Esposo dormido

Historia Información
Mi amigo esta dormido, su esposa caliente.
2.8k palabras
4.33
54.7k
3
0
Historia no tiene etiquetas
Compartir este Historia

Tamaño de fuente

Tamaño de Fuente Predeterminado

Espaciado de fuentes

Espaciado de Fuente Predeterminado

Cara de fuente

Cara de Fuente Predeterminada

Tema de Lectura

Tema Predeterminado (Blanco)
Necesitas Iniciar sesión o Registrarse para que su personalización se guarde en su perfil de Literotica.
BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí

Esposo que se duerme, se lo lleva....

José el esposo de Marcela se quedo dormido en el sofá, borracho otra vez. Sus ronquidos nos hicieron sonreír a Marcela y a mí. Los tres habíamos estado viendo una película porno en la sala de su casa, a mi amigo le gustan mucho y siempre tiene nuevas y variadas, también le gusta el alcohol y como siempre le ganó, yo sabía que ya no despertaría. Marcela me había contado que en esas ocasiones no podía despertarlo y que lo dejaba en el sofá durmiendo, que ella se iba a su cuarto a dormir y que José aparecía hasta tarde en la mañana. En otras ocasiones era el momento en el que yo me despedía y me iba a mi casa, pero hoy había decidido que todo seria diferente.

Marcela es guapísima, rubia natural, sus ojos verdes brillan siempre de alegría, con un hermoso cuerpo escultural que siempre presume coquetamente. Su ropa adecuada a una señora joven es juvenil y siempre deja ver sus atributos de mujer, hoy su blusa muy escotada me permitía ver sus hermosos senos, a mi me encantan sus grandes pechos y sus redondas nalgas.

Ella estaba sentada entre los dos en un sofá de tres plazas, en la pantalla una mujer fornicaba con tres tipos.

-¿Crees que pasen esas cosas?- Le pregunté.- Una mujer para tres, ¿qué sentirá?-

-Yo creo que rico, en la variedad está el gusto.- Me contestó sonriendo.

-¿A ti te gustaría tener variedad?- Le volví a preguntar.

-Si, ¿porqué no?- Marcela me dijo en voz baja.

Le tome su mano y se la acaricie, ella también me la sujeto, la voltee a ver y la bese en su mejilla. Me volteó a ver. Le acaricie su cara sin soltarle la mano, besé sus labios sus labios, ella dejo que lo hiciera, puse mi mano en su pecho apretándoselo suavemente. Abrió su boca y su lengua busco la mia, estuvimos besándonos un buen rato, mis manos sobre sus pechos los tocaban sobre su ropa, puse su mano sobre mi pene que erecto quería sus caricias, lo tomó apretándolo y sobándolo delicadamente. Pasé mi mano por debajo de su falda y acaricie sus muslos, mis dedos tocaron su tanga y empecé a tocar su vulva, Marcela me beso con más pasión y apretó mi pene con más fuerza. Haciendo a un lado su tanga con mis dedos, entre los labios vaginales busque su clítoris, lo encontré y empecé a acariciarlo suavemente. Marcela y yo nos mirábamos con pasión pero sonriéndonos.

-¿No despierta?- Le pregunte quedito.

Marcelita negó con la cabeza y como prueba, le bajo el cierre del pantalón a su marido, metió su mano y le saco el pene, lo sobó por unos segundos, lo golpeó con la palma de su mano. José no reaccionó ni su pene tampoco.

-Está muerto.- Me dijo sonriendo.

Yo estaba muy divertido viendo las travesuras de Marcela, pero no había dejado de acariciarla. Le desabroche su blusa y le levanté la copa de su sostén hasta su cuello con mucho cuidado ya que sus pechos son grandes, hermosos; los besé sintiendo su suavidad y dureza, disfrutando el momento. Ella me correspondió bajando el cierre de mi pantalón y metiendo la mano por la bragueta de mi calzón tomar mi pene y liberarlo. Sin soltarlo y acariciarlo lo observó por unos segundos, me volteo a ver sonriendo, se paso la lengua por sus hermosos labios y se inclino hacia el, se lo metió en su boquita. Que delicia sentir su lengua jugando con mi pene que, palpitaba con la fuerza de mi deseo.

Metí mis dedos en su vaginita sin soltar su clítoris, buscaba el punto G. No sé si lo encontré pero en segundos los dos estábamos suspirando agitadamente. Yo me contuve, no quería eyacular tan pronto, voltee a ver José su esposo, roncaba suavemente. Incremente la velocidad en mis movimientos dentro de su vagina, tomé sus pezones con mi mano y los estrujé suave pero fuertemente. Soplé su nuca logrando que sus cabellos se alegraran moviéndose con mi brisa.

Por unos segundos Marcela se separó de mi pene y viéndome me preguntó casi nada más con los labios: ¿Te gusta?

Que bella se veía, su cara reflejaba el deseo de complacer, pero más aún reflejaba su deleite a nuestra pasión, quería dar lo que estaba recibiendo, y me lo estaba dando con creces.

Yo no sé que cara yo tenía, pero lo que vio seguramente le gustó, mi cuerpo estaba electrizado por el placer, la besé en los labios sintiendo como un beso puede decir todo. Regresó a mi pene, yo me concentré en su clítoris y su vagina, poco después, porque siempre es poco, volvió a mirarme con la cara casi desencajada pero para mi hermosísima y me dijo: Que rico.

Inmediatamente cerró sus ojos y soltó su cuerpo. Supe que estaba teniendo un orgasmo por sus inhalaciones profundas como queriendo volver a vivir, sus manos apretaban mi pene desesperadamente y movía su cabeza de un lado al otro. Sí ella estaba casi muerta yo estaba más vivo que nunca, inhale profundamente tratando de llenarme de ella, de su orgasmo, de su placer. Temblando de deseo me hinque a sus pies y le quité su calzoncito, le levante su falda y hundí mi boca en su vulva para comulgar con ella, una de mis manos en su pecho, otra en su vagina con mi pulgar dentro presionando su suave piel, bebiendo de su cuerpo su fluido que llenaba mis labios, inhalando sus olores para recordar siempre. Sus manos en mi cabello, su cuerpo lacio echado hacia atrás en el sofá. Abrió sus ojos y me miró, miró a su marido, me volvió a mirar, me acarició mis mejillas agradecida, y dejó que yo siguiera besando sus partes íntimas y más sagradas para nuestro deleite.

¿Cómo se mide el tiempo? Quizá en señales, quizá en movimientos.

Se movió un poco a su derecha en el sofá para separarse de su esposo, abrió más las piernas y me levantó hacia ella, me desabrocho el pantalón y me lo bajó, me bajó mi calzón y tomando mi pene lo dirigió a su vulva al tiempo que levantaba sus piernas para facilitar mi acceso. La penetré con suavidad, fácilmente pero con resistencia, como un puñal penetra la carne, "exquisito placer", sus piernas en mis hombros, mis manos en sus nalgas. Viéndonos los ojos seriamente apasionados, queriendo saber de nosotros, de nuestros deseos, sonriendo por instantes, respirando profundamente y moviéndonos cadenciosamente como en un ritual sagrado. Una de sus manos en mi cabello urgiéndome, otra en su seno, para recordarme del amor. Moví una de mis manos a su pecho tomándolo suavemente, sintiendo su dulce suavidad en armonía con su pezón; duro, erecto.

Que dulce dolor, que ansiedad de sentir todo, que deseo de moverme fuertemente y dejar que llegue el placer y el descanso del orgasmo, que contradicción porque yo quiero que no se acabe, quiero más y mucho más.

La respiración de José se tranquilizó, dejó de roncar. Lo volteamos a ver, nuestros movimientos no disminuyeron, en suave cadencia seguimos moviéndonos escuchando su respiración más tranquila, nos miramos satisfechos como padres del niño que por fin se ha dormido. Mis ojos cambian, ya no hay ternura, solo deseo y le dicen junto con mi boca sin sonidos: guapa, bonita, hermosa mujer. Los ojos de ella me que me dicen; ven sé mío, hazme feliz, hazme mujer.

Hundido en ella, penetrándola profundamente, sintiendo como el mundo se acaba, como todo cambia, piel con piel, vagina con pene, pene con vagina. Ohhh Dios dame más y más de esto, pido en cada empuje de mi cuerpo.

Ella es mía, yo soy de ella, nos tenemos en esos momentos tan cortos que sin embargo sé que voy a recordar siempre. Nuestros cuerpos se separan para volverse a encontrar cada vez con más fuerza, me muerdo los labios para no dejar que ni un sonido salga de mi boca, me cuesta trabajo respirar. Marcela hace lo mismo, mirándonos las caras, tratando de decirnos lo que no se puede decir, desenfrenados nuestros cuerpos chocando en un placer celestial de lujuria muy prohibido. Me mete sus dedos en mi boca, yo se los chupo queriendo absorber su corazón haciéndolo.

Mi mente se nubla, mi cuerpo sigue moviéndose sin control, quiero gritar o gruñir o algo para desahogarme pero sé que no debo hacerlo, miro a Marcela que arqueándose me mira con pasión, con desesperación. Sé que me esta esperando para llegar juntos, espera ese momento en que mi pene explota y se expande en oleadas de amor para llenar de calor no tan solo su vagina sino su corazón.

Verla así es mi clímax, tan bella, tan hermosa, tan mujer. Llenando mi mente toda ella, mis sentidos en su máximo de sensibilidad; me suelto. Mi cuerpo se mueve más rápido y más fuerte. Oleadas de placer llegan por mi pene al eyacular, mi semen llena su vagina en cada pulsación de mi corazón, siento como me vacío dentro de ella en cada embestida de mi cuerpo. Miro su cara, sus ojos bien abiertos devorándome, su boca se abre inhalando profundamente el aire de mi boca, veo su gozo, mi gozo.

-Te siento todo, nos venimos juntos, que delicia, que rico.- Me dijo mientras yo me seguía moviendo descargando todo lo que mi cuerpo tenía guardado para ella.

Cuando terminé, descansé mi cuerpo sobre de ella, volví a respirar con normalidad, no pude evitar voltear a ver a su marido, él dormía volteando hacia otro lado babeando su camisa.

Yo también hubiese podido quedarme dormido dentro de ella, con mi cabeza en sus pechos, mis manos acariciándola, sus manos acariciándome, disfrutando de la paz que se da después de bien fornicar.

Los ronquidos de su esposo hicieron que volviera a la realidad. Nos separamos con cuidado escurriendo semen, tomé sus bragas y con ellas limpié las gotas que habían caído en el sofá. Con mis dedos embarre otras en su cuerpo, en el mío. Marcela tomó unas gotas con sus dedos y dulcemente se las embarró en los labios a su esposo.

-Cremita para los labios.- Me dijo sonriendo.

Nos arreglamos la ropa y ya en paz, nos sentamos a beber de nuestras copas.

-¿Te gustó Marcelita?-

-Mucho mucho, es cierto, en la variedad está el gusto.-

-¿A que hora te espero en mi casa mañana?-

Lo pensó uno momento y me respondió:-A las diez de la mañana, ¿te parece bien?-

-Muy bien bonita.-

Nos despedimos en la puerta con unos besos llenos de caricias. Ya en mi casa, tomé el teléfono y llamé a mi amigo Tito.

-Hola Tito, lástima que no fuiste a casa de José, me la pasé muy bien. También Marcela se la pasó muy bien conmigo, hicimos lo que tú le quieres hacer.

-José estaba dormido de borracho a nuestro lado, fue muy emocionante. Pero yo te llamaba para que vengas a mi casa mañana a las once, te voy a tener preparadita a Marcelita como tú quieres, encueradita y caliente. Te voy a ganar la apuesta cabrón.-

-¿Si no quiere?, claro que va a querer, es una mujer muy ardiente con la decisión de gozar, además no va a tener opción con dos cabrones calientes a su lado.-

-Sí, somos unos degenerados cabrones, bueno, te espero mañana a las once de la mañana, adiós.-

Al día siguiente Marcela llegó puntual, nos fuimos desvistiendo camino a mi habitación jugando como niños haciendo travesuras, la arrojé a la cama ya completamente desnudos los dos. Me detuve al píe de la cama a disfrutar su belleza, de un platón que había preparado tomé una fresa y me acerque a Marcelita que sonriendo me esperaba con los brazos y las piernas abiertas. Me acosté junto a ella, pase la fresa sobre sus pezones, la llevé a su boca para que la mordiera, ella lo hizo, escurriendo jugo la volví a llevar a sus pezones, los chupé sintiendo el dulce sabor de la fruta con la dureza de su seno inflamado, de sus pezones. Embarré su cuerpo con crema y fresas, ella me hizo lo mismo, nos desayunamos el platón completo usando nuestros cuerpos como herramientas, sus labios vaginales, su clítoris, mi pene, sus pechos, nuestras bocas, todo nuestro cuerpo fue utilizado, todo lo limpiamos con nuestras lenguas. No podía yo más, la acomodé boca arriba y me acomodé entre sus piernas introduciendo mi pene en su hermoso agujero. Ella se dejaba hacer lo que yo quería, solo me miraba picaramente, alegre, disfrutando el sentirse hermosa y deseada. La embestí en un trote lento por varios minutos disfrutando su transformación mientras le llegaba su orgasmo, ver como su alegría se convierte en placer, placer que va creciendo hasta ser angustiante, su respiración cada vez más agitada, su cara casi de incredulidad llena de agradecimiento y sus gemidos que se convierten en gritos. Dos hermosos orgasmos tuvo antes de detenerme, sin salirme de ella la seguí besando y acariciando, del buró tomé una venda que tenía preparada y amarre la muñeca de su brazo a la cabecera de la cama.

-¿Qué me haces papacito?- Me preguntó.

-SShhh, quiero que sientas diferente, te prometo que no te voy a lastimar, vamos a disfrutar nuevas emociones.- Le decía mientras le amarraba su otra muñeca.

Me salí de ella y enterrando mi cabeza entre sus piernas, mi lengua se dio un banquete con sus jugos vaginales.

-Que rico, que rico.- Marcelita me decía.

Tomé un antifaz para dormir y se lo coloqué sobre sus hermosos ojos.

-Para que no veas nada, para que tu imaginación te dirija.- Le dije al oído.-Hoy voy a hacer contigo lo yo que quiera, voy a la cocina por unos hielos, no te desesperes y espérame así calientita mamacita.-

Cerré la puerta al salir y como me esperaba, Tito estaba esperándome en la sala.

Desnúdate cabrón, o que te la vas a coger así vestido le dije mientras sacaba del refrigerador varios hielos.-

Ya desnudo, Tito me siguió a la habitación

-¿Lista para el placer mamacita? -Le pregunté a Marcelita.

-Es erótico que me tengas así, sin saber que me quieres hacer cabrón, pero ya házmelo, estoy muy caliente.-

Me senté a su lado y pase un hielo sobre su pezón, luego sobre el otro, los besé sintiendo el frío sobre su piel caliente. Luego me coloqué entre sus piernas y pase el hielo sobre su vagina, sobre sus clítoris, luego mis labios y mi lengua.

-Diferente, rico, duele sabroso.- Me dijo Marcela.

Metí un hielo en su vagina hasta el fondo.

-Me gusta, pero mejor méteme la verga.-

Volteé a ver a Tito que se sobaba su verga ya erecta, me hice a un lado y a señas le dije que era su turno.-

-Ya voy mi amor, te la voy a meter todita.-

Tito se colocó entre sus piernas, acomodó su verga en la entrada de su hoyito y se la metió hasta el fondo.

-Ahhh, que rico papacito, sigue así.-

Tito estaba como loco, la fornicaba como desesperado, fuertemente.

-Así cabrón, sigue. No pares, vente dentro de mí, quiero toda tu leche.-

Yo sin hacer ruido me pare al lado de Tito y coloqué mi mano sobre la teta de Marcela estrujándola fuertemente. Ella agitó sus pechos buscando más placer. Tito beso sus labios y luego su teta. Yo acerqué mi pene a su boca y lo coloqué sobre sus labios. Ella los abrió un poco y lo tocó con su lengua. Yo sonreía disfrutando este momento en que Marcela se daba cuenta que tenía una verga en sus labios y una dentro de ella. No vaciló mucho, abrió su boca para que yo pudiese meterle la verga. Me la estaba mamando rico y decidí que era el momento de quitarle el antifaz. Lo hice.

Sin dejar de mamarme, Marcela miró a Tito que estaba por explotar al igual que ella, me miró a mí, volvió a mirar a Tito por varios segundos, ella también lo embestía con su pubis en cada arremetida de Tito. Me volteó a ver a mí, me sonrió y se dejó llevar por su orgasmo. Marcela se retorció abrazando a tito con sus piernas, le costaba trabajo respirar pero no soltó mi verga la cual siguió mamando. Cuando se la saqué de la boca, ya más tranquilos todos, solo dijo:- "Que rico".-

Tito también tuvo su orgasmo y al salirse de Marcela escurría semen, se acostó al lado de Marcela para descansar acariciando sus tetas.

Desamarre a Marcela y me acosté a su lado también acariciándola.

-¿Te gusto Marcelita? - Le pregunté.

-Muchísimo Miguel, Tito me cogió rico. ¿Me van a coger siempre así los dos de rico?-

Me contestó Marcela acariciando mi pene.

Siempre que tu quieras hermosa, pero, ¿no te falta todavía un hombre más? -

-Puede que sí, en la variedad esta el gusto, pero hoy con ustedes dos tengo.- Nos dijo sonriendo.- Feliz con un pene en cada mano.-

Por favor califica esto historia
El autor agradecería tus comentarios.
Comparte esta Historia

SIMILARES Historias

Noches de Apuestas y Sorpresas Una esposa comprueba que todavía es sexy.
El Masajista Relato sobre un masaje de regalo a una esposa.
Las Seducciones 01 (Primera Parte) Cogiendo a la virgen hija de mi vecino.
La Favorita del Profesor Enseño mi alumna más de lo que esperaba.
Vacaciones Todo comenzó con los planes de mi esposa para...
Más Historias