La MILF más Deseada 09

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—¿Y qué te gustaría ver?

—No sé, sorprendeme... mostrame aquellos que te gusten a vos. Quién sabe, tal vez hasta saquemos algunas ideas para nuestras sesiones de fotos. Lo llamaremos "estudio de mercado" —ella guiñó un ojo.

—Genial, me gusta verte tan comprometida con la causa.

—Lo estoy, creeme que lo estoy. De lo contrario no hubiéramos llegado tan lejos con esto.

—3—

Julián dedicó los siguientes días a preparar el encuentro con el modelo, aunque también siguió deleitándose con el cuerpo de su madre. Una vez la vio caminando por la casa, vistiendo un erótico conjunto de ropa interior, y sin pensárselo demasiado, él sacó su verga y empezó a hacerse la paja mirando fijamente el culo entangado de su madre. Cuando Diana se dio vuelta se sorprendió al ver lo que hacía su hijo, pero enseguida le sonrió y le guiñó un ojo. Ella sabía de antemano que usar esa ropa podría despertar en su hijo ganas de hacerse una paja, y tal vez esa fuera su intención desde el principio. Tenía ganas de ver una buena verga bien dura, para acordarse de su amante. Diana tuvo una idea que unos meses atrás hubiera rechazado de inmediato, pero que ahora ni siquiera la pensó dos veces. Se sentó en el sillón más cercano al sofá en el que estaba su hijo. Abrió las piernas y le mostró cómo la tanga se le metía toda en la concha. Julián se pajeó con más ganas, manteniendo la mirada fija en los lampiños labios vaginales. La rubia comenzó a acariciarse las tetas de forma sensual, y antes de que sus pezones se pusieran duros, ya había hecho a un lado la tanga. Empezó a frotarse el clítoris, mientras se relamía los labios y miraba la pija de su hijo. La temperatura se le subió de forma inmediata. No estaban sacando fotos, simplemente se estaban pajeando uno frente al otro... como si fuera lo más normal del mundo. Pero en realidad ninguno de los dos lo sentía como algo "normal". Notaban lo morboso del asunto y eso los excitaba aún más, aunque si alguien les preguntaba al respecto, lo negarían.

Diana se tomó la libertad de gemir apasionadamente mientras se colaba los dedos en la concha. Ésto excitó tanto a Julián que supo que llegaría al clímax antes de lo previsto. El chico se puso de pie, sin dejar de sacudirse la pija. Diana estaba sentada, con las piernas bien abiertas y la cabeza echada hacia atrás. Julián apuntó y dejó que todos los chorros de semen fueran a parar a la cara y a las tetas de su madre. Ella sintió el tibio líquido y dejó la boca semi abierta. Por todos los chorros que recibió, supo que su hijo la había dejado bien llena de leche, y ésto la puso a mil. Ella también llegaría al clímax antes de lo previsto.

Julián no tenía intenciones de sacar fotos, pero su madre se veía tan hermosa, allí, con la concha bien abierta y con el cuerpo cubierto de líneas irregulares de semen, que quiso guardar esa imagen para la posteridad... y tal vez para enviarla a la agencia alemana. Fue a su cuarto a buscar la cámara, y luego tomó varias fotos de Diana, mientras ella se masturbaba con ferocidad.

Cuando la rubia acabó, abrió los ojos y vio a su hijo tomando fotos. Eso la tranquilizó, por un momento había pensado que Julián le había acabado de esa manera sólo por mera calentura, pero no... era por el bien del trabajo que realizaban juntos. Esas fotos se venderían de maravilla.

—4—

Al día siguiente Julián entró al cuarto de su madre, media sonrisa se dibujó en su rostro al verla completamente desnuda; estaba frente al espejo, admirándose a sí misma. La piel de la rubia no alcanzaba a reflejar su edad, y Julián podía comprender perfectamente por qué Diana había llegado a ganar tantos seguidores en la web alemana. Él mismo se sentía afortunado de poder contemplar tanta belleza.

—¿Pasa algo? —Preguntó Diana, mirando a su hijo a través del espejo.

—Nada, sólo quería saber hasta dónde llega tu narcisismo.

—¿Te parezco narcisista? —A ella no le molestó el comentario, sino todo lo contrario, le causó cierta gracia.

—Y... estás mirándote desnuda en el espejo, como si quisieras tener sexo con vos misma.

—¿Y qué te hace pensar que quiero tener sexo con una mujer?

—No dije "una mujer", dije "vos misma", que no es lo mismo. No te imagino en una actitud lésbica, pero sí te estás volviendo algo narcisista.

Diana miró el reflejo de los ojos de su hijo, ella permaneció inmóvil, con su sonrisa iluminándole el rostro. Le agradó notar que Julián la recorría con la mirada.

—Tal vez siempre fui un poquito narcisista —dijo Diana—. El problema es que toda la vida me atacaron, por ser muy linda... llegué al punto de ver la belleza como algo obsceno.

—Eso no lo entendí nunca —dijo Julián, poniéndose más serio. Ya le resultaba más fácil ver a su madre desnuda, aunque igual sufría cierto arrebato de calentura—. Siempre tuve la idea de que las mujeres hermosas tienen mejor vida, la gente las trata mejor.

—Bueno, no siempre es así. Hay mucha gente envidiosa, que te juzga sin conocerte. Tu papá siempre me trató de maravilla, y nunca me vio como un objeto sexual. Creo que por eso me casé con él. Pero mis hermanas, y otras mujeres de mi familia, siempre pensaron que yo iba a terminar siendo una puta. O que ya lo era. Se llenaban la boca diciendo que yo, seguramente, engañaba a mi marido. —Diana se sentó en la cama, su sonrisa desapareció—. No sabés lo mal que me sentí cuando eso fue verdad, cuando sus insinuaciones eran acertadas. Engañé a mi marido de una forma muy vil, y lo peor de todo es que sí me comporté como una puta... y lo disfruté.

—Hey, que te guste el sexo no te convierte en una puta.

Diana giró al cabeza para ver a su hijo, esta vez sin la intermediación del espejo. Sin que ella se lo hubiera comunicado, Julián había dicho en voz alta aquella misma frase que ella se repitió a sí misma durante años.

—¿De verdad lo pensás así?

—Sí, mamá. Por supuesto. A una mujer le puede gustar mucho el sexo, pero de ahí a ser puta... hay mucha diferencia. Es más, yo tengo una teoría al respecto.

—Me gustaría escucharla —ella le dio dos golpecitos a la cama, invitando a su hijo a sentarse a su lado.

Julián se sentó muy cerca de ella y comenzó a acariciarle una pierna. Diana inclinó la cabeza y la apoyó sobre el hombro de su hijo.

—Ya me queda claro que tus hermanas fueron algo crueles con vos —Diana asintió, en silencio—. Para colmo ellas no son nada lindas, es como que toda la belleza la heredaste vos. Entiendo por qué son tan envidiosas, a vos te tocó todo lo mejor, y ellas nada.

—Es cierto.

—Entonces hicieron algo para joderte: tratarte como una puta. Sos hermosa y seguramente tuviste miles de propuestas de hombres. Desde el punto de vista de ellas vos seguramente aceptabas todas esas propuestas. Te acostabas con cualquiera que te invitara a la cama... bueno, desde su punto de vista. Porque en la realidad hacías todo lo contrario.

—Eso también es cierto. Quitando todo lo que pasó con el Tano, y con las experiencias que te conté, prácticamente con el único que tuve sexo antes de eso fue con tu padre. Hubo algún otro amante por ahí, pero me sentía mal acostándome con ellos. Con tu padre me sentí cómoda.

—Y sí, te sentías mal porque esos amantes sí te habrán visto más como un objeto sexual, y si vos disfrutabas del sexo, entonces le dabas la razón a tus hermanas: eras una puta. Creo que pocas veces pudiste disfrutar del sexo a pleno, por miedo a que tus hermanas tuvieran razón.

—Lo peor es que cuando el Tano me cogió, me sentí muy bien. Unos días después de una de sus tantas cogidas, vi a mis hermanas... y ellas insinuaron, como tantas otras veces, que yo seguramente tenía un amante; porque era obvio que mi marido era incapaz de complacerme. Esa fue la primera vez que acertaron. Me sentí horrible. Tuve que volver a casa, porque quería llorar. Pero justo ese mismo día me visitó otra vez el Tano... y me pegó una cogida tremenda, me puso de rodillas, me metió la pija en la boca... me cogió en cuatro... me dijo puta y me hizo gritar como una puta...

—Y...

—Y yo me sentí bien. Lo disfruté mucho. Por extraño que te parezca, fue como una liberación para mí... siempre me aterró la idea de que mis hermanas tuvieran razón conmigo. Pero la tenían. Soy una puta... me encantó que un tipo me cogiera una y otra vez, a pesar de estar casada. Fueron las mejores cogidas de mi vida... y parecían salidas de una película porno. Nada que ver al sexo "romántico" que tenía con tu padre. Ésto era pornografía pura y dura. Yo... hasta le suplicaba que me cogiera más fuerte, le pedía por favor que me llenara toda de leche. Para mí era maravilloso poder sentirme así... pero pasaban las horas, me enfríaba, y llegaba la culpa.

—Y ahí es adonde quería llegar con mi teoría —dijo Julián—. Vos nunca te permitiste disfrutar del sexo, sin culpas. Seguramente siempre que la pasaste bien con el sexo, te acordaste de tus hermanas.

—Así es.

—Y bueno, como nunca habías podido disfrutar de buen sexo, y me refiero a la clase de sexo que te hiciera sentir realmente deseada, te soltaste con el Tano. Con él dejaste salir todos esos años que llevabas esperando por una buena cogida.

Diana sonrió una vez más.

—Es muy cierto lo que decís, Julián. Tu padre siempre me trató como a una dama... me respetó siempre, incluso en la cama. Pero yo no me animé nunca a decirle que, de vez en cuando, podía tratarme como a una puta... sin tanto respeto. Quería que me cogieran bien cogida. Y el Tano lo hizo. Él me dio esa otra parte que faltaba en mi vida. Aunque al final la culpa pesó más, y dejé de verlo.

—Pero sí que disfrutaste con él...

—Sí, totalmente.

—Creo que si papá hubiera sabido de tu amante... si lo hubieran hablado bien... tal vez él lo hubiera permitido. A vos te adoraba. Él con vos se ganó la lotería, y no creo que hubiera estado dispuesto a perderte por un motivo como el sexo.

—¿Sabés una cosa? Una vez tu papá me hizo esa sugerencia... fue después de haber estado con el Tano.

—¿Qué te sugirió?

—Él me dijo que si yo necesitaba... experimentar con otras personas, entonces él lo entendería.

—Claro, porque él habrá sabido mejor que nadie que vos eras mucha mujer, como para que él pudiera complacerte en todo.

—Sí, creo que así me vio. Pero bueno, yo fui una boluda puritana, y le dije que no, que sexualmente estaba complacida. Cosa que era mentira. Yo a tu padre lo amé mucho, pero él no podía brindarme tanto placer sexual como yo andaba buscando. Yo necesitaba un hombre como tu padre, que fuera así de bueno... pero que me cogiera como lo hacía el Tano. Que de vez en cuando me faltara un poquito el respeto, y que me cogiera como a una puta.

—¿Por eso te está gustando esto de sacarte fotos porno? ¿Porque sabés que hay hombres que te van a ver como una puta?

—En parte sí. O sea, no sé si me gustaría ser una puta de tiempo completo... pero un ratito sí... me gusta ¿tiene eso algo de malo?

—Claro que no. Es obvio que vos necesitás sentirte así de vez en cuando. Y no le veo nada de malo.

—Muchas gracias, Julián. Me sentía bien, pero ahora me siento de maravilla. Me hizo muy bien charlar con vos. Y te pido perdón si a veces termino pasándome un poquito con los "jueguitos sexuales", sé que sos mi hijo, eso no se me olvida nunca; pero ando tan necesitada de ese tipo de atención, que se me nubla la cabeza.

—Si te referís a lo que pasó hace unos días, entonces te digo que a mí no me molestó, para nada. Me gusta tener ese tipo de confianza con vos. Sé que no sería lo más apropiado en una relación de madre e hijo normal, pero nuestra relación es diferente. Porque además soy tu fotógrafo... y hacés fotos porno. O sea...

—Sí, entiendo... las cosas nos fueron llevando a otro nivel de confianza. A mí también me gusta... mucho; aunque a veces me asusta... porque termino haciendo algunas cosas sin considerar mucho lo graves que son.

—Pero también demostraste que sabés cuándo poner límites.

—Eso es cierto, aunque tal vez los límites deberían llegar un poquito antes.

—Puede ser... pero a mí no me gustaría que perdiéramos la confianza que nos tenemos ahora. Me encanta que podamos hablar de sexo sin ningún tipo de filtro.

—Sí, a mí también me encanta... y me excita. No porque seas mi hijo, es excitante tener una persona a la que le puedas contar cualquier barbaridad sexual que se te pasa por la cabeza. Una persona que no te va a juzgar.

—Sí, esa es otra parte buena, pero lo mejor es la confianza de poder hacer ésto:

La mano que Julián tenía sobre la pierna de su madre se deslizó rápidamente hacia arriba. Llegó hasta la lampiña concha, la acarició rápidamente, y sin pedir permiso, introdujo su dedo mayor en ese hueco húmedo y libidinoso. Diana soltó un suspiro de placer. Ella no dijo nada, lo que indicó a Julián que no le estaba molestando la situación. El chico movió lentamente el dedo, como si estuviera explorando el interior de esa cueva de paredes suaves y húmedas, la rubia separó aún más sus piernas.

—Por si no quedó claro —dijo Julián—, ésto lo estoy haciendo para prepararte para la sesión de fotos.

—Sí... sí... así lo entendí —mintió Diana. Hasta ese entonces no recordó que su hijo tenía planeada una nueva sesión de fotos para ese día. Se tranquilizó al escuchar el verdadero motivo por el cual su hijo la estaba tocando de esa manera, sin embargo no le desagradó demasiado pensar que él la estaba tocando sin motivo alguno—. Si lo que buscás es calentarme, lo estás consiguiendo... es un buen método.

—¿Y cuál sería el mejor método?

—Mmm... no sé, me da un poco de miedo decirlo —el dedo ya no estaba solo dentro la concha, uno más había entrado, para hacerle compañía.

—Pero creo que ya sé cuál es...

Julián se bajó el pantalón lo justo y necesario como para liberar su verga. Ya había ganado un buen tamaño, y con un poco más de estímulo quedaría completamente dura.

—Metétela en la boca —ordenó.

Su madre no puso objeción, respondió automáticamente, como si fuera un ente flotando en un mundo de placer. Inclinó más su cuerpo y bajó la cabeza, manteniendo la boca bien abierta. Se metió casi toda la verga en la boca apretó los labios en torno a ella. Su siguiente acto reflejo fue comenzar a subir y bajar la cabeza, como tantas veces lo había hecho al chuparle la pija al Tano.

La verga de Julián se puso más dura al instante. Bastaron dos subidas y dos bajadas de la boca de la rubia para que la rigidez fuera total. Incluso a él lo había tomado por sorpresa esta actitud. Recordaba lo que su madre había hecho en la última ocasión, pero no imaginó que ahora reaccionaría de esta manera, sin emitir ni una sola queja. Él siguió metiéndole los dedos en la concha, tan hondo como la posición se lo permitía.

Diana parecía tener el cerebro desconectado, y lo único activo era su impulso sexual. Su cabeza volvió a bajar, tragando la verga casi completa, y a pesar de que ya le sentía en su garganta, quiso llegar más allá... y lo logró. Se quedó allí unos segundos, disfrutando el tener ese gran miembro prácticamente entero dentro de la boca, y luego retrocedió lentamente. Cuando llegó a la mitad no siguió sacándola, sino que la tragó otra vez. En esta ocasión retrocedió más rápido, para volver a tragarla.

Julián se sentía en la gloria con lo que su madre estaba haciendo en ese preciso momento. Recordó que a ella le calentaba que la alentaran con palabras sexualmente explícitas, por lo que dijo:

—Eso... chupá. Chupá, que te gusta.

Escuchar eso hizo que Diana volviera a la realidad. Prácticamente le estaba haciendo un pete a su hijo. Ésto la asutó, pero sabía que si retrocedía bruscamente sólo empeoraría la situación. Lo mejor era actuar con naturalidad. Subió y bajó su cabeza un par de veces más, incluso hasta se permitió disfrutarlo. Luego sacó la verga de su boca y miró a Julián con una gran sonrisa.

—Creo que ya estoy lo suficientemente caliente como para empezar la sesión de fotos.

—Excelente. Entonces ahora solamente te falta la ropa. ¿Podrías usar el conjunto de ropa interior negra? Ah, y tu bata... que te queda tan bien.

—Bien, me voy cambiar rápido... para no enfriarme.

—Bueno, yo te espero en el livin.

Julián salió de la pieza, guardando su verga dentro del pantalón. Podía seguir masturbándose, pero ya tendría tiempo para eso.

Diana no tardó más de cinco minutos en estar lista y en reencontrarse con su hijo en el living. Al llegar vio que todas las luces ya estaban preparadas alrededor del sofá.

—¿Empezamos? —Preguntó la rubia con naturalidad.

—Todavía no. Tenemos que esperar a que llegue el modelo.

—¿Qué? —Los ojos de Diana se abrieron mucho—. ¿Viene hoy? ¿Y recién me avisás?

—Sí, te aviso ahora porque sabía que ibas a estar nerviosa todo el día. Preferí dejarte tranquila y avisarte a último momento. ¿Te molesta?

—Em... no... creo que me conocés mejor que yo misma. Hiciste bien en no decirme nada, —ella sonrió—. Así como hiciste bien en engañarme con lo de las fotos. Si me hubieras dicho de entrada que iban a ser totalmente porno, no hubiera aceptado. Pero tuve mi tiempo para considerarlo....

—¿Y qué pensás ahora al respecto?

—Me gusta... ser "modelo porno" tiene su encanto.... me calienta. Ahora estoy muy feliz con mi trabajo. Me agrada excitar a la gente. Me llevó años admitirlo, pero es la verdad.

—Genial, así me gusta. Ah, por cierto... te recuerdo que no le vamos a decir al tipo que vos sos mi mamá. Así que yo te voy a decir Diana todo el tiempo. Y vos decime Julián, nada de "hijo". ¿Está claro? —Ella asintió con la cabeza al mismo tiempo que el timbre sonó—. Debe ser el modelo. Ya vengo. No te pongas nerviosa, hablé con él y parece un tipo muy buena onda. Además, te va a gustar, tiene la pija grande —le guiñó un ojo a su madre.

Diana se sonrojó, pero no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. Todo este asunto del modelo la tenía muy nerviosa, pero ella había hecho sus deberes. Se mentalizó todos los días que iba a tener que sacarse esas fotos con un extraño. Si pudo hacerlo con su hijo, entonces tal vez podría hacerlo con un desconocido. Ella misma sabía que, si las circunstancias eran propicias, no se inhibiría ante un extraño. Hasta le causaba un poco de morbo. Permaneció sentada en su lugar, sin moverse, esperando ansiosa por conocer al modelo que su hijo había contratado.

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