Somos Felices Las Tres Capitulo 28

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-Yo si había notado que era de tela muy liviana, pero no sé, ¿estás segura?

-Claro. Yo tengo uno idéntico, pero rosado. Por eso se te notan tan claramente los pezones

-Todo ha sido una idea de Erika.

-Bueno, si ella es tu dueña, no tienes otra cosa que hacer. Pero hay algo más...

-¿qué?

-Que no solo se notan tus pezones puntiagudos, sino que observándote con detenimiento se puede adivinar el color más oscuro de las aureolas. Me parece muy audaz que salgas a la calle vestida así.

-Ahora me va dar vergüenza salir así.

-¡No chica! Si eres muy bella, y por allí a veces uno ve cada loca... no te preocupes. Disfruta la locura de tu mujer, y atrae las miradas de las personas con las que te cruces hoy.

-Gracias, Iris... bueno, ya tenemos que irnos. Ojalá te vea pronto y nos contemos nuestras cosas.

-Espera, déjame darte mi número, para que me llames cuando quieras.

-Okay... gracias. Hasta pronto, muñeca.

-Chao, belleza...

Cuando Nuria salió del baño, Erika la estaba esperando en el vestíbulo, y pudo contemplar a su hembra vistiendo aquella única pieza de ropa que permitía no solo adivinar los pezones y sus aureolas, a la vez que se recreaba en el bamboleo de aquel par de pechos con cada paso que daba. Era algo muy erótico y sabía que más de uno y más de una se recrearían ante aquella belleza. Y no solo eso, la abundante mata de vellos púbicos rozaban contra la superficie de la tenue tela, permitiendo adivinar que tampoco llevaba pantaletas, porque además se podía adivinar un tono más oscuro, una especie de mancha a la altura de la entrepierna. Se preguntaba a sí misma si no habría ido muy lejos al escoger y obligar a su mujer llevar aquella ropa, que no era precisamente para salir a la calle. Pero reprimió sus dudas y, extendiendo su mano para que al ir tomadas de las manos las otras personas se quedaran viendo aquel par de amantes, una de las cuales dejaba ver claramente una par de nalgas que se bamboleaban libremente y eran apenas contenidas por una ligera capa de ropa.

Al montarse en el carro de Erika, ésta le dio instrucciones a Nuria:

-Desde ahora, y siempre que andes conmigo debes alzar tu vestido para que tus nalgas desnudas se apoyen en el asiento. Y además de eso, después de sentarte debes enrrollar el borde al frente, dejando tu cuca expuesta del todo.

-Pero ¿y si alguien me ve?

-No importa. Total, si alguien te ve, lo más probable es que no nos conozca. Y por otra parte, más nunca se atravesará en nuestra vida, así que ¿qué importa que te vean?

-Esta bien, mi dueña. Todo sea para hacerte feliz, mi dulce cielo.

-Así me gusta. Ven, dame un beso.

Erika encendió el auto y se dirigió hacia un sector de la ciudad en el que recordaba haber visto una tienda de artículos eróticos. Mientras conducía Nuria estaba nerviosa y pendiente de otros autos, sobre todo camiones y autobuses cuyos pasajeros pudiesen ver que llevaba su cuca descubierta y expuesta a la mirada de todos. Pero poco a poco se fue calmando, y acostumbrando a ese exhibicionismo forzado. Sentía también la invasión de su recto por el tapón que Erika le había metido antes de salir de la habitación. Era una sensación nueva, entre placentera e incómoda, pero lo cierto es que sentía cierta excitación entre sus piernas y temía manchar el asiento con sus secreciones. Se lo dijo a Erika, pero esta le restó importancia, diciéndole que al estar forrado de cuero no había ningún problema.

Mientras hacían el recorrido Nuria le describió el encuentro con Iris, y ambas coincidieron en que a Belkis no le resultaría difícil seducirla e incorporarla a su harén particular. También repasaron los acontecimientos del día anterior y los de esa mañana, compartiendo los sentimientos que experimentaron y de qué manera sus expectativas habían sido cumplidas en exceso. Estaban eufóricas y sentían que un vínculo especial las unía ahora.

Cuando encontraron la tienda que buscaba Erika, estacionó su auto en un espacio no tan cercano a la puerta, pensando que esa decisión podría ofrecerle la oportunidad de hacer alguna otra travesura con su morenita. Cuando se bajó del auto Nuria pudo ver una mancha de sus fluidos en el asiento y se lo dijo a Erika, quien rodeó el auto para ver y le dijo a Nuria que le gustaría mucho saborear aquello.

-Pero no lo voy a tomar yo. Lo harás tú y me lo darás. Pero no usarás tus dedos, sino tu lengua. Agáchate, lame el asiento y me besas.

Para Nuria fue una sorpresa, sobre todo porque jamás había sentido curiosidad por probar sus propias secreciones. Ahora lo haría por primera vez, obedeciendo las instrucciones de la mujer a la que consideraba su dueña. Cuando se agachó a lamer el asiento, su vestido se alzó, dejando ver claramente su nalgas, y en medio de ellas el tapón que llevaba insertado. Erika se hizo a un lado, deseando que algún transeunte pasara justo en ese momento, pero nadie pasó en ese momento, y se quedó con las ganas de exhibir el culo de su amante a algún extraño. Nuria se irguió y ofreció su lengua a Erika, quien extendió la suya para recoger del néctar sexual que su hembra le ofrecía. Allí a la vista de todos, ese beso de lengua pudo ser contemplado por cualquiera y no faltaron algunos automóviles que circulaban por esa calle que hicieron sonar sus cornetas con entusiasmo y emoción al ver dos hembras besándose en público.

Después de esto, Erika tomó de la mano a su mujer y ambas atravesaron todo el estacionamiento hasta llegar a la puerta del local. Ya Nuria se había dado cuenta del tipo de negocio al cual iban a entrar y se preguntaba qué tendría preparado su dueña. Ya estaba aprendiendo a reemplazar el miedo por la confianza en su mujer, y se dejó conducir dócilmente al interior de la tienda, donde fue recibida por un hombre mayor, evidentemente el dueño del negocio y una chica, con tatuajes y piercings que estaba tras el mostrador.

Ambas se dirigieron a la chica para preguntarle por los productos que Erika quería comprar.

-¿qué se les ofrece?

- queremos varias cosas, pero nunca he estado en una tienda como esta.

- Espérate un minuto, que las atiendo personalmente

Después que hubo terminado de ordenar sus papeles, salió del mostrador y les preguntó,

-¿qué necesitan? ¿cómo les puedo ayudar?

-Quiero comprar un collar para ella.

-¿Tienes alguna preferencia?

-No se. Algo que pueda usar todo el tiempo y que sea bonito.

-Ven sígueme. Y tú, perrita, quiero que mantengas tus manos detrás de tu espalda todo el tiempo.

Ambas se sorprendieron de la forma en que se dirigió a Nuria, pero ella de inmediato obedeció la orden. Al colocar sus manos atrás sus pechos sobresalieron mucho más y sus pezones estaban tan erguidos que parecía que iban a perforar la dormilona que llevaba por vestido. La dependienta se sonrió y miró lascivamente aquellos pechos y pezones y dirigió su mirada a Erika, guiñándole el ojo en señal de aprobación y complicidad.

Al llegar al estante donde ofrecían los collares, la chica fue demostrando las diferencias que ofrecían, hasta que Erika se decidió por uno de cuero, de color rosado que llevaba una piedras de fantasía incrustadas. La chica lo sacó el empaque, y llamó a Nuria.

-Ven acá, perrita, que te voy a poner este collar para que no olvides nunca que tienes una dueña, que por cierto está bien buena.

Erika sonrió y se limitaba a observar cómo la chica ajustaba la correa alrededor del cuello de Nuria y quien permanecía inmóvil, con las manos atrás, tal como se le había ordenado.

-También vas a necesitar una cadena para que la conectes a este aro metálico y la lleves como la perrita que ha decidido ser para tí.

-Esta bien, búscame una.

-Aquí está una que tal vez te convenga, porque es larga y la puedes recoger para llevarla más corta también. Espera, que la saco del empaque y se la pongo... aquí tienes. Te entrego a tu perrita. ¿deseas algo más para usarla con ella?

-Si. Quiero cogerla con un buen dildo, pero que también yo me lo pueda meter mientras la estoy cogiendo.

-Tengo algo muy bueno, ven por aquí.

Mira, este es buenísimo, porque te metes esta parte y al frente puedes ver esta conexión en la que puedes enchufar el dildo con el cual te la vas a coger. Lo bueno de este modelo es que viene con tres dildos de distinto tamaño, para que escojas el que quieras usar con ella.

-Ese es exactamente el modelo que tenía en mente, porque hace unas horas una amiga me dio una buena cogida con uno igual, y ella también tuvo un orgasmo. Quiero lo mismo para mí.

-Es mi favorito también. Yo lo uso con mi novia.

-O sea que sabes de lo que estás hablando.

-Así es. Quisiera sugerirte también este dildo de dos cabezas. Es muy rico pues las dos al moverse provocarán un roce bien sabroso.

-Dámelo. Ese lo he visto en películas y estoy segura que nos gustará mucho.

-Es rico, pero yo sigo prefiriendo el otro porque te permite demostrar quien está en control y puedes darle duro si te provoca.

-Pero ahí hay otro parecido a este pero con uno de los extremos ancho y el otro angosto.

-Ese es para que la parte angosta se lo metas por el ano, mientras que la parte ancha te la metes tú.

-¡Me lo llevo! Me va a encantar mucho usarlo con ella... y alguien más.

-¿Deseas algo más?

-No sé, ¿qué me recomiendas?

-Te voy a mostrar unas pinzas para estos pezones tan ricos que tiene tu perrita.

-¡Cierto! Eso era algo en lo que también había pensado...

-Ven, Nuria, dijo Erika mientras la halaba con la cadena.

-Mira, estas pinzas son de presión graduable. ¿Le has puesto algo a estos pezones tan bellos?

-No, nunca. Es que somos pareja desde anoche. Fue nuestra primera vez con otra mujer y ella me ha prometido sumisión y obediencia. Por eso estamos haciendo nuestra primera compra.

-Bueno, yo te voy a regalar estas pinzas, pero me tienes que permitir que se las ponga yo.

-Esta bien. Gracias.

-Perrita, bájate el vestido y desnuda tus tetas.

-¿pero, aquí mismo?

-Claro, perrita. Anda, obedece y deja que te ponga estas pinzas. Te va a doler, pero al rato te habrás acostumbrado.

Nuria se bajó el vestido, quedando desnuda de la cintura para arriba en una tienda en la que habían otros compradores y podían fisgonear lo que estaba pasando en aquel pasillo. La chica tomó un pezón, y apretándolo fuertemente lo estiró hasta que consideró que ya podía aplicar la primera de las pinzas.

-¡AAAAAAYYYYYY! ¡uffffffff!

-Tranquila, mi amor, dijo Erika. Mientras más rápido mejor. Deja que la chica te ponga ahora la otra pinza.

La chica repitió en mismo procedimiento, y Nuria lo soportó en silencio, mientras le corrían algunas lágrimas por el dolor.

-Te quisiera recomendar ahora un par de otros artículos para que los uses con tu perrita. Ven conmigo. Y tú, perrita, no te subas el vestido y vuelve a poner las manos atrás. Queremos que luzcas orgullosa esa nueva prenda que te he colocado jajaja. ¡Qué par de tetas más bellas tiene tu perrita! Tienes que dejar que los demás nos recreemos con ese par de obras de arte.

-Ven, mi amor, síguenos, dijo Erika.

-Mira, esta sección ofrece instrumentos de castigo. Si no lo has hecho aún con tu hembrita, no hace falta que te lleves nada más que estas dos piezas, suficientes para que vayan descubriendo ese tipo de juego sexual. Yo se lo hago mucho a mi novia, que es insaciable y hasta me suplica que le de bien duro.

Este látigo de muchas colas de cuero es muy popular. Lo bueno es que puedes controlar el dolor que le inflinjas de acuerdo a la fuerza con la que la golpees. Puede ser suave y erótico o fuerte y salvaje. También este fuete de cuero, para que la castigues en cualquier parte de su cuerpo, también variando la intensidad de tus golpes.

¿Se les ofrece algo más?

-No por los momentos. Pero he visto que tienen muchas otras cosas que más adelante vendré a revisar y comprar.

-Siempre a tus ordenes, belleza. Mi nombre es Yadira. Vente, vamos al mostrador para sacar la cuenta y ordenar tus cosas en una bolsa.

-Gracias, Yadira.

Nuria siguió a ambas mujeres, halada por la cadena que llevaba su dueña. Le daba mucha vergüenza el seguir semi desnuda en el área del mostrador, pero no se atrevía a decir nada.

Después de haber pagado, Erika decidió retirar las pinzas de los pezones, lo cual le produjo un dolor punzante a Nuria, al retomar la circulación de sangre. Erika ignoró sus lamentos, y procedió a levantar el cuello del "vestido" para tapar sus pechos, pero no le quitó el collar ni la cadena. Le ordenó a Nuria tomar y cargar las bolsas y despidiéndose de Yadira, salió de la tienda halando la cadena. Atravesaron el estacionamiento y todos los que por allí pasaban pudieron ver aquella escena en la que una bella y esbelta rubia llevaba de la cadena a una morena que estaba buenísima con unos pechos que bamboleaban a cada paso, y un par de pezones inocultables que al rozar el material del camisón que llevaba como vestido se estimulaban aún más, de lo que ya estaban.

Al llegar al auto Erika abrió el maletero y ordenó a Nuria que colocara las bolsas dentro, pero que lo hiciera doblándose lo más posible y con las piernas abiertas. Nuria entendió que su dueña quería humillarla, exhibiendo su culo con el botón de goma que llevaba insertado. Procedió a hacerlo sin rechistar, y sorprendió a Erika al mantener la posición más de lo que hubiese sido necesario. Ello permitió a Erika moverse hacia su puerta y desde allí observar a los transeuntes que pudieron contemplar la desnudez de su hembrita. Cuando Erika consideró que ya era suficiente ordenó a Nuria entrar al auto y pasar a su asiento. Nuria abrió la puerta y recordando la instrucción previamente dada por su dueña, de posar sus nalgas desnudas directamente sobre la superficie del asiento, no esperó a estar adentro para subirse la ropa, sino que allí, estando de pie después de haber abierto la puerta, pero antes de entrar, se levantó el vestido, y después fue que entró. Erika sonrió y no pudo reprimir un comentario

-¡Coño Nuria, qué puta eres!

-Eres tú quien ha destapado esa nueva personalidad mía, mi dulce amor.

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