Tiro al Pichón

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El inicio de mi fetiche.
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Nací, me crié y viví hasta la mayoría de edad en un pueblo pequeño. Mi flia era humilde, cómo la mayoría de los habitantes del lugar. La mayoría de los hombres trabajaban en el campo, en viñedos y demás cultivos que se hacían en la zona, algunas mujeres también lo hacían. Otras eran empleadas domésticas en las casas de los dueños de esas fincas. Cuando yo andaba por los 12 años mi papá trabajó un tiempo con los dueños de una bodega muy importante que había en la zona. Los dueños eran alemanes, habían llegado terminando la segunda guerra mundial, compraron grandes cantidades de terrenos y plantaron viñedos. Cuando mi viejo estuvo trabajando con ellos su bodega estaba entre las más importantes y reconocidas del país, incluso creo que ahora lo sigue siendo a pesar de que ha aparecido mucha competencia en el rubro.

A el lo contrataron por una temporada como jardinero, el no tenía un oficio concreto, si no que tenía varios que ejercía según la ocasión y necesidad. Podía trabajar de albañil, en la cosecha o cualquier trabajo honrado que le permitiera llevar dinero a casa. Eramos varios hermanos y siempre andábamos con lo justo.

Lo contrataron temporalmente por qué los alemanes dueños de la bodega preparaban un evento, un festejo especial y estaban dejando la casa en las mejores condiciones posibles por lo que habían contratado personal extra. La casa que hasta ahora siempre había visto desde lejos, desde la ruta, era imponente. Para mis ojos de niño era cómo un castillo blanco en medio de prados verdes y mas atrás viñedos que llegan hasta el pie de la montaña.

La primera vez que entré quede asombrado, desde mi pobreza no podía entender que en una casa tan grande vivieran tan pocas personas y que además tuvieran tantas personas para atenderlos. Yo acompañe a mi padre para ayudarlo con su trabajo. Iba recogiendo, amontonando ramas y hojas mientras el podaba, arreglaba ligustrinos y demás plantas ornamentales del jardín.

En esa época era común que aún siendo muy niños ayudáramos a nuestros mayores en el trabajo. No estaba mal visto, no se hablaba de trabajo infantil, explotación ni los derechos del niño. Así que si no estabas en la escuela y había algún trabajo donde podías echar una mano allá te llevaban.

Habíamos empezado temprano, a las 8 de la mañana. Yo no paraba de mirar con asombro todo lo que ocurría alrededor. A las 10 vino una chica del pueblo que trabajaba en la casa, nos trajo un sándwich y un vaso de jugo.

Ella estaba vestida con el típico uniforme de empleada doméstica y zapatos con un pequeño taco. Para mi era novedoso que alguien se tuviera que vestir así para trabajar en una casa y más que usara zapatos. Mi mamá tenía un solo par y los usaba muy pocas veces, solo en ocasiones muy especiales. Siempre usaba algún tipo de zapatillas o alpargatas, y si alguna vez iba a trabajar a alguna casa a ayudar con la limpieza nunca se vistió así.

La chica que lo conocía a mi papá le contó que había mucho revuelo por que ese día llegaba una nieta de los dueños que vivía en Alemania.

Seguimos trabajando no muy lejos de la entrada principal. Cerca del mediodía llegó y paró en la entrada un auto Mercedes Benz, negro, enorme y con vidrios oscuros.

Hubo gran agitación con todos los empleados parados en la entrada así que lo único que alcancé a ver fue una chica muy alta con el pelo corto muy rubio que se bajó del auto y entró en la casa mientras se escuchaban exclamaciones, en lo que supuse sería alemán, seguramente de alegría y bienvenida.

Después de un par de días la pude ver de nuevo. Estábamos trabajando en la parte de atrás un poco más alejados de la casa principal y cerca de las caballerizas. Mi papá cortaba el césped y yo con un rastrillo iba juntando y haciendo montoncitos con el pasto cortado, luego lo recogeríamos en bolsas para echarlo a la basura. Estaba muy afanado con mi trabajo cuando veo que mi papá para la cortadora de pasto, se quita el sombrero y se para con la cabeza inclinada en señal de respeto. Siento ruidos de pasos y me doy vuelta a mirar. Por el sendero que va a las caballerizas viene ella. Está vestida para salir a montar a caballo, lleva una camisa blanca, un pantalón gris muy ajustado metido dentro de unas botas negras muy brillantes que le llegan a las rodillas. Lleva puestas espuelas que también brillan muchísimo. En las manos enguantadas lleva una fusta. Pasa junto a nosotros, nos sonríe y nos dice un buen día pronunciado con acento extraño. Es muy alta, un poco más que mi padre, así que debe medir como un metro ochenta calculo. Su piel es muy blanca y sus ojos muy azules. El pelo que lo tiene rubio y también brilla mucho lo tiene muy corto, apenas le llega a los hombros.

Sigue caminando y yo quedo como hipnotizado oliendo el perfume que dejó al pasar, oyendo el sonido de los tacos de sus botas contra el piso de piedra y el leve tintineo de las espuelas.

Un coscorrón de mi padre me regresa a la realidad.

- Cuando pase alguno de los dueños muestra respeto, bajas la cabeza, no te quedes mirándolos como idiota como has hecho recién -- me dice.

Asiento. Volvemos al trabajo, pero ahora mi atención esta puesta en las caballerizas, a los minutos sale la chica rubia montada en un caballo blanco, enfila hacia un callejón que divide en dos los viñedos y emprende el galope. El callejón es muy largo, llega hasta al final de la finca, hasta el pie de la montaña.

Termina mi padre de cortar el pasto, recogemos lo que cortó, lo tiramos al contenedor de la basura y nos vamos hasta un pequeño galpón donde se guardan las herramientas de jardinería. Estamos limpiando la cortadora cuando sentimos el trote del caballo que se detiene al lado de las caballerizas y luego la voz del encargado del establo que charla con alguien. Escucho un gracias pronunciado con el extraño acento.

Al ratito pasa el encargado con el caballo de tiro hacia atrás de las caballerizas. El animal esta muy sudado y en el costado de su panza tiene una gran mancha roja, la chica ha hecho bastante uso de las espuelas.

Al día siguiente estamos preparando todo para empezar las tareas del día cuando la chica que nos invita el sándwich todos los días viene a buscar a mi padre y le dice que el mayordomo quiere hablar con el.

Cuando papá regresa me explica que le han preguntado si yo puedo ayudar con algo muy sencillo. Van a practicar tiro al pichón, están escasos de personal y quieren que yo me encargue de liberar las palomas. Yo no tenia ni idea hasta ese momento que era tiro al pichón. En estos tiempos está muy mal visto que se haga con palomas, ahora he visto que se hace con discos, pero en esa época como vi después era normal usar las aves.

En un pueblo cercano tenían un palomar que supongo que el único fin que tenia era proveer de palomas para esta actividad.

Mi padre y otro hombre me llevan a un parque amplio al lado este de la casa hasta una jaula enorme llena de palomas, la jaula esta montada en un carro con ruedas para su fácil transporte.

Me explican lo que tengo que hacer. La jaula tiene una puerta que yo puedo abrir de afuera, esta puerta da a un compartimiento muy pequeño en el que cabe solo un ave, este compartimiento tiene otra puerta que cuando la abra el pájaro quedará libre. Cuando me digan yo liberare la paloma en el compartimiento, luego abriré la puerta de la jaula grande para que otra ocupe su lugar y así sucesivamente.

- Y si no quieren salir? - pregunto.

Saldrán -- me tranquilizan -- están ansiosas por volver al palomar.Espera aquí -

Me quedo parado al lado de la jaula.

Varios metros mas allá hay una mesa, llegan unas chicas y colocan en ella una jarra de cristal con agua, vasos y un balde que debe tener hielo, cestas con diversas frutas. Después viene un hombre que en varias idas y venidas trae 4 escopetas y varias cajas con cartuchos.

Quedo solo nuevamente pero por poco tiempo, ahora la que aparece es la chica rubia. Esta vestida de forma muy parecida a ayer cuando salio a montar solo que ahora no lleva guantes y sus botas muy parecidas a las de ayer tienen el taco mas alto, de cuatro o cinco centímetros, las de ayer eran casi planas.

Me hace un gesto con la mano que supongo que es saludo y luego se pone a examinar las armas, revisa a las cuatro, se decide por una y la carga.

- Ya -- me dice.

Abro la puerta, sale la paloma y sigo su vuelo, pero dura solo unos instantes. Me sobresalta el estampido y veo al mismo tiempo volar plumas y caer la paloma.

Miro a la chica, ésta está muy tranquila reponiendo el cartucho usado. Recuerdo mis deberes y preparo la siguiente paloma. Llega la orden, libero la paloma, suena la detonación y la paloma cae. No escapa ninguna, todas son alcanzadas por los disparos de la chica rubia, alguna que cae malherida y queda aleteando sobre el pasto es rematada con un disparo a ras de piso. El amplio espacio del parque donde estamos está quedando cubierto de pájaros muertos. La pólvora huele fuerte.

Ella hace una pausa para tomar un trago de agua y cambiar de escopeta. Continua, da la orden, dispara, la paloma es alcanzada pero por una extraña parábola que hace en lugar de caer entre sus compañeras muertas cae muy cerca de nosotros, aún viva, entre ella y yo. Eso impide que le pueda dar el tiro de gracia, al estar en la linea de tiro por seguridad no la puede rematar de otro escopetazo.

La paloma con un ala caída comienza a venir hacia a la jaula y hacia mi, ella escopeta en mano viene detrás, la alcanza muy cerca de donde yo estoy.

El ave ya esta al lado mio, está por meterse abajo de la jaula, ella lo evita pisándola, apenas un breve aleteo y la paloma muere. Estoy tan cerca que puedo oír el leve crujido que hace el cuerpo del ave cuando la bota la tritura contra el piso.

- No quería morir -- me dice con su extraño acento.

Vuelve a la posición de tiro y continuamos, cada tanto miro a la paloma que ha quedado con la cabeza deshecha por el pisotón.

Suelto la ultima paloma que corre la misma suerte que las demás.

Ella hace un ademan de despedida y regresa a la casa.

A los pocos minutos viene mi viejo, trae varias bolsas, juntos nos ponemos a limpiar, a juntar las palomas muertas.

Llenamos varias bolsas que luego llevamos al contenedor de la basura.

Solo una vez más volví a ver a la chica rubia, y eso que cada vez que pude me acerque a la casa para tratar de hacerlo. Yo estaba con mi papa cerca de la entrada principal, trabajando en los rosales, ella salió, subió a un auto y se fue a la ciudad.

Llevaba puesto un vestido que le llegaba un poco mas abajo de las rodillas y botas altas marrón, de taco muy alto.

Yo que empezaba a tener mi despertar sexual, muchas veces soñé con ella, algunas veces en el sueño me imaginaba que era yo el que en lugar de la paloma era pisado cruelmente por ella. Varias veces desperté con una erección y mis testículos doloridos, algunas veces con el calzoncillo mojado.

Quizás algún día me analice y algún psicólogo me pueda decir si eso fue lo que despertó mi fetichismo, mi atracción por las chicas dominantes que calcen zapatos de taco alto o botas. Pero fue luego de estas experiencias que me empecé a obsesionar con el calzado femenino. Desde entonces lo primero que hago cuando veo a una mujer es mirar sus pies y mirar que calzado está usando.

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