Secretaria

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La forma segura de conseguir el trabajo.
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En mi posición de eminente hombre de negocios, necesito tener cerca alguien que me ayude. Nunca, ni en mis sueños más salvajes, imaginé que las cosas se me pondrían tan bien cuando mi anterior secretaria decidió cambiar de empresa. Yo estaba en un punto de mis negocios en el que necesitaba esa ayuda extra. Desde el día en que abrí las puertas de mi empresa las cosas me fueron de maravilla y ahora estoy en la cima. Nunca pensé que sería tanto problema hacer las cosas sin secretaria. Así que cuando Susana decidió irse, me di cuenta de que me equivocaba. Llamé al periódico y puse un anuncio. A los dos días tenía sobre mi mesa cientos de solicitudes de empleo. Examiné todas ellas y escogí las que pensé que tenían las aptitudes adecuadas. Unos días después llamé a algunas de las solicitantes para concertar entrevistas. Dediqué los siguientes días a conocer a todas y cada una de ellas. Al tercero, tuve mi última entrevista con una señorita que se llamaba Marta.

Salí a la zona de recepción principal y allí me la encontré. Cuando pronuncié su nombre se puso en pie, caminó hacia mí y me alargó la mano para que se la estrechase, cosa que hice. Noté que temblaba.

- ¿Le pasa algo? -le pregunté.

- No -contestó- Es solo que me pongo muy nerviosa cuando estoy cerca de un hombre de negocios.

- Vaya -le dije sorprendido- Y eso, ¿por qué?

- Porque me excitan -me contestó.

Eso captó mi atención pero tenía que comportarme como un profesional.

- No se preocupe -respondí- Aquí está a salvo.

Sus palabras seguían resonando en mi cabeza mientras la conducía a mi despacho. Una vez allí, la hice pasar y cerré la puerta detrás mío. Le ofrecí un asiento y ella cortésmente lo aceptó. Rodeé mi mesa y empecé a sentarme siempre mirándola. Me encantó ver que cruzaba las piernas ya que al hacerlo me permitió ver claramente, aunque solo durante unos instantes, sus apetitosos muslos cubiertos por unas ajustadas medias, entre los cuales pude ver que llevaba unas bragas de encaje de color azul claro. Cogí su currículum y empecé a leerlo para intentar apartar de mi mente lo que acababa de ver. Reuniendo fuerzas, conseguí hacerle una pregunta y ella descruzó las piernas y volvió a cruzarlas de nuevo. Mi cabeza iba a mil por hora mientras ella me explicaba sus aptitudes. No hacía más que pensar, "Contrátala, podrás mirarla y hasta quizás follártela siempre que quieras". Cuando acabó con su explicación volví a echar un vistazo a su currículum. Esta vez la oí gemir. Yo, ansioso por saber la causa por la que lo había hecho, me asomé por encima del papel y la vi retorciéndose en su silla.

- ¿Tiene algún problema físico que le impida hacer este trabajo? -le pregunté ya que en el currículum no decía nada de éste tema.

- No -contestó con una voz llena de sensualidad- Mi espalda está bien. La arqueo bastante a menudo para mantenerla en forma.

Las implicaciones de aquellas palabras eran terroríficas.

Seguí leyendo pero me detuvo un débil y sofocante gemido. Al levantar la vista vi a Marta con la falda arremangada, trazando círculos con un dedo alrededor de su coño aún cubierto por las bragas. Casi me caigo al suelo. Me recliné sobre el respaldo del sillón y me quedé admirando el espectáculo que me estaba ofreciendo. Suavemente, acaricié el contorno de mi polla a través de los pantalones, humedeciendo mi glande con un poco de líquido preseminal. Marta estaba cada vez más cachonda. Me puse en pie y me acerqué a ella.

- ¿Necesitas ayuda? -le pregunté.

Alzó la vista y su cara quedó a pocos centímetros de mis abultados pantalones. Acerqué mi mano al lugar donde había estado acariciándose unos momentos antes y empecé a administrarle el mismo tratamiento. Ella por su parte me estaba acariciando la polla y al mismo tiempo me intentaba desabrochar los pantalones para poder llegar a mi duro miembro. Sus bragas estaban empapadas y eso me hizo frotar con más fiereza. Me bajó los pantalones y, metiendo la mano en mis calzoncillos, encontró el bulto que había estado acariciando unos segundos antes. Sentí que su mano guiaba a la mía bajo sus bragas y dentro de su sexo. Estaba tan húmeda que hundí mi dedo justo en su anhelante y estrecho agujero. Agarrándome la polla me la meneó unas cuantas veces y luego me empezó a chupar el glande al compás del movimiento de mis dedos en su coño. Ella me chupaba el miembro a un ritmo enloquecedor mientras yo agitaba mis dedos dentro y alrededor de su jugosa raja. Tras hacer que se corriese, llenando toda mi mano de sus deliciosos jugos, la hice ponerse de pie y apreté mis labios contra los suyos en un ardiente beso que hizo desaparecer todas las inhibiciones.

- Quiero lamerte el coño encima de mi mesa hasta que no puedas aguantar más -le susurré mientras le besaba el cuello y la nuca.

El simple hecho de decirle aquello hizo que se estremeciese en mis brazos. Se agachó para recoger el bolso del suelo mientras yo no dejaba de sobarle su perfecto culo. Después se acercó al borde de la mesa y se sentó en él.

La tomé de nuevo entre mis brazos besándola febrilmente, mientras nuestras manos luchaban por despojar a nuestros cuerpos de la ropa que aún llevábamos puesta. En cuanto quedó completamente desnuda, di un paso atrás para admirar su bien cuidada y preciosa figura. Era una mujer espectacular. Sus pechos eran grandes y se levantaban orgullosos, con dos pezones que se morían por que alguien los chupase. Su vientre era plano y firme y conducía a unas caderas redondas y atrayentes. La tumbé de espaldas sobre la mesa y tomé asiento en mi sillón de cuero. Levanté su pierna y me puse el dedo pulgar de su pie entre los labios para chuparlo. Poco a poco, controlando mis instintos, recorrí con mis labios y mi lengua uno de sus muslos, pasé por su mojada raja y volví a bajar por el otro muslo. Aquello la volvió loca. Su respiración era entrecortada y gemía con fuerza. Volví a repetir el proceso otra vez desde el principio, pero al llegar de nuevo a su entrepierna me cogió la cabeza y la apretó contra su cálido y ansioso coño.

- Cómemelo -gritó entre gemidos y jadeos- ¡¡PPPOOORRR FFFFAAAVVVOOOORRRR!!

¿Quien soy yo para oponerme a una dama en apuros? Lamí los pliegues de su coño de arriba a abajo, haciendo que gimiese mostrando su aprobación. Sus caderas saltaban arriba y abajo sobre la mesa, intentando aplastar mi cara aún más contra su coño. Aquello me gustaba así que comencé una furiosa comida de coño, lamiendo y chupando todo lo que tenía a la vista. Se corrió levantando las caderas y cogiéndome la cabeza, mientras yo seguía lamiendo sin parar.

Mientras descansaba unos instantes escuché un zumbido. Levanté la vista para investigar y vi que llevaba un vibrador en la mano, probablemente salido de su bolso.

- Quiero chuparte la polla -declaró decididamente.

La llevé a un lado de la mesa y dejé que se metiese mi dura verga en su ardiente boca. Cogí el vibrador con el que se había estado acariciando los pezones y le levanté una pierna, deslizando la cabeza del vibrador por su coño hasta apoyarlo contra su hinchado clítoris. Esto hizo que me chupase la polla con mucho más entusiasmo. Desplacé el vibrador hacia atrás y se lo clavé hasta el fondo en su coño. Gimió con fuerza sobre mi miembro y me lo chupó aún con más firmeza. Giré el vibrador dentro de su coño y le di vueltas y más vueltas, hasta que por fin chilló a causa del tremendo orgasmo que recorría su cuerpo de pies a cabeza. Fue un grito ahogado ya que tenía la boca llena de mi polla.

Decidí que ya estaba bien. Quería estar dentro de ella. Así que tiré del vibrador hasta sacarlo y lo reemplacé con mi polla metiéndosela en las profundidades de su coño. Cogió el vibrador, que estaba apagado, y comenzó a chupar la espesa crema que había quedado adherida a los lados de éste. Saqué mi miembro hasta dejar la punta justo en la abertura, para enseguida deslizarlo lentamente hacia adelante y enterrarlo nuevamente en su hambriento coño. Seguí haciendo esto una y otra vez, llevando a Marta al punto sin retorno. Cuando alcanzó este punto, le saqué la polla, me agaché y empecé a lamer toda la abundante crema que fluía de su coño. Esto solo adelantó lo inevitable, ya que empezó a retorcerse, lista ya para explotar como un petardo en las Fallas de Valencia. Se deslizaba de adelante a atrás, dando brillo a algo más que a mi mesa.

Empujándome hacia atrás se clavó mi polla en el coño, retorciendo sus caderas una y otra vez, mientras yo me metía su pezón, duro como una piedra, en la boca. Chupé y mordisqueé el pezón durante largo rato, presa de la excitación. Ella gemía con fuerza, bañando mis huevos con los jugos que salían de su coño y bombeando salvajemente. Yo seguía empujando ya que necesitaba metérsela aún más hondo. Saqué mi miembro unos segundos, le di la vuelta haciendo que se apoyase sobre la mesa y volví a metérselo, machacándole el coño con mis embestidas. Observé cómo su crema se quedaba pegada alrededor de la base de mi polla. Podía notar cómo mi verga se endurecía dentro de su coño. "Eso es que sabe lo que viene ahora", pensé.

- ¡Fóllame, por favor! -me gritaba con una voz que no parecía humana- ¡Vacía tu carga de semen en mi coño! ¡Lléname cariño!

Exploté en lo más hondo de su ser, esparciendo mi carga por todas partes.

No es necesario decir que consiguió el trabajo, y desde entonces ha estado haciendo un trabajo fabuloso.

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