Somos Felices Las Tres Capitulo 31

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Erika me deja a solas con Nuria, quien me posee sexualmente.
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Parte 31 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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DEL CAPITULO ANTERIOR...

... Mientras yo lavaba los platos Erika tomó de la mano a Nuria y la condujo hasta el sofá grande, el que varias veces habíamos compartido las tres para hablar o para ver películas. Erika se acostó primero, arrimándose contra el respaldo, abriendo espacio para que Nuria se acostara pegadita a ella. Ambas se abrazaron y comenzaron a hablar en un murmullo que no me permitía escuchar lo que se decían, pero era obvio que se estaban diciendo cosas románticas, pues de vez encuando podía escuchar pequeñas risas y el sonido de los labios al besarse.

Yo estaba loco por terminar mi labor para sentarme enfrente de ellas y contemplar la escena, pero cuando terminé, ya ambas habían caído en un estado de sopor y dormían abrazadas la una a la otra. A mí me pareció una escena bellísima, por lo que busqué mi celular y tomé varias fotos, desde diferentes ángulos. Resultaba tan atractiva aquella mezcla de curvas femeninas entremezcladas y con el toque exótico de los distintos matices de piel, el blanco pálido de Erika contra el moreno aceitunado de Nuria. ¡toda una belleza!. . . .

/// --- /// --- ///

Erika despertó primero de aquella siesta y pudo verme por encima del hombro de Nuria, quien seguía pegada a su cuerpo. Me guiñó un ojo y me dedicó una amplia sonrisa. Se notaba que estaba sumamente satisfecha por todo lo que estaba ocurriendo. Lentamente comenzó a acariciar las nalgas de Nuria, quien fue despertando, y al despabilarse y recuperar la plena conciencia buscó con su boca la de Erika, iniciando un beso pastoso, cuyos sonidos llegaban hasta mí. A pesar de que ya era un hecho el que entre ambas había surgido el amor lésbico, no dejaba de excitarme como que si fuese la primera vez.

Terminado el beso Erika empujó a Nuria para insinuarle que debían pararse de aquel sofá. Una vez de pie, le ordenó que se arrodillara frente a ella al mismo tiempo que me hacía señas sensuales con su dedo para que me acercara. Me acarició el rostro y me dijo que estaba encantada con mi transformación, y que estaba "muy bella". Entonces le ordenó a Nuria que pegara la boca a su cuca, porque necesitaba orinar. A mí me sorprendió no solo la orden, sino la prontitud y diligencia con la que Nuria obedeció. Además, el lugar. En aquella sala que había sido testigo de nuestros primeros escarceos, y continuó siendo el lugar en el que se celebraron muchos más rituales de sexo y amor entre las tres nunca se había producido un hecho tan singular como ese.

Mientras Erika orinaba directamente en la boca de Nuria me atrajo para que nos besáramos. Fue un beso muy erótico, lleno de sus gemidos, que marcaban el ritmo con el cual iba descargando su orina en la boca de Nuria, dándole tiempo para que fuese tragando cada una de las entregas de aquel dorado líquido. En medio de aquel beso, me parecía extraordinariamente perverso, exótico y depravado lo que ocurría a la altura de mi cintura, cuando mi esposa por primera vez delante de mí fue usada como recipiente para una de las necesidades fisiológicas de nuestra dueña y señora.

Cumplida esta acción, Erika alzó a Nuria y me ordenó que la besara, lo cual hice con arrebato y pasión, y una enorme curiosidad por saber si podría llegar a detectar el sabor de la orina de nuestra dueña, como en efecto ocurrió, pues una pequeña porción que aún no había sido tragada pudo ser transferida de la boca de Nuria a la mía. De ese modo, y por primera vez en mi vida pude conocer a qué sabe dicho líquido de oro.

Erika reía juguetonamente al imaginar mi sorpresa y descubrimiento. Después de aquel beso me preguntó que qué me había parecido, a lo que respondí que tal vez podría intentar imitar el gesto y la acción de Nuria algún día, a lo que Erika respondió, "pronto, Claudia, muy pronto", a lo que Nuria añadió "te va a gustar, ya lo verás".

Después de esto, Erika ordenó a Nuria que la visitiese, lo cual hizo con amorosa ternura y dedicación, aderezando y prolongando aquel acto con multitud de pequeños besos en todas las partes de su cuerpo que iba cubriendo con la ropa que había sido previamente arrojada en una de las butacas de aquel salón. Finalmente se arrodilló ante nuestra dueña para calzar sus pies. Terminada esta tarea, Erika nos dijo que se iba para su casa, a preparar la sorpresa que nos daría al día siguiente. Se despidió con sendos besos a Nuria y a mí, a la vez que nos dijo que disfrutáramos el resto de la tarde y la noche, la cual, por cierto, será la última noche de ustedes dos soas, nos dijo. Desde mañana dormiremos las tres en la misma cama, ya lo saben. Dicho esto, agarró su bolso y salió de nuestra casa.

Una vez solos, era inevitable que se desatara entre nosotros una pasión sexual como nunca la habíamos vivido en nuestros años de vida matrimonial. Ambas habíamos experimentado una sobre dosis de estimulación erótica y nuestras sangres hervían de lujuria. No podía ser de otra manera. Yo quería avalanzarme sobre Nuria y cogerla allí mismo. Pero ella supo controlar la situación y con una sangre fría que me descolocó tomó el control de la situación, obligándome a seguir sus instrucciones para lo que sería una experiencia inolvidable, y la realización de nuestra primera noche como una pareja lésbica.

Nuria buscó una bolsa que le había dejado Erika, con compras hechas con anterioridad para esta ocasión. De allí sacó lencería femenina por duplicado. Ambas deberíamos vestir igual para esta noche de bodas única de nuestras vidas. Ya Nuria estaba desnuda, pero yo aún vestía la ropa con la cual les abrí la puerta cuando llegaron. Nuria me ordenó que me desnudara, para que nos ayudáramos mutuamente a vestir la ropa sexy que Erika nos había comprado.

Lo primero fue un par de medias negras, de encajes hasta el muslo. Primero yo vestí las piernas de Nuria y cuando le tocó el turno y mientras lo hacía me parecía increible que mi esposa estuviese haciendo aquello, con tanto afecto y dedicación. Hubiese sido algo impensable un mes atrás. Aquí estaba yo ahora, extendiendo mis piernas para que mi esposa me fuese colocando unas medias muy sexies, mientras me iba diciendo lo bellas que mis piernas se veían, y que nunca se había percatado de mis curvas hasta ahora que me estaba haciendo una mujer, como ella.

Después vino el liguero, algo que jamás había usado. Con paciencia Nuria me explicó cómo se ajusta, y de ese modo mis medias quedaron sujetas. Yo me sentía más sexy y más puta con ese accesorio, de color rojo encendido. Detrás vino un bralette, que se pegó a mi torso y mis pequeños pezones erectos se marcaban claramente. A pesar de ello, Nuria quiso que luciera unas tetas, para lo cual enrollo un par de sus medias y las introdujo en cada copa. Por ser un bralette, más pegado a mi cuerpo, el efecto era notable. Me encantó verme de perfil en un espejo, con esa curva artificial de mi cuerpo.

Un poco de ajuste a mis tetas falsas y pensé que había terminado, pero luego ella le dio el toque final: un par de zapatos de tacón de aguja. Me los puse y caminé, tambaleándome al principio, pero pronto balanceando mis caderas como una buena puta, haciéndola reír. Nos besamos, Nuria de puntillas para alcanzar mi nueva altura. Me sentó en un sillón y sacó un poco de maquillaje. Con delicadeza, me aplicó lápiz labial rojo oscuro en la boca y repasó el maquillaje de mis ojos que me había puesto en la mañana.

Volvimos a besarnos, esta vez durante más tiempo y con más pasión.

Sus manos se movieron a mis piernas, subiendo las medias, hasta apretar mis nalgas. Mis labios se movieron por su cuello, su cabeza echada hacia atrás, lo que me facilitó llegar a sus pechos. Nos besamos de nuevo, mis manos ahuecando las formas cálidas y firmes de sus tetas, antes de tener que agacharme para alcanzarlas con mi boca debido a los tacones altos. Los besé por los lados, chupando y lamiendo suavemente la parte inferior y entre ellos, provocándola hasta que me agarró la cabeza y la empujó hacia su pecho derecho. Tomando la indirecta, comencé a chupar su pezón, tirando y mordisqueándolo suavemente con los dientes y moviendo mi lengua sobre él hasta que estuvo duro y erecto. Cambié mi atención al pezón izquierdo, moviendo el derecho entre mi pulgar e índice.

Una vez que sus pezones estuvieron bien estimulados, me empujó de rodillas, mi cara ahora al nivel de la entrepierna. Frente a un hermoso y peludo coño, no tenía ninguna duda sobre lo que tenía que hacer. Deslizando mis brazos entre sus piernas para alcanzar sus nalgas, me acerqué a ella y comencé a salpicar la parte interna de sus muslos con besos, abriéndome camino lentamente hacia su raja. Lamí alrededor de la entrada y deposité una gran cantidad de saliva en su vello púbico marrón oscuro justo encima de su clítoris, mirándolo rodar y mezclarse con los jugos de su reluciente cuca.

Al excitarse lo suficiente como para gotear, extendí mi lengua para atrapar sus jugos y luego lamí lentamente sus labios internos, empujándola dentro de ella pero manteniendo la velocidad agonizantemente lenta hasta que ella se movió con anticipación. Llegando a su clítoris, lamí alrededor y debajo del capullo que lo cubre, ordeñandolo con mis labios. Los círculos que mi lengua estaba haciendo gradualmente se concentraron en su clítoris, así que finalmente estaba enterrando mi nariz en su matorral de vellos, chupando y lamiendo, haciéndola gemir. Hambriento, lo lamí y chupé, luego me sumergí para meter mi lengua en su agujero vaginal, mordisqueando los labios con los míos antes de regresar a su clítoris.

Nuria gimió y me susurró, acariciando mi cabeza. Sin embargo, para cualquiera que mirara a través de las cortinas abiertas, parecería que una hembra estaba mamando a otra mujer. Cuando sus piernas empezaron a tambalearse, se arrastró hacia atrás arrastrándome con ella y se dejó caer en un sillón. Aquí pude comerla más cómodamente, y moví mi mano izquierda para acariciar su estómago y la derecha para insertar un dedo en ella. Esto me permitió concentrarme en lamer y chupar su clítoris hinchado mientras la follaba con los dedos. A los pocos minutos, sus gemidos se convirtieron en gritos de éxtasis mientras llegaba al clímax, secretando más y más jugos, empapando mi mano y corriendo por mi brazo. Redoblé mis esfuerzos y agregué un segundo dedo, que en poco tiempo produjo un segundo orgasmo, y luego más. Finalmente, después de más de veinte minutos se volvió demasiado sensible, así que me detuve, un poco aliviado porque mi lengua se sentía bastante cansada.

Me levanté y me senté a horcajadas en su regazo, descansando mis nalgas desnudas sobre sus piernas desnudas, la media mía se deslizaba contra la de ella, provocando una sensación única e inolvidable. Nuria tomó mi rostro mojado entre sus manos y me besó en los labios agradeciéndome, y por un rato nos abrazamos y besamos, sus manos acariciando mi culo. Sin embargo, ahora estaba casi dolorosamente erecto y me preguntaba cuándo me devolvería el favor. No debería haberme preocupado, porque pronto comenzó a apretar mis bolas suavemente y a pasar su pulgar e índice arriba y abajo de mi pene.

Una vez que se recuperó por completo de sus orgasmos, me pidió que me pusiera de pie e inmediatamente se arrodilló entre mis piernas. Inmediatamente se dispuso a lamer mi escroto sin pelo, tomando cada testículo de su lengua y dejando que se deslizara, luego lamiendo repetidamente entre ellos, dejando una gota de saliva en ellos. Sus grandes ojos marrones me miraron mientras, con la lengua extendida, atrapó la saliva goteando y luego succionó lentamente cada una de mis bolas en su boca individualmente, su barbilla brillando con su propio saliva. Con ambas bolas en su boca, siendo succionadas y estimulados con su lengua, la sensación de la dureza y el filo de sus dientes tocando ligeramente la piel de mi saco justo debajo de la base de mi pene me recordó que estaba a merced de ella.

Luego amplió su atención a la base de mi pene, lamiendo alrededor y la piel justo encima de él, donde antiguamente había crecido una espesa masa de vello púbico, sin permitir que ningún área de la piel que ella había mojado se secara.

Me di cuenta de sus manos, acariciando mis piernas enfundadas en aquella medias tan sexies y sus mejillas desnudas, de vez en cuando deslizándome entre ellas para frotar la tela sobre mi ano, o para acariciar mi pene con las yemas de los dedos.

Yo disfrutaba de acción de Nuria, lamiendo y chupando, aunque no lo suficientemente rápido. Me pareció, volverme loco de anticipación, pasando mis manos por su larga cabellera. A medida que se acercaba a la cabeza de mi pinga, tiró del prepucio hacia adelante y hacia atrás sobre ella, luego deslizó la punta de la lengua alrededor del borde, lamiendo la cabeza y moviendo la punta de la lengua sobre la pequeña hendidura de mi glande, con el prepucio envolviendo su lengua traviesa.

No sé cómo pude aguantar y no tener un orgasmo con lo que hizo a continuación. Nuria succionó toda la cabeza de mi pinga con la boca, succionando con fuerza mientras giraba su lengua alrededor una y otra vez. Luego, con una pausa para respirar, puso su lengua debajo, pero empujando hacia arriba para que la parte superior de mi paloma tocara el techo de su boca, y succionar más fuerte que nunca, forzándome a tener más de mí en ella, hasta que casi pensé que iba a correrme.

Por primera vez en nuestro matrimonio Nuria aplicaba la técnica de garganta profunda. Sin embargo, se echó hacia atrás lentamente, de modo que solo le quedara la cabeza de mi bicho dentro de su boca y me succionó de nuevo. Hizo esto lentamente dos veces más, y luego otras tres veces rápidamente antes de quedarse sin aliento y soltarme.

Una vez más, lamió y chupó mis bolas y mi miembro antes de volver a darme la mamada completa. Después me deslicé hasta el sofá y me senté mientras ella continuaba, ahora dándome una suave paja cuando no estaba chupando el extremo de mi pinga. Cada vez que lo hacía, lo hacía por más tiempo, gimiendo para agregar vibraciones a la intensidad, apretando mis bolas al mismo tiempo, de modo que mi piel púbica, y su barbilla estaban empapadas en esa mezcla de su saliva y mi abundante lubricación.

Casi diez minutos y se olvidó de lamer el resto, concentrándose en la cabeza con su meneo y lamiendo, a veces todo, a veces solo la punta, mientras masajeaba el pene y las bolas con las manos.

Por mi parte, podía sentir que se acercaba un orgasmo, cerrando los ojos y moviendo mis caderas para animarla, el movimiento de mis manos en su cabeza menos bajo mi control. Justo cuando podía sentir que llegaba al punto sin retorno, Nuria se detuvo y retrocedió por completo, el orgasmo se desvaneció excepto por una pequeña corriente de líquido preseminal que lamió con delicadeza.

"No quiero que acabes todavía Claudia", dijo sonriendo. "Hasta ahora has sido muy bueno vistiendo de esa manera y cumpliendo los planes de Erika y míos. Me pregunto, ¿irías un poco más lejos?"

"¿En qué manera?" Pregunté, intrigado.

"Bueno", comenzó, evidentemente encontrándolo incómodo. Después de una pausa, terminó. "Quiero cogerte. Lo siento, es una forma tonta de decirlo ... Quiero follarte el culo con un consolador. Aparentemente es incluso más divertido para varones que para chicas, ¡y me encanta! ¿vamos al cuarto?"

"Por supuesto", respondí, obviamente para su sorpresa.

Una vez en nuestra cama, sacó de una bolsa un gran consolador de color carnoso con un arnés, que se puso, y también un tubo de gel lubricante. Ella vino hacia mí, con aquella apariencia vulgar, con un falo artificial que colgaba y se mecía delante de su cadera mientras yo me acostaba y alzaba la piernas para facilitarle la violación que me haría en cuestión de segundos. Luego untó la fría gelatina alrededor de mi ano, su dedo deslizándose y girando, dentro de mi ano. Esa sola era de por sí una grata experiencia, pero ya vendría lo mejor, con lo cual mi suerte como mujer sumisa quedaría sellada.

Podía sentir la viscosidad de sus dedos cubiertos de aquel lubricante presionando la suave carne alrededor de mi agujero prohibido, en el centro del cual sostenía la fría punta del consolador. Nuria sostenía mis caderas justo debajo del liguero, y con cuidado, empujó hacia adelante al mismo tiempo que yo me relajaba e intentaba abrir mis músculos, y la cabeza del consolador se abrió paso lentamente a través del anillo de mi esfínter. Jadeé por el dolor al tener mi esfinter dilatado de esa manera anormal pero también por lo bien que se sentía, y me relajé para aliviar el dolor y al mismo tiempo me empujé hacia adelante para encontrarme con ella. Cada segundo que pasaba sentía más aquel pene de mentira deslizándose lentamente dentro de mi recto y masajeando en su interior mi próstata.

Finalmente pude sentir que su piel se encontraba contra la mía para indicar que estaba completamente penetrado por aquel largo instrumento. Me dolía un poco, pero pronto lo ignoré cuando ella comenzó a empujar hacia adentro y hacia afuera, y en poco tiempo yo estaba gimiendo de placer, incluso apretándome más fuerte alrededor de la polla falsa mientras bombeaba hacia adentro y hacia afuera cada vez más rápidamente y con mayor furor..

Nuria realmente comenzó a excitarse, golpeando como si fuera un tipo que se folla a una puta en una película porno, llamándome puta, tirándome juguetonamente del pelo y abofeteando mis mejillas de vez en cuando, diciéndome que suplicara por ello. Sin embargo, después de un tiempo, se aburrió de esta posición y se retiró, ordenándome que me volteara, poniendome en cuatro patas. Se arrodilló detrás de mí y volvió a insertar el consolador. Esta vez fue mucho más rápido porque mi ano estaba dilatado. Luego se inclinó hacia mí, recostándose sobre mi espalda. Lentamente me fui dejando caer hasta estar completamente acostado y Nuria sobre mí, cogiéndome cada vez con más entusiasmo.

Mi polla estaba erecta de nuevo, y pegajosa por todo el líquido preseminal que estaba produciendo aquella cogida que me estaban dando, pero aunque realmente disfrutaba siendo su puta, necesitaba tener un orgasmo pronto o podría volverme loca. Como todo era tan novedoso para mí como para Nuria, se despertó su instinto natural, y dejó de cogerme, para que yo me la cogiera. Se desató el arnés con el consolador que tan rico había sentido dentro de mí, y se acostó boca arriba. "Necesito que me cojas, ya, Claudia", dijo. Yo me monté sobre ella, y nos besamos intensamente miesntras nuestras piernas se entrelazaban, disfrutando el material que las recubría.

Yo estaba tan erecto y tan lubricado que la penetré casi sin sentirlo. Ella gimió, y comenzó a gemir y a moverse como que si estuviese loca, tan excitada estaba. Yo quise cogerla suave y románticamente, pero ella estaba enloquecida y me exigió que acelerara el ritmo, lo cual hice. No tardó en llegar al climax y dando alaridos salvajes alcanzó dos orgasmos muy seguidos. Todo ello hizo inevitable que también me corriera y me descargara dentro de su ardiente vagina. Permanecimos largo rato, aún unidos físicamente mientras mi pene se desinflaba dentro de su cueva, recuperando nuestras respiraciones y comenzando a darnos múltiples besos de cariño.

Nuria se deslizó hacia un lado y haciendo una maniobra se arrodilló a horcajadas sobre mi pecho y fue progresivamente deslizando su cadera hasta que su cuca empapada se posó sobre mi boca. Fue cuando me ordenó que la mamara hasta sacar de su vagina toda la leche que acababa de depositar en ella. Esto también era algo que jamás habiamos hecho en todos aquellos años.

Mientras la chupaba e iba tragando mi propio semen, meditaba acerca del enorme cambio que se estaba produciendo en nuestras vidas. Se habían despertado en nosotras gustos y comportamientos que jamás habíamos ni soñado experimentar. Yo seguí chupando y tragando lo que jamás había probado antes, y de la forma más humillante y sumisa posible, bajo la mujer que hasta entonces había sido dulce y sumisa. Ahora ella había tomado el control y me dominaba, y lo más curioso, era que a mí me causaba placer el sentirme sometido y dominado.

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