Somos Felices Las Tres Capitulo 23

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Nuria le hace el amor a erika Parte 2 de 2.
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Parte 23 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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Erika decidió ofrecer libre acceso a su bellísima cuquita, y para ello levantó las rodillas y separó sus piernas. Nuria cambió de posición, acostándose boca abajo enfrente de aquella bella joya. Lo primero que hizo fue acariciar con sus dedos los labios mayores, debajo de los cuales se escondíab sus pequeños labios menores, no tan alargados como los suyos, con los cuales Erika había podido juguetear antes. Nuria quería estudiar la cuquita de su hembra, como había podido hacerlo con el resto de su cuerpo, pero al querer abrir los labios se le deslizaban de los dedos de tanta lubricación que Erika había emanado por toda la excitación acumulada. Nuria quería, casi que lo necesitaba, conocer cada detalle, cada pliegue de aquella bella flor, pero le había salido un obstáculo imprevisto. Decidió entonces invertir un poco el orden de lo que tenía planeado, y pegó su boca a los labios de la sonrisa vertical de su novia, y chupó con fuerza para dejar libre de jugos aquel rincón que desde esa noche sería causa de su única obsesión salvaje y primitiva. Movió su boca a distintos puntos de la cuquita de su hembra, llenando su boca de los jugos que chupaba de la mujer que amaba. Se deleitaba con el sabor que ya había descubierto cuando Erika la había obligado a chupar sus dedos la otra vez. Erika gemía de placer... por supuesto. Pero no decía nada, tan solo se limitaba a dejarse hacer y ver en el techo el reflejo de aquel par de cuerpos desnudos que se amaban con el más romántico de los amores lésbicos.

Cuando Nuria sintió que su boca había realizado un buen trabajo de limpieza de las divinas secreciones de su dueña y señora, decidió retomar su labor de reconocimiento y estudio de la anatomía sexual de su adorada amante.

- Mi vida, ¡qué bella eres!... me encanta pasar mis dedos por tu vientre, sintiendo tu piel sedosa, y al llegar a tu Monte de Venus no sentir ninguna diferencia. La tersura de tu piel aquí es algo increible. Y la forma de tu cuquita es tan tierna. Me encanta ese hoyuelo que se forma al tope de la hendidura. Pareciera la vulva de una niña, porque tus labios menores son tan discretos que no se notan, a menos que abras las piernas y te separe los labios mayores como estoy haciendo ahora.

Otra cosa que me llama la atención, mi vida, es tu diminuto clítoris, comparado con el mío tan vulgar y abultado.

- No digas que es vulgar, mi cielo. Tu clítoris es digno de una reina de Saba como tu. A mí me encanta sentirlo entre mis labios y chupártelo.

- Y amí me encanta el tuyo... parece una pepita escondida entre los pliegues de la cuquita más bella que he visto.

- Seguro... si es la única que has visto, pendeja. Jajaja

- Así es, mi vida. Por eso estoy disfrutando tanto este examen médico que te estoy haciendo, encantadora mujer.

- Me encanta la tersura de tu piel aquí, mi vida... y lo bella que se ve tu adorable ranura hasta tu bello culito. Déjame sentir tu piel contra mi mejilla... aaaaahhh! Que suave, que sensación tan deliciosa, mi vida. Podría esta el resto de mi vida aquí contigo, sintiendo tu piel contra la mía, y aspirando ese aroma que despides desde el centro de placer que acariciaré con mi lengua en segundos. Pero antes, déjame abrir tus labios y ver lo que encierras entre ellos, mi vida.

- Uuuuhmmmm que rico que me toques así, mi negrita... ¡qué rico!

- Ahora puedo ver que debajo de tu diminuto clítoris se encuentra un pequeño orificio... debe ser tu meato, por donde fluye ese cautivante licor dorado que algún día quisiera probar.

- ¿en serio, Nuria? ¿te gustaría probar mi pipí?

- si, mi vida. No sé por qué, pero desde que orinas delante de mí y me haces limpiarte, he sentido curiosidad de probarte. De hecho, en un par de veces me he chupado los dedos sin que te des cuenta y no me disgusta lo que he saboreado.

- ooooo, mi negrita, que dulce eres... ¿y te atreverías a beberlo también?

- no lo sé, mi vida. Muy probablemente me atreva también a tragar tu néctar de oro.

- Ya veremos, ya veremos, mi negrita.

- Ahora que estoy abriendo tu labios al máximo puedo ver la boca de tu vagina y noto que adentro la piel es de un rosado muy diferente... y también puedo ver parte de su interior. ¡que bella eres, hasta en este escondido rincón de tu anatomía, mi vida!

- Si quieres, mete tus dedos,

- Eso haré, pero primero permíteme hacerle el amor con mi lengua a esta obra de arte, mi dueña y señora.

Nuria acercó su cara a la cuquita de su hembra y comenzó a deslizar muy lentamente su lengua por encima del labio mayor derecho, hasta llegar casi al ano de su hembra, para regresar en sentido inverso pero esta vez sobre el labio izquierdo. Al llegar al clítoris, apoyó su lengua con fuerza contra el mismo y movió su lengua en sentido circular, para de nuevo bajar con su lengua otra vez, pero esta vez lamiendo primero el exterior del labio izquierdo en toda su extensión, para cambiar al derecho y de nuevo subir lentamente hasta el clítoris, y volver a frotarlo con su lengua. En seguida comenzó a aplicar mayor presión con su lengua en el centro de la ranura, forzando su paso entre los labios menores, saboreando al mismo tiempo la abundancia de secreciones que manaban desde el interior de aquellos genitales tan exquisitos. Después de haber completado su recorrido, regresó hacia el frente, pero esta vez en una espoecie de baile sinuoso, saltando de derecha a izquierda, y de izquierda a derecha, siempre con la punta de su lengua, pero con suficiente presión para estimular aún más a su dueña y señora. Al llegar al clítoris, además de frotarlo como había hecho antes, intentó atraparlo entre sus labios. Le resultaba difícil por el pequeño tamaño del mismo, pero sí pudo notar que mientras más chupaba aquel botón, más emergía aquella dulce pepa de entre los plieques de piel que lo guardaban. Finalmente logró capturarla entre sus labios y lo succionaba cariñosa pero firmemente mientras Erika se retorcía de placer.

Nuria no quiso provocar un orgasmo... aún. Por ello deslizó su lengua esta vez aplanándola contra toda la superficie abierta entre aquellos labios tan perfectos de su hembra, y se dedicó a pasarlos de arriba abajo y de abajo a arriba, como que si fuese un pincel pintando una pared. Erika se movía cada vez más, y Nuria sintió que debía buscar la boca de su vagina y penetrarla con su lengua. Al sentir ese orificio en la punta de su lengua la forzó con mucha fuerza hasta sentir la superficie muy suave del interior de la vagina que adoraría por el resto de su vida, y al mismo tiempo comenzó a chupar.

Erika enloqueció no solo por la sensación física sino además por el ruido que el chasquido de la boca de Nuria producía al chupar la cuca de su dueña y señora. Ya no se pudo contener más, y atrapando entre sus rodillas la cabeza de su amante comenzó una suceción de espasmos y convulsiones que parecían interminables. Todo ese tiempo mantenía agarrada la cabeza de Nuria para que su boca no se despegara y siguiera dándole placer. Un orgasmo terminó para tres segundos volver otro. Y después otro más. Nunca había sentido orgasmos múltiples y aunque le faltaba ya la respiración por estos tres orgasmos sucesivos, quería aún más.

Nuria así lo imaginó y cada vez chupaba con mayor fuerza, haciendo esfuerzos por no sofocarse bajo la presión de las piernas de su dueña y servirla con la boca de la mejor forma posible. Movía su lengua con mayor fuerza y con la destreza que estaba aprendiendo. Ya había descubierto lo que mejor estimulaba a su hembra, y con su lengua y sus labios acariciaba sin cesar aquella abertura hasta que pudo sentir dos orgasmos más, aunque menos violentos que los tres anteriores. Las convulsiones se limitaban al vientre y no se extendían al resto del cuerpo como antes. Era obvio que las energías de Erika estaban agotándose. Cuando Erika arqueó su cuerpo rígido y abrió las piernas ligeramente, Nuria entendió que aquella fase estaba llegando a su fin y quiso darle espacio y tiempo a su amor para que disfrutara el sabor post-orgasmo que es tan rico. Erika se desplomó contra la cama, con los ojos cerrados y la mejor de sus sonrisas dibujada en su rostro.

Nuria se irguió haciendo escolta a su hembra, contemplando su extraordinaria belleza, observando cómo sus pezones seguían erguidos y su clítoris todavía se asomaba entre aquel par de labios libres de vellos e imperfecciones. La respiración profunda y acompañada de un ronroneo gatuno de Erika fue cesando, hasta que finalmente abrió los ojos, y con ellos, si mediar palabras declaraba su satisfacción y amor a Nuria, quien entendió que lo procedente en ese instante era darle un beso profundo a su amante.

Nuria movió su cuerpo para yacer al lado de Erika y su boca buscó los labios de su hembra para declararle un ¡te amo! sin palabras, tan solo con el movimiento de su lengua dentro de la boca de su hembra y gemidos compartidos. Mientras, su mano acariciaba muy sutilmente el cuerpo rubio de Erika, y su mano se fue deslizando muy lentamente a la cuquita de su dueña. Al llegar allí la acariciaba muy tenuemente. No era un gesto sexual, sino de cariño.

Sin embargo el deseo que se sentían permitió que esa caricia se convirtiese en otra manera de excitar sexualmente a su hembra. Y tal como antes se lo había pedido Erika, le metió los dedos en la vagina. Nuria extendió sus dedos medio y anular, dejando fuera el índice y el meñique, con los cuales se apoyaba contra los labios de aquella vagina perfectamente lubricada que facilitó la profunda penetración de aquel par de dedos que juntos hurgaban en el interior de aquella caverna esponjosa y húmeda. Lentamente Nuria trataba de descubrir cómo llegar al punto-G de su dueña y señora, hasta que ésta dió un respingo. Cuando Nuria comprobó la reacción de Erika, como de quien recibe un estímulo eléctrico, comprendió que había llegado a casa. Ese era el punto que frotaría y sobre el cual aquel par de dedos haría presión para enloquecer a su mujer. La primera sensación fue la de una especie de almohadilla esponjosa que cedía a la presión de los dedos. No sabiendo qué era lo que debía hacer, se limitó a frotar gentilmente aquel reducido espacio de la anatomía sexual de su hembra.

La excitación de Erika era evidente. Se movía en todas direcciones, pero sujetaba el antebrazo de Nuria como para que su mano con los dedos extendidos dentro de su cálida vagina no se retiraran de aquel centro de placer. Los gemidos de Erika fueron creciendo en intensidad y frecuencia y parecían más bien el mujido de un animal en furia. Sus ojos se abrían de un modo impresionante, parecía que se iban a salir del rostro, y no era capaz de pronunciar palabra alguna. Estaba en un éxtasis sexual completamente novedoso para ella. Jamás en su vida había sentido algo así. Tan intenso era que hasta miedo daba. Temía perder el conocimiento, pero se entregó a lo que venía: una marejada de convulsiones incontroladas en su vientre. Le resultaba imposible dominar sus propios músculos, aquellas contracciones eran tan violentas que hasta resultaban dolorosas, pero un dolor muy sabroso. Por ello no se opuso al desarrollo de aquella experiencia tan distinta y que solamente Nuria había logrado producir. De pronto sintió algo muy extraño, pues su útero se contrajo y al relajarse con violencia arrojó un chorro de líquido tibio que al ser expulsado de la vagina, mojo la mano de Nuria. Estaba experimentando algo que creía que era un mito o una leyenda. Era su primera "eyaculación femenina". La piel de sus nalgas pudo sentir cómo la sábana bajo ella se había empapado, pero no se preocupó, ni quiso que aquello terminara allí.

Nuria se asustó, pues no sabía lo que estaba ocurriendo, pero Erika mantenía sujetado su antebrazo y no pudo sacar sus dedos. Por el contrario, el instinto le dijo que no debía parar, por lo que sus dedos continuaron estimulando el punto-G de su hembra, hasta que esta dió un aterrador alarido, y soltando la mano de Nuria se puso a temblar y a llorar. El llanto de Erika era incontrolable y Nuria solo se limitó a cubrir con su cuerpo el de su dueña y señora, quien temblaba y temblaba sin cesar, mientras su llanto fue dando paso a una risa histérica. Erika estaba fuera de control, y no quería hacer nada para que aquella nueva sensación acabara.

Muy lentamente, y bajo el peso de su mujer que la arropaba con su propio cuerpo fue recobrando la normalidad. Pero ninguna de las dos pronunció palabra. Solo intercambiaban el calor de sus cuerpos y sentían la respiración de la otra. Fue un momento de intimidad como jamás habían vivido en todas sus vidas. Definitivamente, a partir de aquel momento mágico sus vidas se habían juntado de una manera exótica, romántica y bella. Ahora podían decir que eran pareja. Ahora podrían decir que se amaban con profunda convicción y no como una simple declaración de palabras.

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