo. Si hubiesen tenido una espada, algunos de ellos se hubiesen hecho el harakiri allí mismo.

Finalmente, luego de 6 largas horas, aceptaron todas nuestras condiciones y propuestas. Un gran éxito.

Salimos de la sala de reuniones como a las 4 pm con gran seriedad, despidiéndonos hasta las 7 pm, hora en la que habría una cena de celebración y despedida por el acuerdo.

Subimos a las habitaciones casi sin hablar, sintiendo como las miradas de los pobres tipos nos traspasaban la espalda. En el ascensor ya solos, intercambiamos miradas cómplices, mientras que empezábamos a sonreír, esperando la privacidad de los cuartos para dar rienda suelta a nuestra alegría.

Abriste la puerta de su habitación y me dejaste entrar primero, para luego cerrarla a mis espaldas. Yo dejé caer los papeles y la PC en el sofá y me volví. Ni siquiera llegaste al sofá, simplemente pusiste las cosas en suelo y me abrazaste riendo a carcajadas.

-Los derrotamos, lo hicimos, jajajaja- decías, mientras me abrazabas, tu cara pegada a la mía.

Yo igualmente reía sin parar, agarrándote por la cintura, levantándote y dando vueltas juntos.

Sin embargo, al comenzar a marearme, te deposité de nuevo en el suelo y separando mi cara de la tuya, te miré a los ojos y te estampé un beso.

El beso cayó muy cerca de tu boca, ya que tu ibas a hacer lo mismo. Sentí la comisura de tus labios al lado de los míos y un corrientazo corrió por mi espalda.

De pronto fui consciente de su cuerpo, tus senos apretados contra mi pecho; tus caderas; tus muslos contra los míos. Mis piernas separadas para mantener el equilibrio y ligeramente entre las tuyas, como cuando se baila tango.

Después de unos segundos, interrumpí el beso y las risas y viéndote a los ojos, te dije:

-Felicitaciones-

-Felicitaciones a tí, coño- respondiste sin dejar de mirarme también a los ojos.

Seguimos abrazados, pero después de unos segundos en silencio, se rompió el hechizo y te separaste de mi. Luego, bajando la mirada evitando mis ojos, y arreglándote la falda y la blusa, te sentaste en el sofá.

De pronto, como un martillazo el cansancio se apoderó de mi.

-Te ves cansado- me dijiste -¿no querrás acostarte un rato antes de la cena?-

-Mmm, creo que realmente es mejor. Si no voy a quedarme dormido en el hombro de Mr. Chang, refiriéndome al jefe de la delegación china-

-Se llama Chung, no te equivoques que sería como echarle sal a la herida, y se vas a quedarte dormido en algún hombro, procura que sea el mío- dijiste, desviando otra vez la mirada, sorprendida por lo que habías dicho.

No quise pensar en lo agradable que sería eso, preferí deslizarme en el lecho y descansar. Así que, sin más pensar, fui derecho a tu cama, me quité los zapatos y me acosté. Un segundo después me dormí soñando en que me reposaba en tu hombro.

La cena fue quizás más horrible que los dos días de reunión. En ésta teníamos un tema común de conversación, pero ahora no. Luego de hablar sobre el tiempo y otras generalidades así, nos quedamos sin temas. Tú hacías el mejor esfuerzo posible, pero la verdad es que los chinos no se sentían muy animados. Chung, el jefe era el que más participaba, pero el resto, lo único que hacían era responder políticamente con una sonrisa y uno o dos monosílabos. Tú, que estabas bellísima por cierto, te multiplicabas en tus esfuerzos por ser amable y conversadora, pero al final te cansaste también y gran parte de la cena no fue sino comer en silencio, esperando que se acabase lo más pronto posible.

Finalmente la tortura terminó y nos despedimos de nuestros anfitriones. Salimos del restaurante como a las 9 de la noche, ufff, hora y media de nuestras vidas perdidas miserablemente.

Te tomé del brazo mientras caminábamos, sin saber que hacer tan temprano. No quería que nos fuéramos a dormir, ahora que estábamos solos los dos y sin ninguna presión de trabajo. Como por arte de magia, frente a nosotros apareció el anuncio de la discoteca del hotel, anunciando la "Noche Mexicana". Vaya, me pareció buena idea y deteniéndome delante del cartel le pregunté:

-¿Entramos?-

-Bueno- contestó con una hermosa sonrisa en la cara.

El mesonero nos condujo por la discoteca a una pequeña mesa a un lado de la pista de baile. No había casi nadie, una pareja sentada en la barra y nosotros. El espectáculo estaba anunciado para las 10 pm y eran sólo las 9 pm, por lo que era natural la poca asistencia.

-¿Qué quieres tomar?-

-Siendo una noche mexicana, lo lógico es que tome una Margarita-

-Jajaja. Ciertamente. Yo sin embargo me voy por un Gin Fizz-

La música sonaba suave y se podía conversar con tranquilidad. Hablamos de muchas cosas, me contaste de tu niño, de tu abuela Dolores, de tu hermano, de tu mamá.

A la primera margarita siguió una segunda y luego otra mas, mientras el local se iba llenando de gente y la pista de baile comenzó a animarse.

Nos levantamos a bailar, estaban tocando un merengue. Había otras parejas en la pista, por lo que no me sentía tan incómodo. No soy buen bailarín y no estaba muy seguro cómo me iría, pero resulta que eres muy buena pareja, es decir, en seguida te acoplaste a mi rudimentaria forma de bailar y enseguida se me quitó la angustia de que fuera a pisarte. Yo que me he encontrado con mujeres que quieren imponer su forma de bailar y eso resultaba siempre en desastre para mi, pues yo solo sé una forma. Tu, en cambio, seguiste perfectamente mis movimientos y pronto pude poner mis piernas en "automático" y dejar de preocuparme por el siguiente paso. El caso es que bailamos 4 o 5 piezas seguidas, llegando a practicar algunas piruetas (bueno, para mi una pirueta es cualquier cosa que sea distinto a tener la pareja agarrada y girar con la música).

Finalmente, nos sentamos de nuevo cuando pusieron una música disco o algo que ya no supe por dónde entrarle.

Al regresar a la mesa, quisiste ir al tocador y me quedé solo un rato mirando a mi alrededor. Cuando regresaste, noté algo extraño en ti, caminabas despacio, sonriéndome desde lejos y mirándome a los ojos. Pero además, había un aura, un no-se-qué, que me dejó sin habla ¿sex-appeal?. Me levanté del asiento a recibirte. No sé qué pasó en el baño, o si los tragos se me habían subido a la cabeza, pero estabas más bella que nunca.

-Hola- dije y se me quebró la voz ligeramente la decirlo. Me sentí como un adolescente en su primera cita.

-Espero no haberme tardado mucho-

-No, para nada- respondí mientras te se sentabas de nuevo a mi lado. Al hacerlo, descubrí una de las cosas que me habían hipnotizado en tu regreso, la falda. Al sentarte, tu pierna izquierda quedó casi por completo descubierta. Noté que la falda tenía una serie de botones y ahora había menos de ellos cerrados. ¿Estaría siempre así antes?- pensé --nooo, me hubiese dado cuenta. ¿Se te habrá olvidado abotonarla de nuevo?, ¿le digo? No, mejor lo dejamos así. Me gusta más de esa forma.

Mientras, la "Noche Mexicana" había dado comienzo formalmente. En la tarima se presentaba un conjunto de músicos que tocaban algo horrible que parecía una mezcla de música country americana, con mariachis. Aparte de lo "desagradable" de la música, el volumen era demasiado alto para poder seguir conversando contigo, por lo que no nos quedó más remedio que oírlos, intercambiando al oído sólo algunos comentarios divertidos sobre los músicos y en general sobre la gente que nos rodeaba.

Finalmente terminaron los mariachis y empezó una música más suave.

-Vamos a bailar- me dijiste. Al verte la cara, noté que estabas como seria y no entendí nada, pero igual, yo también quería bailar y allá nos fuimos, junto con varias parejas más.

Al llegar a la pista, en vez de ofrecerme la mano, me pasaste tus brazos alrededor de mi cuello y pegaste tu cara a la mía. Yo, prestamente, te abracé por la cintura y comenzamos a bailar lentamente.

Inmediatamente fui consciente de tu cuerpo delgado casi pegado al mío. Seguimos bailando y la distancia se fue acortando y pronto estábamos muy juntos. Claramente podía sentir tus senos apretados contra mi pecho. Igualmente, con cada paso, mi cadera se deslizaba suavemente contra la tuya y mi pierna derecha se movía entre tus piernas, así como la tuya entre las mías, según avanzábamos hacia delante o hacia atrás.

Siendo un poco más alto que tú, tu sien se apoyaba en mi mandíbula, pero bajando la cabeza un poco logré que mi mejilla se apoyara en la tuya. Mi boca peligrosamente cerca de tu oreja. Y el perfume de tu piel embrujándome poco a poco.

Entretanto mi cuerpo había empezado a reaccionar de forma natural y por la forma en que bailábamos no había forma de que no notaras mi miembro endurecido contra tu vientre; por un momento sentí un poco de angustia, pero luego pensé que era solo una reacción normal y que no debía apenarme por ello. Tú tampoco dijiste nada, así como tampoco cambiaste la posición de tu cuerpo al bailar.

Conforme siguió la música, nos fuimos acomodando más y más a los movimientos del otro. De vez en cuando movía mis manos un poco acariciándote la espalda o tú a mí el cuello, mientras bailábamos cada vez más apretados al compás de la música.

Sin poder evitarlo, te di un beso en el lóbulo de la oreja. Tu te estremeciste, pero no quitaste la cara, indicándome que estaba bien. Esperé un rato y volví a hacerlo y volví a sentir tu estremecimiento y como me abrazabas aún más duro. Tus pechos contra mi y mi miembro apretado entre nosotros.

Cuando te besé un poco más abajo, en el cuello, separaste un poco la cabeza y por un momento pensé que me ibas a besar en la boca, pero entonces vino el desastre ¡se acabó la música!. Yo no podía creer, pero la magia se rompió y aunque seguimos muy abrazados no nos besamos. Esperamos unos segundos a ver qué pasaba y una estridente música moderna nos aporreó los oídos, sacándonos definitivamente del Nirvana. Solté tu cuerpo lentamente, mientras tú mostrabas también tu tristeza suspirando profundamente y tomándonos de las manos caminamos despacio de nuevo a la mesa.

-Creo que será mejor que nos vayamos- dijiste -es tarde y mañana tenemos que salir para el aeropuerto-

-Si, tienes razón- respondí con voz tan triste como la tuya.

Pagué y salimos de la discoteca. Caminamos lentamente por los pasillos del hotel camino a nuestras habitaciones. Ambos estábamos un poco achispados por la bebida, pero también por el baile, así que te tomé de la cintura, para sentir una última vez ese cuerpo delicioso, tú respondiste igual, pasando tu brazo por mi espalda. No hablamos, las palabras sobraban ahora.

Finalmente llegamos a la puerta de tu habitación y con la tarjeta abriste la puerta, era la despedida. Mañana serías de nuevo la ejecutiva de siempre, la compañera de oficina que mantiene las respetuosas distancias.