Somos Felices Las Tres Capitulo 35

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Nuria lo hace con Salomé, y se planea mi cita con Ulises.
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Parte 35 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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...DEL CAPITULO ANTERIOR...

Nuria tomó la cara de Salomé entre sus manos, sus ojos se encontraron, y no necesitaron pronunciar palabra alguna para expresarse mutuamente la atracción que sentían la una por la otra, y pasión lujuriosa de parte de Nuria, quien por primera vez no era usada ni guiada en una relación de sexo lésbico, y de ansiedad, curiosidad y sumisión de parte de Salomé. Lentamente se fue acercando hasta que sus labios se tocaron muy suavemente. Salomé se preguntaba qué podría tener de diferente un beso con otra mujer, y lo primero que descubrió fue la suavidad de los labios, al contrario de unos labios más firmes y ásperos como los de su esposo. Además, la ausencia de pelos, ya que Ulises tiene barba y bigote, marcaba otra diferencia. Finalmente, la suavidad y delicadeza con la cual Nuria comenzó a besarla, motivándola a responder con gestos similares. Cuando sintió que Nuria entreabrió su boca y comenzó a acariciar sus labios con la lengua, replicó la acción, y resultó lo inevitable, que ambas lenguas se encontraron. Se acariciaron mutuamente con ese órgano carnoso, suave y húmedo, hasta que Nuria decidió penetrar su boca, a lo cual Salomé no ofreció ninguna resistencia.

/ / / /

A medida que aquel beso se hacía más profundo, y la lengua de Nuria recorría la boca de su presa, comenzaron a moverse, a frotar sus cuerpos, como buscando aumentar aún más la intimidad de aquel acto sexual. Salomé decidió corresponder, alargando su lengua hacia el interior de la boca de Nuria, quien la recibió retrayendo la suya, para facilitar aquella invasión exploradora. Mientras, comenzó a moverse en sentido longitudinal, fotando con sus grandes tetas el pecho y abdomen de Salomé, quien seguía disfrutando de aquel nuevo placer recien descubierto de acariciar con su lengua la boca de otra mujer. Nuria comenzó a moverse a un ritmo más acelerado, y empujando su cuerpo contra el de Salomé y también atrapó entre sus labios la lengua invasora y se la apretó como si se tratará de un pene blando y húmedo.

En el movimiento de vaivén, al cual ya se había sumado Salomé, fue inevitable que ambas cucas se besaran. Cada una pudo sentir la humedad de la vagina ajena, y Salomé disfrutaba además el frotamiento que la espesa mata de vellos de Nuria ejecutaba contra su pubis. Ambas comenzaron a gemir con pasión y lujuria, pero cuando Salomé pudo sentir el enorme clítoris erecto de Nuria forzando su entrada entre los labios vaginales, enloqueció, y abrió sus pierrnas gritando, ¡cójeme, ricura!, a lo cual Nuria respondió doblando su cintura de manera que el contacto de su pepita contra la vulva empapada de su víctima fuese aún más intenso, golpeándola con fuerza con cada embate de su abdomen contra el área genital de aquella hembra que ahora abrazaba con sus piernas a Nuria, haciendo todavía más intensa y profunda la cogida que Nuria le estaba echando.

Llegado ese punto, Nuria olvidó que le estaba haciendo el amor a Salomé y comenzó a buscar su propio placer. En otras palabras, estaba usando a aquella otra hembra para masturbarse. El momento que estaban viviendo, el saberse observada por mí y nuestra dueña Erika, el hecho de poseer a otra hembra por primera vez llenaron su mente de sensasiones que elaboraron la plataforma para el gigantesco orgasmo que estaba a punto de explotar. Por su parte Salomé ya no gemía suavemente, y los aullidos que anteriormente había emitido se volvieron a escuchar en aquella habitación. Nuria, al sentir vibrar, gemir, y temblar a su pareja no pudo más y comenzó a gritar su orgasmo, uniendo sus convulsiones a las de Salomé. Ambas mujeres saltaban sobre la cama, sin control y enloquecidas en una especie de baile desaforado y enloquecido, sin control, y muy, pero muy sexual. Además ocurrió algo que jamás había visto en Nuria, pues descargó una gran cantidad de líquido. Yo pensaba que se había orinado, pero aquel líquido era más claro y no olía igual. Después concluimos que se había tratado de una "eyaculación femenina" o "squirt".

Ambas mujeres se desplomaron, liberando cualquier vestigio de energía, relajando por completo sus cuerpos. Nuria se deslizó hasta ponerse al lado de Salomé, colocando su cuerpo sobre un costado, y apoyando su mejilla contra el pecho de la otra, y su mano derecha arropando la pequeña tetica izquierda de su amante. Ambas mantenían cerrados sus ojos y suspiraban, recobrando muy lentamente el aliento, y no queriendo ni siquiera mover un dedo, como buscando disfrutar la experiencia recién vivida y evitando dañar el momento tan delicioso de silenciosa intimidad.

Erika me hizo señas para que me trepara a la cama, y comenzara a acariciar a Salomé. Sabiendo que aún estaba afectada por el orgasmo tan especial recién vivido, fui actuando con prudencia y con mucha delicadeza comencé a besar sus pies, lenta, muy lentamente, a lo cual Salomé no se opuso. Lo último que yo deseaba en aquel momento era ser rechazada por un gesto inoportuno mío. Seguí besando sus pies, y me animé a subir un poco más allá de los tobillos. Mis besos se transformaron en tiernas lamidas de gato, por toda la piel de su pierna. Cada minuto ascendía un par de centímetros, y cuando pude llegar hasta sus rodillas, Nuria se percató de lo que estaba haciendo. Supongo que se preocupó de que cuando Salomé descubriera lo que llevo entre mis piernas reaccionaría y hasta podría rechazarme, rompiendo la magia de aquel momento que estábamos viviendo en su habitación.

Nuria buscó besar a Salomé, quien no rechazó el gesto, sino más bien acogió con entusiasmo aquella boca y lengua que ahora la mantendría distraida a medida que mis labios continuaron subiendo, y que ahora se encontraban a medio muslo. Desde donde me encontraba podía ahora contemplar muy claramente la meta a la cual me dirigía, aquel centro de placer que me halaba poderosamente y no me quería perder la oportunidad para saborear y proporcionarle placer siguiendo las enseñanzas de Erika.

Camino con mis dedos a lo largo de la base de la dulce morada, mirando boquiabierto al gran blanco, sabiendo el desafío que tengo por delante. Empiezo a subir con mi boca hacia aquel manantial de jugos sexuales, sintiendo el frío correr por mis extremidades. Temblando ante la perspectiva de lo que hay más arriba. Visualizo la meta, sueño con la meta, hasta que siento la meta. Yo no corro. Camino casualmente hacia ella. Saboreando el viaje mientras siento los temblores de la tierra debajo de mí. Subiendo y bajando con cada respiración, cada jadeo. Me mantengo firme a través de sus avalanchas de sudor y escalofríos.

Planto mi bandera. Justo en la punta. Donde la piel se pliega en una pequeña hendidura. Pongo mi bandera en esa grieta y me paro en el borde, como si estuviera admirando un volcán dormido. Conociendo la lava que corre debajo. Conociendo el riesgo de manipular al monstruo dormido. Saber que es cuestión de tiempo.

Clama por atención, mi atención. Incitando más caricias, más caricias, más oleadas de deseo. Lo miro, los diminutos lunares que lo rodean, las arrugas de la piel coloreada que conduce a la fuente del manantial, y de repente me doy cuenta de que los pequeños pliegues y la hendidura parecen un beso. Un beso diminuto, escondido donde solo miraría un verdadero amante. Un beso que muy pocos han tenido el privilegio de compartir. Un beso, que solo se revela como un aplauso de felicitación por llegar a la cima.

Más sensual que el beso en la boca. Especial. Diferente. Único.

Quiero ser parte de eso, compartirlo. Quiero sentir el amor fluir hacia mí. Quiero beberlo. Absorber el sexo. a través de millones de nervios y miles de escalofríos. Capturarlo en un jadeo, soltarlo en un gemido. Y correr, correr toda mi vida hacia él.

Agacho la cabeza. Sabe que vengo por ella, arquea la espalda para recibirme. Hay algo increíblemente sofisticado en ella, como sangre real fluyendo por sus venas. Pero también hay algo tan primitivo en su dolor, su hambre por mí.

Haré que valga la pena para ella, me lo juro.

Está cerca ahora, podría abrir la boca y tomarlo, en un instante. Pero se ve tan especial que quiero tomarme mi tiempo. Separo los labios y libero una corriente constante de aire sobre ellos. Observo con fascinación cómo la punta del volcán tiembla, veo el aire haciendo olas dentro de las pequeñas arrugas que lo rodean, observo cómo se eleva casi imperceptiblemente.

Sonrío, sabiendo que soy quien ahora controla la situación. Puedo hacer que aquellos labios se estiren dolorosamente y que se retraigan sin cumplir. Puedo hacerlo bailar bajo mi toque. Puedo arrancar el motor, sentir las vibraciones, cambiar de marcha y elegir el ritmo. Acelerar, desacelerar, dar una vuelta, subir la colina, bajar el valle, escucharlo rugir.

Vuelvo a bajar un poco la cabeza, abro mis labios para que formen un cerco protector alrededor de su clítoris, sin tocarlo. Inhalo bruscamente. Queriendo succionarlo en mí por pura fuerza de atracción, beberlo, poseerlo, conquistarlo. Siento que la punta me roza los dientes. Llamando a la puerta del cielo.

Abre la puerta, déjala entrar, déjala disfrutar de la delicadeza de mi cielo interior, déjala chocar contra los dientes, deslízate sobre la humedad de la lengua, nada en mi sed de ella, ahoga en el mar del deseo que me llena.

Finalmente envuelvo y aprieto mis labios con fuerza contra su base, deseando desesperadamente que hubiera una manera de poder morderlo, mantenerlo conmigo. Tener un clítoris. Tal vez ponerlo en un frasco pequeño, colgando de un collar, presumirlo como un trofeo de mi conquista, sacarlo cuando extrañe su maravilla redondeada y resbaladiza, guardarlo de nuevo cuando sacie mi sed de él.

Lentamente dejé que se deslizara hacia afuera, ya perdiendo su presencia en mí, pero deleitándome con la nueva sensación de sentirlo contra mis labios.

Lo vuelvo a meter, luego lo dejo salir, saboreándolo como una paleta de helado interminable. Y cada vez que lo siento contra mi lengua, descubro un nuevo temblor, un nuevo pliegue, un nuevo sabor, una nueva experiencia.

A veces, lo muerdo. Lo suficiente para hacer que el dolor recorra los nervios dormidos, hormigueando las otras áreas de su cerebro, provocando que nuevos cánticos salgan de su boca. Luego lo suelto y dejo que mi lengua lo calce, lo prodigo con atenciones y caricias, lo ayudo en la recuperación.

Levanto la cabeza para verla estremecerse por última vez. Entonces vuelvo a notar el pequeño beso, en la hendidura de su clítoris. Fascinante. Atractivo.

-Por favor, Claudia

-Por favor, ¿qué?

-Por favor hazme acabar, ya basta de juegos preliminares

Yo hubiese preferido continuar con aquel divertido y sensual juego de "tocata y fuga", pero era obvio que Salomé esperaba algo que sólo yo le podía dar cuando quisiera. Decidí abrir sus pétalos y hundir mi boca y nariz en aquella deliciosa hendidura. Mi lengua se puso rígida como para facilitar la penetración, un anticipo de la que un par de minutos más tarde pensaba darle. Salomé sintió el cosquilleo que anuncia la evolución de un orgasmo, y yo sentí que estaba a punto. Entonces, me retiré. Causando frustración y ansiedad. Desesperación y un fuerte deseo por que yo terminara mi trabajo con la explosión tan ansiada. Volví a atacar, para repetir la retirada. Y así dos veces más. Cuando comenzó a suplicar, a llorar que ya no podía más, que por favor la hiciera llegar al orgasmo, me deslicé sobre su cuerpo.

Nuria comprendió lo que yo pretendía hacer y con su mirada me quería suplicar que me detuviese. No sé si por celos, ante la posibilidad de que penetrara a otra mujer, o por miedo a una reacción adversa de la hembra que estábamos compartiendo cuando se diera cuenta que yo no era toda una mujer.

Lo cierto es que yo estaba decidida a probar suerte, tenía una erección de acero y Erika me animaba con la mirada a que me atreviera a ejecutar lo que por primera vez haría frente de Nuria. Eso también contribuía a mi estado de excitación, pues yo la había visto tener sexo con Erika pero ella jamás había sido testigo de un acto sexual mío con otra persona. Había llegado mi turno de ser visto mientras copulaba con otra mujer.

Salomé sintió que mi boca se había separado de su cuca y que mi cuerpo se deslizaba lentamente por encima del suyo, y abrió la piernas para acogerme. Eso contribuyó a que no pudiese ver el palo que en segundos la clavaría. Yo me fui deslizando y cuando Nuria comprendió que la sorpresa ya era inevitable, dejó de besar y acariciar los pechitos de Salomé, y se irguió, quedando de rodillas a su lado, contemplando lo que estaba por ocurrir. Yo alcancé a colocar mi cara sobre el pecho de Salomé y lamer sus pezones, ya enloquecida y excitada, al mismo tiempo que Salomé me abrazaba, buscando que su cuca se frotara contra la mía, como había ocurrido unos minutos antes con Nuria.

Cuando consideré que había llegado el momento, alcé mi cadera de la cama, pues seguía apoyada entre sus piernas, y pegué mi boca a la de ella, y no me anduve con preliminares, forzando mi lengua lo más profundamente que podía, y sellando mi boca contra la suya, lo que impediría cualquier intento de hablar cuando la sorpresa estallara. Gracias a su extremada lubricación y a la mía, fue muy fácil hundir en tan solo un par de segundos mi bicho en su muy mojada cuca. Pude sentir su sorpresa cuando sus uñas se clavaron en mi espalda y cuando en mi boca pude sentir el rugido de su garganta. Aquel grito no pudo ser escuchado, pues se ahogó dentro de mi boca. Tras la sorpresa inicial, relajó sus manos en mi espalda y levantó sus caderas en un gesto que entendí primero como aceptación inicial e invitación a que ejecutara la cogida que su cuerpo acostumbrado al sexo heterosexual le estaba pidiendo.

Solo entonces relajé la presión de mi boca sobre la de ella, lo que le permitió hablar,

-Claudia, ¡qué escondido te lo tenías, vagabunda!

-Es que te tenía tantas ganas

-Pero jamás, jamás me hubiese esperado esto, muñecón

-Querrás decir muñeca

-Pero ¿acaso no eres un varón?

-Lo era, pero este par de vagabundas me han hecho mujer

-Pero con algo muy rico entre las piernas

-A mí me parece más rico lo que tú y ellas tienen entre las piernas.

-Calla, y dame una buena cogida, muñeca.

Comencé a ejecutar un bamboleo muy lento, sacándolo casi por completo y hundiéndolo muy lentamente, disfrutando la fricción de una vagina diferente a la de Nuria. Esta era más estrecha, y sentía el roce mucho más. Por ello también evité moverme muy rápido, para de ese modo poder controlar y prolongar mi orgasmo. Me dediqué más bien a provocar un orgasmo delicioso en aquella mujer, ya agotada por los que le había arrancado Nuria. En algunas ocasiones lo sacaba del todo, para frotarlo contra su diminuto clítoris, para excitarla aún más. Salomé jadeaba, gemía y casi lloraba, ansiando una cogida más fuerte y brusca, pero yo tenía mi plan trazado desde que vi la manera en que respondía a las manipulaciones de Nuria. Ella por cierto contemplaba embelesada, como viendo una película porno que se desarrollaba allí en sus propias narices y ejecutada por el dueño del único pene que la había penetrado en toda su vida.

Pienso que no disfrutaba mucho del hecho de que yo me estuviese tomando mi tiempo para darle placer a Salomé, porque con ella muy pocas veces lo había hecho. Supongo que tenía una mezcla de sentimientos, entre celos y envidia, porque cambió de posición y se colocó más cerca de mí como para poder meter su mano entre mi pene y la vagina de Salomé. Ella comenzó a estimular el clítoris de Salomé, pero al mismo tiempo yo sentía el movimiento de su mano, lo cual me estimulaba mucho, muchísimo. Aún así, hice todo lo posible para demorar mi orgasmo, porque sabría que ello significaría el fin de aquella diversión.

Salomé comenzó a temblar y al sentir sus convulsiones, yo paré mis movimientos y enterré lo más al fondo posible mi miembro, para evitar que la mano de Nuria me acelerara el clímax. Allí muy adentro pude sentir en la cabeza de mi miembro las palpitaciones de su cérvix, mientras sus piernas me envolvieron, lo cual favoreció que me pudiese meter más adentro. Cuando pasó el pico de su orgasmo, busqué aprovechar que estaba en la cumbre, y hacerle sentir un segundo orgasmo, por lo que comencé a moverme, esta vez más agitadamente. Nuria movió su mano hasta mi ano y comenzó a acariciarlo. Con los jugos sexuales que derramaba Salomé lubricó mi agujero y me metió un dedo, después otro más y comenzó a cogerme. Ella sabía que eso iba a ser demasiado para mí, como en efecto ocurrió. El segundo orgasmo de Salomé fue el detalle final para que me desbocara y me comenzara a venir. Saqué mi miembro para no impregnarla y derramé toda mi leche sobre su vientre, y me separé, deslizandome hacia un costado de Salomé, quien jadeaba recostándose en mi hombro.

Nuria se movió hacia el vientre de Salomé para lamer el semen derramado sobre ella, lo cual le producía una especie de cosquillas ya que se reía con cada pasada de lengua.

Cuando ya hubo recogido casi todo aquel jugo de mis entrañas, se montó por encima de Salomé, buscando mi boca para besarme y de ese modo trasegar mi propia esperma. Yo abrí mi boca, y ante la mirada de Salomé dejó caer aquel líquido viscoso mezclado con su saliva, lo cual yo recibí con gusto. Cuando cerré mis labios y estaba a punto de tragar, Salomé me pidió que no lo hiciera, que se lo diera a ella. Nuria y yo nos miramos, sorprendidas, pero ella me hizo un gesto aprobatorio, por lo cual se movió un poco como para que yo me pudiese erguir ligeramente y buscar besar a Salomé y transferir aquel espeso y delicioso coctel. Salomé gemía de gusto y nos pudimos dar cuenta que tras moverlo unos instantes en el interior de su boca, saboreándolo, se lo tragó. De inmediato, Nuria se me adelantó y buscó la cara de Salomé para besarla. Salomé se dejaba hacer, disfrutando aquella escena que hasta aquel día era impensable en su vida. No cabía de gozo ante tantos descubrimientos en tan solo un par de horas y se sentía la mujer más afortunada del mundo.

Después de aquel fogoso beso, Nuria se deslizó y quedamos las tres, mirando al techo, respirando pausadamente, en un extraño silencio, el cual fue roto a los dos o tres minutos por Salomé.

-¡Wow! Esta experiencia jamás la podré olvidar

- Nosotras tampoco, respondió Nuria.

- Jamás imaginé que en tan solo un par de horas podría experimentar cuatro orgasmos.

- Y no cualquier clase de orgasmo

- ¡No! han sido muy explosivos. Muy exóticos. Muy diferentes. Inolvidables, sin duda alguna. Los recordaré por toda mi vida.

- Me encantó poder llevarte a la cima del cielo. Nada tan bello y delicioso como hacer el amor con otra mujer.

- Estoy de acuerdo... ha sido todo tan diferente. Me arrepiento de no haber nunca pasado de una simple curiosidad.

- Yo me alegro que no lo hayas hecho antes, pues así me recordarás como tu primera hembra.

- Jamás te olvidaré, mi cielo. ¿Siempre has sido lesbiana?

- No. Ha sido un descubrimiento reciente. Ha sido Erika quien me abrió las puertas a este mundo.

- ¿En serio? Entonces ella sí es lesbiana desde hace tiempo

- Fíjate que no. Ambas descubrimos el mismo día y al mismo tiempo lo rico que es estar con otra mujer.

- ¡Que suerte la tuya! ¿Cómo la conociste?

- Trabaja para una empresa de mi esposo y así fue que nos conocimos.

- O sea que eres casada. Y tu esposo, ¿sabe de esta relación?

- Si. La aprueba. La apoya. Y ha sido testigo de todo.

- ¡Que comprensivo! Debe ser un macho muy valiente.

- No es tan macho, es más bien muy femenino. De hecho, está acostado al lado tuyo

- ¡No! ¿Es Claudia?

- Si ella es mi "esposo". Pero entre Erika y yo lo estamos feminizando.

- ¡Que buen trabajo están haciendo! Es tan bella...

- Si. Pronto comenzaremos a transformar su cuerpo para que tenga teticas y se ensanche su cadera y crezca su culo.

- Pero no se les ocurra quitarle ese pipí tan sabroso que tiene...

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