Somos Felices Las Tres Capitulo 34

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Nuria introduce a Salomé al sexo lésbico.
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Parte 34 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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DEL CAPITULO ANTERIOR...

A medida que no notaba ninguna resistencia por parte de Nuria, sino una total pasividad, se atrevió a extender sus dedos un poco más, y pudo comprobar que un poco más abajo la piel estaba lisa, libre de pelos. Volteó la mirada hacia Erika, quien vigilaba toda esta acción complacida y sonriente. Erika asintió con la cabeza, y le dijo que prefería esa zona libre de pelos para mamarle mejor su deliciosa cuquita. Salomé rió el comentario y procedió a estirar el bikini hacia arriba para ocultar los vellos que aún asomaban por el borde superior. Completada esta tarea, pasó su mano sobre toda el área, comprobando el efecto acolchado de la abundante mata de pelos, y aprovechó también para extender un dedo y acariciar la vulva, más abajo, pudiendo sentir claramente los labios vaginales de Nuria por encima del tenue material del bikini.

En eso llegué yo con el bolso, y Salomé me extendió la mano, mientras que Erika hizo lo mismo con Nuria. De ese modo nos fuimos caminando, de manos agarradas hacia el hotel que no quedaba tan lejos. Apenas unos doscientos metros, los cuales fuimos caminando, mientras Erika y Salomé iban conversando como que si fuesen viejas amigas. Nuria y yo permanecíamos calladas, dejando que ellas nos condujeran, pero al mismo tiempo preguntándonos qué tipo de experiencia iríamos a vivir con esta mujer recien conocida. Erika se sentía muy a gusto, y eso nos inspiraba confianza.

/// ///

Al llegar al hotel Salomé nos condujo hacia el área de la piscina. No había mucha gente, tal vez unas 20 o 30 personas, dispersas, porque el área era muy extensa. Allí rentó una cabaña, que era muy conveniente pues el toldo de tela nos protegía del sol, y en el interior habían algunas camillas y una mesita. Además tenía unas cortinas que podrían ser extendidas para mayor privacidad. Erika tomó una de las camillas centrales, al lado de la de Salomé. Nuria y yo quedamos ubicadas a los extremos, yo al lado de Erika y Nuria del lado de Salomé, quien se quitó el short y la blusa, quedando en traje de baño, de una sola pieza. No tenía un cuerpazo, y era más bien pasadita de peso, aunque sus tetas eran muy pequeñas. Lo que sí tenía muy atractivo era un buen culo, aunque jamás tan perfecto como el de Nuria.

Salomé ordenó nuestras bebidas y nos recostamos. Erika y Salomé charlaban, conociéndose y hablando de todo, ignorándonos. Después que llegaron las bebidas Erika sugirió que nos recostáramos bajo el sol, por lo que salimos de la cabaña. Me ordenó que le aplicara crema a ellas dos y a Nuria. Después de eso lo hice conmigo misma.También le ordenó a Nuria que se sacara los pelitos que Salomé le había metido por debajo del bikini. Diligentemente, y a la mirada de nosotras tres, Nuria procedió, con toda calma a estirar los mechones que ahora podrían ser vistos por cualquiera que pasase enfrente de nuestro refugio en aquella piscina.

Los primeros en notar eso fueron tres adolescentes, dos varones y una niña, quienes no disimularon sus risitas, y buscaron varias veces una excusa para volver a pasar por allí, cada vez con mayor desparpajo y detenimiento. Erika y Salomé tenían sus caras cubriertas por un paño y no pudieron ver cuando la chica se detuvo un par de segundos y con su celular tomó fotos de la entrepierna de Nuria, quien no se opuso, y más bien abrió un poco más sus piernas, y le hizo un guiño a la chica y le sonrió a los chicos, quienes no se esperaban esa reacción y se alejaron huyendo, como que si hubiesen sido descbiertos haciendo algo por lo cual los regañarían. Yo contemplaba en silencio todo aquello, y suponía que Nuria estaría excitada y disfrutando su exhibicionismo en un ambiente seguro como el que ofrecía aquel lugar.

Al cabo del rato, Erika le habló a Salomé, para invitarla a sumergirse en la pisicna, para refrescar suscuerpos, calientes por el sol. Ambas se sumergieron en el agua y tras nadar un breve rato se juntaron en una orilla para conversar.

-Erika, quisiera hacerte una pregunta, espero no pecar de impertinente.

-Dime, Salomé, no sientas miedo en preguntar lo que quieras.

-Esas dos hembras, ¿son verdaderamente esclavas tuyas, o es que están jugando a serlo?

-Ellas se han ofrecido voluntariamente a ser mías, y han renunciado a sus derechos para hacerme feliz.

-Yo he leido acerca de relaciones de amos y esclavos, pero siempre pensé que eran exageraciones o situaciones pasajeras, como una especie de juego sexual.

-No es el caso conmigo. De hecho, vivimos juntas y compartimos la misma cama.

-Y ¿cómo lo has logrado?

-Es una larga historia, que no te la voy a contar ahora. Pero te puedes enterar de todos los detalles pues le he ordenado a Claudia que narre toda nuestra historia y la ha venido publicando en Literotica.

-¡Que excitante! La voy a buscar esta noche para comenzar a leerla

-Espero que la disfrutes tanto como nosotras cuando creamos las situaciones que allí se narran.

-¿Eres lesbiana?

-No. Yo nunca había tenido una relación lésbica hasta que conocí a Nuria. Siempre había estado con hombres.

-Pero Nuria te hizo cambiar. Debe ser muy especial en la cama.

-Si que lo es. Nunca encontré un hombre que me ofreciera lo que ella me da cuando tenemos sexo.

-Pero ¿no extrañas que te cojan, que te penetren?

-La verdad que no. Hemos resuelto esa necesidad con medios artificiales. Pero además yo no les he prometido a ellas fidelidad, por lo que yo puedo acostarme con quien yo quiera, y si encuentro un hombre que me pueda coger rico, no lo dudaré en irme a la cama con él.

-Yo nunca he estado con una mujer, pero si he sentido curiosidad en ver lo que se siente.

-Es riquísimo, Salomé. Lo debería intentar.

-Te quiero preguntar algo, pero por favor no te ofendas.

-Dime

-¿Me prestarías a Nuria para que yo tenga mi primera experiencia lésbica?

-No sé... ¿que estarías dispuesta a ofrecer?

-Te daré dinero... estoy dispuesta a pagar por esa experiencia

-No lo hubiese pensado nunca. Jamás se me habría ocurrido rentar a mis chicas.

-Anda, Erika. Puedo ser muy generosa.

-¿Cuan generosa?

-Te daré 300 dólares por una hora con Nuria.

-Dame 500 dólares por las dos al mismo tiempo, por un par de horas.

-De acuerdo. Vamos a la suite ahora mismo.

-Espérate, que aún hay algo que quisiera hacer vivir a Nuria.

Erika llamó a Nuria, y le dijo que se aproximara. Le ordenó que se metiera en la piscina y que nadara un rato, mientras ella y Salomé saldrían y se secaban.

-Pero cuando te de la señal de salir, lo harás por el extremo más alejado de nuestro refugio y vendrás caminando lentamente y con la mirada en alto.

-Si, mi dueña.

Yo permanecía echada en mi silla, pues por razones obvias no podría bañarme, a riesgo de que el tape que contenía mis genitales se desprendiera. Pude escuchar cómo Erika y Salomé hablaban de subir a la suite y me imaginaba que habrían planeado algo, pero como esclava no tenía derecho a preguntar, tan solo obedecer lo que se me pidiera hacer.

Cuando Erika y Salomé ya se habían secado y sentado de nuevo, Erika le hizo una señal con el brazo a Nuria, quien entendió que era el momento para salir de la pisicina y pasar el momento más embarazoso de su vida. Nuria nadó hasta la otra orilla y salió por las escalerillas que allá se encontraban. Cuando comenzó a caminar en nuestra dirección pudimos ver aún en la distancia cómo sus pezones se dejaban ver muy claramente a través del tenue tejido, que al estar empapado no ocultaba nada. Sus deliciosas tetas se bamboleaban obscenamente y ofrecían aquella especie de danza de un par de pezones que bailaban a cada paso y eran perfectamente visible. Pero posiblemente las pocas personas que se encontraban en su camino y que la pudieron ver, no se entretuvieron con aquel inusual espectáculo, pues su mata de pelos no dejaba nada a la imaginación. El material empapado no lograba ocultar y ni siquiera disimular su triángulo peludo. No había prácticamente ninguna diferencia entre aquello y pasear completamente desnuda. Nuria caminaba, según lo ordenado, con la mirada en alto, a pesar de estar viviendo el momento más vergonzoso de su vida.

Nosotras tres, que contemplábamos el show ideado por Erika en absoluto silencio, sin querer perder el más mínimo detalle, observábamos además la reacción de la gente. Había asombro, indignación, curiosidad y morbo. Una mujer se levantó para dirigirse a la recepción, posiblemente para denunciar aquel acto inmoral, pero ya Nuria estaba muy cerca de nosotras. Yo me levanté con una toalla y envolví su cuerpo, arriesgándome a un regaño de nuestra dueña, pero estaba dispuesta a sufrir cualquier castigo por proteger a mi esposa.

Tan pronto nos juntamos las tres, Salomé nos invitó a seguirla hacia su suite. Nunca supimos si tras nuestra huida llegó o no el personal de seguridad, pues estábamos bastante cerca del área de los ascensores que tomamos para subir a la habitación en la que íbamos a vivir otra de las travesuras sexuales que tanto disfrutaba nuestra dueña. Mientras subíamos en el ascensor hasta el piso en el que se encontraba la suite, permanecíamos en un tenso silencio. Yo me preguntaba, al igual que Nuria, qué tipo de experiencia nos tocaría vivir con esta desconocida. Erika, movida por el morbo de ver a aquella desconocida jugando con nosotras, y además de ello, pagando por ese rato de diversión, sentía aún ciertas dudas sobre si lo que estaba haciendo era correcto. Era como que si de pronto estaba participando del negocio de la prostitución, cambiando sexo por dinero.

Por su parte Salomé sentía esa especie de miedo a lo desconocido cuando una va a tener una primera experiencia. Por un impulso se había atrevido a indagar con Erika acerca de la experiencia lésbica que estaba a punto de vivir, porque hasta ahora solo había sido una cuestión de curiosidad, pero los eventos se desarrollaron tan rápido que no le habían dado tiempo para recapacitar. Estaba llevando a su cuarto a tres extrañas y no sabía si aquella curiosidad iba a ser resuelta favorablemente. Pero ya había cruzado la línea de la cual era más difícil devolverse. Decidió ignorar sus dudas y lanzarse a vivir la experiencia sin remilgos y tratar de disfrutar el momento. Desde luego, nunca se arrepintió de lo que ocurrió a continuación.

Una vez llegamos a la suite de Salomé, Erika se dirigió a nosotras y nos dijo:

-Salomé me ha confesado que quiere descubrir las delicias del amor lésbico. Nunca ha estado con otra mujer, y quiero que ustedes le ofrezcan a ella no solo esa oportunidad, sino que sea algo inolvidable para ella. Desde este momento, y hasta que yo decida, siéntanse en libertad de actuar sin recibir instrucciones mías. Sean tan creativas como quieran y seduzcan a esta hembra, sedienta de sexo... vayan a la cama con ella, mis chicas. Yo me quedaré aquí sentada, contemplando el show. Claudia, comienza quitándole la ropa a Salomé, como tú lo sabes hacer. Nuria, tú serás la primera hembra de Salomé, y después de tí, Claudia le ofrecerá satisfacción y sorpresas que ella no imagina...

Yo me acerqué a Salomé y me puse detrás de ella, le tomé sus pequeños pechos mientras le besaba el cuello y le acariciaba las orejas con mi lengua. Después moví mis manos por su espalda hasta llegar a sus nalgas, las cuales apreté. Comencé a sacarle la bata que la cubría, la cual cayó al suelo, mientras Salomé excitada movía ondulando su cuerpo, tratando de pegarse al mío. Yo temía que la erección que luchaba por liberarse del confinamiento al que estaban sometidos mis genitales lograra romper o despegar el material y se revelara antes de tiempo la sorpresa a la que Erika se había referido. Preferí separarme de ella y poniéndome frente a ella, me arrodillé y extendí mis brazos hasta tomar los tirantes de su bañador y halarlos, para desnudas sus pequeñas teticas. Tenía unos pezones diminutos, como los de un hombre o una niña. Pero estaban muy erectos, parecían el borrador de un lápiz. Seguí halando hacia abajo el bañador, descubriendo primero su barriga y después del ombligo comenzaron a aparecer unos vellos muy escasos que cabalgaban encima de su sonrisa vertical. Realmente no era muy velluda, y su pelambre era bastante escasa, lo que permitía ver sin problemas y muy claramente sus labios vaginales. Su cuca era más bien pequeña, y casi hundida entre sus piernas, debido a su sobrepeso. Seguí bajándole el bañador hasta que alzando primero una pierna y después la otra, se lo pude quitar por completo y así quedó completamente desnuda. Yo me moví, de rodillas hacia su parte posterior, para verle el culote tan rico que tiene, y comencé a besarle las nalgas, y en respuesta a sus gemidos comencé a resbalar mi lengua a lo largo de la canal que las separaba. Fue inevitable llegar a su ano, y al sentir mi lengua acariciando aquel recóndito agujero exclamó,

-¡wow! Jamás en mi vida me han hecho eso. Mi esposo nunca me besó allí.

Escuchar aquellas palabras fue la motivación necesaria para que le lamiera con fuerza ese ojete y mientras más gemía Salomé, más rígida ponía yo mi lengua, tratando de penetrar su ano. Salomé se meneaba, y me costaba mantener el contacto. Por suerte sus grandes nalgas me brindaron el apoyo necesario para que mis manos la agarrasen fuertemente y así yo poder violar aquel agujero virgen con mi lengua. Los gemidos de Salomé eran de antología. No eran fingidos ni exagerados. Se trataba de una reacción verdadera al estímulo físico y a la situación que vivía por primera vez en su vida, con otras mujeres.

Mientras yo me entretenía y disfrutaba con aquel acto que estremecía a aquella persona desconocida hasta hace poco y que se cruzó en nuestro camino, Nuria, quien estaba frente a ella se desnudó por completo, ofreciendo una estimulación visual que excitó aún más a nuestra anfitriona. Yo tenía pensado hacerle doblar su cuerpo para ganar acceso a su cuca y lamerla, pero Nuria le había extendido una mano, invitándola a que se fueran a la cama. Yo me quedé allí de rodillas, viendo como ambas se dirigieron a la cama. Yo me desplacé, caminando de rodillas, hasta el borde de la cama, donde pude contemplar muy de cerca aquella bellísima escena, en la que mi esposa iba a seducir a otra mujer en mis propias narices.

Nuria se sentó, recostada contra el tope de la cama, y extendió su brazo, invitándola. Salomé se acomodó a su lado, apoyándose sobre su hombro, y entonces Nuria la abrazó, atrayéndola hacia sí. Allí comenzó un diálogo muy tierno, con palabras que eran susurradas, que solo yo podía escuchar por lo cerca que me encontraba.

-Ven acá Salomé, recuéstate en mí, para que me dejes consentirte.

-Gracias, preciosa.

-Me encanta como hueles, y lo suave de tu piel

-A mi me gustan muchísimo tus pechos, muñeca.

-Puedes tocarlos, para eso estamos aquí desnuditas las dos.

-Siempre he sentido envidia de las mujeres tetonas. Por primera vez voy a saber qué se siente al sujetar una teta grande y pesada, no como las mías.

-¿Qué te parece?

-Es una sensación diferente. Mis teticas ni siquiera necesitan sostén. Las tuyas sí que necesitan ser sujetadas porque pesan.

-¿Sabes que me gustan, Salome? Tus pezoncitos... son tan cuchis. Parecen el borrador de un lápiz, y casi no tienes areolas.

-Si, son máspequeños que los de la mayoría, pero son muy sensibles. Fíjate que me he masturbado solo acariciándomelos.

-¿En serio? Has logrado llegar a orgasmos solamente con acariciarlos?

-Si.

-Que envidia... los míos son grandes, hasta grotescos, podríamos decir, pero no creo que sean tan sensibles como los tuyos. Béjame besártelos y chuparlos, para excitarte, belleza.

-Dale pues, soy toda tuya.

-Así es, eres mía, y voy a jugar con este juguete que me cayó del cielo.

Nuria comenzó a jugar con las pequeñas tetas de Salomé, muy lentamente, muy sensualmente. Yo podía ver cómo ella cerraba sus ojos, completamente entregada a lo que mi esposa le estaba comenzando a hacer.

Primero caminó con sus dedos a lo largo de las pequeñas colinas de carne, ddemorando la conquista de la cima que seguramente Salomé ansiaba. Pero aquel juego lento, que yo muy bien conocía y había disfrutado tantas veces, era lo mejor de Nuria al hacer el amor. Ahora era la primera vez en su vida que iba a seducir a otra hembra, que iba a jugar según sus reglas y no las de Erika, o Belkis o cualquier otra mujer. Esta vez ella estaba en control, era la seductora y no la seducida. Yo disfrutaba no solamente el poder contemplar tan de cerca aquellos movimientos, sino además de la enorme satisfacción emocional que estaba segura que Nuria disfrutaba en aquel delicioso e inesperado encuentro.

Los labios de Nuria reemplazaron sus dedos, manteniendo el mismo patrón de caricias lentas y enloquecedoras. Con sus ojos puestos en la cúspide de aquellas montañitas, visualizaba la meta y fue escalando lenta, muy lentamente con su lengua, con sus labios, saboreando el paseo y sintiendo los temblores bajo la piel que acariciaba de aquel modo tan tierno y tan sensual. La respiración de Salomé ya estaba comenzando a sonar agitada. Finalmente su boca llegó a envolver uno de aquellos pezones infantiles y succionó con fuerza, haciendo que se extendiese aún más aquel precioso botón de carne más oscura. Cuando lo hubo chupado un buen rato su boca recorrió el pequeño valle entre las colinas para someter al mismo tratamiento al otro pequeño pecho que ansiaba ser acariciado también. Me sorprendió cuanto se había extendido y alargado el pezón gracias a la succión inflingida por un par de minutos. Mientras chupaba el segundo pezón, las manos de Nuria de movieron al pecho recién estimulado, y sus dedos jugeutearon con el pezón, tratando de evitar que se volviese a retraer a su condición original. Y Nuria lo lograba, pues con esa otra estimulación digital el pezón seguía duro, rígido y erecto, como que si fuese un micro pene en miniatura.

No contenta con lo que había hecho, Nuria regresó al primer pezón, y ahora su mano reprodujo el tratamiento de caricias y tortura que tanto estaba disfrutando Salomé, cuya respiración ya no era agitada, sino un franco jadeo. Y eso que apenas había comenzado la fiesta...

Esta vez la boca no estaba sellada contra la dulce piel de la teta de Salomé como cuando la había chupado previamente, pues el objetivo era diferente: estimular el pezón con la lengua. Con ligeras y rápidas vibracions de su lengua, aquel pezón recrecido era golpeado sin misericordia en todas direcciones, aunque esporádicamente los labios se cerraban contra el mismo para halarlo y estirarlo, lo que provocaba gemidos que se superponían al jadeo de Salomé. Después de un par de minutos, le tocó el turno al otro pecho, mientras los dedos reemplazaron la boca y lengua, para cerciorarse que la estimulación se mantuviese. Que la sangre que ahora lo había oscurecido y endurecido no se escapara de aquel pequeño apéndice que tanto placer estaba provocando a su dueña y a quien jugaba con él. Ambas hembras gozaban el momento, tan rico en sensualidad, ofreciendo un espectáculo delicioso e inolvidable tanto a mí como a Erika, quien se masturbaba abiertamente en el asiento desde el cual contemplaba nuestras acciones.

Nuria se dejó llevar por la pasión y se desbordó en besos, caricias, lamidas, chupadas, pellizcos, más besos, más lengüeteos a los pezones, con una velocidad agitada, enloqueciendo a Salomé, quien no pudo aguantar más y sintió como en su bajo vientre se gestaban las convulsiones de un gran orgasmo. El primero de su vida con otra mujer. Nuria sintió los temblores dentro del cuerpo de la hembra en cuya piel posaban sus labios e intensificó sus esfuerzos aún más. Salomé era en ese momento, suya, y como si fuese un piano, tocaba las teclas que provocarían el concierto de sonidos deseado, esperado y ansiado tanto por la artista como por el instrumento, que era Salomé. Los ligeros temblores de la barriga se convirtieron en convulsiones en todo el vientre en una especie de danza árabe, y Salomé se despegaba de la cama, alzando su cuerpo apoyando tan solo sus pies, arqueandose en contra de la cara de Nuria, que no interrumpía sus acciones, al contrario, mientras más sentía que su instrumento emitía las notas que buscaba provocar, con mayor intensidad lamia, besaba, chupaba y hasta mordisqueaba aquellos pezoncillos y las colinas de carne que les servían de trono. Salomé ya no pudo contenerse y comenzó a emitir un largo alarido, tan largo que parecía la sirena de un carro de bomberos. Era un aullido prolongado, interminable, acompañado de convulsiones y ojos desorbitados, mirando al techo. Jamás en su vida había experimentado un placer semejante. Era tanta la excitación por aquella fornicación prohibida por sus esquemas morales hasta ese día en que nos conocimos, y ella dio rienda suelta a la secreta curiosidad que ahora estaba no solo satisfaciendo, sino descubriendo que era mucho mejor de lo que pensaba. ¡Que delicia! ¡que cosa tan rica! ¡que lástima no haberlo descubierto y disfrutado antes!

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