La Chica de la Guardería (06)

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Carlos se enamora de la chica de la guardería de su sobrina.
1.8k palabras
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Parte 6 de la serie de 11 partes

Actualizado 04/05/2024
Creado 03/05/2024
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Lara se liberó de mi rabo y se lanzó a por el móvil --debía de haber caído en el suelo durante la refriega inicial-- para evitar que el bebé se despertara. Cabreado por el corte de la corrida, tiré de la correa con mala leche.

--¡Joder, cabrona, puta de mierda...! --casi grité--. ¡No me dejes así... me cago en tus mu...!

Pero la fuerza de una esposa y madre es más enérgica que cien correas y lo comprendí en ese momento.

--Hola, cariño... --dijo Lara tras responder a la llamada--. ¿Pasa algo?

Supuse que sería su marido y me callé como un muerto.

Mientras Lara hablaba con él, mi polla comenzó a desinflarse como un buñuelo fallido dentro del horno.

Cuando al fin colgó, se puso en pie con expresión de pánico.

--Joder, Carlos, quítame la correa que mi marido está en el garaje. Si no está ya aquí es porque se ha olvidado algo en el coche y ha vuelto a bajar. Me ha llamado para que vaya poniendo la mesa.

La ayudé a quitarse el collar recordando la imagen del tipo con músculos de levantador de pesas de las fotos. Luego ella me dio instrucciones.

--Escucha: mi marido suele comer en pocos minutos, no más de veinte. Después se echará una siesta de media hora cronometrada. Quédate en este cuarto, por tu padre, y no hagas ruido. Y vístete por si te toca correr. Si te pilla aquí, a ti te mata seguro, y a mí igual me tira por el balcón. ¿Has entendido?

De pronto, toda la chulería de dominator aprendida en la guía se me había evaporado, y una congoja cercana al terror me atenazaba el estómago.

Lo que no me cuadraba era que Lara no quisiera chivarse a su marido y que no me tiraran por el balcón entre los dos. ¿Querría salvar mi pellejo? ¿O era el suyo el que la preocupaba? Quizá no era la primera vez que el marido la sorprendía infraganti y ya sabía Lara lo que la esperaba si volvía a pillarla en renuncio, por mucho que insistiera en que aquello no era lo que parecía.

De cualquier manera, le hice caso y me vestí, dejé la sala como estaba cuando entré minutos antes, y me senté en una butaca a esperar.

*

Me asomé por la puerta con disimulo, por suerte la cortina y la librería ocultaban mi presencia sin problemas. Oía de lejos las conversaciones de los esposos mientras comían, pero sin entender lo que hablaban.

Unos minutos después sus voces sonaron más fuertes y claras, con toda seguridad habían salido de la cocina. Volví a mi escondite con pavor y esperé a que Lara volviera. Al pasar por la mesa de las correas de perro, se me ocurrió una idea y mi erección comenzó a renovarse.

--Vamos... --dijo Lara al entrar en la sala--. Mi marido ya se ha metido en la cama para la siesta... Ya puedes irte sin miedo, la puerta de la calle está despejada.

Su gesto de sorpresa al no verme fue monumental. Giró la cabeza hacia todos lados incrédula. Pero no se le ocurrió mirar a su espalda.

Salté sobre Lara y la empujé contra la mesa de las correas caninas. Sujeta con mi cadera en la suya le empujé la cara sobre la madera de caoba y dejé su cuello desnudo a mi merced. En esta ocasión ponerle el collar me resultó mucho más fácil, se veía que la experiencia de mi primera vez había servido para algo.

--No, joder... --se quejó Lara con un siseo--. ¿Qué haces...?

Le arrimé mi boca a su oído y susurré como ella había hecho.

--¿Que qué hago...? --dije con ironía--. Acabar lo que empezamos antes. Sit down, perrita...

En pocos segundos, mi polla asomaba por la bragueta del pantalón y Lara mamaba con un ansia arrebatadora. Debía suponer que la dejaría en paz y que me largaría en cuanto me hubiera corrido. Y no andaba desencaminada porque aquel era mi plan.

Pero los planes están hechos para ser cambiados, y mientras me moría del placer de verla mamar a dos manos, mi plan inicial empezó a cambiar.

Mi polla había crecido en su boca hasta quedar como una piedra. Lara succionaba de mi capullo porque sabía que era la zona que debía trabajar para acelerar el orgasmo. Pero en mi mente se iban dibujando imágenes que no auguraban nada bueno, al menos para ella. Mi espíritu de dominator volvía a tomar forma tras saber que su marido dormía como un bendito.

*

Vencido por las imágenes que se dibujaban en mi mente, no pude resistirlo y me puse en pie de un salto. La elevé del suelo y tiré de la correa para que me siguiera al exterior de la sala.

--¿Dónde... vas...? --dijo ella con el pánico dibujado en su voz.

--Ahora lo verás... --le espeté divertido mientras llegábamos al pasillo de las habitaciones--. ¿En qué habitación está tu marido?

Tragó saliva sin entender a qué venía mi pregunta. Un tirón de la correa la hizo reaccionar.

--En... esa... es la de matrimonio --dijo señalando la que estaba casi enfrente de uno de los baños.

--Genial... --dije yo con sonrisa socarrona y tiré de la correa para que volviera a ponerse de rodillas.

Antes de que pudiera reaccionar, ya le había metido de nuevo la polla hasta la garganta. Se la veía luchar por coger aire, pero contenía los gorgoteos para no despertar a su marido.

--Cabrón... --fue lo único que llegó a susurrar.

La tomé de la coleta y comencé a follarle la boca con suavidad, disfrutando de cada embestida. Lara agarraba mis manos para que no le hiciera daño en el pelo.

Tras un par de minutos de follada bucal, una nueva idea se instaló en mi cabeza. La verdad es que Lara tenía razón: el poder que me confería la correa me estaba volviendo un cabronazo de lo más atrevido.

Lo dudé solo un instante... al segundo siguiente tomé la manilla de la puerta y la abrí unos centímetros.

--Noooo... --casi gimió Lara con un susurro.

--Calla, zorra... y sigue chupando --la espeté siseando y con un calambre de placer morboso recorriendo mi espalda.

Miré hacia el interior de la habitación. El marido de Lara dormitaba mirando al techo y con la boca abierta. Una babilla le colgaba de la comisura del labio. Un ronquido suave salía de su nariz que vibraba en cada respiración.

--No, joder, no... --volvió a quejarse Lara.

Esta nueva negativa me enfadó sobremanera. Tomé a Lara por la coleta y, casi levantándola, la empujé contra la pared. Una vez apoyada en ella, me volqué sobre su boca y entonces mi follada se volvió brutal.

Con una mano me apoyaba en la pared y con la otra sujetaba de la cabeza a Lara para que mis embestidas no la hicieran golpear contra el muro. Y a cada embestida, Lara soltaba un ligero gorjeo que no podía evitar, al tiempo que se agarraba a mis piernas para no caer hacia atrás.

--Ssshhh, no gimas, puta... --le siseé de malas pulgas.

Mientras culeaba mi polla en la boca de Lara, miraba a su marido dormir como un bendito. El muy cerdo, que a saber cómo usaba con Lara las herramientas de la sala «roja». Mi querida Lara. Con solo pensar en ello se me revolvía el estómago.

Aquella escena debió de durar más de tres minutos, y no conseguía correrme. Al final, decidí dar un giro de guion.

Me arrodillé junto a Lara, la morreé unos segundos antes de proseguir con la nueva idea que tenía en mente y saboreé el gusto de mis propios fluidos, un pre-semen salado y amargo como un demonio.

No entendí como hay chicas que se mueren por saborear semejante mierda. Tanta revolución feminista para finalizar en jovencitas compitiendo por conseguir las mayores marcas coloradas en las rodillas.

Tras el morreo, la empujé sobre el suelo y le enrollé la falda sobre la cadera. Lara debió leerme la mente porque quiso levantarse para impedir mi siguiente movimiento. Pero antes de que pudiera renegar, me había puesto sobre ella y mi nabo la atravesaba el coño como una espada al rojo vivo atraviesa un pedazo de queso. Su humedad, casi un charco, ayudó para recibir a mi rabo en su interior.

Lara soltó un quejidito leve y estiró el cuello hacia atrás. Supuse que mi entrada triunfal no la había disgustado del todo. Y, en cuanto empecé a follarle el coño con suavidad, su cuello se enroscó hacia adelante y sus brazos se agarraron a los míos con una fuerza inusitada.

La embestí entrando y saliendo de ella de forma rítmica y feroz. Uno, dos... uno, dos.... Mientras tanto, la empujé hacia atrás soltando sus garras de mis brazos y me incliné para comerle la boca y así evitar que sus jadeos salieran por ella. Los ojos en blanco de Lara me indicaban que la estaba gozando tanto o más que yo.

Me concentré en la humedad y el calor que emanaba de aquel orificio sagrado. Una vagina apretada que abrazaba mi rabo como queriendo retenerlo en su interior. Era maravilloso follarse a Lara y saber que ella también lo disfrutaba.

Y seguí entrando y saliendo de aquel coñito delicioso, esta vez con embestidas lentas y profundas para evitar el plas-plas de mis huevos contra su vulva. El cornudo de su marido seguía durmiendo al fondo, mientras a su mujer la hacían gozar con un rabo ajeno.

Cuando el calor comenzó a quemarme las pelotas, supe que está vez sí que iba a poder eyacular. Y le iba a soltar un lefazo a Lara que la iba a rebosar por los bordes del coño. Me elevé un poco sobre ella y le tapé la boca con la mano para que no gritara.

Y, conteniendo la respiración, me dispuse a derramarme como un cerdo.

Y a ella, súper colorada por el orgasmo inminente, se la veía a punto de llevarse la mayor corrida del siglo.

Lara volvió a arquear su espalda hacia mí y me abrazó con la fuerza de un oso, la boca mordiendo mi hombro para evitar el grito que ya comenzaba a brotar de su garganta. Sus muslos apretaban mis caderas como intentando evitar mi huida.

Y los dos ya estábamos temblando...

Y le tome la boca y resoplé dentro de ella, mientras Lara mordía mi lengua, sofocada.

Y...

...Y de pronto se escuchó la voz de su marido...

--¿Lara? --dijo con un bostezo--. ¿Estás ahí...?

Me acordé de todas las blasfemias que había dicho en mi vida y las repetí todas al unísono dentro de mi cabeza. ¿Pero no estaba durmiendo aquel pedazo de cornudo? ¿¡Qué coño hacía despierto!?

«¡Me cago en su puta madre! --me repetía interiormente--. La culpa ha sido mía por pasarme de la raya con la puta puerta».

Pero no había solución. ¡Mi corrida se había vuelto a ir a la mierda, junto con la de Lara! Y mis pelotas comenzaban a teñirse de morado.

Continuará...

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