Somos Felices Las Tres Capitulo 02

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Secretaria dominante cambiará vida de su jefe y de su esposa.
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Parte 2 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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2 (MFF)

Al día siguiente, Erika apareció vestida con unos ajustados jeans y una franela normal. Nada sexy. Al llegar, me dio un saludo con un beso en los labios y se fue a su oficina a trabajar. Yo no sabía qué esperar ni cómo comportarme, después de lo que habíamos vivido el día anterior, pero su aparente frialdad y modo profesional dictaron el ambiente de trabajo normal que era habitual entre nosotros. A la hora del almuerzo, mientras compartíamos nuestras comidas, Erika rompió el hielo preguntándome,

- Claudio, ¿que video viste ayer?

A lo que yo respondí dándole detalles del video con el cual me había masturbado. Erika me hacía preguntas, pidiendo más detalles del video, lo que gustosamente suministré. Luego me preguntó,

- Claudio, cuando acabas, ¿donde vacías tu leche?

Yo le dije que dentro de un vaso, para evitar que se me manche la ropa. Después me preguntó,

- ¿Alguna vez se te ha ocurrido probar o beberte el contenido de ese vaso?

A lo que respondí que no, que nunca se me había ocurrido hacerlo. Ella simplemente sonrió y calló. Un par de minutos mas tarde me dijo,

- Claudio, me gustaría que me llevaras a un hotel esta misma semana. ¿cuando lo puedes hacer?

Después de superar la sorpresa, lo pensé y dije, creo que este jueves en la tarde estaría bien, porque Nuria dejará su auto para servicio de mantenimiento y debo recogerla a las cinco por su trabajo. Si te parece bien, podríamos pasar la tarde en un hotel. Erika respondió

- me gusta el plan. Busca un hotel que sea limpio y bonito. Nos iremos allá al terminar la mañana y podremos incluso comer en la habitación.

Una vez más Erika daba muestras de seguridad y rapidez para tomar decisiones, siempre imponiéndose sobre mí. Yo no me daba cuenta aún de qué manera aquella joven mujer me iba enredando en su red de dominación y control que nos fue llevando a esta noche en la que compartimos mi mujer y mi cama, siendo "felices las tres".

El miércoles transcurrió normalmente. Erika me saludó con un beso en los labios al llegar y se fue a trabajar en su oficina. Ese día yo debía estar en la calle y no pudimos compartir la hora de almuerzo. En la tarde, cuando regresé ya Erika se había marchado. Siguiendo mi costumbre, me senté enfrente de mi computadora a ver un video porno y masturbarme, después de lo cual me marché a casa. Esa noche me costaba conciliar el sueño, imaginando lo que ocurriría al día siguiente. Por fin podría ver a Erika en su completa desnudez, hacerle el amor y disfrutar el sexo desenfrenado que la situación prometía.

El jueves Erika llegó y su llegada me impactó, pues llevaba un vestido muy ligero el pelo recogido en un moño (a mí siempre me ha parecido muy sexy una mujer con su pelo recogido de esa manera) y unas sandalias de tacón alto que dejaban ver unos dedos pintados de rojo muy intenso y realzaban las curvas de sus piernas. Siguiendo su nueva costumbre, me saludó con un beso en los labios y se fue a su oficina. Al girarse pude ver que su vestido dejaba casi toda la espalda al desnudo, y era evidente que no llevaba brassiere. ¡Cómo me calentó esa visión! Me preguntaba si tampoco llevaba panties, como había ocurrido el lunes. Eso lo podría averiguar más tarde, en la intimidad de la habitación de nuestro hotel. Yo había escogido uno especial para parejas, con cama redonda y jacuzzi dentro de la habitación, esperando que a Erika le pareciese bien mi selección.

Llegado el mediodía Erika me llamó a su oficina, y obedientemente acudí ante ella, quien aún estaba sentada frente a su computadora. Me hizo esperar un momento de pie, junto a la puerta, mientras ella terminaba de escribir algo. Su actitud era, sin que yo lo detectase en aquel momento, parte de mi entrenamiento como su siervo sumiso. Cuando completó lo que estaba haciendo, levantó la mirada y con una enorme y picaresca sonrisa me preguntó

-¿Claudio, estás listo?

A lo que respondí afirmativamente. Entonces ella entró al baño y dejando la puerta abierta me habló en voz alta,

-anda, apaga las luces y tu computadora y me esperas en la puerta.

Una vez más Erika me daba órdenes como que si ella fuese la jefa y yo su empleado. Pero sin darme cuenta, cumplí con lo que se me había ordenado. Me tocó esperarla de pie junto a la puerta varios minutos. Cuando yo me cansé de esperar, decidí ir a su oficina a buscarla, y justo cuando iba entrando a la misma, ella salió del baño y con una sonrisa me dijo

- ¿qué pasó, Claudio? ¿no te dije que me esperaras en la puerta?

Eso me desarmó por completo, no supe que responder y me sentí avergonzado por no haber sabido seguir sus instrucciones. Erika se iba dando cuenta de qué manera iba a resultar más fácil de lo pensado ejercer su dominio y control sobre mí. Yo no lo había detectado aún, pero en el fondo de mi mente me sentía cómodo de tener a alguien que tomara decisiones por mí. Toda mi vida me había tocado a mí esa responsabilidad y sentía como una especie de alivio el no tener que estar pensando o planeando lo que se tendría que hacer.

Mientras viajábamos al hotel yo me hacía mil preguntas acerca de cómo debía transcurrir lo que íbamos a hacer una vez estuviésemos a solas en nuestra habitación. Sentía mucho estrés pues quería causar la mejor impresión posible y al mismo tiempo complacer todos sus caprichos y exigencias. Una vez que llegamos y entramos a nuestra habitación nos abrazamos y allí de pie, junto a la puerta nos dimos un largo y profundo beso. Erika me había enseñado a usar mi lengua apropiadamente para satisfacer sus deseos de besos prolongados y profundos, con mucho intercambio de gemidos y saliva.

Pasados unos minutos, revisamos lo que aquella habitación ofrecía, y nos pareció todo muy bien. Además del jacuzzi y una gran cama redonda había bastantes espejos, al tope de la cama y en ambos costados, lo mismo que en el techo. Sin duda íbamos a vivir una experiencia muy excitante, pudiendo vernos desde cualquier ángulo.

Yo fui al amplio ventanal a cerrar la persiana, para crear un ambiente semioscuro y favorecer nuestra intimidad, pues a no muy gran distancia, tal vez unos 50 metros, se encontraba un edificio de oficinas desde donde tal vez se podría ver el interior de nuestro cuarto. Erika me dijo,

- No Claudio, deja las persianas abiertas, que a mí me gusta más la claridad, para vernos mejor, y no me importa si algún fisgón nos ve. Más aún, hasta me excita la posibilidad de que nos puedan ver.

Yo acaté su decisión... una vez más.

Erika descubrió que la habitación ofrecía un sistema de sonido, el cual encendió y una música romántica nos envolvió.

-Ay, ¡que bueno!, vente Claudio, vamos a bailar...

y me tendió su mano, la cual tomé, la rodeé con mis brazos y comenzamos a bailar aquella lenta melodía, muy pegados. Para mí era la primera vez que bailaba con una mujer cuyo rostro me quedaba cara a cara, porque la pequeña diferencia de estatura que nos separaba estaba siendo subsanada con los elevados tacones de las sandalias que vestía. Pude acariciar su espada desnuda, descubriendo la tersura de su piel, al mismo tiempo que pasaba también mis dedos entre su dorada cabellera. Ella recostó su cara sobre mi cuello, el cual comenzó a besar y lamer de la manera más erótica posible.

Y así pudimos bailar aquella primera canción, y después otra y luego otra más. Qué momento más delicioso vivimos en aquel momento en el que tanto ella como yo podíamos sentir nuestros cuerpos pegados y rozando uno contra el otro. De vez en cuando ella levantaba su cara para darme un beso profundo, y después vover a posarse sobre mi cuello. Yo no me atrevía a dejar de hacer lo que estábamos haciendo ni a proponer cualquier cosa. Ya intuía que me tocaba rendirme a los gustos y caprichos de aquella mujer diez años más joven pero con una personalidad tan cautivante como dominante. Yo preferí dejar todo en sus manos, y seguir sus instrucciones y decisiones.

Llegado el momento, como ya se estaba volviendo costumbre, Erika decidió lo que sucedería de seguido. Fue a su bolso y de allí sacó un pañuelo de seda con el cual vendó mis ojos y comenzó a desabrocharme y quitarme la camisa. El hecho de estar a ciegas aumentaba mi excitación pues no sabía qué impresión podría estar causando en ella mi cuerpo sin ropas. Ella pasó sus manos por mi pecho, y también por la espalda mientras yo escuchaba un tenue "uhumm" a medida que palpaba mi cuerpo. Me pellizcó ligeramente mis pezones y entrelazó sus dedos por el vello abundante de mi pecho, antes de desbrocharme el cinturón.

Mientras lo hacía me pidió que me sacara los zapatos, lo cual hice ayudándome con mis pies. Ella desabrochó el botón de mi pantalón y bajó la cremallera al mismo tiempo que se agachaba ante mí para sacármelo. Allí quedé ante ella vistiendo solo mis calcetines y mi calzoncillo, el cual no podía ocultar una rígida erección, la cual ella juguetonamente golpeó con la palma de su mano, diciendo,

- Claudio, qué excitado estás, contrólate.

A mí aquella útima palabra resultó un acertijo pues no sabía si lo decía en tono de juego o como una orden a seguir. Lo cierto es que produjo un efecto en mí pues sentí que mi pequeño miembro se ablandara un poco. Ella se levantó y parándose frente a mí me tomó la cara para volver a besarme, mientras sus manos se deslizaron por mi espalda y fueron bajando hasta llegar al elastico de mi calzoncillo y seguir su camino por dentro del mismo, para agarrarme ambas nalgas. Las acarició, las apretó y también arañó con sus uñas. Yo me dejaba hacer, permitiéndole a ella jugar a su antojo con mi cuerpo, mientras yo permanecía a ciegas. Yo tan solo imaginaba que en unos minutos podría hacer lo mismo con ella, vendarle los ojos y desnudarla para recrearme en la contemplación de su cuerpo.

Ella, sin embargo se separó de mí y pude escuchar cómo se desnudaba. Yo sentí la frustración de no haberme permitido jugar de la misma manera en que ella lo había hecho conmigo. Al rato volvió a acercarse a mí, y agarrándome de la mano me condujo hasta la cama, donde me hizo acostar boca arriba, dándome instrucciones de subir mi cuerpo hasta el centro de la misma. Seguía con mis ojos vendados y me moría de ganas de ver su cuerpo desnudo. Luego sentí el peso de su cuerpo sobre la cama, y cómo colocó sus piernas a cada lado de mi pecho, antes de sentir cómo bajaba su cuquita hasta mi cara. Allí ella ajustó su posición hasta que frotó su sexo contra mi boca, diciéndome,

- Claudio, bésame y hazme feliz con tu lengua.

Me sorprendió que todo ocurriera de esa forma y tan rápidamente. También me sorprendió sentir la ausencia de vellos en su zona íntima y por el contrario, una piel lisa y tersa como la de un bebe. Saqué mi lengua y lamí toda su raja a medida que era ella quien se movía buscando sacar el mejor provecho de mí. Pude sentir de qué manera su cuquita se empapaba de sus propios fluidos y mi saliva. Erika comenzó a gemir y gemir mientras se movía cada vez más aceleradamente. Aquella mujer estaba violando mi boca y mi lengua, se estaba masturbando conmigo sin pudor ni consideración con mi boca que ya comenzaba a sentirse fatigada ante aquel embate de sexo y pasión. Erika se separó los labios para que mi lengua tuviese acceso al orificio de su vagina, de la cual ahora manaba un río de jugos sexuales.

Jamás había experimentado algo así. Las veces que le preacticaba sexo oral a Nuria me limitaba a lamer el exterior de sus labios y a succionar el clítoris para lograr su orgasmo. Ahora con Erika, ni me acordaba que tenía un clítoris para besárselo y succionar, pues la postura y los movimientos de aquella amazona orientaban toda mi atención a la zona que ella quería frotar contra mi boca y lengua para procurarse un orgasmo, el cual se demoraba ya que varias veces, supongo yo que cuando sentía que estaba al borde, cambiaba el ritmo y la postura de su cadera que cabalgaba sobre mi pecho.

Cuando Erika se excitó lo suficiente, se enloqueció y se frotó con fuerza sobre mí, al punto que me sofocó y se me hacía difícil respirar. Por suerte no duró mucho pues mientras escuchaba un ronco alarido que salía del fondo de su garganta, sentí cómo sus músculos vaginales se contraían y se relajaban como producto de aquel primer orgasmo de la tarde para Erika. No se bajó de mí hasta que recuperó el aliento mientras mi boca recogió una abundancia de fluidos que tuve que tragar.

Jamás en mi vida había bebido las secreciones sexuales de una mujer y aquello fue para mí un descubrimiento. También fue para mí un descubrimiento la satisfacción de haber sido usado para el placer de otra persona, de aquella mujer que se encargaría de transformar mi vida y la de mi esposa hasta llevarnos al punto en el que compartiríamos la cama y podría confesar sin vergüenza y con orgullo, ¡que felices somos las tres!

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