Somos Felices Las Tres Capitulo 37

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Salomé seduce a una divorciada por primera vez.
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Parte 37 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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En el capítulo anterior pude narrar cómo Erika y Nuria me prepararon para vivir mi primera experiencia sexual como mujer. Habíamos conocido una pareja, Salomé y Ulises, que estaban de vacaciones en un hotel de la playa, y tras haber seducido a Salomé para su prmera experiencia lésbica, me sugirieron que yo me acostara con Ulises, quien tenía la fantasía de hacerlo con un crossdresser. Yo acepté y se trató no de una simple experiencia sexual, sino de la experiencia más romántica y bella que podía imaginar. Me entregué a Ulises, quien me penetró varias veces durante la noche que pasamos juntos, durmiendo en la misma cama, mientras Salomé lo pasaba con mis dos mujeres. Al terminar la experiencia me quedó el gusto y la necesidad de repetirla con Ulises, por quien terminé sintiendo afecto y posiblemente enamoramiento. Después se hicieron planes para cultivar esta relación, lo cual contaré en los próximos capítulos.

///---///

Y ahora, la continuación de mi relato...

Una vez montadas en nuestro auto, mientras Erika conducía y yo me sentaba en el asiento posterior, me ametrallaron a preguntas. Yo les conté todo tan detalladamente como pude, incluso el encuentro con el policía, lo cual pareció interesarle mucho a Erika. Yo podía ver a través del espejo retrovisor como sus ojos se entornaban, como desarrollando alguna travesura que me obligaría a realizar en el futuro. Ellas por su parte me contaron cómo Salomé las había visitado y pasado la noche en nuestra cama, en una orgía lésbica sin precedentes.

- Entonces ustedes se aprovecharon de Salomé, ¿no?

- ¡Que va! Fue ella la que no quería parar. Casi no nos dejó dormir en toda la noche, pidiendo más y más.

- ¿en serio? ¿cómo así?

- Después del descubrimiento de su bisexualidad, se desató y quería probarlo todo. Es una mujer con mucha imaginación y una mente muy pervertida.

- Y tan seriecita que parecía...

- Sí... nos pidió hacer de todo. Ella recibió toda clase de caricias de nosotras, con la boca, con las manos, con dildos... cualquier cosa que te quieras imaginar, eso pasó anoche en nuestra cama.

- Cuanto me alegra por ustedes, y por ella. Son una pareja muy especial. Qué lastima que no vivan por aquí y se tengan que marchar mañana.

- Si son muy sensuales los dos.

- Bueno, ustedes saben acerca de Salomé porque han estado con ella, pero a Ulises lo he conocido solamente yo.

- Eso crees tú.

- ¿por qué dices eso?

- Es que lo vimos todo... Salomé dejó instaladas dos pequeñas cámaras de video que nos permitió ver todo lo que pasó anoche en la habitación. Fuimos testigos de tu desfloración, y de cómo te gustaba que te cogieran, y lo mucho que disfrutaron los besos y las caricias. Lo único que nos perdimos fue la parte del balcón, porque en ese momento estábamos dormidas, después de tanto placer que habíamos experimentado, excitadas por la actitud de Salomé y por las imágenes que veíamos en la pantalla de nuestra TV.

- ¡WOW!

- También pienso que es una lástima que no vivan por aquí, porque sería una compañera incrible, para tener grandes sesiones de sexo lésbico. Es que después de haberlo probado por primera vez, es como que se hubiese destapado un hambre oculta por lamer, chupar y jugar con nuestras cucas.

- ¿Qué tipo de perversiones demostró Salomé, además de sexo lésbico?

- Descubrimos que disfruta ser maltratada y humillada.

- ¿En serio?

- Si... Erika comenzó a pellizcarla y a darle algunas nalgaditas, y la mujer se volvió loca, pidiendo más y más. Llegó un momento en el que la atamos a la cama, y entre ambas le dimos una paliza que le provocó un orgasmo. Comenzamos a darle nalgadas en cada lado y ella pedía más, y bajamos a las piernas. Mientras una le golpeaba las piernas la otra lo hacía en las nalgas, y lo que la loca hacía era menearse de placer. Fue una increible sorpresa.

Después volvimos a hacernos el amor, y ella insistía en lamernos la cuca y el culo, pasando de una a la otra, sin descanso. Estaba como loca. Después de tener las tres nuestros respectivos orgasmos, Erika se la llevó al baño, para orinarla. Ella intuyó lo que iba a pasar, y sin que se le dijera nada se arrodilló frente a Erika, le pegó la boca a su cuca y le agarró las nalgas para que le orinara en la boca. Se lo tragó todito, Claudia. Después me pidió que le diera de lo mismo. Para mí fue muy excitante, porque hasta ahora solo había recibido de Erika su orina en mi boca. Esa fue la primera vez que descargué mi licor dorado en otra persona, y mejor dicho, en su boca. Te confieso que sentí una ola de calor que me recorrió todo el cuerpo. Primero, me costó relajarme, pero ella me apretaba aún más la nalga y empujaba su quijada hacia mi cuca, como exigiéndome que le meara. Finalmente logré liberar mi vejiga, y mientras fui orinando recordaba mis sensaciones cuando se lo he hecho a Erika y me excitó mucho, y sentí un poder sobre aquella casi desconocida, arrodillada frente a mí, humillándose por mí, fue algo inolvidable. Pude comprender el placer que le hemos dado a Erika al otorgarle poder sobre nosotras, Claudia. Es una sensación única, y que jamás olvidaré.

- Algún día lo volverás a practicarlo conmigo, mi amor.

- Eso, si yo lo autorizo, esclavas queridas, dijo Erika. Dime, Claudia, ¿qué quieres hacer con el policía?

- Después de haber descubierto lo rico que se siente cuando te cogen, quiero repetirlo tantas veces como tú lo permitas, o me lo pidas, mi dueña.

- Estás de lo más puta, Claudia. ¿qué te parece, Nuria?

- Jamás en mi vida me lo hubiera imaginado. Ha sido un descubrimiento para las dos. No creo que Claudia sintiera deseo sexual por un hombre hasta ahora.

- Así es, mi vida. Jamás sentí la más mínima curiosidad por tener sexo con otro hombre, y ahora creo que hasta lo deseo más que con una mujer. Es que no se trata tan solo de la penetración, que debo confesar que es algo super rico, sino de todo lo que significa arreglarse, ser coqueta, vestir lencería sexy, y sentirse cortejada por un hombre, dejando que sea él quien controle la situación. No sé... todo es tan excitante. ¡me encanta!

- Creo que vamos a tener que acelerar tu proceso de feminización, para que seas cada vez más mujer y llegues a ser toda una hembra.

- Ulises se mostró interesado en formar parte del proceso.

- Y nos parece buena idea. Lástima que viva lejos, pues podría ser tu macho.

- Ya buscaremos la forma, dijo Erika. Y ahora, ¿cómo te sientes, Claudia?

- ¡Eufórica! Con un delicioso ardor en mi cuquita y un delicioso deseo por repetir la experiencia.

- ¿Que te parece si mañana no vas a trabajar en la mañana, y yo me encargo de la oficina, para que pases la noche con Ulises y Salomé?

- ¿Lo dices en serio? Para mí sería algo maravilloso.

- Nuria, llama a Salomé y pregúntale si Claudia puede regresar esta tarde para pasar la noche con ellos.

- Si, mi dueña... cómo te estoy envidiando, Claudia.

- No te preocupes Nuria, que después tendrá que pagarnos este favor...

Cuando Nuria hizo la llamada, del otro lado hubo alegría y celebración ante lo inesperado de la propuesta, la cual fue aceptada de inmediato.

- Claudia, ellos dicen que te esperan hoy, a la hora en que quieras ir.

- Erika, por favor dame las instrucciones que debo seguir.

- Sería bueno que tomes una ducha y rasures cualquier rastro de vellos especialmente en tu cara, ya que no te afeitas desde ayer. Después vestirás tus leggings blancos, los que son claritos, con sandalias y una blusa suelta. Debes vestir una tanga negra para que se vislumbre por debajo del tejido del leggins. Puedes irte cuando estés lista, o esperar, si así lo deseas. Llévate el vestido de flores que te regalé la semana pasada, para tu regreso a casa. Quiero que seas la puta más pervertida con ellos y no te opongas a nada de lo que quieran hacer contigo. Prepara ese culito, que te lo van a dejar adolorido, no se te olvide enjuagarlo para que quede limpio por dentro.

- ¡Ay, que rico! Gracias, mi Dueña y Señora. Me voy a ir lo más temprano que pueda. Estoy loca por volver a ser la mujer de Ulises, esta vez compitiendo con Salomé para ver quien es más puta.

- Jajaja. Mi vida... quien lo hubiese imaginado. Después de todos estos años de matrimonio, ahora resulta que eres una marica ramera pervertida.

- Y todo gracias a ti, y a Erika, que supieron desvelar mi personalidad oculta... ¡que excitada y que contenta estoy!... bueno, voy al baño para ponerme bella para mi macho adorable.

Después de haberme acicalado y vestido según las instrucciones de Erika, le pedí a Nuria que me ayudara con el maquillaje de mis ojos y labios. Prefirió no exagerar mucho y el resultado fue el de un bello rostro, con líneas discretas pero decididamente femeninas. Erika dio su visto bueno final, y salí de lo más emocionada a la cita que resultó una sorpresa tanto para mí como para la pareja que me esperaba. Me preguntaba qué estarín pensando y planenado para mí. Yo no tenía ningún reparo ni objeción a lo que pudiese pasar... mi excitación me impedía pensar en cualquier posible riesgo o miedo a lo desconocido.

A mitad de camino recibí una llamada de Ulises, quien me pidió que parara en una ferretería cercana al hotel para recoger una orden que había colocado. Después supe que después de yo salir de mi casa Erika lo había llamado para hacerle saber que ya iba en camino. También aprovechó para revelarle que Salomé había disfrutado mucho cuando fue abusada y castigada, lo cual le sorprendió gratamente pues no conocía esa faceta de su esposa, a pesar de haber convivido por años. Entonces decidió comprar unas sogas para incluirlas en los juegos sexuales que celebraríamos esa noche. Ese era el paquete que tuve que recoger.

Al llegar, una vez más disfruté mi feminidad al atravesar el parqueadero y el lobby del hotel. Traté de caminar lentamente, para atraer miradas, lo cual efectivamente ocurrió. Sabía que mi ropa interior podía ser fácilmente adivinada a través del liviano material de mis leggings, lo cual excitó a más de uno a mi paso. Me sentía eufórica por sentirme tan hembra y por lo que me esperaba en pocos minutos para volver a vivir una intimidad sexual con Ulises, y esta vez bajo la mirada y compañía de su esposa Salomé.

Al tocar la puerta de su habitación Ulises me recibió con una enorme sonrisa. Nos besamos ligeramente, Ulises me halagó con palabras románticas diciéndome que estaba muy bella y nos movimos hacia adentro, donde me encontré la sorpresa de ver a Salomé sentada en el sofá al lado de otra mujer. Ambas vestían la bata blanca de baño que el hotel ofrece como cortesía a sus huéspedes, y tenían sus manos agarradas mientras Salomé tenía su brazo sobre los hombros de su amiga. Yo me acerqué para saludar a Salomé con beso y a su amiga. Enseguida la reconocí... era la mujer que nos había visto besarnos en el baño la noche anterior.

Evidentemente había pasado algo entre las dos, que más tarde entre ambas, en medio de un reposo tras muchas piruetas sexuales en aquella gran cama, me contaron. Esto es lo que me contaron:

Minerva, la mujer de casi 50 años, estaba pasando una semana en el hotel, para olvidarse del trauma de su reciente divorcio, tras haber estado casada más de 25 años. El marido la había dejado por otra mujer y había sido muy doloroso todo el proceso. Ella vive en Tampa, no muy lejos, pero decidió cambiar de ambiente, pasando esos días cerca del mar. Sus dos hijos ya habían dejado el hogar, para irse a estudiar en otros estados, y se encontraba muy sola y abandonada. Tenía un par de amigas que vivían en esa zona costera, con quienes estaba cenando la noche anterior.

Durante todos esos años jamás había tenido relaciones sexuales con otra persona que con su esposo. No llevaban una vida sexual muy activa, pero ella tampoco era muy exigente, y se conformaba con hacerlo una o dos veces por mes. Su trabajo como educadora la llenaba suficientemente y su afición a la lectura la entretenía muy bien durante los largos períodos de ausencia de su esposo, quien debía viajar mucho por su trabajo.

Cuando nos vio besándonos en el baño se despertó en ella una curiosidad inédita, ya que nunca había presenciado una pareja lásbica en acción, aunque el tema no le resultaba ajeno, ya que en la escuela se comentaban siempre casos de parejas de alumnas, o incluso entre maestras. Pero no pasaban de ser un chisme compartido. Sí se preguntaba en esas ocasiones cómo podría ser posible obtener satisfacción sexual con una persona de tu mismo sexo. Pero de allí no pasaba.

Aquella noche, la escena que pesenció la impactó. Al regresar a la mesa con sus amigas, compartió lo que acababa de ver. Eso explica por qué al pasar delante de ellas, todas tenían una sonrisa muy pícara. Una de sus amigas le comentó que hacía varios años había tenido la curiosidad y había contratado los servicios de una masajista "sensual", quien fue a su casa y le acarició todo el cuerpo, y la provocó un par de orgasmos, uno con sus dedos y el otro con su boca, y que había sido una experiencia maravillosa, muy tierna y muy segura.

Ese comentario y el recuerdo de la escena en el baño le movieron el piso, y esa noche, a la hora de dormir decidió no ponerse pijama, y desnuda se masturbó. Dada su bajo perfil sexual, pocas veces se masturbaba, y esta vez fue algo muy especial. Se imaginaba estar acostada con otra mujer intercambiando caricias, pero sin la imaginación suficiente para construir una escena lésbica en su mente. Le fue suficiente el toqueteo de su clítoris para alcanzar un orgasmo, que disfrutó mucho, tras el cual cayó rendida. A medianoche se despertó para ir al baño y antes de regresar a la cama decidió asomarse al balcón y allí también se masturbó, sin importarle si a esa hora alguna persona pudiese estar viéndola desde algún otro lugar del hotel. Este orgasmo fue más intenso y violento, y no le costó mucho retomar el sueño al volverse a acostar. Al despertar, en la mañana, mientras se duchaba, volvió a sentir la necesidad de masturbarse, lo cual hizo allí mismo. Tuvo otro orgasmo increible. Se preguntaba qué le estaba pasando, pues eso nunca ocurría. El único recuerdo que tenía de algo parecido fue después de su segundo parto, cuando sentía mucho ardor sexual, pero nunca lo apagó ni sola, ni con su esposo, en respeto a la cuarentena tradicionalmente aconsejada por las abuelas.

Decidió pasar la mañana en la piscina, y se puso su traje de baño de una sola pieza (naturalmente), se cubrió con una bata y bajó a desayunar en la terraza de la piscina. Después escogió una silla con abundante sombra, pues no le gusta exponerse demasiado al sol, y comenzó a leer el libro que había llevado en su bolso.

Al rato, vio pasar a Salomé, quien se ubicó dos sillas más allá y procedió a recostarse mirando a las demás personas que comenzaban a nadar y a jugar en el agua. Minerva se levantó y se acercó, sentándose de lado en la silla de al lado y se presentó.

- Hola, soy Minerva, y te he reconocido.

- ¡ah si! ¿de qué?

- Yo fui quien te vio besándote con tu amiga en el baño anoche.

- Si... ahora lo recuerdo. Mi nombre es Salomé.

- Bonito nombre... ¿estás sola?

- Si. Mi esposo se quedó en la habitación viendo un partido de fútbol.

- ¿Y tu amiga?

- Claudia se regresó a su casa. Ella vive en Tampa.

- Yo también.

- Y tu, ¿estás sola?

- Si. Yo estoy pasando una semana sola, para olvidar malos recuerdos.

- ¡uuuy! Me huele que tendremos tema para conversar.

- Bueno... si quieres ¿por qué no te vienes adonde yo estoy, que hay más sombra? A mí me irrita un poco el sol y prefiero ese lugar.

- ¡Claro!. Vamos para allá.

Una vez sentadas e instaladas, pidieron algunas bebidas y se dedicaron a charlar, sobre todo para darse a conocer, sus oficios, historias personales, gustos, etc. A medida que fue transcurriendo la mañana, se sentían muy a gusto compartiendo, como que si se hubiesen conocido desde hacía mucho tiempo. Esto animó a Minerva a finalmente hacer la pregunta que tenía en mente desde que identificó a Salomé,

- Oye Salomé, espero que no te molestes con mi pregunta,

- Dime, ¿qué quieres saber?

- Es por lo que vi anoche en el baño... ¿acaso eres lesbiana?

- Jaja! Yo sabía que tarde o temprano ibas a sacar el tema...

- Bueno... comprenderás que eso no es algo que una vea todos los días.

- No te preocupes, te puedo responder con la confianza que despiertas en mí. No soy lesbiana. Como sabes, estoy casada, y me gustan mucho los hombres.

- Pero ¿entonces?

- Lo que viste anoche fue algo muy especial. Ayer tuve mi primera experiencia con mujeres, y esa chica es amante de Ulises, mi esposo.

- ¡Increible! O sea que hasta ayer nunca lo habías hecho con otra mujer?

- Así es. Y debo confesarte que fue algo delicioso, inolvidable y que quiero repetir, porque se trata de algo diferente. Es muy dulce, más tierno, más romántico, y no se siente el miedo al abuso de fuerza propio del macho.

- Pero cuéntame, ¿cómo ocurrió?

Entonces Salomé contó todo lo ocurrido, ahorrando la parte en la que yo la sorprendí, penetrándola. A medida que iba narrando los detalles de ambos encuentros, el del hotel, y el que ocurrió durante la noche en nuestra casa, Salomé pudo notar un cambio en la actitud de Minerva. Cruzaba a cada rato las piernas, se pasaba la mano por la frente, pidió otro trago adicional pues el primero lo consumió muy rápido. Entonces le preguntó,

- Minerva, así como yo me atreví a probarlo y disfrutarlo por primera vez ayer, ¿estarías interesada en darle una probadita?

- No sé... es que jamás me ha pasado por la mente estar con otra mujer.

- A mí tampoco. Las cosas ocurrieron porque tal vez así tenían que ocurrir. ¿No te parece demasiada casualidad este encuentro nuestro, y que hayamos podido conversar tan abiertamente sobre mi experiencia?

- Si, me parece muy asombroso.

- Vamos ahora a tu habitación. Te prometo que respetaré tu espacio, y solo iremos haciendo "cositas" inocentes para ver si te dan ganas de intentarlo de lleno como hice yo. Te juro que no me arrepiento. Me gustó. Y mira, que ahora también lo quiero volver a hacer, pero contigo. ¡Anda!, vamos, chica. Te voy a hacer disfrutar algo que jamás has sentido.

- Esta bien. Pero prométeme que si te pido que te detengas, me vas a respetar y pararás.

- Palabra de honor. Voy a llamar a Ulises para que no se preocupe por mi ausencia por las próximas horas.

- ¿Horas? Yo pensaba que iba a ser solo un rato.

- ¡Ay mija! Si te llega a gustar no vas a querer que salga de tu cuarto. Mejor planearlo así. Si es solo media hora, así será. Pero si te gusta tanto como a mí me gustó, no querrás que me vaya...

- Esta bien. Recojamos nuestras cosas, y vamos a pagar la cuenta.

- Vamos, muñeca bella.

Una vez en el ascensor, Salomé estaba tentada de abrazar y besar a Minerva, pero prefirió no hacerlo. Intentó tomarla de la mano, lo cual si aceptó. Salomé sabía que Minerva se movía más por curiosidad que por deseo de tener sexo con ella. Por eso tendría que jugar sus cartas con suma astucia. La prudencia y la paciencia rendirían mejores frutos que el acoso. Por eso tendría que saber contenerse, aunque estaba muy caliente, ante la cercana posibilidad de volver a disfrutar del sexo lésbico.

Al salir del ascensor Minerva guió a Salomé hasta la puerta de su habitación sin haber soltado sus manos. Salomé interpretó ese gesto como una señal positiva. Una vez dentro del cuarto, pusieron sus bolsos sobre la mesa y Salomé le preguntó a Minerva si la podía abrazar, a lo cual asintió. Salomé la abrazó con todo su cuerpo, y así estuvieron un rato, sosteniendo sus cuerpos con los brazos, sin ningún otro gesto. Salomé se atrevió a decirle al oído,

- Me encanta cómo hueles

- Es un perfume que uso desde hace muchos años. Me gusta porque no es demasiado fuerte.

- Y es muy dulce. Te sienta muy bien... ¿Te gusta bailar?

- Si. Siempre me ha gustado.

- Voy a colocar música en mi celular para que bailemos. ¿Esta bien?