Somos Felices Las Tres Capitulo 20

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Erika hace el amor a Nuria... parte 3 de 3.
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Parte 20 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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Erika comenzó una lenta y sensual carrera de besos, lamidas y caricias a lo largo de la barriga de su novia. Al llegar al ombligo se entretuvo, metiendo su lengua y hacerla girar como para penetrar aquel agujero. Le provocó mordisquear esa piel, pero se había prometido que por ahora no castigaría más el cuerpo de quien se estaba convirtiendo desde esa noche en su mujer. Todo lo que haría sería placentero para Nuria. Ya vendrían ocasiones para torturar aquel centro sensible y delicado de placer.

Del ombligo bajó más al sur, y al encontrar la mata de pelos, no quiso que su boca se llenara de los mismos y escogió tomar un desvío, por el valle en el que su muslo se une al vientre. Allí su cara podía notar el calor que emanaba de la cuquita de Nuria, quien quiso comenzar a ondular su vientre. Erika le puso la mano sobre el ombligo y dándole pequeñas palmaditas envió a su amante el mensaje de que se calmara y dejara a su dueña y señora proseguir con la caricia inolvidable.

La boca de Erika recorrió lenta, muy lentamente aquel pliegue, dando docenas de micro besitos y chupando la piel al mismo tiempo, dejando también que su boca se deslizara en ambas direcciones, la que ya había lamido y la que aún no lo había sido. Podía sentir sobre su mejilla la abundancia de vellos del pubis y su lengua se enredaba con los que crecían en aquel valle tan íntimo. Toda esta acción estimulaba la secreción de jugos a Nuria quien ansiaba que aquella boca atacara la entrada de su vagina y su clítoris, mientras que Erika se tomaba todo su tiempo para acariciar con su boca aquella canal. Se estaba dando el tiempo necesario para disfrutar el momento, para saborear la piel y para hacer el amor a su hembra. No se trataba de sexo simple y puro, sino de una actividad romántica y sensual, que debía ser hecha con mucho cariño, detenimiento y sin prisas.

La boca de Erika fue bajando lentamente hacia el muslo izquierdo de Nuria, chupando la piel en cada beso que le iba dando, y se desplazó hacia la cara interior del muslo. Para facilitar la tarea, dulcemente tomó la rodilla y la elevó, dejando su pie apoyado contra la cama. Nuria por su parte separó sus piernas para facilitar aquella caricia que la estaba enloqueciendo. Mientras iba dejando un rastro húmedo de besos y chupones en la cara más sensible del muslo, Erika enredó los dedos de su mano izquierda en la mata de vello púbico. La suma de ambas caricias iba elevando el grado de excitación de Nuria, cuya cuca ahora parecía un manantial de secreciones cristalinas y viscosas.

Cuando lo consideró conveniente, tomó la otra rodilla y repitió la misma maniobra, alzando el muslo derecho. Nuria abrió aún más su piernas, facilitándole a Erika las caricias y besos que ahora recorrían la cara anterior del otro muslo, pero en sentido inverso. Cada beso, cada chupada, iba acercando la boca de Erika al bollo de su amante. Nuria esperaba y deseaba que los labios de aquella boca besaran finalmente su sonrisa vertical. Pero no, Erika siguió de largo y trepó con su boca hasta el lado derecho del pubis de su hembra.

Erika desde su posición elevó la mirada y sus ojos encontraron los de Nuria y sin hablarse se dijeron muchas cosas. La sonrisa pícara de Erika anunciaba que ya estaba a punto de ocurrir lo que la vagina de Nuria pedía a gritos. Lenta, muy lentamente Erika se posicionó más abajo, y sus ojos quedaron a centímetros de la cuca de Nuria. Por primera vez en su vida tenía tan cerca y tan expuesta una vagina. Y no se trataba de cualquier vagina, pues era la de la mujer que estaba haciendo suya para formar una pareja lésbica después de la ceremonia de desposamiento que iba a iniciarse en segundos.

Erika quiso explorar y conocer mejor aquel bollo, y con sus dedos comenzó a estudiar cada pliegue, cada espacio. Lo primero que hizo fue deslizar sus dedos a lo largo de cada uno de los labios mayores, pudiendo palpar lo dilatado que se encontraban. Estaban inflamados como producto de la excitación prolongada y se sentían en la yema de sus dedos como si fuesen almohadillas que se hundían a la presión de sus dedos para retomar de inmediato su aspecto original al dejar de presionar sus dedos. Era muy divertido jugar con ellos, y estaba fascinada por la forma tan perfecta de aquellos labios y cómo respondían a sus toqueteos.

Entonces sus dedos se hundieron un poco más en aquella hendidura, para descubrir los labios menores, que se encontraban escondidos debajo de los labios externos. Erika pudo halar cada una de aquellas aletas llenas de arrugas minúsculas y se sorprendió de su flexibilidad y de cuán largos eran. Pudo halarlos lo suficiente como para después abrirlos y que se apoyaran contra los labios mayores, uno a cada lado y formar una especie de flor.

Erika jugaba como una niña y quedaba fascinada por aquella especie de orquidea que había descubierto en la cuca de Nuria, quien a su vez gemía y jadeaba, excitada y ansiosa a la vez, deseando que la fase de exploración diese paso pronto a la manipulación que le produciría un orgasmo. Nuria gozaba al contemplar la escena en el espejo del techo, viendo la cabellera dorada de su amante inclinada sobre su cuca a la que no podía ver pero que sentía todo lo que estaba ocurriendo allí abajo.

Erika quiso explorar un poco más arriba y halando las aletas de aquel par de labios destapó la capucha que recubre el clítoris de su hembra. No pudo suprimir un suspiro de sorpresa al descubrir un apéndice de carne de un par de centímetros y que se asemejaba mucho a la cabeza de un pene. Jamás se hubiese imaginado que un clítoris pudiese ser tan grande, pues el suyo no era más que una suave pepita de carne, apenas visible. No pudo más ante aquel descubrimiento y en un impulso del cual ella misma se sorprendió, lo besó. Y al estar su boca en contacto con aquel botón erguido y erecto la reacción instintiva fue la de chuparlo, lo cual hizo con suavidad y ternura. Nuria por su parte dio un salto sobre la cama. No podía ser diferente, pues la sensación era de alto voltaje.

Ya el gran paso estaba dado, su boca había hecho contacto con la cuca de su hembra, y ahora no se despegaría de la misma por un buen rato. Después de besar y chupar el clítoris, Erika se dedico primero a lamer los labios mayores, desde el clítoris hasta muy cerca del ano, en un ir y venir en ambas direcciones, y a cada lado de la canal que se estaba ya inundando de jugos sexuales. Nuria deseaba una lamida más íntima y más profunda, pero Erika prefirió el camino de la seducción lenta, para calentar aún más a su hembra.

Cuando ya era suficiente, los labios de Erika buscaron las aletas de carne que se ofrecían a cada lado de la vagina y halándolos con sus labios descubrió que estaban muy escurridizos para poder sujetados tan solo con la presión de sus labios, por lo que usó ahora sus dientes, y sin causar daño, solamente con la presión mínima necesaria los halaba, primero uno, luego el otro, divirtiéndose con aquel juego que tanto excitaba a Nuria, quien tenía que hacer un gran esfuerzo para no ondular su cuerpo y arriesgarse a que Erika perdiera el contacto y suspendiera aquella deliciosa tortura.

A este punto un dedo de Erika hurgó en aquella hendidura hasta encontrar la entrada de la vagina. No se le hizo difícil penetrarla y hundir su dedo hasta lo más profundo, por la sobreabundancia de aquel caldo sexual que chorreaba como de un manantial tras haber sido expuesta a tanta excitación en la útima hora. Erika pudo palpar con detenimiento las esponjosas paredes interiores de aquella vagina, y quiso añadir un dedo más.

Al sacar su dedo, arrastró un líquido gelatinoso blanquecino y viscoso, con el cual untó los labios de aquella cuca, para de inmediato, mientras penetraba a su hembra con dos dedos esta vez, su lengua recogía la abundancia de secreciones que inundaban aquel delicioso rincón. Erika esperaba descubrir algón sabor fuerte, pero se sorprendió de fuese casi insípido, con un ligero toque salado. Para ella, probar y tragar aquel fluido emanado de la cuca de su hembra significó la verdadera unión de ambas como pareja.

Ya era demasiada la excitación de Erika y después de penetrar unos minutos a su hembra con los dedos, los sacó y dirigió su lengua y su boca al orificio que se abría ante sus ojos. Colocó su lengua lo más rigida posible, para tratar de llegar lo más adentro posible. Apenas hizo un ligero contacto, Nuria se contrajo y comenzó a temblar, con las convulsiones típicas de sus orgasmos. Apretó sus muslos contra la cabeza de Erika, quien cerrando sus ojos dejaba que esa presión que la inmobilizaba significara la respuesta al primer orgasmo que su boca produciría a la que a partir de ahora sería su mujer.

Las manos de Nuria se habían posado sobre la cabeza de Erika y a medida que su respiración se normalizaba entrelazaba sus dedos entre aquella cabellera dorada que tanto le atraía.

- Gracias, mi vida... que rico lo que me has hecho sentir... no me imaginaba que se podía sentir un orgasmo tan dulce y tan tierno... gracias, mi dueña, gracias mi señora... ¡te amo!

- Yo también te amo, mi negrita. Pero no me dejaste continuar.

- Es que era demasiado para mí. Ya estaba a punto de acabar desde hace un rato, cuando comenzaste a besarme allá abajo.

- Pues prepárate, que necesito completar lo que me obligaste a interrumpir.

Y dicho esto, Erika apoyó su lengua aplanada contra toda la hendidura de su hembra, y la deslizó desde atrás hacia adelante, desde adelante hacia atrás. Erika podía sentir de un modo muy diferente todo el coño de su hembra y disfrutaba de aquel momento. Nuria comenzó a gemir y a suspirar, y Erika sintió que le venía otro orgasmo e intensificó el repaso que su lengua hacía a todo lo largo de la deliciosa y húmeda raja. De nuevo Nuria explotó en otro orgasmo, esta vez más violento que el anterior. Los temblores se multiplicaron en cada uno de los músculos de su cuerpo. De nuevo sus muslos actuaron como una prensa sujetando la cabeza de su amante, quien con los ojos cerrados disfrutaba el haber sido capaz de darle dos orgasmos con su boca a su mujer en menos de cinco minutos. Pero todavía quería otro más.

Por eso, cuando los temblores posteriores al orgasmo de Nuria cesaron, movió su boca hacia el clítoris, el cual lamió alrededor de su base y con su lengua lo hacía vibrar, aumentando el grado de excitación de Nuria, hasta que decidió completar el ataque mediante una succión vigorosa de aquel apéndice sensible. Mientras más gemía Nuria, más fuertemente chupaba Erika. Esa succión era acompañada con ocasionales jugueteos de su lengua. Era inminente el tercer orgasmo de Nuria, y Erika quiso que fuese aún más violento que los anteriores, por lo que mosdisqueó muy levemente aquella minúscula cabecita, y chupó con todas las fuerzas de su mandíbula y boca.

Nuria enloqueció y emitió un largo alarido acompañado de una hiperventilación y suspiros alocados a la vez que su cuerpo se desbocaba, fuera de control, moviéndose en todas direcciones mientras sujetaba la cabeza de Erika, para que no se despegara de aquel centro de placer. Erika se sorprendió de la fuerza con la cual Nuria arrastró su cabeza junto con su cuerpo en plenos temblores y convulsiones de orgasmo. Erika mantenía su boca abierta sobre todo el clítoris y sus alrededores, y podía todavía sentir los ligeros temblores del cuerpo de su hembra un par de minutos más tarde.

Cuando se hubo calmado, Erika no quiso dar por terminada su tarea de brindarle placer a su mujer y comenzó a lengüetear de nuevo el clítoris. Nuria quiso protestar y empujaba la cabeza de Erika para que parase, pero ella hizo caso omiso y comenzó no solo a acariciar con su lengua aquella pepa de Nuria, sino que deslizó su lengua hacia la entrada de su vagina. Le resultaba difícil palpar la piel por la sobreabundancia de secreciones viscosas que Nuria había descargado, pero nada pudo detener llegar a su objetivo.

Antes se había visto frustrada la penetración con su lengua debido al repentino orgasmo de su mujer. Ahora introduciría su lengua en la vagina lo más adentro posible. Nuria comprendió que nada podía hacer, y abrió sus piernas lo más que podía para facilitar aquella carnosa invasión. Erika pudo palpar el interior de la vagina de su mujer con la lengua y para ella fue una doble sensación inolvidable, primero la sensorial, al comprobar con su lengua la tersura de aquellos tejidos blandos y húmedos, y por otro lado, la emocional, al saberse dueña de aquella cuca, y por haber llegado mucho más lejos de lo que imaginaba cuando sentía curiosidad por el sexo lésbico.

Jamás se imaginaba que pudiese llegar a ser tan sabroso, tan intenso, tan salvaje, tan sexual, tan romántico... Bastaron solo un par de minutos para que una vez más el cuerpo de Nuria diese señales de un inminente orgasmo. Esta vez su cuerpo se arqueó, arrastrando consigo la cabeza de su novia, quien pudo beber por primera vez las emanaciones que solo en ocasiones muy especiales derraman las hembras. Aquella eyaculación llenaba su boca, y ella hacía todo lo posible para que no se perdiera ni una sola gota, tragando rápidamente cada chorro que salía disparado en cada espasmo de su hembra.

Erika esperó que los temblores posteriores de Nuria fuesen disminuyendo y tras recuperar su respiración a un ritmo normal despegó la cabeza de la cuca de su mujer y lentamente se fue deslizando por todo su cuerpo, sintiendo y disfrutando de manera amorosa, sensual y romántica cada centímetro de la piel de Nuria, a quien había hecho para siempre SU mujer, SU hembra, SU amante y próximamente SU obediente esclava tanto en lo sexual como en lo personal. Al llegar a su cara, brindó una amplia sonrisa la cual devolvió Nuria. Sus bellos y grandes ojos se agigantaron al pronunciar un ¡Cómo te quiero, mi Erika! ¡qué feliz me haces! Erika no respondió porque tenía reservada una sorpresa parecida a la que me había dado a mí. Su boca buscó la de nuestra mujer y al besarla, vació el contenido que había recolectado desde su cuca. Nuria no supo cómo reaccionar, no se esperaba una inundación como aquella, pero el instinto la hizo tragar lo que su Dueña y Señora acababa de entregarle. Por primera vez en su vida se saboreaba a sí misma, tanto en aquel líquido que su propio cuerpo había emanado, como en el sabor y olor que los labios de Erika transmitían y que no eran más que el resultado de haber restregado esos labios contra los verticales suyos.

Después de la sorpresa inicial las lenguas de ambas mujeres se dedicaron a realizar una danza erótica llevando el compás de los gemidos que ambas emitían.

La excitación de Erika era mayúscula y necesitaba sentir su primer orgasmo en los brazos de la mujer que acababa de adquirir y mientras se besaban cada vez con más furor salvaje comenzó a mecer su cuerpo en un baile de vaivén, frotando su cuquita con la cuca de su hembra, cuyo gran clítoris favorecía la estimulación sensorial de su pequeño sexo. Erika presionaba su pelvis contra el pubis de su hembra y vivía aquel momento con gran pasión, altamente emocionada no solo por lo que estaba haciendo por primera vez con otra mujer, sino por lo que significaba aquel acto de amor lésbico, el cual nunca imaginó que ocurriría en su vida tan solo tres semanas atrás. Todas estas ideas estimularon su cerebro, el órgano sexual más poderoso, y por supuesto, auxiliado por los estímulos que su diminuto clítoris recibían al frotartse con fuerza y violencia contra el cautivante y único clítoris extra large de la hembra que ahora compartiría para siempre conmigo, fueron gestando un dulce y delicioso orgasmo.

Erika empezó a sentír una especie de cosquilleo interno que dieron pie a los espasmos de su matriz cómo jamás en su vida había experimentado ni siquiera con el mejor de sus amantes ni con la masturbación más atrevida que hubiese vivido. Aquella erupción de placer venía acompañada con una mezcla de sentimientos, de amor, de lujuria, de satisfacción por haber logrado conquistar aquel hembrón y por saberse dueña de aquel cuerpo que yacía bajo el suyo y que ahora estaba usando para su propia satisfacción.

En vez de un alarido su garganta produjo un profundo sonido gutural ggggggmmmmggggmmmmmmmgrrrrmmmmggggmmmmmmmmmmgrgrgrgrggrrrrrmmmmmuhhhhhh

que dio paso a un jadeo incontrolable. Su hembra la rodeó con sus brazos y ella apoyó su rostro contra el cuello de Nuria, quien adornó aquel momento con una sucesión interminable de palabras dulces y amorosas.

Erika cerraba sus ojos, escuchando aquel concierto de bellas palabras y su pecho pudo sentir de manera nítida los latidos del corazón de su exótica negrita. Ambos corazones comenzaron a palpitar al unísono, y sus respiraciones también se sincronizaron. Nuria dejó de hablar y simplemente respiraba al mismo ritmo de su ama cuyo cuerpo descansaba sobre el suyo, más voluminoso y exhuberante. Aquel silencio fue un delicioso final al primer round de sexo y amor lésbico de aquella noche de bodas tan significativa para mi vida y la de mis dos mujeres, que nos llevaría a rediseñar nuestras vidas para ser felices las tres.

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1 Comentarios
AnonymousAnónimohace alrededor de 3 años
Me encanta!

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