Polvo Gran Reserva

Historia Información
Una muy esperada despedida definitiva.
4.2k palabras
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Parte 6 de la serie de 46 partes

Actualizado 09/07/2023
Creado 08/08/2023
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En el ámbito de los vinos, sobre todo el tinto se habla de algunas clasificaciones según su tiempo de maduración o envejecimiento: joven menos de 24 meses, crianza al menos 24 meses, reserva al menos 36 meses y gran reserva al menos 60 meses.

Esta historia trata sobre un polvo con un tiempo de maduración de 12 años, un poco más del doble de un vino Gran Reserva. Así que sírvanse una copa de su mejor vino y disfruten de este relato.

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Mi nombre es Daniel, ya paso de los 40 años y en el cabello ya se me dibujan algunas canas sobre todo a los lados, encima de las orejas. No sé porque, pero he notado que a algunas mujeres eso les parece muy sexy. La verdad soy bastante tímido y aún no me acostumbro a que me hagan comentarios entre risas, tratando de ocultar su coqueteo. El típico:

- Los hombres son como los vinos, entre más añejos más deliciosos.

Igual siempre trato de evitar meterme en problemas porque estoy casado hace más de 10 años con una maravillosa mujer que desde que la conocí me enamoró y me hizo reevaluar muchas cosas de mi vida, pero esta historia no se trata sobre ella.

Se trata sobre la pandemia, de los estragos que puede causar trabajar desde casa, completamente aislado y solo tener contacto físico con la misma persona las 24 horas del día, 7 días a la semana y por más de 12 meses. Si algo quiero dejar claro, es que ni una pandemia de 100 años me haría sentir cansado de mi esposa, pero si hay que aceptar que en ese estado es más fácil que las cosas se pongan difíciles y cada vez tengamos más discusiones.

El problema fue cuando en medio de esas discusiones recibí un correo de Kate y tan solo verlo en la bandeja de entrada hizo que mi ritmo cardíaco se fuera a las nubes. En mi juventud cometí muchas locuras y una gran mayoría fueron con ella, una de las ex-novias que siempre recuerdo con mucho cariño pero que también trato de mantener alejada porque sé que es una tentación demasiado irresistible.

Durante tantos años de matrimonio, mi esposa y yo hemos llegado a tener la confianza para permitir de vez en cuando ciertas libertades o escapes, por así decirlo, que siempre acordamos con antelación, pero sé que Kate es un NO rotundo para ella.

No quería engañarla y no me voy a excusar en la culpa de nadie más. El error lo cometí yo, pero sinceramente necesitaba una salida, un respiro, algo diferente. Me prometí que solo iba ser un escape a la rutina, que solo iba ser algo virtual y que de ahí no iba a pasar.

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Kate y yo nunca le dimos una palabra formal a nuestra relación, pero era más que obvio y todos nuestros amigos sabían que estábamos juntos. Éramos novios sin título.

Contarles cada detalle, sería imposible, pero un resumen muy escueto es que si algo nos unía era el sexo. Lo hicimos en todo tipo de lugares, en público, en privado, en sano juicio, completamente borrachos y nuestro favorito trabados hasta las nubes. Nos besamos, chupamos, lamimos y tocamos literalmente cada centímetro del cuerpo, cada orificio, inclusive los más cuestionables a la hombría.

No nos juzgamos, teníamos confianza para hablar de lo que fuera, lo que nos gustaba y de lo que nos gustaría probar. Así fue como de conversación en conversación empezamos a romper límites, barreras, tabúes y prejuicios. Una noche me confesó que le llamaban la atención las mujeres. Ahí comenzó una etapa diferente de nuestra relación porque lo mejor de todo era salir juntos a ver nenas y soñar con que algún día compartiríamos una.

También fuimos autodestructivos porque como supuestamente no éramos nada muchas veces sin querer y otras queriendo buscábamos llamar la atención del otro provocando celos. Ninguno le podía hacer reclamos, pero igual nos hacíamos daño.

Las discusiones frecuentes y el querer demostrarnos que éramos reemplazables nos hizo alejar, cada uno tomó su rumbo, pero de vez en cuando nos juntábamos para hacer lo que mejor sabíamos: follar.

Daño tras daño, acumulando heridas en el corazón, al fin encontramos una mujer dispuesta a cumplir nuestro sueño: un trío. A pesar de que ya estábamos bastante distanciados decidimos que sería nuestro regalo de despedida y así fue, nunca más volvimos a tener nada entre nosotros después de esa noche.

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Ahora si pueden entender porque casi me da un infarto cuando después de tantos años recibí un correo de ella con la intención de solo saludarme. Sabía que si llegaba a abrir ese correo, iba a ser como destapar la caja de Pandora.

Encontramos la forma segura de hablar para que nadie más se enterara, principalmente nuestras parejas. La conversación se dio en términos muy formales y amigables, contándonos que eran de nuestras vidas.

A mí me remordió mucho tiempo la conciencia la forma en que nos tratamos y lo primero que busqué fue ofrecerle disculpas. Ella muy amable me dijo que no tenía nada que perdonarme y que solo atesoraba los buenos recuerdos y momentos que pasamos juntos.

No duró mucho la seriedad, los dos sabíamos porque nos estábamos buscando y la conversación por días se subió de tono. Empezamos a retarnos como antes lo hacíamos e intercambiar fotos, audios y videos.

Los pocos minutos que permanecía solo en la casa los aprovechamos para hacer video llamadas, decirnos cuánta cantidad de palabras lascivas, calentarnos y masturbarnos. Era una locura total, desenfrenados como cuando éramos jóvenes.

Recordamos la primera vez que le hice sexo anal, lo adictos que nos volvimos a eso y me confesó que desde que habíamos terminado no lo había hecho por detrás con nadie más, ninguno de sus novios se lo había propuesto:

- ¿En serio? que desperdicio --le dije--

Para mí es increíble porque ella culea como los dioses. Inclusive eso me dio pie para confesarle que todavía me arrepentía de no habérmela culeado la última noche que estuvimos juntos mientras ellas estaban en un 69.

Aceptamos hacer una serie de juegos de dominación para hacer más interesante las conversaciones. Luego de un par de retos, ella me dejó de escribir casi una semana y pensé que estaba muy ocupada con el trabajo.

En el horario acostumbrado en el que los dos estábamos solos me llamó. Su tono era apagado y sombrío:

- Dani, parce, yo todavía siento muchas cosas por vos

- Kate, yo solo quería jugar lo aceptó, pero también tengo la cabeza revolcada y no dejo de pensarte

- Lo siento, pero creo que no puedo seguir haciendo esto

- Si, creo que es lo mejor para los dos

- No me quiero volver a ilusionar y hacerme daño

- Yo tampoco quiero eso ricurita, pero --hice una pausa y me arrepentí de lo que quería decir-- no nada

- Ay no Daniel diga lo que tenga que decir, no quiero quedarme pensando en vos, quiero que nos despidamos y esta vez del todo

- Veámonos

- No Daniel, vos sabes en que termina eso

- La última vez y nos quitamos los remordimientos

- Eso qué significa, para ser más exactos --con voz nerviosa y respirando fuerte--

- Nos vemos y te pego la culeada que dejamos pendiente

- Ay Daniel ¿vos por qué sos así?

- ¿Así cómo?

- Sabes que soy una güeva con vos y que no soy capaz de decirte que no ¿cierto?

- No parce, pero si no quieres no, relax

- ¿No quiero? toda una mañana me tuviste en video llamada metiéndome un dedo en el culo y después juguetes mientras te decía: "Dani culéame!" ¿de verdad crees que no quiero? ¡No seas tan idiota!

- ¿Entonces por qué no nos vemos la última vez?

- Que maricada, yo te llamé a despedirme, toda valiente y decidida a terminar con esto y otra vez caigo. Ese es el peligro con vos, siempre ha sido lo mismo y por eso es que no podemos volver a hablar después de esto

- Listo, no volvamos a hablar, ni vernos, ni nada... pero no me pienso quedar otra vez con las ganas y el remordimiento

- ¡Listo venga ya!

- ¿Ya? ¿ya mismo?

- Si, mi mamá está en la casa porque a medio día nos vamos con mi novio para una finca

- ¿Entonces vamos a un motel cerca entonces?

- No, no hay tiempo, algo se me ocurre. Venga ya o nunca

- Ya voy saliendo

Eran las 11 de la mañana. Cogí las llaves del carro, el tapabocas y arranque a toda como un loco. Si la conozco bien, sabía que no iba a darme otra oportunidad.

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A una cuadra de su casa la llamé por el altavoz y antes de llegar a la portería de su unidad residencial me dio unas instrucciones para darle al portero que después de verificar el número de la placa, me hizo pasar a la zona de estacionamiento privado y me dio el número asignado al apartamento.

Estacioné en reversa, apagué el carro esperando a que apareciera. Ya habían pasado varios minutos y la llamé de nuevo.

Se escuchó un ruido detrás del carro, miré por el retrovisor y vi como asomaba su carita con esa sonrisa de diabla que me mataba. Ni siquiera subí los vidrios, me bajé tirando la puerta y me metí corriendo al cuarto de servicio.

Emocionado y nervioso, nos tomamos de los brazos, nos miramos a los ojos y nos dimos unos segundos para reconocer los años que pasan dejando sus marcas.

- ¡Idiota! --me dio una cachetada--

Su palabra preferida para insultarme después de una pelea cuando no era capaz de aguantarse las ganas de que me la follara.

- ¡IDIOTA!

Intentó pegarme otra vez, le agarré la mano y la miré frunciendo el ceño. Entendí exactamente lo que quería, sexo fuerte y rudo como siempre le había gustado que se lo hiciera.

El choque de muestras bocas fue intenso y fugaz, nos queríamos arrancar la ropa, el cuerpo, la conciencia y los labios. Al meterle la mano debajo de la falda su ropa interior no podía estar más mojada y reírme me costó que enterrara sus uñas en mi espalda.

Me empujó y choqué contra unas cajas que estaban apiladas hasta lo más alto. Levanté las manos para evitar que nos cayeran encima y ella se rio con maldad. Me arrancó el cinturón con rabia, quitó el botón del jean y bajó el cierre. Se hizo en cuclillas, me bajo los boxer y el pantalón hasta las rodillas.

Que delicia verla así, demente y hambrienta. Lo primero que hizo fue coger mi miembro con su mano y escupirlo, apretó con fuerza para que se marcan más las venas y se lo metió a la boca. Lo chupaba con desespero, de arriba a abajo, de un lado a otro, metiendo mis bolas en su boca. Chupaba con fuerza, se lo metía hasta el fondo y la saliva caía por su barbilla, se esforzaba por meterlo hasta su garganta y que desapareciera hasta la base.

Se abrió la camisa, estaba sin sostén. Acariciaba, pellizcaba sus pezones y gemía de forma ahogada al tener su boca ocupada. Al subirse la falda vi unas tanguitas moradas muy parecidas a unas que me encantaba que usara años atrás para vernos y cuando me miró a los ojos me di cuenta que lo había hecho a propósito.

Mientras me masturbaba con su mano izquierda y me comía el miembro con la boca, ella se masturbaba y metía los dedos con su mano derecha. Me tenía al límite y me costaba aguantar las ganas de venirme. Aún peor cuando abrió su boca, sacó su lengua y me masturbaba ferozmente.

No recuerdo haber tenido una novia que le gustara más tragarse el semen y esa forma era en la que siempre me pedía que la alimentara. Arrugó la nariz, junto su ceño reclamándome por la demora, cerré los ojos y ella no dejo de chupar como un ternero hasta obtener lo que quería.

Mi miembro se relajó un poco, pero ella no le dio tregua, chupaba y chupaba esparciendo el semen sobre el y no descanso hasta sentir que estaba igual de duro que antes. Se levantó, con su mirada penetrante fijo a los ojos y sin parar de masturbarme me dio un beso, metiendo su lengua para que sintiera el sabor de su victoria.

Le agarré las nalgas y la empujé hacia mi mientras juntando su frente con la mía.

- Te voy a partir ese culo

No contestaba nada, solo se dibujaba esa risita perversa y maldadosa que me enloquecía. La agarré del pelo, le di la vuelta y empujé su torso hacia adelante sobre otras cajas empolvadas. Le separé las piernas con mi pie y le levanté la falda. Le vi las tangas moraditas, jale los elásticos hacia los lados y los solté para que sonara al chocar contra su piel.

- Nunca vas a dejar de ser necia ¿cierto?

Le di una palmada en las nalgas que le dejó los dedos marcados. Ella no renegó, solo giró la cabeza y se rio con maldad. Eso me confirmaba que se las había puesto para mí.

Me hice en cuclillas, su trasero me quedaba en la cara. Cogí sus tangas de los lados y las bajé bruscamente como si quisiera arrancarlas y de la emoción ni siquiera había alcanzado a notar que todo el tiempo había tenido un plug con una linda joya color púrpura.

- ¿Con qué estas tenemos?

- ¿Acaso te extraña?

- Acabo de recordar la clase de necia con la que estoy tratando

Levanté su pie derecho para sacar la tanga y luego el izquierdo, las llevé a mi nariz y después de olerlas las guardé en un bolsillo. Le abrí las nalgas de par en par y le pasé la lengua alrededor de la joya.

Ella trataba de contener los gemidos, pero cuando metí mi mano para acariciar su clítoris y meter mi pulgar en su vagina mientras le pasaba la lengua entre sus dos agujeros no fue capaz de resistirlo.

- ¡Ay Dani, si, si, así que rico!

Con mi otra mano me apodere de su plug girándolo en su interior, jalando hasta el punto en que está por salir para luego soltarlo y cuando apriete el culo regrese a su interior.

- ¡Ay Dani me estás matando!

- ¿Acaso quieres otra cosa?

- ¿Me vas a hacer que te lo diga?

- Si

- Por favor Dani

- Dilo

- Culéame Dani, culéame

- No te escucho

- ¡CULÉAME MALDITO IDIOTA!

Me levanté detrás de ella, le di una palmada en la nalga y otra de vuelta con el dorso. Le saqué el plug y se lo metí en la boca. Ella se agarró fuerte del borde de la caja, la tomé de la cintura.

Destapé un condón y cuando ya lo había sacado del empaque me lo arrebato y tiro al piso. Quería que lo hiciéramos como antes y al ser por detrás no me iba a preocupar por un accidente que nos metiera en problemas.

El semen que cubría mi miembro después de su espectacular mamada hizo un excelente trabajo como lubricante y aunque al inicio su trasero se resistió un poco, después de entrar la cabeza, se deslizó con facilidad hasta el fondo.

- ¡Ay jueputa Dani!

Se quejó un poco de dolor agarrándome del antebrazo. Dejó caer el plug de su boca, lo recogí de la caja lo limpié un poco escupiendo y se lo volví a meter delicadamente en la boca y la tape para que no la escucharan. Recogí su cabello en mi mano y jalé un poco hasta levantar su cabeza hasta mi boca.

- ¿Todavía eres mía?

- Malparido te odio ¡Te odio!

- ¿Me odias?

Saqué el miembro hasta antes de la cabeza y se lo volví a meter hasta el fondo.

- ¡Ay jueputa! si así así ¡te odio!

Cada que ella mencionaba la misma palabra yo lo sacaba y se lo volvía a meter lo más profundo que podía.

- ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! --le quité la mano-- ¡AY JUEPUTA MALPARIDO TE ODIO! ¡TE OODDDIIIOOO!

Cualquiera que estuviera en el estacionamiento en ese momento debió de escuchar su grito y ella en medio del orgasmo no pudo reprimirlo. Me quedé quieto, con el pelo en mi puño lo jalé hacia un lado para poder ver su cara contra las cajas llenas de polvo.

- ¿Todavía eres mi perra?

- ¡NO SOY LA PERRA DE NADIE!

Como castigo, la amenacé con sacarle el miembro y ella no tardó en tomarme del brazo.

- ¡NO!

- ¿Eres mi perra?

- ¡IDIOTA!

- ¿Eres mi perra?

- ¡SOY TU PERRA! ¡SIEMPRE VOY A SER TU PERRA!

- ¿Quién es el dueño de este culo?

- ¡DANIEL MARIN!

- ¡Dilo! quiero escucharlo

- Fuiste el primero y siempre será tuyo

Le solté el cabello y la dejé caer sobre las cajas. Me agarré de sus caderas y empecé a culéarmela con todas las ganas que había acumulado por más de 10 años, recordando la infinidad de veces que me masturbé pensando lo que debía haber hecho esa noche.

Se escuchaba una combinación de mi pelvis chocando con sus nalgas y sus gemidos repitiendo incansablemente

- ¡Si Dani culéame! ¡Así así! ¡Que rico Dani! ¡Que ricoooo!

Sus piernas empezaron a temblar y ella ni era capaz de permanecer en pie mientras un orgasmo sucedía al anterior con mayor intensidad. Apretó sus piernas y sus rodillas se juntaron, cerró los ojos. Pude sentir desde el culo como apretó mi miembro y luego esa sensación tibia y húmeda al venirse tan fuerte que quedó sin aliento. Aproveché que estaba indefensa para metérselo con más fuerza y con cada embestida sus pies terminaban de puntillas.

Su teléfono empezó a timbrar y se veía en la pantalla: "Novio". Hizo cara de desgano, presionó el botón de apagado y lo dejó boca abajo para que no interrumpiera. Me miró con mucho odio. Me encanta ponerla así porque sé que había logrado llevarla al límite y eso la molestaba aún más, porque sabía que aún era vulnerable a mí. Sabía que había sido un error permitir que llegáramos a este punto.

- ¡IDIOTA!

Se empujó de la caja y dimos unos pasos hacia atrás hasta que no pude caminar. Ahora ella llevaba el ritmo, en círculos, de adelante hacia atrás cada vez más y más rápido.

Me cogió de las manos para estrujar sus senos y tocar su clítoris. Nos besamos con desespero y gemíamos como locos.

- ¡HP vida! ¿por qué tienes que culear tan rico?

- Porque me encanta culear perras

- ¡Yo soy tu perra! ¡pero vos estás maldito!

- ¿Maldito? --le respondí metiendo la lengua en su oído--

- Si --ahhh-- porque vas a desear este culo y no vas a poder tenerlo

La muy desgraciada tenía toda la razón, sabía que me moría por ella y que no había un trasero en el mundo tan delicioso de culear como el suyo. Por eso valía la pena y el riesgo poder beber una vez más de sus placeres.

Su teléfono empezó a sonar insistentemente, miró la pantalla y de nuevo la palabra "Novio". Respiró profundamente molesta, presionó el botón unos segundos hasta que logró apagarlo. No nos iba a interrumpir más, pero eso claramente indicaba que nos quedaba poco tiempo.

Ella se inclinó hacia adelante y la empujé tan fuerte que la mandé de vuelta a estar recostada sobre las cajas. Me miró con esa cara de maldad que me vuelve loco, se abrió las nalgas y fui directo a metérselo otra vez.

- ¡Ay Daniel! ¡Maldito Daniel!

No me pude contener más. La tomé por detrás del cuello. Le cortaba la respiración mientras me la culeaba con mucha rabia, quería que ni por equivocación me fuera a confundir con su novio, que no tuviera duda que era yo el que era capaz de enloquecerla de esa forma y nadie más.

Su piel se empezó a poner roja, sus labios morados, sus ojos se cerraron, me apretó los brazos con sus manos y justo cuando llegó al orgasmo vi su cara que se desfiguró al sentir mi semen caliente llenar su cavidad anal. Con cada chorro empujaba hacia adelante, hasta dejar caer mi cuerpo encima de ella, mi cara quedó al lado de la suya y nos reíamos jadeando.

- Idiota --le dije y ella me correspondió con un beso y una sonrisa--

Me levanté sacando el miembro erecto y goteando, satisfecho de haber conseguido lo que tanto había anhelado por tanto tiempo: verla demente y perdida.

La nostalgia se apoderó de mí al ver cómo se vestía a toda prisa, encendía su teléfono para leer los mil mensajes que le había dejado su novio y trataba de disimular su peinado. Sabía y estaba completamente seguro de que esa iba a ser la última vez en la vida que nos íbamos a ver y peor aún la última vez que algo así iba a volver a suceder.

- ¿Me devuelves mis tangas?

- ¡No!

- Daniel en serio, me tengo que ir

- ¡No!

Se me acercó sonriendo a dar un beso y trato de meter la mano al bolsillo, pero la cogí de la muñeca.

- ¡No! son mías

- ¡Idiota!

Se dio la vuelta, cogió el plug, se separó las nalgas y se lo metió de vuelta colocando esa carita de placer que me mata. Abrió la puerta y cogió una caja que decía "flotadores" seguro esa era la excusa para llegar tarde y con la cara sucia. La jalé del brazo y nos fundimos en un beso que se sentí que duró más tiempo del que pasamos ahí encerrados.

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