El Feriante. Parte 09.

Historia Información
Se acaba el tiempo, la tensión explota y se refuerza el amor.
4.9k palabras
4.5
420
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Parte 9 de la serie de 12 partes

Actualizado 06/11/2023
Creado 03/08/2022
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Esta historia es una traducción del texto original The Carny escrito por BHART1. Al final del capítulo añadiré un enlace al original. Agradezco desde aquí a BHART1 por darme su permiso para traducir su historia y poderla publicar.

*****

Era martes, 14 de Agosto. A la mañana siguiente, Roy y yo nos dirigiríamos a mi parada final en Jasper, Tennessee.

Mientras yacíamos en la cama, sus labios se abrieron en una sonrisa traviesa mientras me observaba como jugaba con su polla hinchada. Para entonces, mi sentido de la aventura con sus considerables atributos había florecido y, con frecuencia, exploraba nuevas formas de disfrutarlos. Obviamente, vio que algo rondaba en mi cabeza.

"¿Qué tienes en mente?", inquirió.

"¿Qué te hace pensar que tengo algo en mi mente?", bromeé.

"Conozco esa mirada", me presionó.

Besé la cabeza de su pene que goteaba y lamí mis labios, luego coloqué la punta de mi lengua debajo de él para atrapar un poco más de su delicioso líquido pre seminal y deleitarme de su sabor salado. Cuando me alejé unos segundos después, comencé a picotear los bulbos carnosos que montaban guardia a ambos lados de su raja con pequeños besos.

Se veían tan grandes y hermosos sobresaliendo de esa hermosa corona de suave y cálido prepucio. Los adoraba.

Roy sonrió e hizo su cara de 'ah-h-h, qué monada'. Sentí que me sonrojaba y esbocé una sonrisa.

"Desembuche, señor", exigió juguetonamente.

"Está bien, quiero que me folles la boca... y luego te corras en mi cara", confesé.

Se rio y puso una mano en mi nuca. Mi boca se abrió y él la guio hacia su miembro rígido.

Se la folló suavemente durante unos segundos y luego comenzó a pasar sus dedos por mi cabello.

"Estoy listo para ello", se rio entre dientes.

Dejé que su pene se deslizara de mis labios y me uní a su risa.

"¿Cómo te gustaría hacerlo, campeón?", preguntó.

"Conmigo apoyado en las almohadas mientras tú me montas a horcajadas".

Nos pusimos en posición. Apoyó los antebrazos en la pared y empujó su erección a través de mis labios para asegurarse de que su vientre tuviera suficiente espacio libre. Pero apenas tenía.

"Eso debería funcionar. Señala dónde quieres que coloque la cabeza de mi polla cuando dispare".

Empujé contra sus caderas y él retrocedió lentamente hasta que su glande estuvo a unos veinte o veintidós centímetros de mi cara. Todavía estaba lo suficientemente cerca como para poder mirar dentro de su hendidura abierta, pero lo suficientemente lejos como para que su hermoso miembro estuviera claramente enfocado.

"Ahí mismo", le dije.

Metió la barriga hasta que pudo ver lo lejos que estaba de mí.

"Entendido. ¿Listo?"

"Y esperando," confirmé.

Roy empujó sus caderas hacia adelante hasta que la cabeza de su polla tocó mis labios y luego se inclinó con cuidado hasta que me llenó la boca. Con precisión experta comenzó a follar en el interior de mi succión.

Llenó completamente mi boca con embestidas contundentes pero sin llegar a ser brutas. ¡Aquello era algo celestial!

Su barriga peluda estaba golpeando mi frente y pronto el poder detrás de su ritmo hizo que sus bolas golpearan la parte inferior de mi barbilla. Mi cuello se relajó por completo y me entregué a él en cuerpo y alma.

Roy expresó su alegría por estas sensaciones placenteras emitiendo unos gruñidos profundos y lujuriosos. Estiré mis brazos alrededor de sus inmensos muslos y dejé que me llenara de su pasión.

Me sentí pequeño e indefenso cuando su gorda polla rozó la apretada succión de mis labios. Sin embargo, me sentí seguro como un bebé acunado en los fuertes brazos de su padre. Sus golpes estaban medidos para asegurar su resistencia y mi comodidad.

Hábilmente, se ganó mi completa confianza; y mi seguridad de que podía rendirme a él, se elevó. Cerré los ojos y las visiones de su polla inusualmente grande y hermosa estallando explosivamente ante mis ojos llenaron mi mente.

La circunferencia de su magnífico apéndice creció hasta que pude sentir la más grande y resistente de las venas que surcaban su superficie jugando con mis labios. La deliciosa salinidad de su flujo previo a la eyaculación, impregnó mis papilas gustativas.

Sus gruñidos profundos, parecidos a los de un animal, sonaban feroces y controladores. Estaba aprovechando por completo mi sumisión voluntaria y sabía que tenía rienda suelta para hacer lo que fuera necesario para alcanzar el gozoso éxtasis.

Sin embargo, también sabía cómo me encantaba que él pusiera mi durabilidad al límite e hizo todo lo que estaba a su alcance para evitarlo. Periódicamente, aliviaba su gordo glande en mi gratificante succión presionando firmemente contra mi blando paladar, justo antes de hacerme vomitar, y mantenía su posición.

Podía sentir los violentos escalofríos que sentía cuando se paraba, al aferrarme a esos poderosos muslos. Mi boca estaba tan llena que hasta tenía dificultades para que el aire pudiera pasar por la nariz. Parecía saber exactamente cuánto tiempo podía permanecer allí sin verme desesperado por respirar.

En ese momento volvía a taladrar mi cara con la dureza inquebrantable de su descomunal corpulencia. Cuanto más me entregaba a él, más me exigía. Empecé a considerarlo como un amo intransigente, pero al mismo tiempo, justo.

"Chúpamela más fuerte", ordenó con calma.

Obedecí, renunciando a los pensamientos de mi propio placer para concentrarme completamente en el suyo en ese momento. Su respiración se volvió dificultosa. El desafío de él finalmente comenzó a abrumarme y esperaba que estuviera cerca.

Justo cuando comencé a pensar que podría rebasar mi capacidad para saciarlo, retiró su cosa de mi boca a la distancia exacta que le había indicado. Su miembro hinchado se veía lascivo y vulgar, pero impresionantemente hermoso e intensamente masculino.

Su hendidura abierta me miró con lascivia, el falo regodeándose brillando en una gruesa capa de saliva mía justo debajo de la marca de la mitad de la sorprendente longitud que mostró al presionar su piel. Observé ansiosamente el orificio abierto de par en par durante el tiempo suficiente para preguntarme si había calculado mal y se había retirado demasiado pronto.

Para mi deleite estalló de repente. Observé atentamente mientras lanzaba a mi cara su semen lechoso, disparando no menos de nueve gruesas serpentinas según mi cuenta. ¡Era todo lo que esperaba que fuera!

Miré hacia arriba y lo vi sonriendo cálidamente hacia mí por encima de su majestuoso vientre. Su expresión irradiaba orgullo, satisfacción y, sobre todo, amor profundo y duradero.

"Fue hermoso, Roy... gracias".

Quitó las manos de la pared y las dejó colgando a los costados.

"Te juro que es la cara más hermosa en la que jamás me haya corrido", bromeó con confianza.

Se deslizó hacia abajo y plantó sus puños en la cama a mis lados. Inclinándose, lamió un pegote blanco perla de su obsequio con la punta de su lengua y me lo dio de comer.

"Eres tú", suspiró, "el hombre de mis sueños. Y no lo olvides."

"¡Nunca!"

Miró mi polla dura como una roca, sobresaliendo de mis ingles y que empujaba su vientre. Sonrió.

"Me toca", anunció.

Roy se la llevó a su boca y la chupó apasionadamente, tentando mi uretra con su lengua mientras se abría paso sin esfuerzo hasta la base. Envidié esa habilidad suya, sabiendo muy bien que no tenía tanta carne de polla como él para poderle retar.

En el punto máximo de excitación, su pene era algo así como una ilusión óptica. Su longitud engañaba al estar enmascarada por su grosor.

De hecho, era más larga que la mía, y me sacaba fácilmente más de tres centímetros. Su grosor era tan impresionante que su longitud luchaba por llamar tu atención, excepto al hacer una comparación directa.

Me vienen a la mente las palabras 'intimidantemente gorda'. Sinceramente, no puedo pensar en otras que realmente le hagan justicia. Estoy bastante seguro de que si hubiera podido formar una polla apretando dos del tamaño de la mía, todavía no habría igualado el grosor de la suya.

El gigante me persuadió para generar una carga alucinante. Luego se lo tragó todo y amorosamente chupó mis bolas hasta que la tensión en su cuello se volvió inaguantable.

Después de que Roy me confiara su pasado, nuestra dinámica sexual comenzó a sufrir rápidamente los cambios que creo que él había estado esperando. El dejar de sentirme como el novato en la pareja durante nuestras festividades sexuales me dio un nivel de confianza que nunca antes había disfrutado. Me encontré abordando sus necesidades incluyendo una atención mucho mayor.

Antes de eso, su profunda lista de atributos masculinos a veces me hacía cuestionar mi acreditación sobre si yo me podría considerar un miembro de su mismo sexo. Eso era especialmente cierto al presenciar su esplendor durante la excitación sexual.

Era casi como si la naturaleza lo hubiera seleccionado personalmente para ilustrar los efectos de la testosterona en el cuerpo masculino, al permitir que su producción estuviera sin ningún control.

El ancho y el grosor general de su sólida constitución, su generosa cuota de vello corporal, la barba tan espesa que seguramente causaría tortícolis en el cuello de un hombre menor, el voluminoso paquete de polla y huevos con el que estaba dotado... todo parecía diseñado para inculcarme que la gratificación sexual era 'su' derecho de nacimiento, y 'mi' función era meramente proporcionársela.

Sin embargo, la ternura que invariablemente mostraba durante nuestros interludios sexuales, junto con su descripción de ese hombre de sus sueños, que en realidad revelaba sus propias necesidades y deseos más profundos, me alivió del temor de que de alguna manera no merecía esa membresía.

Le dio contexto a la suave intimidad en su enfoque del sexo con el que inmediatamente se ganó mi confianza; y nutrió con seguridad el crecimiento de mi aún impresionable identidad sexual.

Un hombre con todas las notables características físicas de Roy podría haberme manipulado fácilmente para que me conformara con ser su juguete de adoración, y probablemente habría sido perfectamente feliz en ese papel. Pero él quería más, para los dos.

Quería que mi sexualidad desarrollara todo su potencial. Quería, y necesitaba, un igual, no un juguete.

A través de esa ternura llegué a comprender que la medida de un hombre era más que la suma total de sus características masculinas. Se medía al menos tanto por sus obras como por lo que llevaba en el corazón.

Eso no quiere decir que dejara de preocuparme por completo sobre mi forma de mostrarme como miembro del sexo masculino. Mi cuerpo estaba madurando rápidamente, por lo que, naturalmente, no pude evitar preguntarme sobre donde me quedaría finalmente en la escala que él superó de manera tan sorprendente.

Pero llegar finalmente a verlo como algo más que su presentación física, me tranquilizó bajando el listón de aceptabilidad a un nivel más realista.

Dicho esto, a menudo seguía estudiando mi reflejo para marcar mi progreso. A medida que se acercaba el final de nuestro tiempo juntos, había engordado casi 90 kilos.

La mayor parte era músculo y me sentí muy orgulloso de eso. Me encantó cómo nuestro arduo trabajo había engrosado y redondeado mis hombros, dotado mi pecho con pectorales identificables, y convertido mis brazos y piernas en extremidades notablemente más grandes, mejor formadas y de aspecto más fuerte.

Parte de ello era acolchado, de lo cual me sentí igualmente orgulloso. Mi estómago se había redondeado lo suficiente como para empezar a lucir un inicio de lo que siempre había visto como la pieza central de la imponente presencia de Roy.

Me afeitaba con mucha más frecuencia que cuando me uní a él por primera vez. No era una barba que tatuara prácticamente la mitad inferior de la cara como la de Roy, pero tampoco eran los esparcidos rizos sueltos en mi barbilla y la antiestética pelusa en mi labio superior que habían sido una fuente de vergüenza casi tres meses antes.

Incluso los parchetones entre mis pectorales en desarrollo y alrededor del ombligo de mi barriga engordada, se habían curtido hasta el punto de que ya no me sentía privado de vello corporal.

En resumen, cuando Roy se refirió a mí como un hombre, acepté que no solo estaba siendo caritativo. Cuando me miraba para que le ofreciera un hombre que pudiera honrar con una muestra ocasional de su propio lado sumiso, dejé de sentirme mal en ese papel.

El lunes 21 de agosto se inauguró la feria de Jasper. Sería mi última. Estaba casi desconsolado.

Me sentí como un condenado a muerte al que le sirvieron su última comida. El viernes por la mañana, Roy me dejaría en la estación de autobuses de Chattanooga y luego viajaría a la siguiente parada sin mí.

Mientras tanto, abordaría un autobús de regreso a Kentucky, volvería a ser Eddie, el niño que ya no existía en mi mente.

Después de la instalación del domingo, Roy y yo nos acostamos en los brazos del otro como de costumbre. Sin embargo, había algo en nuestro momento de tranquilidad esa noche que parecía más siniestro.

Por fin, rompió el silencio.

"Por favor, no estés triste, Ed. Ambos sabíamos que llegaría este momento. Necesito que seas fuerte".

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Luché contra ellas.

"Quiero serlo, Roy. Pero no sé cómo. Nunca antes había estado enamorado y...."

Las palabras de repente me fallaron. Me envolvió en sus brazos, como si tratara de protegerme de mi dolor.

"Yo tampoco, campeón... yo tampoco. Pero incluso si hubiera sabido cuánto iba a doler esto... igualmente me habría lanzado de cabeza. Lo que me has dado significa mucho para mí. "

"¡Oh, Roy!"

Presioné mis dedos contra ese enorme y reconfortante pecho y levanté mis rodillas hasta que estuve acurrucado alrededor del magnífico vientre que había adorado desde que tenía ocho años. Era lo más cerca que podía estar físicamente del alma que se había abierto ante mí durante los últimos dos meses o más.

No pude contener las lágrimas por más tiempo. Fluyeron de mis ojos a la papada de abuelo contra la que presioné mi mejilla, innegablemente reconfortante incluso estando áspera como el papel de lija.

"¡Me cago en la puta!", maldije mi demostración de debilidad.

"Está bien... está bien... vas a estar bien. Los dos vamos a estar bien", me aseguró.

Fue un momento que tenía que ser afrontado en algún instante, supongo. Creo que ambos nos alegramos de no haber esperado más. Todavía no era un adiós, sino una constancia; tal vez incluso nuestra forma de prepararnos para el que estaba por venir.

Reanudamos nuestro silencio durante el resto de esa noche. No llegué a escuchar el ronquido tranquilizador de Roy antes de dormirme.

Cuando nos presentamos a la mañana siguiente para prepararnos para la inauguración, no hizo falta que me dijeran qué hacer. Me dediqué a los preparativos más exigentes con los que me sentía cómodo realizando y participé de inmediato. Para entonces, me sentía como un feriante, y la vida me quedaba como un guante.

Estaba lejos de la vida que mis padres tenían en mente para mí, pero había llegado a amar estar cerca de ese montón de matones e inadaptados. Supongo que suena extraño decirlo viniendo de alguien educado en la habitual clase media, pero por primera vez en mi vida sentí que encajaba.

Todavía había tensiones entre algunos de los veteranos y yo. Pero siempre hubo tensiones en el equipo. ¿Cómo es posible que tantas personas viajen, y esencialmente vivan juntas durante casi ocho meses al año, y no se encuentren con objetivos opuestos de vez en cuando?

La noria estaba dirigida y mantenida por un hombre llamado Frank. Era uno de los pocos que aún no hacía ningún esfuerzo por ocultar su desdén por lo que percibía como un 'privilegio inmerecido' injustamente otorgado a mí por ser sobrino de Bruce.

Tenía una buena relación con Roy, y yo había intentado durante todo el verano ganarme su aprobación. Justo cuando estábamos a punto de escalar el marco de madera y verificar que los engranajes estuvieran bien engrasados, el altavoz que bombeaba la música del carrillón a sus clientes potenciales, se quedó en silencio.

"¡Revisa ese cableado y arréglalo!", me ladró.

"No sabría por dónde empezar, Frank", le confesé, "no sé absolutamente nada de electrónica".

"¡Pequeño inútil de mierda!", escupió, "¡Ahora no voy a poder estar listo para la apertura y este asunto depende de ti!"

Fue a buscar sus herramientas y se subió a la parte superior de su taquilla para resolver el problema. Supuse que era mi última oportunidad de que me mirase con buenos ojos, así que decidí intentar subir para comprobar las marchas sin él.

Mientras subía, la parte de fuera de la camisa se enganchó con algo y entré en pánico. Logré estabilizarme, pero mi posición era tan incómoda y precaria que no podía liberar una mano para soltarme.

Mi principal fuente de estabilidad era el agarre que tenía en la cruz de madera encima de mí. Mi brazo estirado hacia arriba comenzaba a cansarse mientras mi mente se apresuraba a encontrar una salida a ese follón. Cuando sentí que la mano comenzaba a resbalar me rendí y comencé a gritar pidiendo ayuda.

"¡HIJO DE PUTA!", escuché a Frank exclamar.

En unos minutos, mi camisa se soltó de lo que sea que la había atrapado. Miré hacia abajo.

Era Frank. Estaba furioso.

"¡Mantente lejos de mi atracción, cabrón que no sirve para nada!"

Se negó a quitarse de mi camino y me hizo buscar una forma alternativa de bajar evitándolo a él.

Una vez que estuve en el suelo, gritó: "¡Ahora, estate quietecito!"

Se bajó y me miró a la cara, con las venas sobresaliendo en sus sienes, y procedió entonces a leerme la cartilla.

Yo mismo sabía que lo que había hecho era imprudente y que me lo merecía. Parecía que lo mínimo que podía hacer era quedarme allí y dejar que se divirtiera con mi humillación.

Roy llegó corriendo en ese instante. Mi corazón se encogió.

"¿Qué está pasando?"

"Este pequeño mierdecilla trató de subirse a la noria por sí mismo y se quedó enredado. ¡Podría haberse MATADO!"

"¡Oh, mierda!"

Roy me miró con incredulidad de que hubiera hecho algo tan descuidado, pero con un alivio evidente de que no estaba herido.

"¿Estás bien, Ed?"

"¿Estás bien, Ed?", Frank se burló de él.

Además, lo completó con un afeminado levantamiento de sus manos a su expresión de falso horror.

Roy se giró hacia él y su rostro se puso casi morado de rabia. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Nunca lo había visto de esa manera.

"Estoy bien, Roy", le aseguré, "De verdad. No hay necesidad de que te quedes. Merezco cualquier otra cosa que Frank tenga que decir y puedo hacerme cargo. Por favor..."

Roy cerró los ojos. Lentamente, lanzó un obvio suspiro de 'cuenta hasta diez' que hinchó su enorme pecho hasta el punto de tensar los botones de su camisa.

"Mira, Frank...", comenzó Roy con calma.

"¡De mirar, nada! Deja que llegue el viernes y te des cuenta de que nadie de aquí salvo tú, va a echar de menos a este pequeño mariposón revoloteando alrededor tuya para chuparte la polla, ¡maricón pervertido lleno de aceite!"

El brazo derecho de Roy voló a la velocidad del rayo y lo golpeó. Su puño le sacudió con un sonido que nunca olvidaré.

Para nada era como suena en las películas. No se parecía tanto al crujido de la madera rompiéndose y mucho más al ruido sordo de un hueso cubierto de carne contra otro hueso cubierto de carne. Mi estómago se revolvió ante la realidad.

Frank instantáneamente cayó de espaldas. Estaba congelado ante lo que estaba presenciando.

Incluso Roy se quedó atónito por su inesperado estallido de violencia. Su voz se llenó de arrepentimiento cuando finalmente recuperó su capacidad de hablar.

"joder... maldita sea, Frank... ¿Cuánto hace que nos conocemos? Solamente... joder..."

Ayudó al hombre a ponerse de pie. Decir que estaba aturdido era quedarse corto. A veces me pregunto hasta el día de hoy, si no sufrió una conmoción cerebral por el golpe dado por el coloso involucrado en el altercado.

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