Somos Felices Las Tres Capitulo 32

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Nuria y Claudio tienen sexo por última vez como esposos.
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Parte 32 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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32

DEL CAPITULO ANTERIOR...

Después de aquel rato de locura lujuriosa, ambas fuimos al baño y nos desnudamos mientras la bañera se llenaba de agua y espuma con un suave y muy femenino jabón que ocasionalmente usaba Nuria. Una vez sumergidos, tuvimos un dulce momento romántico en el cual ella me contó todo lo que había acontecido desde que Erika la había recogido, veinticuatro horas antes. Fue una larga y detallada descripción de aquella suma de experiencias únicas e inolvidables que cambiaron nuestras vidas para siempre.

Cuando el agua ya se enfriaba, salimos del baño y tras secarnos nos aplicamos dulces y perfumadas lociones. Comprendía que de ahora en adelante tendría que se una rutina a incluir en mi vida, a la cual no estaba acostumbrado. Era parte de mi nueva personalidad femenina. Al entrar en la habitación, Nuria se había adelantado y puesto sobre la cama dos camisones idénticos de encajes negros, los cuales vestimos, con sus respectivas tangas, y con ellos puestos entramos a la cama para encontrar el sueño mientras nos abrazábamos tiernamente, sabiendo que aquella sería nuestra última noche juntas y solas.

/ / / / / /

Al día siguiente, nos despertamos las dos y al ir al baño, Nuria se me adelantó, y se sentó a orinar primero. Cuando terminó, me pidió que la secara con el papel higiénico, lo cual hice con delicadeza y siguiendo las instrucciones que me daba, pues, en ese momento aprendí que por razones de higiene, se debe hacer desde adelante hacia atrás, y no como yo había empezado a hacerlo, en sentido contrario. Me explicó que de esa forma no se corre el riesgo de arrastrar materia fecal o bacterias intestinales hacia la vulva. Mientras se lo hacía según sus indicaciones, me comentó que ella se lo hacía siempre a nuestra dueña y señora, y que la mayoría de las veces, si no había necesidad de salir pronto, también le daba una lamida larga y prolongada, eliminando de ese modo cualquier gota de orina atrapada entre los pliegues de la vulva. Desde que lo estaba haciendo, Erika pudo notar que sus panties ya no olían a orina y le daban una sensación de limpieza nunca antes experimentada. Nuria me preguntó si yo estaría dispuesto a hacer lo mismo.

- ¿Contigo? ¿O con las dos?

- Solo conmigo, porque no estoy segura que Erika quiera que otra lengua que no sea la mía haga esa labor.

- ¿Es que ya no me va a dejar lamerla o hacerle el amor con mi boca?

- Hasta donde tengo entendido, ella me prefiere a mí como su mujer, y contigo desea más bien feminizarte para que te conviertas en mi esposa lesbiana, y compañera de cama para las tres. Esta noche le preguntaremos para estar más claras acerca de sus planes e intenciones. Ahora orina tu.

Al decir aquellas palabras se levantó, y entendí que debía hacerlo sentado, tal como lo hacen las mujeres. Ella reconoció el gesto,

- Muy bien, Claudia. Estaba pendiente de ver si habías asimilado tu nueva personalidad. Recuerda que has dejado de ser hombre para comportarte solo como una mujer, en todo. Lo único que no podrás hacer, y es una ventaja para tí, es experimentar la menstruación cada mes.

- Por cierto, ahora que lo mencionas, estuve leyendo un artículo muy interesante sobre parejas lésbicas que coordinan sus respectivos ritmos menstruales para tener sus periodos simultáneamente.

- ¿En serio? Eso sería muy buena idea... seguro que a nuestra Erika le va a interesar.

- Voy a buscar ese artículo para que lo leamos en detalle. Me imagino que habrá que solicitar asesoría a algún ginecólogo.

- Cuando llegue Erika hablaremos del tema. Nosotras dos ya hemos hablado acerca de llevarte a un ginecólogo a tí también, para que te recete las hormonas femeninas que vamos a comenzar a inyectarte para acelerar tu proceso de feminización.

- ¿Tu estás segura de ese paso? Mira que se trata de algo muy importante y definitivo en mi vida.

- Si, estoy segura, y cuando Erika me lo propuso, me tomé un día antes de darle mi aprobación. Yo te quiero ver y vivir contigo el resto de nuestras vidas como dos hembras. Como todavía faltarán algunos días hasta que nos reciba el médico, puedes tomar este tiempo para meditarlo y decidirte a dar ese gran paso. Estoy de acuerdo contigo, pues lo que estamos viviendo no es una diversión pasajera. Se han generado nuevos sentimientos y espectativas de vida que no nos habíamos planteado hasta hace un par de meses. Yo quiero seguir siendo tu mujer hasta que la muerte nos separe, pero también quiero serlo para Erika, y también quiero que tu seas nuestra mujer para siempre.

- Gracias, cariño. Eres muy considerada y sincera. No puedo imaginarme una vida sin tí.

- Ni sin Erika

- Así es. ¿Qué iba yo a imaginarme que aquella chica que acudió a una entrevista de trabajo hace algún tiempo iba a ser tan importante para nosotras?

- Es que ella es muy especial. No solo es bella, sino que ha sido nuestra guía y tutora en nuestro proceso de descubrir lo que queremos ser. Por eso a mí no me tiembla el pulso a la hora de someterme completamente a su autoridad y voluntad.

- Yo también. Me siento muy cómodo sintiendo que ella es mi dueña.

- Querras decir "cómoda"... no olvides tu cambio de género. Ya no te puedes considerar ni comportar como un varón.

- Tienes razón. Por favor corrígeme cada vez que cometa ese desliz.

Toda esta conversación transcurrió mientras yo estaba sentado y orinando, mientras ella de rodillas frente a mí, posaba sus brazos en mis rodillas. Pocas veces hemos tenido un momento de intimidad tan sincero como aquel. Una vez que terminé de orinar, Nuria me agarró mi bichito, lo sacudió, y tomando una trozo de papel higiénico lo secó.

Hecho esto, nos metimos a la ducha y nos enjabonamos mutuamente en medio de caricias, besos y una que otra risa y gemido. Yo le sequé su cuerpo, y ella hizo lo mismo conmigo. A continuación ella me inició en el ritual que hasta ahora jamás había formado parte de mi rutina post-baño: Aplicar cremas de aroma delicado en tdo el cuerpo, repasar el delineador de los ojos, cepillar el pelo, colocarnos los aretes, antes de tomar nuestras respectivas batas de baño que estaban colgadas detrás de la puerta.

En eso sonó el teléfono celular de Nuria, informándole que un mensaje de texto acababa de ser recibido. Ella lo tomó y me dijo:

- Es nuestra dueña, que ya viene en camino

- ¡qué temprano! ¿no?

- Si, se ve que está ansiosa de ver a sus dos chicas.

- Ya me adelanto a preparar el desayuno.

- Está bien, Claudia. Nos pide que estemos desnudas, sin ninguna ropa.

- Bueno... voy a quitarme esta bata y colgarla de nuevo.

- Mientras tú vas a la cocina, yo necesito quedarme aquí en el baño, pues tengo ganas de defecar.

- Claro, mi amor.

Yo cerré la puerta del baño, para darle la intimidad necesaria para ese acto de atender sus necesidades fisiológicas. Me fui pensando que habíamos ido renunciando a la intimidad en todo, menos en eso. Además del cepillado de dientes, ese acto tan necesario de nuestras vidas, seguía siendo el último reducto de intimidad propiamente dicha. Me preguntaba si algún día nuestra convivencia con Erika podría llegar a eliminar también esa barrera del pudor y el deseo de estar a solas cuando vaciamos nuestros intestinos. Nunca me imaginé que eso también llegaría a cambiar en nuestras vidas, de manera inesperada y no planeada, varios meses más tarde.

Cuando ya tenía el desayuno casi listo sonó el timbre de la puerta, y Nuria fue a abrir la puerta, en total desnudez, tal como había sido ordenado por nuestra adorable dueña. Yo pude ver desde donde me encontraba como se daban un beso profundo y largo, con la puerta aún abierta, sin que a Nuria pareciese importarle que nuestros vecinos la miraran. De allí Erika se me acercó por atrás y me agarró las nalgas, apretando y pellizcandomelas al mismo tiempo.

- ¿Como amaneció mi muñequita Claudia?

- Bien, mi dueña y señora. Bastante relajada y feliz de comenzar desde hoy una nueva vida.

- Así es. Anoche fue la última de sus noches como pareja, esta noche será nuestra primera noche como una nueva familia de tres hembras.

- Gracias mi dueña. Me hace muy feliz la forma en que has cambiado nuestra visión de la vida. Por cierto, ahora cuando salgamos tengo que hacer una copia de las llaves de la casa, porque desde ahora será la tuya.

- Si. Ya he contactado al dueño del apartamento para comunicarle que nuestro contrato lo vamos a terminar. Le agradó mucho la noticia porque me dijo que tenía otra persona interesada en alquilar, y encima de eso, pagando una renta más alta.

- Que bueno que no se te puso difícil ni querrá exigirte pagos de compensación por cancelación adelantada.

- Si. Esta semana iremos todas las tardes después del trabajo para que me ayuden a empacar y el sábado traeremos aquellas cosas que quiero conservar. Pienso que la mayoría de las cosas las regalaré o donaré a alguna institución porque ya no las necesitaré, a menos que ustedes estén interesadas en reemplazar las que ya tienen.

- Bueno, vamos a la mesa, que ya el desayuno está listo.

- Nuria, ven aquí, quiero que te sientes en mi regazo, para sentir tu desnudez frotándose contra mi cuerpo mientras comemos.

- ¡qué rico, mi dueña! Siempre me ha gustado sentirte pegada a mí... me da como una corriente especial el contacto de nuestra piel.

- Abre la boquita, mi nena... yo te voy a alimentar, Pon tus manos detrás de tu cuello mientras comemos.

De ese modo, las grandes tetas de Nuria colgaban sobre el pecho de Erika mientras ella iba probando bocados y le iba dando a Nuria porciones del desayuno, mientras guardaba un obediente y respetuoso silencio, hablando solo para responder a nuestra señora. Cada vez que Erika sorbía el café o tomaba un trago del jugo de naranja, acercaba su boca a la de Nuria y vaciaba parte de su contenido. No se cómo lo hacían, pero no vi en ningún momento que se derramara algo de líquido en ese exótico y sensual juego de alimentación.

Una vez terminado el desayuno, ambas se pusieron de pie y meintras yo recogía los platos para lavarlos, ellas se fueron an sofá. Erika se acostó y pidió a Nuria que se sentara sobre su cara. Así desnuda como estaba, era obvio lo que quería hacer.

- Ven mi nena, que quiero tomar mi postre... anda dame todo lo que puedas expulsar por esa cuca tan bella que tienes.

- Si, mi amor. Te daré todo el jugo que pueda hacer brotar de mi vientre.

- Me avisas cuando vayas a acabar.

- Si mi dueña, cuando sienta que mi orgasmo está cerca te lo diré.

- Bueno, basta ya de hablar. Ven, móntate y comienza a frotarte contra mi boca.

Nuria comenzó un suave movimiento de vaivén, y aunque me atraía mucho la escena, yo sabía que debía completar mi labor de lavar los platos sin mayor demora. Mi papel como sirviente y esclavo era cada vez más evidente en nuestra relación de tres. Yo era el peldaño más bajo de la pirámide de amor l♪sbico que desde aquel día se convirtió en norma de un nuevo tipo de familia. Mi matrimonio convencional había existido hasta la noche anterior y desde hoy mi vida y mi realidad sería muy diferente. Me asustaba, pero al mismo tiempo me excitaba todo el proceso...mi feminización, el hecho de ser usado y el descubrimiento de un placer obsceno y perverso de ser sumiso y obediente no para satisfacer mis deseos físicos, pues era el deseo físico de ellas lo que privaba en nuestra nueva relacion, sino mis deseos emocionales. Me daba mucha alegría es sentirme usada, humillada y tomada en cuenta solo para complacer sus gustos, necesidades y perversiones.

Jamás me hubiese imaginado que llevaba esa tendencia dentro de mí, hasta que vino Erika y desveló lo que dormía en mi subconsciente: una persona distinta, una mujer sumisa y obediente, dispuesta y deseosa de complacer a las otras dos mujeres para que nuestra familia fuese un lugar en el que fuésemos felices las tres, cada una complaciendo su propia y única necesidad íntima. Aquellas, de carácter físico y yo, de carácter emocional.

Aunque ya no podía ver aquella escena de pasión lésbica, sí podía escuchar los gemidos de Nuria, y los besos y chupadas que le daba Erika a medida que Nuria cabalgaba sobre su cara, cada vez con mayor fiereza y agitación. Yo mientras tanto, seguía lavando los platos, aunque mi bichito se me había puesto duro y yo lo frotaba contra el borde del fregadero, masturbándome de un modo en el que jamás en mi vida lo había hecho. Mientras más me excitaba por el concierto de gemidos, gritos y sonidos que aquellas dos hembras producía, más fuertemente me frotaba yo contra el borde del gabinete.

Cuando Nuria le dijo a Erika que ya estaba a punto de acabar, yo no me contuve más y con la esponja de fregar me froté la cabeza de mi pene, estimulándolo aún más, sobre todo por la sensación de dolor que me provocaba su superficie áspera. Mi orgasmo coincidió con el de mi negrita, quien daba alaridos muy fuertes. Cualquiera que estuviese a la puerta de la casa podría haber pensado que estaban matando a una mujer. Esos alaridos se sumaban a una sucesión interminable de gemidos de Erika, que dieron paso a un concierto de quejidos que ambas hembras ahora emitían, cada una con un tono distinto. Me propuse que algún día tendría a mano mi celular para grabar aquel concierto tan sexual de un par de hembras excitadas aullando en armonía. Mis piernas flaqueaban por el orgasmo que acababa de experimentar y me tuve que agachar a coger aire. Por suerte, Nuria se habia tumbado sobre Erika y no se dieron cuenta que sin permiso yo había logrado gozar un placer sexual. Pasada la debilidad post-orgasmo, me pude poner de pie, me lavé el piripicho, lo sequé y terminé de lavar y secar los platos.

Ya para entonces se habían puesto de pie, y Erika abrió una bolsa de la que sacó los bikinis que se había llevado a su casa para darle "algunos ajustes". Yo me acerqué, con mi bichito muy flácido y ambas al verlo se miraron, sonrieron y preguntaron en tono muy pícaro si cada vez que lavaba los platos se me ponía así. Yo me sonrojé, y para cambiar el tema le pregunté a Erika cual era el mío. Ella lo tomó y me lo dio, explicando lo que había hecho: Había descosido la capa interior y le había colocado dos pequeñas piezas cortadas del relleno de goma que había comprado para rellenar las copas del sostén que me daría las tetas que por ahora no tenía. Me explicó que además de ocultar la presencia de "ese bichito tan ridículo que tienes" y de mis testículos la gente que me viera no tendría dudas de que yo era una mujer. Había hecho un gran trabajo porque por el lado exterior había dado algunas puntadas de un modo tan magistral que gracias al relleno que ella había colocado debajo del forro, sugerían la presencia de un par de labios genitales, eso que en inglés llaman "camel toe". De modo que no solo disfrazaba la presencia de mis genitales masculinos, sino que además producía el escándalo de unos supuestos labios vaginales a la vista de todos a través del material del bikini.

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