Somos Felices Las Tres Capitulo 36

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Ulises me hace mujer. Deliciosa noche de defloracion.
8.5k palabras
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Parte 36 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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... DEL CAPITULO ANTERIOR...

Erika puso en marcha el coche, y entre nosotras había un silencio total. Cada una sumergida en sus propios pensamientos. Nuria, repasando el momento recién vivido, yo por mi parte, pendiente de la gran decisión que tendría que tomar y Erika, maquinando en su mente las próximas travesuras a las que nos llevaría próximamente.

Fue Erika quien rompió el silencio,

- Nuria, Claudia y yo hemos estado hablando acerca de la posibilidad de que ella esté por primera vez con un hombre, en este caso, el esposo de Salomé.

- Y ¿qué han discutido?

- Yo pienso que Claudia debería dar ese gran paso de ser mujer para otro hombre.

- Y ¿qué piensa Claudia?

- Ella esta entre indecisa y curiosa. Pero quiere escuchar tu opinión.

- Claudia, mi amor. Tú sabes que lo que a tí te haga feliz, a mí también me gustará. ¿Crees que disfrutarías la compañía de un hombre?

- Creo que si, mi vida. Me atrae mucho la idea de ser consentida, cortejada y tratada como una chica por primera vez.

- Pero es que hay algo más que eso. Seguro querrá tener relaciones contigo.

- Lo sé. Pero aunque me inspira cierto miedo a lo desconocido, estaría dispuesto a probarlo. Solo necesito saber que no te opones, y que cuento con tu apoyo.

- Mi vida, te voy a pedir que lo intentes. Nunca sabremos si es bueno o no hasta que hayas vivido la experiencia.

- Pero ¿no sientes celos de que esté con otra persona distinta a Erika?

- Si me da cierta cosa, pero es que te mereces vivir la experiencia. Sé que mientras estés con él, yo me sentiré ansiosa, preguntándome qué estará ocurriendo entre ustedes.

- Pero yo estaré contigo, Nuria, para distraerte y disipar tu ansiedad. Mientras a Claudia la estén cortejando y cogiendo, nosotras estaremos haciendo el amor de la manera más romántica y apasionada.

- Esta bien. Me parece un buen plan. Claudia, cuenta con mi apoyo y te deseo de todo corazón que sea una bella experiencia para tí y que disfrutes la compañía de un hombre tanto como yo lo hice cuando tu y yo nos conocimos y fuiste mi primer hombre.

- Gracias, mi amor. Ahora, al llegar a casa, llamaremos a Salomé para confirmar mi aceptación a la invitación a ser una hembra para Ulises esta misma noche.

/// --- ///

Antes de llegar a la casa, Erika hizo una parada en una farmacia y me dijo que entrara a comprar un enema desechable. Yo comprendí que me lo aplicaría, para limpiar mi vientre y no presentar un inconveniente cuando Ulises me cogiera.

Después que Erika llamara a Salomé para confirmar que me enviaría para ser la cita de Ulises esa noche, decidieron que me deberían preparar, como "una novia para la boda". Me enviaron al baño, y me pidieron que usara el enema y que las llamara cuando hubiese acabado con la labor de limpieza. Entonces las llamé, y me hicieron rasurar el rostro lo más al ras, para evitar cualquier manifestación de mis hormonas masculinas. Después entramos las tres a la ducha, donde me rasuraron cada centímetro de mi cuerpo. Lo hicieron con mucha delicadeza, y reinaba un silencio solemne mientras lo hacían. Cada una de nosotras estaba sumergida en nuestros propios pensamientos, sabiendo que aquella noche sería muy especial, inolvidable y marcaría nuestras vidas de un modo importante.

Después del baño, me llevaron a la habitación, donde me untaron el cuerpo con cremas humectantes y suavizantes de aromas muy femeninos. Se tomaron todo el tiempo del mundo, frotando y acariciando mi cuerpo, y yo por mi parte disfrutaba la sensación de aquel masaje tan espléndido, aplicado con mucho cariño y dedicación. Se podría decir que tanto Nuria como Erika querían halagar los sentidos de Ulises y no querían que pudiese encontrar en mí algo que no pudiese estimular sus sentidos. Yo me veía como la nueva esposa de un jeque a la que sus otras mujeres del harem preparaban para la noche de bodas. Era tal el empeño con el que me preparaban que casi ni hablaban, pero se les notaba en el rostro una especie de alegría íntima de saber que estaban convirtiéndome en lo que las tres habíamos planeado, toda una mujer.

Después de preparar la piel de todo mi cuerpo, pintaron las uñas de mis mis manos y mis pies con un esmalte de color rojo intenso, muy sexy. Pasado un rato, me sentaron frente a la peinadora y procedieron a aplicarme cremas, bases y maquillaje en mi rostro. Me maquillaron los ojos, me instalaron pestañas postizas y finalmente me aplicaron pintura de labios y brillo del tipo que no se desvanece. Cuando me vi en el espejo me admiré por lo bella que lucía. Me parecía increible que un hombre como yo pudiese lucir tan espectacularmente bella.

Me tomaron varias fotos, nos reíamos y entoces me ayudaron a vestirme. Llevaría solo brassier y panty, sin medias, pues querían que mis decorados pies se lucieran en unas bellas sandalias que me prestó Nuria. Por suerte somos de la misma talla de calzado. La lencería era negra, de encajes, y me quedó perfecta. Mi bichito pudo ser comprimido dentro de mi vientre, forrado por los escrotos, que halamos hacia arriba para disimular aún más mi apariencia genital. Finalmente me colocaron un vestido muy ligero, de color azul rey, muy sexy, y después los aretes y collar de perlas completaron el atuendo.

Ya estaba lista para salir y me rociaron con perfume, y me desearon buena suerte, abrazándome con mucha fuerza y amor. Yo tomé el bolso de mano, puse en él las llaves del auto y mis documentos de identidad y salí con el corazón latiendo a toda velocidad.

Al montarme en el coche y comenzar a conducir, mi mente era un torbellino de ideas, preguntas y ansiedad. Pude percatarme que por primera vez estaba sola, como mujer. Todo en mí negaba el sexo con el cual había sido concebido y no podría caber duda alguna que se trataba de una bella mujer conduciendo sola por la autopista que me llevaría a la cita que cambiaría más de una vida. Tan concentrada estaba en mis pensamientos que no me di cuenta que detrás de mí venía siguiéndome un auto de la policía con las luces intermitentes. Cuando al final lo vi a través del espejo retrovisor, disminuí la velocidad y orillé mi carro. Bajé la ventana, busqué los documentos que seguro me pedirían, y tras un par de minutos se acercó el policía. Yo quería que la tierra me tragara en ese momento... que embarazosos iban a ser los próximos minutos.

- Buenas noches, señorita. ¿Me permite sus documentos, por favor?

- Si, señor, dije, en casi un susurro, para disimular mi voz.

Cuando el policía revisó mi licencia, me miró una y otra vez, dibujando una sonrisa sarcástica en su rostro.

- ¿Es usted Claudio?

- Si, señor, aunque mi esposa me llama Claudia.

- ¿Su esposa sabe cómo anda vestido?

- Si. Ella me ayudó a lucir como usted me está viendo, señor.

- Y ¿adonde va con tanta prisa?

- Tengo una cita en Clearwater esta noche.

- ¿Sabe que iba por encima del límite de velocidad?

- No me había dado cuenta. Por favor discúlpeme.

- Por suerte no hay mucho tráfico esta noche. Podría haber causado un accidente.

- Lo siento, señor, no lo hice intencionalmente.

- Permítame un par de minutos, que voy a revisar sus datos personales en la laptop de mi auto.

- Está bien. Seguro encontrará un expediente limpio.

Al rato regresó el agente.

- Tenía razón, Claudio, ¿o debería llamarle Claudia?

- Claudia, por favor

- No le voy a multar, Claudia. Me da lástima arruinarle la noche.

- ¡Gracias, señor! No sabe cuanto le agradezco.

- Aquí tiene sus documentos. Y maneje con más cuidado, no sea que tenga un accidente y quien le esté esperando se lleve un disgusto.

- Gracias. ¿Le puedo preguntar algo?

- Si. Dígame.

- No quiero que me tome a mal ni que quiero proponer algo que sea ilegal. Pero, ¿podría darme su número de teléfono?

- No acostumbro hacerlo, y menos con ciudadanos a quienes no conozco.

- Es que me gustaría agradecerle su amabilidad de esta noche, señor.

- No se.... ¿y si después me ocasiona problemas?

- ¿Eres casado?

- No. Soy divorciado. Pero no es a esa clase de problemas a los que me refiero.

- ¿Tú crees que con la información que ahora tienes de mí, yo me podría atrever a hacer alguna tontería?

- Tienes razón, bonita.

- ¡Anda!, dámelo, por favor. No te arrepentirás.

- Está bien. Pásame tu celular y te lo escribo.

- Gracias. ¿Sabes que eres muy guapo?

- Gracias, y tu eres muy bella y sexy. ¿Cuando me llamarás?

- Mañana mismo. ¿A qué hora te conviene?

- Mañana estaré fuera de servicio. Puede ser a cualquier hora.

- Perfecto, Yammil... muy exótico tu nombre.

- Es de origen árabe.

- Gracias por todo, buenmozo. Espera mi llamada mañana.

- Que lo pases bien, te consientan y que también te den bien duro, Claudia.

- ¡Ojalá!

- ¡Adios!

- ¡Adios!

Reemprendí la marcha, repasando estos minutos y descubriendo cuán puta me había comportado. Sin duda alguna, el sentirme bella y sin la compañía de mis mujeres me dio ánimos para desvelar esa nueva personalidad. Pensaba también que en mi cita con Ulises debía dar rienda suelta a mis sentimientos femeninos y cancelar cualquier reparo o prejuicio. Debia verme y sentirme completamente mujer, y olvidar por completo que una vez había sido varón. Tendría que ceder todo el control a Ulises, mi primer hombre. Esa actitud verdaderamente me ayudó a disfrutar mucho más aquella inolvidable noche.

Unos veinte minutos más tarde ya me encontraba aparcando el coche en el estacionamiento del hotel. Envié un mensaje de texto a Erika, quien me respondió enseguida, para decirme que Salomé y Ulises me estaban esperando en la habitación. Me extrañó que Salomé también estuviese presente, pues creía que mi cita sería tan solo con su esposo. Pero, decidí no ponerme tensa y disfrutar la noche, como viniera, pues ya había tomado la decisión de ser una putica muy sumisa. Atravesé el parqueadero caminando muy lentamente y del modo más sensual posible, pero aumenté mi descaro al entrar al lobby. Allí sentí que me miraban y algunas cabezas se voltearon para verme. Yo disfruté el show que les estaba dando y reía para mis adentros pues nadie se imaginaría que entre mis piernas no había una ranura sino un bulto.

Al entrar a la cabina del elevador, un par de hombres entraron casi al mismo tiempo, y uno de ellos, con una cortesía que solo se le dedica a una mujer, especialmente si luce bella como yo aquella noche, me preguntó el piso, y yo le dí las gracias en un susurro sexy y aleteando mis pestañas, lo que animó a su compañero a decirme un piropo, reconociendo mi belleza. Al llegar a mi piso, antes de salir, volteé la cabeza y les lancé un beso en señal de despedida. Realmente me estaba comportando como una puta. Ya estaba a escasos segundos de mi encuentro con la pareja y aquella actitud me brindó más confianza en mí misma, para dejar que me hicieran lo que quisieran hacer conmigo.

Al tocar la puerta, fue Salomé quien abrió, y pude ver la cara de asombro ante mi apariencia. Me saludó con un beso en los labios, diciendo lo preciosa que estaba, y dando las gracias por aceptar ofrecerle a su esposo la oportunidad de satisfacer una de sus fantasías. Me aseguró que lo pasaría muy bien, y tomándome del brazo me condujo hacia la suite. Ulises estaba sentado en un sofá y sus ojos se salieron de sus órbitas al verme. Se acercó y me dio un beso en la mejilla, a lo que Salomé le dijo

- No seas tímido, Ulises. Claudia es tu cita de esta noche, ¿cómo la vas a recibir con un casto beso?

- Es que no he querido parecer irrespetuoso.

Yo le dije,

- Ulises, esta noche no hay lugar para protocolos ni prejuicios. Si yo estoy aquí, es porque hemos decidido que yo me entregue a tí totalmente, sin reservas.

- Entonces ven aquí, muñeca preciosa.

Ulises me envolvió en sus brazos, acercó su boca a la mía, y movió sus manos por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, las cuales apretó. Yo me apreté contra su cuerpo, y cerré mis ojos, abandonándome a un hombre por primera vez en mi vida. Su beso era profundo y salvaje y yo respondí entrelazando mi lengua con la suya. Podía sentir la presencia cercana de Salomé quien nos observaba llena de excitación y curiosidad pues era la primera vez en su vida matrimonial que su esposo besaba y manoseaba otra "hembra" ante sus ojos. Era demasaiado sexual y sensual aquella escena, de la que no quería perderse ni un segundo.

Cuando Ulises me soltó, yo le besé muy fuertemente la mejilla y le miré profundamente a los ojos, para hacerle sentir que estaba feliz y agradecida y que me estaba entregando del todo a él, para que me hiciera mujer. Salomé me agarró de un brazo, y diciendo, "ahora me toca a mí", me atrajo hacia sí y buscando mi boca con la suya, nos comenzamos a besar. Esta vez fue mi naturaleza masculina la que me movió a agarrarle las nalgas y atraerla contra mi cuerpo. Disfrutaba aquel beso mientras me preguntaba qué podría estar sintiendo su esposo al vernos y también me preguntaba qué planes había hecho esta pareja, ya que yo creía que mi cita sería solo con Ulises. En todo caso, me sentí aliviada, pues Salomé estaría presente no solo como fisgona, sino además como ayuda a vivir aquella experiencia por primera vez con un macho.

Terminado ese segundo beso, con mi cara colorada y mi bichito rígido, luchando por escaparse de la pantaleta que me habían escogido mis dos mujeres (por suerte era de talla x-small, por lo que mantenía mis genitales comprimidos brutalmente, casi como un dispositivo de castidad), Salomé nos animó a bajar al restaurant del hotel, donde tendríamos una cena romántica. Ulises me pasó el brazo por el hombro, atrayéndome, mientras Salomé caminaba a nuestro lado, de manos agarradas con su esposo. Al llegar al vestíbulo de los ascensores se encontraban algunos huéspedes del hotel, esperando, y todos voltearon a mirarnos. Sin duda era una escena poco común, la de un hombre con dos mujeres en la forma en que nos agarrábamos. Una vez que llegó el carro del ascensor, entramos todos. Todos guardaban silencio, y sin duda nos observaban, pero nosotros no cambiamos para nada el arreglos en que nuestros cuerpos se encontraban, muy pegados entre nosotros. De hecho, Ulises me besó y Salomé lo besó a él. Disfrutábamos lo que estábamos viviendo y el espectáculo que ofrecíamos, sin reparos ni pudor. Al salir del ascensor, en la planta baja, manteníamos el mismo arreglo, por lo que más de una mirada nos siguió hasta que nos perdimos de vista, al entrar en el lujoso restaurant. Yo disfrutaba la sensación de ser abrazada y ser admirada por la belleza que mis mujeres me habían regalado. Me sentía más mujer con cada paso que daba.

En el restaurant, Ulises se apresuró a ayudar a sentarme, lo cual hice con toda la gracia que se me ocurrió, y le dirigí una mirada muy femenina de agradecimiento. Después hizo lo mismo con Salomé, quien esperaba, de pie el mismo trato, mientras con una sonrisa cómplice contemplaba la cortesía de su marido conmigo. La cena transcurrió normalmente, con mucho coqueteo de mi parte y abundantes atenciones de parte de Ulises. Antes del postre Salomé me pidió que la acompañara al baño. Iba a ser mi primera vez yendo al baño con otra mujer. Siempre me había llamado la atención y me preguntaba el porqué las mujeres siempre van al baño acompañadas.

Una vez en el baño Salomé entró en uno de los cubículos para mear. Yo la esperaba fuera, delante de los espejos. Una vez que salió la otra señora que allí estaba y sabiendo que estábamos solas, Salomé me pidió que la besara. Nos acercamos, y mientras ella apoyaba su culo contra el mueble, yo me apreté contra ella y le dí un beso apasionado, metiendo mi lengua en su boca mientras la abrazaba muy fuertemente. Recorrí con mi lengua el interior de su boca, y ella se dejaba hacer. Ambas jadeábamos y la excitación iba en aumento. Sentimos que la puerta se abrió y entró una mujer joven, rubia, pero no nos separamos. Yo abrí mis ojos y pude ver a través del espejo que se trataba de una mujer joven, quien nos contemplaba y se sonreía, entre sorprendida por la escena y admiración por nuestra audacia. Al ver que yo la estaba mirando por el espejo, me guiñó un ojo antes de entrar a orinar.

Salomé interrumpió el beso, pero no el abrazo. Allí, hablándome en susurro me dijo que estaba muy excitada por la experiencia que estábamos viviendo esa noche. Que Ulises estaba muy feliz de poder vivir una de sus fantasías y que me agradecía por ser tan femenina y dejarme cortejar por su esposo. Después me explicó que los hombres tendemos a besar con una lengua agresiva y rígida, y que cuando besara a Ulises debía poner mi lengua muy suave, permitiéndole a él llevar el control del beso. Aquel consejo me ayudó mucho pues lo puse en práctica y disfruté como nunca las docenas de besos que Ulises me dió aquella larga y sensual noche.

Me pidió que la volviera a besar, esta vez con suavidad femenina. Mientras lo hacía, la rubia salió de su cubículo y se paró a nuestro lado, para retocarse en el espejo. No se sintió escandalizada ante la escena "lésbica" que se desarrollaba a su lado. Nosotras seguíamos en lo nuestro, sin importarnos su presencia. Al salir, me puso la mano en el culo y me pellizcó una nalga, diciendo, "disfrútenlo... lo están haciendo muy rico... que envidia me dan", y salió, cerrando la puerta, dejándonos solas de nuevo. Salomé dijo que debíamos volver. Sacó de su bolso una polvera y un pintalabios, nos retocamos y salimos, agarradas de manos, para volver a nuestra mesa. Tuvimos que pasar delante de la mujer, que cenaba con un par de mujeres, una asiática y la otra negra, posiblemente amigas, y le guiñé un ojo al pasar, y ella me respondió con un beso que no disimuló ante sus compañeras. Seguramente ya les había contado lo que se había encontrado en el baño. Yo noté que las otras dos también sonrieron al verme pasar.

Una vez que terminamos el postre, Salomé se levantó para despedirse. Nos deseó una noche muy feliz y "abundante en emociones y nuevas experiencias". Nos besó tanto a su marido como a mí, y nos dijo "nos veremos mañana. Regresaré a media mañana. Diviértanse y pásenlo rico". Yo entendí que a partir de ese momento comenzaba mi cita romántica y sexual con Ulises. El se adelantó a retirar mi silla, y pasando un brazo sobre mi hombro, me atrajo contra su pecho. Yo me dejé guiar y apoyé mi cabeza contra su cuello, e inhalando fuertemente pude disfrutar del olor de su colonia. Me llevó hacia una sala contigua, donde se escuchaba música, y entramos. Nos ubicaron en una mesa hacia uno de los costados de la sala, desde donde podíamos ver a la banda y la pista de baile. Ulises pidió un trago para nosotros, sin consultar conmigo. Mientras, me agarraba de las manos y me pidió que me acercara más a él, lo cual hice. Me pegué todo lo que podía a su cuerpo y apoyé mi cabeza en su hombro. El movió su mano hasta mi pierna, y yo las separé. Comenzó a acariciar mi muslo mientras me decía cosas muy bonitas, seduciéndome. Yo estaba encantada por la atención que me brindaba.

En eso comenzaron a tocar una música lenta y tomándome de la mano me hizo levantar para ir a la pista para bailar. Allí se encontraban otras dos o tres parejas, y nosotros nos unimos a ellas. Yo coloqué mis dos manos alrededor de su cuello y pegué mi cuerpo contra el suyo. El me apretó por la espalda y lentamente fue deslizando sus manos por mi espalda hasta que se posaron en mis nalgas, las cuales apretó mientras seguíamos bailando. Era la primera vez en mi vida en la que bailaba no como un varón, llevando a la mujer, sino como una chica, abandonada al paso dictado por su macho. Era algo totalmente nuevo para mí, pero a estas alturas, yo gozaba con todo lo que me estaba pasando, y disfrutando una femineidad que jamás me imaginé iba a disfrutar tanto. Acabó la pieza y por suerte le siguió otra de música lenta y sensual y seguimos bailando. Yo pude detectar entre sus piernas una erección, y rozaba mi vientre contra el suyo, para sentirlo mejor. El se excitó mucho y buscó mi boca para besarme. Recordé el consejo de Salomé y dejé que su lengua me acariciara con dulzura pero al mismo tiempo varonilmente, con pasión salvaje. No nos dimos cuenta que la música había terminado y seguíamos besándonos en el centro de la pista, siendo la única pareja. Cuando nos dimos cuenta que estábamos solos, escuchamos un aplauso de algunas de las mesas, y nos sonreimos con cierta vergüenza. Yo acerqué mi boca a su oído y le susurré,