El Abogado. Cap. 06

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1. ¿Cliente o clienta?
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Parte 6 de la serie de 6 partes

Actualizado 06/09/2023
Creado 08/31/2018
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Continúa la historia en donde las relaciones entre los distintos protagonistas comienzan a enredarse, es por ello recomiendo que, para una mejor comprensión de toda la historia, leer los capítulos anteriores para poder seguir mejor la trama. En todo caso agradeceré el que me envíen sus comentarios y sugerencias.

****

1. ¿Cliente o clienta?

Cuando Romina me abrazó y me dijo con una voz que sonaba más a petición que a pregunta, comencé a pensar que algo podría no funcionar bien con este nuevo cliente (o clienta):

"¿Cariño, te vas a hacer cargo de esa perra, la tal María Alejandra?"

Me lo dijo mientras me empujaba hacia mi oficina y hacía que me sentara en mi sillón y ella se quedaba de pie con sus piernas apretando mis rodillas.

"Romina, creo que tengo una excelente oportunidad profesional, el caso tiene ribetes interesantes que abordar."

"Y también calzones que sacar" Agregó dándome una sonrisa de oreja a oreja y sentándose a horcajadas sobre mis piernas.

No le respondí, pero si le dije "A lo nuestro. ¿Seguirás siendo mi secretaria? Te lo pregunto porque quiero saber si deberíamos hablar respecto del 'paquete' de beneficios que trae asociado el puesto."

"Sí. Le diré a Leandro que trabajaré contigo mientras os buscáis alguien permanente. Y en cuanto al 'paquete' de beneficios, me interesa, siempre que no sea ocasional." Lo dijo mientras sus manos desabrochaban el cinturón de mi pantalón.

"Pero, también habías comenzado a mostrarme tu curriculum cuando fuimos interrumpido" Le dije besándola suavemente en los labios.

"Tenéis razón don Luciano. Pero ya es hora de la colación, por lo que espero me invitéis a almorzar. Pero antes, un tente en pie" Dijo, abriendo finalmente la bragueta y los botones de mis boxers que había estado manipulando mientras conversábamos. Su mano derecha tomó por el centro mi erección, mientras que con su mano izquierda despejaba la ropa que se lo impedía. Se puso de rodillas, de la misma forma en que casi nos había pillado Ernesto.

Esta vez sabía que teníamos todo el tiempo para nosotros, por lo que ella bajó sus manos hasta la base de mi erección. La tomó moviéndola de lado a lado. Era algo que a Romina le fascinaba hacer. Me lo había comentado ella en una ocasión, en que reposábamos después de haber hecho el amor, lo excitada que se ponía al observarla, dura, larga y gruesa cuando la agitaba ante sus ojos, preguntándose cómo una polla así de enorme podría introducirse en su coño tan estrecho.

Ahora estaba haciendo lo mismo, y la agitó para después deslizar el bulbo de mi pico por sus mejillas, dejando a través de ellas un rastro transparente húmedo por el líquido que había comenzado a supurar desde el pequeño orificio de la punta, y lo besaba con todo el amor que solía expresarme cuando me mamaba. Yo acaricié su cabello sedoso y ella, estirando su lengua, comenzó a acariciar con fruición toda la cabeza de mi pico.

Estuve duro y palpitante mucho antes que ella abriera su boca y comenzara a hacer su trabajo con esa lengua endemoniada, recorriéndome a todo lo largo, subiendo y bajando totalmente concentrada en esa tarea, excepto cuando se detenía a mirarme para ver mis reacciones. Después retomaba su accionar, para darle pequeños golpecitos rápidos con la punta de su lengua al bulbo hinchado de mi pene o enroscar su lengua por los bordes, sabiendo que era mi zona más sensible, tanto o igual como su clítoris.

Cerré los ojos sabiendo que Romina podía hacer maravillas con su lengua y con su boca cuando estaba relajada en su tarea. Ella en otras ocasiones, me había comentado que esto solo lo podía hacerlo con Leandro y ahora conmigo. Su boca nos pertenecía a ambos y a nadie más, me decía.

Un buen rato estuvo mamándome, hasta que ella de pronto se detuvo, lo que me hizo abrir los ojos sorprendido.

"Bebé. Solo podemos llegar hasta aquí, ya que tu sabes lo que puede ocurrir si continuamos, podría terminar en un desastre tanto para mí como para ti." Lo dijo mientras le daba el último chupón para limpiarme y lo guardaba dentro de mis boxers. Sabía a lo que ella se refería, ya que después de su mamada, venía la retribución de mi parte, la que en todas esas oportunidades había terminado con un orgasmo tan violento de su parte, que su vulva se convertía en un verdadero geyser, mojándome completamente.

¡La mujer! La mujer, siempre con ese control total ante estas situaciones en las cuales nosotros no somos capaces de reaccionar, había hablado.

Resignado, ordené mi ropa, me levanté, me coloqué la chaqueta y salimos tomados de la mano de la oficina, rumbo al restaurant. Mientras lo hacíamos, Romina pegaba su cara a mi hombro, mirándome con sus ojos verdes que brillaban de calidez.

Eran esos momentos los que más amaba, en que solo nos mirábamos y nos comunicábamos todo nuestro afecto. Yo la apretaba contra mí, dándole a entender que yo sentía lo mismo por ella. Solo esperando que estos encuentros de ambos no cesaran jamás.

****

Esa tarde Romina recibió la llamada que yo estaba esperando.

"El sr. Valladares en la línea uno"

Tomé la llamada "Soy Luciano Salvatierra, con quien tengo el gusto"

"Oscar Valladares, cónsul de la embajada de Venezuela. Ernesto me habló de usted, ¿cuándo podría recibir a la señora María Alejandra?"

"¿Qué le parece mañana a las 10 A.M."

"Excelente, se lo comunicaré a ella y le confirmo" Se despidió y colgó.

Una hora después llamó para confirmar que la cita había sido arreglada para la mañana siguiente con la esposa de Ernesto.

Romina se despidió de mí en la tarde, me dio un largo beso diciéndome que la esperaba Leandro para salir a comer, prometiendo que estaría al día siguiente en mi oficina a la hora acordada.

A la mañana siguiente, recordé que tenía que pasar a dejar unas escrituras en la notaría para que las registrara y les pusiera los timbres respectivos, por lo que me fui directo allí. Cuando salí miré la hora, eran casi las 10 de la mañana y recordé que me estaría esperando María Alejandra, la del drama conyugal. Realmente esta parecía una miniserie venezolana con un nombre ad hoc. Apuré el tranco y entré hecho un bólido a mi oficina.

Metí la llave en la cerradura y abrí, y lo primero que vi fue la cara de acontecida de Romina. Levantó la vista y me dijo muy seria:

"Buenos días don Luciano. Lo espera la... señora Mardones"

Por la cara que me lo dijo, estaba seguro que su intención fue decir más bien: 'la perra María Alejandra' , cuando escuché una cantarina voz que decía:

"María Alejandra Del Villar, mucho gusto"

Miré hacia la izquierda de la recepción lugar de donde provenía la voz y de pie estaba una morena de más de 1,70 de estatura, calzada con unos altos tacones rojos con cartera haciendo juego y vestida con un traje de verano color melón con puntos blancos que bajaban de izquierda a derecha en sinuosas ondas, haciendo que las curvas de su cuerpo se destacaran aún más. Aunque, a decir verdad, esa mujer con cualquier cosa que se hubiese vestido, se habría visto estupenda.

En todo caso, lo que sí me quedó en evidencia en ese momento mirando a ambas mujeres, es que existía una gran tensión entre esas dos bellas mujeres, considerando las miradas que se cruzaban.

"Señorita Del Villar, mucho gusto. Por favor, después de usted" Dije mientras le señalaba la puerta de la oficina que se encontraba abierta. Los ojos de Romina me lanzaban puñales cuando la miré. Le tiré un beso con la mano e ingresé detrás de la morena.

El efecto de los puntos blancos en el trasero de María Alejandra mientras caminaba, era que para que se los presionaran uno a uno, conectando los puntos como en un puzle. Aparté rápidamente la idea, aunque debo decir que mi mente trabajaba desordenada pensando en lo que mi amigo Ernesto me había contado respecto de sus conductas amatorias. Esta mujer no sólo era caliente, tenía un cuerpo que pedía que lo fuera.

"No esperaba encontrarme con un abogado tan joven como tú" Me dijo cuando se sentó cruzando sus largas piernas y dejaba su cartera roja al borde de mi escritorio, como haciéndose cargo de todo el entorno que la rodeaba. La forma que tenía de dirigirse a mí en ese momento y seguramente lo hacía con todo el mundo, corroboraba la impresión que me había dejado la descripción que había hecho Ernesto de esta mujer que tenía enfrente. Esta mujer era de cuidado.

"Espero que eso no sea un inconveniente para usted" Contesté sonriendo.

"No, todo lo contrario, me siento muy cómoda contigo. No soporto esos abogados pomposos que parecen sabérselo todo."

"Bueno, cuénteme en que puedo ayudarla" Dije mientras tomaba un block de notas y una lapicera esperando lo que tuviera que decirme.

"Humm. Me gustó eso de ayudarme. Porque eso es lo que necesito de ti, que me ayudes. Mi esposo ha presentado una demanda de divorcio y quiero que sea en las mejores condiciones para mí. Ya sabes, lo que es mío es mío y lo que es de él, también es mío. Esa es tu tarea estimado Luciano. ¿Por qué puedo llamarte Luciano?"

"Si, por supuesto señorita Del Villar. Y me queda claro cuáles son sus intereses. Para empezar, tendremos que realizar una investigación de cuáles son los haberes de su esposo, para lo cual será necesario contratar a un investigador financiero. Así que también le debe quedar claro que esto tendrá sus costos asociados."

"Lo que tu digas Luciano. Mi padre se hará cargo de todos los gastos y de tus honorarios. Te dejo su tarjeta con indicación de su correo electrónico, para que le envíes la minuta de tus honorarios y de los gastos asociados, como tú los llamas"

Se había inclinado hacia mi escritorio y mantenido en esa posición hasta asegurarse que yo le había dado una buena mirada al valle de sus pechos. Por lo menos esa fue mi impresión.

"Perfecto. Ahora ¿cuándo me puede traer una copia de la demanda?"

"Mira guapo, ¿Qué te parece que te vengas a cenar esta noche a la casa de mi padre, ya que ahora que recuerdo, él también necesita hablar contigo?"

En ese momento recordé que Romina me había pedido que la visitara su 'sobrino' esta noche en su casa. El sólo pensar en ello y teniendo a esa hermosa morena de ojos verdes frente a mí, me había puesto tenso de todas partes.

"Lo siento. Pero esta noche tengo un compromiso, señorita Del Villar" Segundos después me di cuenta de mi indiscreción llamándola señorita.

"¡Huy!, ¡qué chévere suena eso de señorita Del Villar! Pero llámame 'MaríAle' ¿entendido?" Me dijo, acercándose a mi escritorio nuevamente y colocándome su mano sobre la mía con la que estaba tomando notas, me sonrió coqueta.

Las cosas estaban tomando un curso demasiado rápido, mucho más de lo que yo me había imaginado a su llegada. Yo no quería seguir por ese camino, pero el que estaba en mi entrepierna pareció pensar algo distinto, lo sentí saltar de alegría.

"Señorita Del Villar, dejémoslo así, por ahora." Le dije acomodándome hacia atrás en el sillón, para huir de la provocación.

Me miró haciendo un puchero. "¿Entonces podrás venir mañana, entonces? A mi padre no le va a gustar mucho el alargar este proceso."

"Lo siento, pero había tomado este compromiso mucho antes. Para mañana estará bien"

Su rostro se iluminó y haciendo un gestó de despejar su cabellera con su mano, se levantó ante lo cual también me levanté para darle la mano en señal de despedida, después de lo cual ella se encaminó hacia la puerta de mi oficina. Hubiera jurado que la flexión de su culo en ese caminar, era más provocativa que el que había mostrado a su llegada.

Me levanté y la seguí hasta la recepción y allí ardió Troya, porque MariAle dándole una rápida mirada a Romina, se acercó hacia mí y sin más preámbulos colocó sus manos en mis hombros y me dio un beso en ambas mejillas, diciéndome "Hasta mañana Luciano" y salió de mi oficina.

Cuando se cerró la puerta, vi la mirada de puñales de Romina quien, imitando la voz de MariAle dijo "Hasta mañana, Luciano querido" y a continuación habló como un torrente que se desborda por el valle después de una lluvia:

"¿Y qué se cree esa perra?" Lo dijo mientras salía de detrás de su escritorio y acercándose a mí me tomaba, no de las solapas de mi traje, como yo esperaba que ella hiciera, sino de ¡mis bolas!.

"¡Estas me pertenecen, ¿entendido?" Me lo dijo con su cara pegada a la mía mientras me las apretaba sin misericordia.

Ese territorio lo tenía marcado hacía bastante tiempo, y me lo estaba haciendo saber con claridad meridiana.

****

2. Maria Alejandra

Sentada esa noche en su dormitorio frente a su tocador, mientras limpiaba su maquillaje, María Alejandra revisaba mentalmente lo ocurrido durante ese día.

Por un lado, estaba molesta por los términos de la demanda de divorcio que había presentado Ernesto, su marido, en la que había hecho una declaración de bienes que sólo incluía tres propiedades y ninguna inversión sobre la cual echar mano y que le permitiera a ella contar con fondos mensuales fijos para su manutención, aun cuando estuviera viviendo bajo el alero de su padre, el embajador de Costa Rica.

Pero, por otro lado, estaba muy excitada por la posibilidad que se la había abierto de haber conocido a ese guapo abogado joven. Especialmente ahora que se había aburrido de sus dos últimas conquistas por lo que estaba sin compañía masculina hacía ya dos largos meses. Para ella eso era una eternidad, por lo que había tenido que recurrir a su arsenal de juguetes sexuales.

Al acercarse a él, cuando se había despedido esa mañana con un beso, su sensible olfato se había impregnado de su olor masculino, y al apoyar su mano en la firmeza de su bíceps, había hecho remecer sus hormonas femeninas. También se había dado cuenta, que esa estupenda secretaria rubia que conoció en su oficina no había dejado de demostrar su poca simpatía hacia ella. Sospechaba ahora, que entre el abogado y esa perra de la secretaria pasaba algo y no era poco. Tendría que ver cómo se la sacaba del paso. Ese abogadito era un bocado que no iba a dejar de probar. Como que se llamaba María Alejandra.

Esa noche su padre no había llegado, por lo que esperaría hasta la mañana siguiente para comentarle lo que había hablado con el joven abogado.

A los pocos minutos de haberse acostado, se quedó profundamente dormida, los problemas que tenía eran nimios, lo que le permitía dormirse sin dificultad.

A varias decenas de kilómetros de la casa de María Alejandra, no pasaba lo mismo con Ernesto, su marido. Éste, después de haber hablado con su ex compañero de estudios Luciano Salvatierra, sabía que la tarea principal que tenía por delante era ver de qué manera ocultaba las inversiones que tenía en sociedades chilenas de las que era dueño, las que manejaba a través de palos blancos.

En los últimos años, gracias a los contactos que tenía con la banca norteamericana, y por los contactos que había logrado gracias a su suegro, esas empresas se habían convertido en empresas de inversión que ofrecían tanto a particulares como a empresas de todo tipo, interesantes tasas de interés, superiores a las que entregaban los bancos comerciales, generando flujos de dinero los que al principio reinvertía en acciones de empresas extranjeras que estaban generando excelentes utilidades, suficientes como para pagar esos intereses prometidos sin dificultad.

Si embargo, el incremente de sus actividades como abogado que lo obligaban a viajar frecuentemente fuera del país, lo habían apartado del día a día de las operaciones de sus empresas, por lo que no pudo darse cuenta a tiempo que los flujos de utilidades de esas empresas en las que estaba invirtiendo, ya no redituaban lo que al principio, por lo que sus empresas se vieron obligadas a operar con el sistema Ponzi, que consistía en pagar los intereses prometidos con los flujos de dinero de los nuevos inversores.

Pero comenzó a ocurrir un nuevo fenómeno: como esos nuevos flujos de dinero resultaban inmensamente superiores a los pagos de intereses, sus empresas comenzaron a verse con cantidades multimillonarias de exceso de dinero que no era posible reinvertir, por lo que se vio en la necesidad de comenzar a enviarlas a paraísos fiscales, siguiendo los consejos de sus asesores tributarios.

Y ahora se veía enfrentado a este divorcio, con escenarios imprevisibles para él.

Esa noche, mientras su esposa dormía plácidamente en la casa de su suegro, Ernesto no lograba conciliar el sueño, pensando si debería contar o no, todo ese escenario a su ex compañero de universidad Luciano Salvatierra.

Y ese ex compañero, a varios kilómetros de distancia de él, tampoco dormía: pero la razón, era más placentera que la de Ernesto, estaba entre las piernas de una mujer rubia en posición 69 y se hacían sexo oral mutuamente.

****

Esa mañana después de tomar desayuno y antes de que su padre saliera en dirección a la embajada, María Alejandra se sentó en su falda, como acostumbraba a hacerlo desde su niñez, y le dijo:

"Papaíto, el abogado que verá mi juicio de divorcio te enviará a tu correo el costo de sus honorarios"

"Está bien. Me parece muy acertado lo que dijo de contratar un experto en finanzas para que investigue las inversiones de Ernesto. Yo he sabido que tiene unas empresas que están moviendo mucho dinero. Y por lo que me mostraste en su declaración de ingresos que señalan en la demanda no aparecen empresas en ella."

"Lo invité a comer esta noche, así tú le podrás aclarar eso, que yo no entiendo mucho."

Ella se levantó de su falda y le dio un beso de despedida.

****

Luciano llegó como a las 7 de la tarde a la casa de María Alejandra. Su padre había tenido que salir esa misma noche, por lo que no pudo prestarle el automóvil por lo que tuvo que contratar un UBER. Al pagarle, le preguntó si podría llamarle para que lo viviera a buscar. EL joven que manejaba el LEXUS le dijo que no tendría inconveniente y que lo llamara a su celular y no a través de la aplicación.

Tocó el timbre de la enorme mansión en la que vivía María Alejandra. Segundos después una muchacha morena vestida de uniforme le abrió la puerta y antes de que dijera nada, le dijo:

"Pase señor, lo esperan en la sala de estar."

AL cruzar la entrada observó que frente a él se abría una enorme escalinata que conducía al segundo piso, y al caminar hacia el pasillo por el costado de la escalinata, sus pasos resonaron nítidos en el mármol del piso, recordándole la escena de una película en la que el joven Romeo entra al castillo en donde vivía su amada Julieta. Está claro que aquí hay dinero, pensó.

Cuando llegaron, en un sillón individual había un señor de edad sentado y en un enorme sofá estaba sentada María Alejandra, la que se levantó de un salto al verlo.

"Luciano, que gusto de verlo. Le presentó a mi padre" Le dijo acercándose a él, dándole un beso en ambas mejillas, tal como lo había hecho la mañana del día anterior en su oficina frente a su secretaria, y tomándole la mano se acercó con él hacia el lugar en que estaba sentado su padre.

El hombre, de unos cincuenta y tantos, se levantó también a saludarlo

"Soy Pablo del Villar. Encantado."

"Mucho gusto, Luciano Salvatierra"

"La cena esta lista, así que acompáñenos al comedor" Le dijo Pablo del Villar, sin dejar de notar que su hija no había soltado la mano del joven abogado.

Tan pronto se sentaron, el padre de María Alejandra le dijo que el tema del divorcio lo conversarían después, ya que cuando el cenaba, le gustaba disfrutar de lo que comía, a lo cual estuvo de acuerdo Luciano. La cena transcurrió como se esperaba, en que sólo se conversó temas sin transcendencia.

Cuando ésta termino, los tres se dirigieron a la sala de estar, en donde el padre de María Alejandra se instaló en su sillón favorito, lugar al que pronto se incorporó María Alejandra sentándose en el brazo del sillón y colocando su brazo alrededor del cuello de su padre. Luciano se sentó en el sofá frente a los dos.

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