Somos Felices Las Tres Capitulo 33

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Erika lleva a sus dos chicas a un paseo en publico en bikini
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Parte 33 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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DEL CAPITULO ANTERIOR...

Erika abrió una bolsa de la que sacó los bikinis que se había llevado a su casa para darle "algunos ajustes". Yo me acerqué, con mi bichito muy flácido y ambas al verlo se miraron, sonrieron y preguntaron en tono muy pícaro si cada vez que lavaba los platos se me ponía así. Yo me sonrojé, y para cambiar el tema le pregunté a Erika cual era el mío. Ella lo tomó y me lo dio, explicando lo que había hecho: Había descosido la capa interior y le había colocado dos pequeñas piezas cortadas del relleno de goma que había comprado para rellenar las copas del sostén que me daría las tetas que por ahora no tenía. Me explicó que además de ocultar la presencia de "ese bichito tan ridículo que tienes" y de mis testículos la gente que me viera no tendría dudas de que yo era una mujer. Había hecho un gran trabajo porque por el lado exterior había dado algunas puntadas de un modo tan magistral que gracias al relleno que ella había colocado debajo del forro, sugerían la presencia de un par de labios genitales, eso que en inglés llaman "camel toe". De modo que no solo disfrazaba la presencia de mis genitales masculinos, sino que además producía el escándalo de unos supuestos labios vaginales a la vista de todos a través del material del bikini.

Erika me explicó que debía retraer todo lo posible mi pene y después empujarlo hacia adentro de mi vientre. Entonces debía estirar la piel de los escrotos y halarla hacia arriba, cubriendo el espacio antes ocupado con mi pene. Después de eso, debía subirme la panty y colocarla de tal modo que oprimiera mis genitales contra mi vientre. De ese modo no se notaría más que un ligero bulto, el cual al ser disfrazado con la apariencia de labios genitales no daría pie a dudas... era sin duda la entrepierna de una mujer.

Procedí a ejecutar la maniobra ante la atenta mirada de ambas, quienes se sonreían y reían ante mis esfuerzos. Al cuarto intento pude lograrlo, y fue entonces cuando ellas me ayudaron a subirme la panty. Erika y Nuria ataron las cintas a cada lado para darle el ajuste correcto y creando así el tamaño mínimo posible de acuerdo al tamaño de mis caderas. De ese modo, la compresión sobre mis genitales se mantendría por horas, mientras llevara puesta esta panty del bikini. Ambas estaban muy excitadas y eufóricas por el resultado y se admiraban del resultado, el cual aún yo no podía comprobar, hasta que fui al baño y me pude contemplar en el espejo. Yo no me lo podía creer. Mi primer impulso fue el de pasar mi mano por esa área y maravillarme del efecto producido. Sentía una gran opresión y cierta incomodidad por le compresión a la que estaba sometido, pero era mayor el placer derivado de aquella situación que el dolor que sentía. Me emocioné tanto, que cual una chica, me abracé a ambas, dándoles besitos y dando pequeños gritos de alegría.

Después de eso, Erika me ayudó a ponerme el sostén, mientras Nuria ataba los lazos en la parte posterior, sobre la espalda. Lo hizo de tal modo que comprimía los músculos de mi tórax y espalda, creado un valle entre mis pechos, lo que sumado al relleno de las dos copas del sostén crearon la ilusión de un torso femenino. A este punto, yo parecía una mujer. Nunca había llegado a un nivel tan alto y perfeccionado de feminización en mi vida. Solo faltaban los aretes, el maquillaje y accesorios, además de unas sandalias putísimas que Erika me había comprado.

Erika me pidió que fuese al baño a orinar porque no lo iba a poder hacer en las próximas horas, mientras estuviésemos fuera, en la playa a la cual iríamos a pasar el día. Mientras tanto, sacó del bolso el bikini para Nuria. También le había hecho algunas modificaciones: Primero, le había retirado por completo el forro, tanto en la parte inferior como en la superior. De ese modo, iba a ser posible para la gente descubrir las sobras de los pezones y de la mata de vello púbico. Nuria sintió vergüenza, pero el amor y la sumisión que le había jurado a nuestra dueña le dio el ánimo suficiente para aceptar vestir aquella prenda tan reveladora. Erika había también modificado la parte trasera del panty, transformándola en una especie de hilo dental, que dejaría las dos grandes nalgas de Nuria al descubierto. La parte frontal era además de pequeñas dimensiones y Nuria se preguntaba cómo sería posible mantener ocultas sus vergüenzas allí abajo.

En ese momento regresé a la sala, con el panty del bikini en las manos, para que de nuevo me ayudaran a colocármelo. Erika le pidió a Nuria el rollo de tape deportivo que habían comprado el día anterior.

-Ahora vamos a repetir el procedimiento... Claudia, esconde tu pipicito como te enseñé antes

-Si, mi dueña.

-Esta bien. Ahora, sujeta firmemente hacia arriba la piel de tus bolitas mientras yo aplico varias franjas de este tape desde tu ano hasta donde están tus dedos sujetandola.

Yo la dejaba hacer, mientras Nuria, a un lado nos miraba con ojos abiertos de admiración a medida que Erika fue aplicando las tiras del material adhesivo cada vez con mayor firmeza, estirando el material y aplastando mis genitales cada vez más contra mi vientre. Después de haber aplicado varias franjas en sentido vertical y diagonal, yo no podía mostrar casi ningún bulto entre mis piernas. Me hizo recordar aquella muñecas antiguas, sin sexo, con una entrepierna completamente plana. Erika sin duda había investigado y sabía lo que hacía. Me había reducido y eliminado la protuberancia natural que como varón siempre había colgado entre mis piernas. Yo, no lo sentía tan incómodo como anteriormente, aunque sí sentía una presión que provocaba una sensación entre dolorosa y agradable. Sabía que esta sensación duraría por horas, hasta que Erika decidiera que ya podía desvestirme de nuevo. Eika me ordenó ponerme la panty, lo cual pude hacer sin la ayuda que antes había necesitado. Entonces pude escuchar exclamaciones de sorpresa y admiración por el resultado obtenido: Ante mis dos mujeres estaba otra hembra, con pechos y una cuca que se adivinaba entre mis piernas gracias a las dos ligeras protuberancias alargadas, como unas bananas en miniatura, que asemejaban un par de labios vaginales.

-Claudia, ahora ve a maquillarte y a peinarte del modo más femenino que puedas, mientras yo ayudo a Nuria con su ajuar de baño.

-Si, mi dueña.

Mientras estaba en el baño cumpliendo con la labor que me había sido ordenada, Erika ayudaba a Nuria a vestirse. Primero le dio el sostén, al cual también le había hecho un par de ajustes, reduciendo el tamaño del par de triángulos a lo mínimo indispensable, como para apenas tapar sus pezones y la ancha aureóla de los pechos de mi negrita. Siguiendo la tendencia actual de la moda buscó ajustárselos de modo que se pudiera ver la parte inferior de cada pecho, Le ató fuertemente la cinta en su espalda para controlar que esa posición fuese permanente y no se modificara a lo largo de las próximas horas aquella manera de mostrar sus enormes pechos por su parte inferior al mismo tiempo que los diminutos triángulos cubrian sus pezones... era algo entre sexy y extravagante. Nuria suponía que Erika la iba a someter a un cierto grado de exhibicionismo, pero esto superaba lo que había imaginado. Ahora se preguntaba cómo se iba a comportar con la parte inferior.

Erika tomo esa pieza, desató los lazos y le ordenó a Nuria que se la colocara entre las piernas. Erika tomó cada una de las cuerdas a cada lado y las ató de modo que, como había ocurrido conmigo, le quedara muy apretada y ajustada. Aprovechó para toquetear su ano mientras le acomodaba la sección posterior, reducida a una pequeña tira de un centímetro de ancho. Al darle vuelta, pudo ver con satisfacción que su abundante mata de pelos formaba un buen bulto, pero que además por los bordes del bikini sobresalían muchos vellos. Nuria creía que Erika los iba a empujar hacia adentro, para ocultarlos, pero hizo todo lo contrario: más bien haló algunos mechones por la parte superior, con lo que se veían de un modo casi vulgar. Después hizo lo mismo por los bordes laterales, pero esta vez se aseguró que los mechones de vello sobresaliesen mucho más.

Erika callaba, pero moría de miedo y vergüenza ante lo que parecía ser la decisión de nuestra dueña de exhibirla de un modo humillante. Seguramente la gente al verla se podría escandalizar o recrearse ante aquel destape no acostumbrado en nuestra sociedad de algo tan natural como es el vello púbico. Sin embargo, buscó una tijera y recortó algunos de los vellos que sobresalían por el borde superior, pero no todos. Ya no era la abundancia escandalosa anterior, pero se podían contar uno que otro vello largo repartidos a lo largo del borde. No eran tan notorios y visibles como el mechón original, pero algún observador acucioso iba a poder notar esos pelitos rebeldes y traviesos entre el bikini y su ombligo. Erika no hizo nada con los otros vellos, que sobresalían por los laterales. Nuria pensó que por suerte, con mover sus piernas adecuadamente podría ocultar a las miradas ajenas aquella embarazosa condición.

Erika se recreaba en el juego de autoridad y humillación que ejercía sobre esta mujer, sabiendo que el paseo le iba a brindar varias oportunidades para divertirse y disfrutar con la ansiedad producida en aquella esclava que voluntariamente se ofrecía a ser usada a voluntad y al gusto de su dueña para satisfacer sus perversiones y deseos sexuales, sin tener que ofrecer nada a cambio.

Cuando regresé a la sala me asombró la imagen que proyectaba Nuria con aquel bikini diminuto que apenas cubría sus bellas tetas y pude notar enseguida la abundancia de vellos largos y muy negros que brotaban por todos los bordes de su parte inferior. Mis ojos buscaron los de Nuria y ella me dio una mirada que jamás podré olvidar, una especie de mezcla de vergüenza, resignación y voluntad de obedecer a nuestra dueña, a quien libremente ambas habíamos dado autoridad y poder de decisión sobre nuestras vidas. Yo quise transmitirle con mi mirada mi apoyo y aprobación, no tanto por lo que estaba viendo sino por lo que me imaginaba que iba a ocurrir. Erika había planeado esto con el solo propósito de divertirse a expensas de nuestra humillación. Tanto Nuria como yo en lo más secreto de nuestro corazón sentíamos al mismo tiempo que curiosidad por lo que vendría, una buena dosis de excitación y euforia contenida pues al fin y al cabo era lo que deseábamos, tener una mujer bella y más joven que nosotras dominándonos y controlando nuestras vidas. Ella tenía el poder, pero gracias a nosotras, que se lo habíamos dado. Ella no nos arrebató la autodeterminación, nosotros renunciamos a ella. Era nuestra manera de creernos el cuento de que éramos nosotras quienes estábamos en control y no Erika.

Erika y Nuria le dieron algunos retoques adicionales a mi apariencia femenina, y me colocaron una cinta rosada en la cabeza para sujetar mi cabello, el cual ya había crecido algo. Ese detalle, combinado con el maquillaje de ojos, pintura de labios y aretes me hacían lucir atractiva. Sin duda alguna, a la vista de cualquier transeunte con el cual seguramente nos toparíamos, yo era una más del grupo de tres mujeres que vestían un bikini similar, blanco y sexy. Erika sacó una ropa que las tres llevaríamos sobre nuestros bikinis. De hecho, ya ella había llegado con la suya puesta: Una blusa blanca de material muy liviano, que sin llegar a ser transparente si permitía adivinar lo que se encontraba debajo del mismo. Yo podía notar que debajo de su ropa Erika vestía su bikini blanco, ya que el pantalón era del mismo material, aunque bastante holgado y ancho. Con nuestras sandalias que dejaban ver nuestras uñas pintadas de rojo intenso completábamos la imagen sexy de un trío de mujeres muy llamativas, que seguramente atraería muchas miradas, tanto de hombres como de otras hembras interesadas en la belleza femenina.

Después de cargar el auto con las toallas, cremas y otros accesorios cogimos rumbo hacia la zona de playas. Erika había escogido las playas de Clearwater por ser la más concurrida, aparte de ofrecer aceras amplias para caminar paralelamente a la playa, con abundancia de restaurantes. Antes de llegar, hicimos una parada en una estacion de servicio para comprar hielo, sandwiches y algo de tomar. Erika nos pidió a Nuria y a mía que entráramos en la tienda, pero sin la ropa que llevábamos sobre nuestros bikinis. Al salir del auto, nos quitamos el pantalón y la blusa y entramos a hacer las compras. No había mucha gente, pero los pocos que se encontraban fijaron sus miradas en nosotras. Obviamente Nuria era la más llamativa. Al comienzo fue un poco embarazoso, mientras caminábamos por los pasillos, escogiendo lo que llevaríamos. A medida que nos fuimos acostumbrando, le hablé al oído a Nuria.

-¿Cómo te sientes?

-No sé... entre avergonzada y excitada.

-No nos preocupemos. Estamos lejos de donde vivimos y nadie nos conoce.

-Lo sé. Pero siento que me clavan los ojos en cada centímetro de mi cuerpo.

-Es que estás buenísima y todos tus encantos están a la vista.

-Espero comportarme como Erika lo espera de nosotras.

-Vamos a hacer algo que ella no espera, y le contamos.

-¿Qué estás pensando, Claudia?

-Vamos a agrarrarnos de manos y sigamos caminando por los pasilllos, pero lentamente. Vamos a darle a estos mirones un show que no esperan.

-Está bien. Te sigo la corriente.

Nuria y yo comenzamos a demostrar lo que una pareja de mujeres que se aman harían en esta situación. De vez en cuando Nuria se me pegaba y me besaba el cuello, o pasaba su mano por mi espalda. Y yo le pasé el brazo, y la atraje a mí. Quienquiera que nos viera seguramente se excitaría por no ser una escena que se puede ver todos los días.

Cuando ya teníamos todo lo que necesitábamos fuimos a hacer la linea para pagar. Había dos personas por delante y se me ocurrió darle un beso a Nuria, la cual me correspondió. Además lanzó un leve gemido que las otras personas seguramente pudieron escuchar.

Al llegar a la caja, la cajera, una mujer madura no le quitaba los ojos a los pechos de Nuria. La miraba descaradamente y le guiñó el ojo un par de veces entre un producto y otro cuyos precios iba marcando en la caja registradora. Yo se lo comenté en un susurro al oído a Nuria y le pedí que le respondiera con un guiño y una gran sonrisa. La mujer sonrió abierta y descaradamente, coqueteando con Nuria, ignorando que yo estaba allí pegada a ella. Cuando Nuria le pagó, ella anotó en un papel su nombre y número de telefono y se lo dio, aprovechando para agarrar sus dedos. Yo le di las gracias, hablando en la voz más femenina que podía para mantener la imagen de hembra y le pregunté que hasta qué hora trabajaría, a lo que me contestó que hasta las cinco de la tarde. Yo le respondí que a lo mejor nos volveríamos a ver más tarde. Salimos de la tienda, y mientras yo cargaba las compras en el maletero Nuria le contó a Erika lo que acababa de ocurrir. Cuando me monté en el auto Erika estaba eufórica y emocionada y nos felicitaba por lo que habíamos decidido hacer. No nos volvimos a colocar la ropa y quedamos en bikini hasta llegar a la playa.

Una vez llegamos y después de aparcar el auto, Erika decidió que antes de instalarnos en la arena, deberíamos dar un paseo, más que nada para atraer las miradas y de manera especial exponer la casi desnudez de Nuria, quien de las tres era sin duda la que más llamaba la atención por sus grandes pechos apenas contenidos por el tope del bikini, sus redondas nalgas expuestas por completo y sin olvidar que bastantes vellos asomaban por tres distintos bordes de su panty. No solo eso, sino que en la distancia se podía notar la sombra oscura de su mata de pelos y también de sus pezones, a través del delgado material que los cubría, ya que Erika había removido el forro interior.

Yo sentía un deseo de proteger a mi esposa, pues suponía la enorme vergüenza que estaba experimentando, al ser expuesta de ese modo en un lugar público, por el que circulaba muchísima gente. Le tomé la mano, y ella respondó apretándomela fuertemente y volteando su mirada para decirme "gracias" con la mirada. Su mano estaba empapada de sudor, debido al nerviosismo que sentía, y a la imposibilidad de rebelarse contra nuestra dueña Erika, quien decidió pasarle el brazo por el cuello. De ese modo, las tres caminábamos, guardando silencio ofreciendo una escena poco usual: Dos hembras escoltando a una bomba sexy que iba en medio, de manos agarradas con una de las dos escoltas, y abrazada por la otra.

Pero lo que sin duda más llamaba la atención eran los pechos de Nuria, que se bamboleaban escandalosamente con cada paso que daba, y los vellos púbicos que eran facilmente visibles. No creo que por aquella calle alguna vez una mujer hubiese mostrado lo que la gente podía ver en Nuria. Erika por su parte aunque guardaba silencio, llevaba una enorme sonrisa en su cara. De hecho, era la única de las tres que lo hacía, pues tanto Nuria como yo, padecíamos aquella exposición embarazosa. De hecho, yo olvidé por completo mi apariencia femenina en público, y que además entre mis piernas se podía notar un par de labios vaginales artificialmente creados por Erika. Si recuerdo que alguna miradas se dirigieron a esa zona, pero la mayoría de las veces, al descubrir los encantos que Nuria mostraba se desplazaban hacia ella.

Me sorprendió la enorme cantidad de mujeres que abiertamente la miraban, de arriba a abajo, disfrutando lo que podían ver. Los hombres eran como más discretos, tratando de disimular, pero sin duda alguna atraídos por lo que tal vez nunca habían visto en un boulevard como aquel en el cual caminábamos las tres. Hubo, por supuesto mujeres que desaprobaban nuestra apariencia, pero como ya lo dije antes, yo esperaba que menos mujeres se interesaran tan abiertamente en escrutar con la mirada el cuerpo de Nuria. Sin duda alguna, muchas mujeres sienten mucha curiosidad y atracción por el cuerpo de otras hembras, más de lo que muchos suponen.

Después de haber caminado un largo trayecto, hasta donde casi ya no quedaban kioskos ni restaurantes Erika decidió que deberíamos regresar. Pero esta vez ella se separó y comenzó a caminar algunos pasos atrás de nosotras, que seguíamos con nuestra manos unidas. Erika sacó su celular e iba tomando fotos y videos de la gente con la que nos íbamos encontrando en aquel paseo exhibicionista. Tal vez por sentirnos solas comenzamos a hablar

-¿Como te sientes mi amor?

-No te sabría explicar... siento mucha vergüenza por la forma en que me miran, pero por otra parte se que estoy haciendo feliz a mi Erika.

-Entiendo, porque he visto cómo te has ido enamorando de ella

-Es verdad. Jamás imaginé que me enamoraría de otra mujer, y mucho menos en la forma en que la deseo y quiero complacer en todo lo que me pida.

-Lo se, y no me siento celoso

-Corrección... querrás decir "celosa".

-Celosa, tienes razón.

-¿No te importa que me sienta tan atraída por esa rubia tan bella?

-Para nada. Cuando vi que se asomaba una posibilidad de que algo así ocurriese, me excitaba mucho, y te tengo que confesar que hasta me llegué a masturbar imaginándomelas juntas en una cama.

-¿En serio? Y ¿cuando fue eso?

-En mi oficina, después que Erika se iba, muchas veces me masturbé viendo porno lésbico, pero con el pasar del tiempo buscaba escenas lésbicas interraciales, para imaginarme que eran ustedes dos.

-Eso fue antes de que ella comenzara a seducirme, ¿cierto?

-Si. Todavía eras virgen en ese sentido. Ni la conocías. Pero después todo cambió. Te gustó, te sedujo y te enamoraste de esa mujer tan rica y divina.

-Yo no pienso dejar de amarte, Claudia.

-Ni yo a ti, mi negrita. Nuestros corazones tienen espacio para incorporar a esa rubia tan rica y tan traviesa.

-Así mismo es.... mira, Claudia la mujer gordita que viene allí, cómo nos está mirando.

-Si ya la veo, es una mirada abiertamente descarada hacia tu cuca.

-¡Ay! Que pena me da que me vea así... es como demasiado.

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